LAS ENFERMERAS LOW COST

Según el último informe Adecco sobre Oferta y Demanda de empleo en España, la Enfermería es la profesión con mejor “cartel” internacional de España.

Resulta paradójica la noticia por cuanto dicho reconocimiento internacional parece contradecirse con el que en nuestro territorio de tiene tanto de la profesión como de sus profesionales, las enfermeras.

Mientras en España las enfermeras sufrimos, al margen de cualquier victimismo que pueda o quiera argumentarse, para poder desarrollarnos como profesión y disciplina, mientras la ratio de enfermeras por habitante es de las más bajas de la OCDE, mientras asumimos competencias avanzadas sin que tengan respaldo normativo, mientras nos especializamos en diferentes ámbitos profesionales sin que se reconozca la especialidad, mientras se nos sigue exigiendo cada vez más y reconociendo cada vez menos… en el extranjero se nos valora por encima de cualquier otra profesión.

El estado español a través de sus mandatarios invierte una importantísima cantidad de dinero para formar a excelentes enfermeras. Tanto el grado de enfermería como las especialidades y las formaciones de posgrado de máster y doctorado logran la formación de excelentes enfermeras que, sin embargo y lamentablemente, tienen serias dificultades para encontrar puestos de trabajo acordes a dicha formación. Tanto los políticos, como los gestores elegidos por estos para ordenar las profesiones de la salud, siguen anclados en planteamientos del siglo pasado en los que la medicalización, el biologicismo, la tecnificación, la enfermedad, el hospitalcentrismo… marcan el devenir de dicha organización, identificando de manera casi exclusiva como protagonistas de los sistemas de salud a un único profesional, haciendo pivotar cualquier decisión en torno al mismo, con independencia del coste social, económico y de salud y teniendo tan solo presente el coste político que tales decisiones tienen o pueden tener para ellos, al margen de la población a la que, en teoría al menos se deben.

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Pensamiento enfermero, ¿Quo vadis?

Martínez Riera JR. Pensamiento enfermero. Quo Vadis? Rev ROL Enf 2007; 30(4):295-296

Las grandes corrientes del pensamiento han influido en la evolución de la ciencia enfermera. El pensamiento enfermero que puede resumirse en la palabra cuidado, refleja bien esta evolución. Por una parte, podemos destacar la influencia de diferentes teorías en las que el enfoque de género ha tenido una gran repercusión en la Enfermería como disciplina y como profesión. Por otra, el positivismo, que surge como un paradigma teórico aplicado al ámbito científico y, al mismo tiempo, contribuye a conformar una visión optimista del mundo basada en el progreso, en el que se entronca Enfermería siguiendo los pasos de la medicina y sobre el cual se funda el método empírico que la ciencia moderna sigue en sus investigaciones.

Los trabajos de Lévi-Strauss [1] y Bordieu [2] nos ayudan a comprender por qué se asignan valores distintos a muchas de las acciones relacionadas con las mujeres y, concretamente, con los cuidados de salud y de la vida cotidiana, a los que se les otorga un valor natural y empírico mientras que los actos médicos se asocian a lo racional y científico. Así pues, el enfoque de género nos permite conocer las razones de por qué se adjudicó un determinado valor a las acciones de mujeres y hombres y cómo se siguen reproduciendo en la sociedad actual, trasladando esta misma asignación de roles para la relación médico-enfermera [3].

Tal como expresa JA Marina, lo que llamamos verdad científica no es más que la teoría mejor corroborada en un momento dado [4], pero no significa que deba basarse tan sólo en el pensamiento positivista que trata de determinar que la verdad es la concordancia entre un pensamiento y la realidad, dejando muchas cosas en la sombra que precisan de valoraciones cualitativamente diferentes.

