EL SILENCIO Y LOS SILENCIOS La necesidad de una voz enfermera

 

A Mª Jesús Pérez Mora que con su voz rompió tantos silencios.

 

                                                                                         «¡Basta de silencios!¡Gritad con cien mil lenguas! porque, por haber callado, ¡el mundo está podrido!»

Santa Catalina de Siena[1]

 

El silencio es en sí mismo una forma de comunicación. Traslada que no se quiere decir, expresar, transmitir, opinar, rebatir, reafirmar… nada. Viene a ser como el voto en blanco en las elecciones. Se puede interpretar como una estrategia ante determinadas situaciones en las que el silencio puede suponer una forma importante para el logro de un determinado objetivo o como parte de un discurso en el que se combina de manera consciente, inteligente y oportuna con las palabras configurando un mensaje que determina una posición clara y determinante que define a su emisor, aunque ello no signifique que el resultado no pueda ser negativo, peligroso o incluso dañino.

El silencio, sin embrago, puede ser consecuencia también de diferentes motivos o circunstancias, involuntarias, impuestas o forzadas. Existiendo además componentes como el miedo, la presión, la coacción, la incertidumbre, la duda… que hacen que dicho silencio deje de ser una forma de comunicación voluntaria y con sentido para pasar a ser un acto inducido, forzado y defensivo que limita, impide o manipula la construcción libre de opinión, conocimiento o posicionamiento.

También se genera, utiliza e incluso se instaura como mecanismo habitual de comunicación, el silencio voluntario, cómplice o cobarde producto de la comodidad, la, la mediocridad o la tolerancia, que conducen a la inacción, la pasividad o la injusticia.

Me voy a referir a los dos tipos de silencio que, a mi modo de ver, suponen una verdadera lacra y un evidente riesgo para el desarrollo, visibilidad, valoración y respeto de la enfermería y por derivación de los cuidados.

En cuanto al silencio impuesto, supone una forma inadmisible de autoridad para lograr la asunción de comportamientos, acciones, conocimiento, ideas, planteamientos, con el fin de perpetuar un modelo, favorecer una determinada posición, limitar o manipular la verdad, impedir el análisis, la reflexión y el debate, anular la voluntad o reprimir las alternativas, a través de la amenaza, el acoso, el miedo, la presión… que permitan una complicidad basada en el silencio y la permisividad que, incluso en algunos casos, supone la utilización de una argucia disfrazada de ética como la interesada objeción de conciencia que contraviene claramente el cumplimiento de legislación vigente y con ella la anulación de derechos fundamentales que emanan de la misma, configurando un escenario de impostada normalidad que realmente se basa en el autoritarismo, y el sectarismo ideológico, religioso o político. Es, por tanto, un silencio provocado y no provocativo que representa una verdadera amenaza a los intereses de la población, la competencia profesional o la parálisis del sistema de salud a favor de intereses políticos, ideológicos, económicos, corporativos o una mezcla de todos ellos.

Dicho silencio acaba por naturalizarse y asumirse ante la amenaza cierta o percibida, o la construcción de un modelo que se blinda en base a normativas que encorsetan, paralizan o anulan el necesario dinamismo, la deseada adaptación o el imprescindible cambio de un modelo sanitario caduco, ineficaz e ineficiente que se disfraza de excelencia y se consolida como el único posible y en el que el desarrollo disciplinar de las enfermeras queda acotado, vigilado y restringido por parte de una administración temerosa de las presiones de determinados lobbies corporativos para mantener un estatus e imagen que ven peligrar más por efecto de su actitud profesional que por la sospecha infundada, maliciosa e interesada de una supuesta invasión competencial que ni es real ni se sostiene, pero que utilizan y practican permanentemente con sus acusaciones y judicialización que les resulta favorable gracias al mantenimiento inaudito y trasnochado de unas normas que tan solo protegen y benefician a quienes establecieron “su” modelo medicocentrista, que no tan solo está cuestionado, sino que resulta a todas luces incapaz de resolver las necesidades y los problemas de salud de las personas, las familias y la comunidad.

Se combinan por otra parte el silencio cómplice, provocador y reaccionario de quienes forman parte de dicho modelo en el que los silenciosos se sienten cómodos, protegidos y protagonistas, con el silencio de quienes temen la represalia, el enfrentamiento o la identificación como reaccionarios o conflictivos. Lo que acaba generando un clima de permanente conflicto en el seno de los equipos, en unos casos, o en otros, el sometimiento disciplinar, organizativo o de autoridad de gestión de quienes sin compartir el modelo lo asumen como el único posible.

