ENFERMERÍA COMUNITARIA. TIEMPO DE ESPERANZA O ESPERANZA EN EL TIEMPO?

En sus más de 20 años de vida, la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), se ha caracterizado por su empeño permanente en defensa de la Enfermería Comunitaria.

Al principio sentando las bases y generando el marco de nuestra actuación en la Comunidad en el entonces denominado Nuevo Modelo de Atención Primaria.

Posteriormente trabajando intensamente para justificar y y dotar de entidad científica la demanda de la Especialidad de Enfermería Comunitaria. No en vano la AEC elaboró la primera propuesta seria, fundamentada y rigurosa de la especialidad, que fue modelo y referencia hasta que se logró finalmente la especialidad.

En ese itínere se siguió trabajando intensamente en el desarrollo de la enfermería comunitaria a través de grupos de trabajo, comisiones, posicionamientos, documentos… que fueron definiendo nuestro perfil científico-profesional alejado de planteamientos populistas, oportunistas y demagógicos. Perfil que nunca hemos intentado eliminar, ocultar o disimular en función de las circunstancias. La AEC siempre fue coherente con sus planteamientos, equivocados o no, y no cayó en la tentación de cambiar de rumbo para aprovechar las circunstancias. Esto nos generó ciertos problemas y dolorosas rupturas que el tiempo se ha encargado de clarificar a favor de la AEC. Siempre mantuvimos nuestra identidad y nuestra meta en defensa de una Enfermería Comunitaria que algunos quisieron aprovechar en beneficio propio.

Llegado el momento en el que finalmente se iba a aprobar la especialidad AEC volvió a posicionarse sin ambigüedades en contra de la propuesta de especialidades que se presentaba. Desde AEC se argumentó mediante la aportación de documentos su oposición a perder la denominación que siempre nos definió para adoptar la de otro colectivo profesional y a la forma de desarrollo que se determinaba en el entonces borrador. Las prisas, nunca esclarecidas aunque manifiestamente claras, por aprobar dicha regulación condujo a la pubicación del Real Decreto de Especialidades de Enfermería en 2005.

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NORMALIDAD, EXCEPCIONALIDAD Y SENTIDO COMÚN

Con mucha frecuencia actuamos, trabajamos, hablamos, decidimos… en lo que consideramos límites de la normalidad. Es decir, aquello que es general o mayoritario o que ocurre siempre o habitualmente y que no produce extrañeza.

Otra cosa es cuando a alguien que así actúa se le pregunta por el por qué de su actuación, trabajo, lenguaje o decisión… y su respuesta es, habitualmente, porque siempre se ha hecho así o porque es lo normal.

Normal con relación a qué, en base a qué… Esa es la cuestión. Pero lo cierto es que este modo de actuar hace que se perpetúen hechos, comportamientos o actuaciones que no tienen ningún sentido, que no se rigen por ninguna evidencia o razonamiento y que se mecanizan incorporándolos como norma de actuación. Es decir, se convierte en norma aquello que se repite muchas veces aunque no se sepa porque se hace.

Trasladando esta reflexión al ámbito de la actuación enfermera nos encontramos con algunas “normas” que están instaladas de manera “normal” en nuestra actividad diaria sin que nadie sea capaz de argumentar convincentemente su mantenimiento. Así nos encontramos con la habitual norma de tomar la temperatura a todas las personas ingresadas en una unidad de hospitalización a las 07:00 de la mañana, lo que supone despertarlas, cuando, además, han podido pasar una mala noche. Y por qué? Pues porque siempre se ha hecho… O que se indique a los familiares que acompañan a la persona ingresada que se salgan de la habitación cuando se va a proceder a la higiene o la cura de alguna herida, dándose la paradoja de que cando regrese a su domicilio ese mismo acompañante, posiblemente, tenga que realizar la higiene e incluso las curas de mantenimiento de la herida. Y por qué? Pues porque es normal.

Son muchos los ejemplos de repetición irracional normalizada que se instalan en nuestra actividad sin que nadie haga nada por evitarlo.

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