Enfermería queda instalada, de esta manera, en un pseudopensamiento. Denominado así por no serle propio y por no permitírsele su verdadero posicionamiento al basarla en falacias o errores de razona- miento que representan una amenaza constante al  logro  del  pensamiento enfermero. La causa falsa establece una conexión causal (relación entre causa y efecto) errónea, como la que se instauró en Enfermería a través de la técnica como principal razón de ser de la disciplina-profesión. En este sentido, la técnica se convirtió en una rutina con mecanismos aprendidos que automatizaban la conducta permitiendo realizarla con facilidad y perfección sin necesidad de prestar atención, pero que con- dujo a Enfermería a una esclavitud de los hábitos y, consecuentemente, a una incapacidad de tomar decisiones en el desarrollo de su pensamiento.

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CALIMERO Y EL CAINISMO

Es habitual oír el lamento de falta de reconocimiento social y profesional que las enfermeras hacemos. Consideramos, identificamos y sentimos que hacemos mucho más de lo que realmente se valora nuestra aportación.

          Sin embargo esta sensación de permanente agravio colectivo pocas veces es analizada en profundidad por parte de quienes se instalan en la queja, el lamento y la incomprensión. Existe una atávica creencia de que las enfermeras somos ignoradas por cuestiones meramente circunstanciales que no se corresponden con actitudes propias de nuestra profesión, lo que acaba por convertirse en una cierta manía persecutoria sin fundamento aparente.

          Desconozco si el autor del personaje de dibujos animados llamado Calimero; Carlo Peroni (Perogatt), que hace algunas décadas entretenía a los niños, era enfermera o si identificó su personaje con alguna enfermera. El caso es que su permanente chascarrillo de “soy un incomprendido” encajaría perfectamente en el discurso enfermero de nuestros días.

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ENFERMERÍA Y LA RAE. HISTORIA DE UN DESENCUENTRO.

A pesar de que la palabra que nos define es enfermera, esta ha sufrido y sigue sufriendo los efectos derivados de ocultarla, disfrazarla, deformarla o simplemente ignorarla a la hora de identificarnos. Enfermería, profesionales sanitarios, profesionales de enfermería, sanitarios, ATS, DUE… son solo algunos ejemplos. Esta posiblemente sea una de las causas, aunque no la única evidentemente, por la que la sociedad no es capaz de relacionar, reconocer o valorar lo que significa ser enfermera y ejercer la enfermería. Y por ende es el argumento que la Real Academia Española (RAE) utiliza para que la definición de lo que somos y representamos siga siendo un cúmulo de tópicos y estereotipos alejados de la realidad aunque no de su realidad, la de la RAE.

Hace más de 20 años que las enfermeras españolas iniciamos una movilización sin precedentes en contra de la definición que de enfermería aparecía en el diccionario de la RAE.

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MAYORJÓVENES

Editorial Revista Iberoamericana de Enfermería Comunitaria (RIdEC) noviembre 2016

 Es curioso cómo se repite la historia y cómo se repiten los errores.

Hace ahora 40 años que un grupo de enfermeras realizó un ingente trabajo para lograr que la enfermería se desarrollase como disciplina en el ámbito de la Universidad. Tras lograrlo, las primeras promociones de enfermeras tituladas por la Universidad vinieron a denominarse DUE. Es decir, se cambiaban las denostadas y criticadas siglas de ATS por unas nuevas que ejercían idéntico resultado, la invisibilidad de la identidad enfermera, al ocultar, por razones que nunca he logrado entender nuestra identidad más primaria, la denominación como lo que somos, enfermeras.

Pero este no fue el único ni posiblemente el error más grave que se cometió. Las nuevas generaciones de enfermeras, los DUEs, se creyeron diferentes, superiores a sus predecesoras, los ATS. Esto condujo a un enfrentamiento que no tan solo no solucionó nada, sino que contribuyó a seguir ocultando la aportación enfermera a las personas, las familias y la comunidad tras la batalla fratricida que tanto unos, DUEs, como otros, ATS, se empeñaron en mantener más allá de toda lógica. Los DUEs porque se creían en posesión del verdadero conocimiento enfermero avalado por la Universidad. Los ATS porque consideraban que se estaba menospreciando su experiencia y sentían amenazados sus puestos de trabajo por las “nuevas enfermeras”. Y tanto los unos como los otros perdieron tiempo, energía, credibilidad y reconocimiento en tan absurda batalla, a la que se sumó un daño colateral como fue el curso de nivelación.