Pero este silencio y el “ruido” distorsionador de quienes tienen patente de corso para producirlo, con ser un problema de primer orden, no es el único, ni posiblemente el más peligroso. Al menos por lo que respecta a la evolución científico-profesional de las enfermeras. Porque el silencio que de manera voluntaria, interesada, cómoda, irracional, insensata y me atrevo a decir que suicida profesionalmente hablando, que un número muy importante de enfermeras incorpora como actitud profesional hasta el punto de hacer de ella su identidad de acción, supone asumir de manera tácita y consciente lo que otros decidan sobre su capacidad profesional sin que se genere una reacción que proponga una respuesta producto del pensamiento crítico-científico, la reflexión y la argumentación, que contrarreste el pensamiento dominante y con él su influencia en la organización y desarrollo de la atención a la salud, así como de quienes se determina, en base al mismo, pueden hacer, decidir, asumir, realizar… y con qué autonomía de acción.

Esta circunstancia mantenida en el tiempo mucho más allá de lo mínimamente razonable y admisible provoca un efecto anestésico que paraliza la capacidad de articular un mensaje coherente, pero también resistente y resiliente, que cuanto menos tratase de evidenciar el abuso de poder científico profesional de unos cuantos. No tan solo sobre otros profesionales, sino contra la población a la que se debe atender al ejercer un poder reduccionista que limita la salud a su única y exclusiva referencia, aunque sea incapaz, como demuestra la evidencia, de solucionar las carencias, defectos y efectos derivados de su acción de presión y control absoluta.

Finalmente el silencio logrado como efecto de su aletargadora acción provoca una posición de tolerancia que se ve recompensada con la sensación de bienestar que se concreta en las zonas de confort en las que se instalan para seguir alimentando un silencio que contribuye a perpetuar la organización deseada.

Este silencio, es circunstancialmente roto por ciertas voces disidentes que plantean resistencia ante lo que consideran un atropello y una injusticia. Voces que alteran el plácido bienestar de los nichos ecológicos en los que se instalan las/os silenciosas/os y que ven amenazada su zona de confort y con ella su bienestar, por lo que provocan una reacción defensiva que trata de neutralizar y acallar dichas voces y, por supuesto, a sus emisores en una acción cainita que impide que el discurso que se trata de construir perturbe el entorno protector en el que se han instalado y desde el que ejercen una silenciosa, pero terriblemente peligrosa y nociva, actitud profesional.

El sistema, por su parte, contribuye de manera sistemática a que este silencio sea parte fundamental de la organización con su actitud contemporizadora, cuando no claramente alineada, con quienes articulan, manejan, determinan, refuerzan, consolidan… su modelo mediatizado y medicalizado.

A su vez, quienes son considerados referentes profesionales, desde sus atalayas de poder, alcanzado y mantenido con los recursos aportados de manera obligatoria por parte de todas las enfermeras, contribuyen a mantener el silencio con su propio y estridente silencio y con la vigilancia de quienes se atreven a romperlo por identificar a sus emisores como un peligro a su posición de privilegio mantenida con estrategias en las que la omertà[2] o ley de silencio se constituye como su modus operandi. Ley que combinan con la generación de ciertos sonidos distorsionadores y, sobre todo, distractores con el objetivo de aparentar una acción que es tan solo una actuación burda, falsa y mediática que trata de maquillar los efectos de una gestión pretérita y presente que pone en peligro su futuro. Para ello no tienen escrúpulos en usar el mismo proceso cainita del que hablaba antes con tal de contrarrestar, paralizar o eliminar a quienes fueron aliados de una gestión compartida y conocida de la que tratan de huir indemnes a pesar de las evidencias. Así mismo utilizan el poder de su posición para acallar a cuantas/os consideran pueden resultar un peligro para su estabilidad y su zona de confort, en este caso de lujo y con lujo. Tienden sus tentáculos y acallan a sus “enemigos”, que en teoría y paradójicamente son sus protegidas/os, con la connivencia de compañeras/os de viaje voluntarias/os o forzadas/os, aliados interesados, administraciones solícitas… para conseguir restaurar el silencio placentero que les beneficia. Aunque ello suponga una clara parálisis de la evolución y el desarrollo de las enfermeras en su conjunto o acallar las voces e impedir que se proyecte el mensaje y la imagen de quienes tienen un discurso diferente al suyo, aunque para ello tengan que utilizar la manipulación. Se trata, finalmente, de un silencio general que proyecta un consejo muy difícil de entender y asumir, pero que acaba por ser asimilado y aceptado como parte del silencio individual y colectivo naturalizado.

