LA FALACIA DE LA ENFERMERA DE PRÁCTICA AVANZADA

 

Hace más de 12 años que se publicó el Real Decreto que regulaba las especialidades de Enfermería y este es el día en el que aún no se han desarrollado ni existen visos de que se haga de manera inmediata.

En este panorama desolador y claro ejemplo de lo que supone una alocada legislación en base a presiones e intereses políticos y con una nula planificación, se empieza a hablar de la figura de la Enfermera de Práctica Avanzada. (EPA). No deja de ser gracioso, sino fuese porque el tema es muy serio, el que plateemos siquiera su mención cuando la situación de la enfermería y de las enfermeras en España es tan caótica. Un país que no tan solo no cumple con las recomendaciones de las principales organizaciones internacionales en relación al número de enfermeras que deberían haber por habitante, sino que además se permite el lujo de invertir dinero público en la formación de excelentes enfermeras de Grado y Especialistas para ser exportadas posteriormente de manera “gratuita” a otros países que valoran la calidad de las mismas. Y digo de manera “gratuita”, entre comillas, porque para nada es gratis. Esto que están haciendo con torpeza mayúscula los dirigentes políticos tiene un coste muy elevado para la sociedad. Coste tanto económico, por lo que supone de no recuperación de la inversión realizada, como social y en salud por no contar con profesionales tan valiosas y valoradas en todo el mundo y que redundaría en mejores indicadores de salud para la población.

Son muchos los estudios que a nivel internacional, como los llevados a cabo por la Dra. Linda Ayken, demuestran que la contratación de enfermeras muy bien preparadas en cantidad adecuada a las necesidades disminuye significativamente la morbi-mortalidad. Pero esto parece importar bien poco a nuestros políticos que prefieren mirar para otro lado y seguir manteniendo unas cifras claramente insuficientes de enfermeras en las organizaciones de nuestro sistema de salud. Y esto sin contar con que esos mismos estudios evidencian una clara relación entre la las condiciones de trabajo de las enfermeras con la calidad de los cuidados prestados. Sin embargo en España se sigue pensando que una enfermera sirve para cualquier puesto (la enfermera “volante” es un claro ejemplo de irresponsabilidad gestora) o los turnos inhumanos, por mucho que quieran disfrazarlos eufemísticamente de anti estrés, con el beneplácito inaudito de los sindicatos. O los contratos precarios de días e incluso horas. Sin contar con las masivas OPEs, de nuevo con anuencia sindical, que destrozan equipos y desestabilizan la organización de la Atención Primaria, por ejemplo. Panorama que acaba por aburrir y empujar literalmente a las enfermeras fuera de nuestro país, y no precisamente para hacer estancias formativas como de forma tan descarada como cínica tratan de justificar algunos de nuestros mediocres políticos. Reclutar, retener y escuchar las demandas crecientes de las enfermeras cualificadas expertas es un tema de preocupación para gobiernos de todo el mundo, menos para el nuestro visto lo visto hasta ahora.

En algunos países (EEUU, Australia, Canadá, Sudáfrica, Gran Bretaña, Holanda…) la figura de la EPA tiene ya un amplio recorrido, como también lo tienen las especialidades de enfermería. Pero ni el contexto de España es el mismo, ni la realidad de gestión, planificación y evaluación de las organizaciones de salud y de sus profesionales se acerca lo más mínimo a nuestra realidad.

Así pues plantear en España la implantación de la EPA parece cuanto menos una broma de mal gusto, teniendo en cuenta lo mucho que queda por trabajar para enmendar una caótica planificación que ha llevado a formar enfermeras especialistas para que estén en el paro, emigren o tengan que trabajar con contratos precarios en los más variopintos servicios.

La EPA supone tener que resolver dudas conceptuales – confusiones entre ejercicio experto, avanzado y especializado-, deontológicas, organizativas, de formación y legislativas que plantea, cuanto menos, esta figura, sin descartar el temor a variar roles muy cimentados. Pero además debe responder a las razones que justificarían su implementación y que han sido las que han propiciado a que lo esté en los países donde existe dicha figura. La respuesta a escasez de médicos no parece razonable en España que se sitúa como uno de los países con mayor número de médicos por habitante de los 34 países que componen la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). La respuesta a la demanda de servicios cambiante podría ser una razón válida y valiosa sino fuese porque no hemos tenido oportunidad de comprobar, porque no lo han permitido, si las enfermeras especialistas pueden resolver dicha demanda. La contestación al incremento de costes sería otra razón a considerar sino fuese porque las enfermeras especialistas supondrían una relación coste-efectiva muy elevada. Y finalmente el que fuese elemento de mejora del desarrollo profesional de las enfermeras, tendría validez sino saltásemos procesos previos que no han sido ni valorados ni evaluados por falta de aplicación como es el de la implementación de las especialistas.

Dicho todo lo cual parece claro que actualmente la enfermera de práctica avanzada en nuestro país es una falacia cuyo argumento puede parecer válido, pero que sin duda no lo es. Para empezar no existe una acreditación de competencias de las diferentes figuras enfermeras que permitan avalar tal argumento. Además la simple mimetización de modelos por bien que estén funcionando en otros países se ha demostrado ineficaz y en muchas ocasiones un verdadero fracaso dadas las diferencias contextuales, conceptuales y de necesidades. Por no existir no existe tan siquiera unanimidad en la denominación de la EPA al existir hasta trece acepciones diferentes para esta figura con respuestas competenciales y de formación muy diferentes entre ellas.

Por último me llama la atención el que siempre tengamos que ser las enfermeras las que tengamos que presentar alternativas diferentes para resolver problemas que otros no saben o no quieren resolver. Hasta donde yo sé no existen Médicos, Abogados, Biólogos, Arquitectos… de Práctica Avanzada. ¿Por qué tenemos que ser las enfermeras diferentes? Más aún cuando muchas competencias, funciones, acciones… que teóricamente debería realizar una EPA ya las realiza una enfermera, como es el caso de las Enfermeras Gestoras de Casos, por ejemplo.

¿Seguimos jugando al copio pego? O, ¿mejor nos dedicamos a dar respuesta a las interrogantes que tenemos por responder antes de tomar nuevas decisiones basadas en la precipitación, el oportunismo o la mediocridad? El tiempo nos dirá, pero no tengo muchas esperanzas con los cesteros que manejan nuestros mimbres.

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