El tiempo, y con él el olvido, remedio paliativo de muchos males, lograron que poco a poco se fuese normalizando la relación y que además, se fuese recuperando la verdadera identidad enfermera dejando el lastre de las siglas como camuflaje de la batalla librada.

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LA REALIDAD QUE VENCE A LA INCERTIDUMBRE

 

Un muy buen amigo, tras la lectura previa que siempre hace a mis reflexiones me sugirió hiciese una aproximación narrativa que se alejase de situaciones de suspense, intriga, conspiración…como las planteadas en la novela negra y que tratase de recoger aspectos más positivos.

Como quiera que adquirí con él el compromiso de dicha narrativa voy a llevarla a cabo tratando de no caer en la alabanza fácil, la historia almibarada y los personajes artificiales y exentos de la dinámica de sus propias experiencias.

Para ello me voy a situar como narrador-omnisciente ya que conozco toda la historia y trataré de contar lo que ocurre en el exterior de los personajes -las enfermeras-, es decir, cómo se mueven, lo que dicen, hacen y por qué lo hacen… y en parte lo que ocurre también en su interior, sus pensamientos, sus deseos. Todo ello sin descartar una predicción del futuro, no tanto porque lo conozca, que no es el caso, sino porque intuyo, o mejor deseo como quiero que sea el final del relato y lo que los personajes harán.

Utilizaré el presente por tratarse más de una conversación espontánea en la que pretendo dar mayor realismo a lo que voy a contar.

Así pues y antes de proseguir creo necesario contextualizar la acción narrativa para dar verosimilitud a la acción desde la perspectiva de que, lo que voy a contar es, cuanto menos, probable. En este sentido la acción se desarrolla en una comunidad, una cualquiera. Entendida esta como el espacio en el que conviven personas y familias. Estructurada en base a normas, valores, costumbres, cultura, historia… comunes que interactúan y generan relaciones diversas. En la que existen recursos comunitarios diversos en los diferentes sectores de dicha comunidad. Además existen profesionales que dan respuesta a las necesidades y demandas de las personas, familias y de la propia comunidad. Una comunidad, en definitiva, con los problemas y características propios de nuestra sociedad actual.

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EUTANASIA. CUIDADOS DIGNOS PARA UNA MUERTE DIGNA

REDACCIÓN MÉDICA 06/07/2018
https://www.redaccionmedica.com/opinion/eutanasia-cuidados-dignos-para-una-muerte-digna-1629https://www.redaccionmedica.com/…/eutanasia-cuidados-dignos…

Es muy habitual, o lo hemos incorporado como tal, el que cualquier tema que tenga que ver con la salud o la enfermedad sea automáticamente relacionado casi de manera exclusiva con los médicos. Como si no existiesen más agentes que intervienen en dicho proceso. Ya no hablo tan solo de profesionales, sino de familiares, amigos, redes sociales… que suelen excluirse sistemáticamente de la toma de decisiones dejando la misma en manos de quienes han monopolizado el absoluto y exclusivo protagonismo, los médicos, situando, además, al resto de agentes como meros subsidiarios de sus decisiones.

No seré yo quien ponga en tela de juicio, ni dude del papel que los médicos tienen en el ámbito de la sanidad. Pero sí que cuestiono de manera clara y firme su exclusividad, porque lo contrario es tanto como asumir que esto, más allá de una realidad asumida, es una realidad incuestionable. Y no lo es.

Siendo importante este análisis y debate, no es mi intención, en estos momentos, establecerlo, dado que es algo que requiere de un ejercicio sereno, razonado y amplio que este espacio no permite.

Pero sí que voy a utilizar el planteamiento expuesto como elemento de partida de mi reflexión.