Ante este escenario de silencio y de silencios hay voces que permiten identificar que otra realidad no tan solo es posible sino muy necesaria. Una realidad que debe ser oída y escuchada para poder comprender y entender que hay que romper los silencios cómplices, interesados, forzados, consentidos… que permitan construir mensajes potentes, claros, razonables, razonados, diversos, eclécticos, libres, consensuados… como única forma de salir del ostracismo silencioso en el que consentimos permanecer por mucho que existan factores, elementos o acciones que lo favorecen.

Son muchas las voces y las/os dueñas/os de las mismas que se emiten y transmiten, aunque muchas de ellas lamentablemente acaben por ser silenciadas o claudiquen ante la presión a la que se les somete por parte de unos u otros.

Pero hoy quisiera rescatar la voz de una enfermera que nunca permitió que la callasen y se resistió a que su voz no llegase a donde quería y sabía que debía llegar. No fue ajena a presiones, amenazas o acosos para silenciarla, pero nada logró callarla, aunque tuviese que cambiar el escenario en el que desarrollar su mensaje enfermero autónomo, potente, de presente y de futuro sin renunciar a su pasado. Fue un mensaje constructor, alejado de la confrontación sin renunciar a la firmeza que precisaba, un mensaje claro y alto que rompiera silencios y acallara presiones, que alimentara el avance y evitase la parálisis, que incentivaba la acción y rehuía de la pasividad. Un mensaje enfermero para las enfermeras, pero sobre todo para la población a la que tenía un profundo respeto. Un mensaje libre, democrático, participativo, colectivo. Un mensaje innovador, de soluciones ajustadas a la realidad y a los recursos disponibles. Un mensaje humano, cercano, activo. Un mensaje científico y profesional. Un mensaje renovador. Un mensaje de ilusión y nunca iluso. Un mensaje permanente, revisado y renovado. Un mensaje sin miedo pero sin temeridad. Un mensaje de respeto pero haciéndose respetar. Un mensaje de igualdad y accesibilidad. Un mensaje tan potente como la energía desde la que lo proyectaba. Un mensaje ante el que nadie podía ser ajeno o indiferente, aunque no se compartiera. Un mensaje real, realista y realizable. Un mensaje que se concretó en resultados tangibles y evidentes. Un mensaje que logró identificarla como mujer, como enfermera, como líder.

Hoy su mensaje permanece vivo, patente, actual, aunque su voz, con la que vencía el silencio y los silencios, se haya ido con ella a un destino incierto pero desde el que seguro será capaz de seguir proyectando su mensaje.

Su recuerdo perdurará y su aportación se recordará como una acción indispensable en la configuración de la imagen enfermera, su visibilidad y su valoración.

Ella consiguió que hoy podamos hablar, al menos algunas/os, desde la convicción y la creencia de que todo se puede cambiar para lograr prestar unos cuidados enfermeros de calidad y calidez que contribuyan a mantener sanos a los sanos, a identificar las necesidades sentidas, a hacer partícipes a las personas de sus decisiones, a intervenir en la familia para trabajar con ella, a que la comunidad sea vista como algo que va mucho más allá del sumatorio de las personas que la constituyen, a ser maestra y referente de aquellas enfermeras a las que formaba con valentía, fuerza, convicción e incluso rebeldía.

Ahora lloramos su marcha aunque compartimos la inmensa alegría de haberla conocido. El inmenso honor de haber convivido y trabajado a su lado. La gran dicha de haber aprendido de su voz, su mensaje y su palabra. La oportunidad de reconocer y defender que el silencio no puede ser nunca la forma de avanzar, luchar, conseguir los objetivos profesionales pero también de salud comunitaria y pública a través de la abogacía de los derechos humanos, tal como nos enseñó e inculcó.

Gracias Mª Jesús Pérez Mora por tu voz, tu presencia y esencia. Nunca permanecerás en silencio porque tu recuerdo será permanente en mi recorrido, el que me quede, y mi voz será tu voz para vencer el silencio y los silencios que duelen y laceran la libertad, la igualdad, la evolución y la salud.

Allá donde estés seguirás presente siempre en mi mente y en mi corazón.

 

[1] Laica dominica (terciaria) y mística venerada como santa en la Iglesia católica (1347-1380).

[2] Es el código de honor siciliano que prohíbe informar sobre las actividades delictivas consideradas asuntos que incumben a las personas implicadas

2 thoughts on “EL SILENCIO Y LOS SILENCIOS La necesidad de una voz enfermera

  1. Precioso homenaje le has hecho a nuestra querida amiga y compañera, nunca olvidaremos su saber hacer, su compañerismo y su cariño, siempre la recordaremos por su lucha con la Enfermería Comunitaria y donde esté seguirá luchando por ella. Gracias José Ramón por tus bonitas palabras

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