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CUANDO GESTIÓN NO RIMA CON RAZÓN

En una sociedad totalmente mercantilizada y en la que la economía de mercado impregna cada aspecto, sentimiento, emoción, valor… transformando su verdadero sentido para adaptarlo a las reglas de mercadotecnia y consumo, se hace difícil poder llevar a cabo una gestión que no esté claramente “intoxicada” también de todos estos elementos nocivos.

Las organizaciones sanitarias, que es como han pasado a denominarse en la sociedad descrita en lugar de organizaciones de la salud, no son ajenas a la influencia ejercida por tan poderosa fuerza económica. De tal manera que ya no se habla de usuarios sino de clientes, no se habla de profesionales sino de recursos humanos, no se habla de salud sino de producto final, no se habla de atención sino de asistencia, no se habla de personas sino de enfermos, no se habla de cuidados sino de procesos, no se habla de comunicación sino de información, no se habla de atención domiciliaria sino de vista domiciliaria, no se habla de eficiencia sino de coste, no se habla de coordinador de equipo sino de jefe, no se habla de evolución del problema sino de productividad, no se habla de evaluación sino de cuenta de resultados. Pero toda esta perversión del lenguaje, que para nada es inocente, se trata de enmascarar, suavizar, edulcorar con planteamientos tan grandilocuentes como la humanización de la gestión. Es decir, se asume como cierto que se está llevando a cabo una gestión totalmente tecnócrata, aséptica, distante, desprovista de sentimientos, fría y calculadora, para tener que incorporar elementos de cambio tendentes a esa supuesta humanización que, en ningún caso, pasa por renunciar a ninguno de los aspectos de la gestión anteriormente enumerados. Por lo tanto resulta ciertamente complicado creer que la humanización es un deseo de los gestores, cuando realmente lo que se pretende es generar campañas de marketing que “suavicen” las estrategias de mercado.

Pero, entonces, ¿es posible otro tipo de gestión en el marco de la sociedad descrita? Mi respuesta es claramente positiva en este sentido. No tan solo es posible sino que es deseable.

Con independencia de las estructuras y dinámicas de mercado que marca la sociedad actual, desde las organizaciones de la salud se pueden desarrollar estrategias de gestión que pongan en valor a las personas, sus necesidades y sus demandas. No se trata de desplazar, sustituir o eliminar aspectos necesarios como los de la gestión económica, sino de compatibilizarlos con aspectos trascendentes de la gestión de cuidados.

Y en este sentido nos encontramos con la paradoja de que se dificulta, impide y penaliza el acceso de las enfermeras a puestos de gestión en los que se toman decisiones que posteriormente tienen clara incidencia en los aspectos económicos que tanto preocupan y ocupan a los políticos. Y se hace con criterios faltos de argumentos contrastados y basados tan solo en el proteccionismo permanente a un determinado colectivo como manera de mantener sus privilegios de exclusividad para acceder a tales puestos, sin que se hayan contemplado siquiera las capacidades y méritos de las enfermeras para competir en igualdad de condiciones a los mismos.

Así las cosas la gestión queda impregnada de un paradigma claramente medicalizado, biologicista, centrado en la enfermedad, hospitalcentrista y con clara primacía de la técnica, que encaja mejor con las reglas de mercado pero que ignora, cuando no impide, que se incorporen aspectos como la salud, los cuidados, la participación comunitaria, la multiculturalidad, la perspectiva de género, la atención a la diversidad… que tienen difícil encaje en las cuentas de resultados o se entiende pueden ser causa de desestabilización en los procesos asistenciales protocolizados al milímetro como si de reglas matemáticas se tratase.

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ENFERMERÍA COMUNITARIA. TIEMPO DE ESPERANZA O ESPERANZA EN EL TIEMPO?

Editorial Revista Iberoamericana de Enfermería Comunitaria (RIdEC) 2015

En sus más de 20 años de vida, la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), se ha caracterizado por su empeño permanente en defensa de la Enfermería Comunitaria.

Al principio sentando las bases y generando el marco de nuestra actuación en la Comunidad en el entonces denominado Nuevo Modelo de Atención Primaria.

Posteriormente trabajando intensamente para justificar y y dotar de entidad científica la demanda de la Especialidad de Enfermería Comunitaria. No en vano la AEC elaboró la primera propuesta seria, fundamentada y rigurosa de la especialidad, que fue modelo y referencia hasta que se logró finalmente la especialidad.

En ese itínere se siguió trabajando intensamente en el desarrollo de la enfermería comunitaria a través de grupos de trabajo, comisiones, posicionamientos, documentos… que fueron definiendo nuestro perfil científico-profesional alejado de planteamientos populistas, oportunistas y demagógicos. Perfil que nunca hemos intentado eliminar, ocultar o disimular en función de las circunstancias. La AEC siempre fue coherente con sus planteamientos, equivocados o no, y no cayó en la tentación de cambiar de rumbo para aprovechar las circunstancias. Esto nos generó ciertos problemas y dolorosas rupturas que el tiempo se ha encargado de clarificar a favor de la AEC. Siempre mantuvimos nuestra identidad y nuestra meta en defensa de una Enfermería Comunitaria que algunos quisieron aprovechar en beneficio propio.

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ANTAGONISMOS Y DICOTOMÍAS. METÁFORAS INTERPRETATIVAS

Sano o enfermo, salud o enfermedad, cuidar o curar, sanidad o salud, enfermera o médico… son tan solo algunos ejemplos muy frecuentes de antagonismos en el ámbito de la sanidad… o de la salud? Este es el dilema sobre en que en múltiples ocasiones se construye la realidad que vivimos, o mejor dicho, la realidad que alguna de las partes antagónicas quieren construir y que nos llevan a establecer criterios, ideas, opiniones, análisis dicotómicos en los que se establece una oposición entre los conceptos que realmente no existe o no debería existir. Y no debería hacerlo porque dichos conceptos, lejos de ser dicotómicos son complementarios, aunque se empeñen en hacernos creer lo contrario por acción u omisión.

Lo que sucede es que, como suele suceder siempre, la utilización de las palabras, y lo que de las mismas trasciende, no es inocente, ni involuntaria, ni, mucho menos, casual. Como decía Von Schiller «Las palabras son siempre más audaces que los hechos», pero también es cierto que la palabra es mitad de quien la pronuncia y/o escribe, mitad de quien la lee y/o escucha, es decir que están sujetas a interpretación y, por lo tanto, nada de lo que se diga, por audaz que pudiese ser, tendrá valor sino es compartido, analizado y traducido en hechos que sean capaces de modificar unos contextos, los de la salud o la sanidad, en los que aún tenemos, podemos y debemos decir muchas cosas.

El problema, en muchas ocasiones, viene determinado por el sentimiento de propiedad que, sobre lo que las palabras encierran de significado, tienen determinados actores que participan en los citados contextos. Actores que se han venido atribuyendo un protagonismo que finalmente les ha sido reconocido, más por efecto de la insistencia y la puesta en escena que por los méritos de sus actuaciones. En cualquier caso, como suele suceder siempre, hay actores y actores. Los hay que se dedican a hacer bien sus papeles con la naturalidad y la competencia que de ellos se espera y los hay que sobreactúan e incluso resultan histriónicos en un intento por sobresalir y eclipsar cualquier posible “rival” al entender que así tendrán más relevancia y reconocimiento al constituirse como estrellas o divos. Por otra parte están quienes contribuyen a que dichas interpretaciones, no tan solo se produzcan, sino que las alientan, protegen, promocionan… desde sus puestos de dirección o de producción. Por otra parte están los actores y actrices secundarias, que lo son no tanto por el papel que desempeñan, sino por el valor subsidiario que los anteriores les otorgan en un claro, y no siempre ético e incluso lícito, comportamiento de discriminación que no de separación de los papeles y lo que los mismos aportan al resultado final del guión interpretado.

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