ASOCIACIÓN DE ENFERMERÍA COMUNITARIA A la sombra de unas acacias No es quién, sino qué, cómo, para y con quién

                                   

“Las personas fuertes crean sus acontecimientos; las débiles sufren lo que les impone el destino”.

Alfred Victor de Vigny[1].

 

 En el mes de septiembre de 1994 un grupo de enfermeras preocupadas por cómo estaba evolucionando el que se vino en denominar nuevo modelo de Atención Primaria de Salud (APS), iniciado en 1986, se reunieron bajo unas acacias en el jardín de los Viveros de Valencia. Fue una reunión en la que se compartió la situación que las enfermeras estaban viviendo en los centros de salud. Situación que se caracterizaba, en parte, por los constantes ataques de un determinado grupo de médicos, amparados y respaldados en muchas ocasiones por el Consejo General de Médicos, que no aceptaban el trabajo que desarrollaban las enfermeras de manera autónoma. Pero en parte también por la falta de formación, de experiencia y de criterios claros en cuanto al trabajo que debían desarrollar las enfermeras en un contexto nuevo que generaba tanta ilusión como incertidumbre. La ilusión, importante sin duda, no era suficiente para dotar de contenido y evidencias las respuestas que desde la prestación de cuidados debían dar las enfermeras a las personas, las familias y la comunidad. Existía un importante vacío y una ausencia de respaldo institucional y científico.

Por tanto, lo que inicialmente se planteó como un grupo de presión de cara a trasladar los problemas laborales por los que estaban pasando las enfermeras, se transformó en un desafío mucho mayor como fue fundar la primera Sociedad Científica de Enfermería Comunitaria en España. De tal manera que el 26 de noviembre de 1994 se constituyó formalmente. La primera Junta Directiva, estuvo constituida por 17 enfermeras, presidida por Mª Jesús Pérez Mora[2], en base a los estatutos que se aprobaron y que permitieron el registro como sociedad científica en el Ministerio del Interior como era preceptivo si se quería dar carácter de formalidad y legalidad. De igual manera se registró la denominación y su imagen corporativa en el registro de la propiedad intelectual.

Quisiera destacar la importancia de su denominación como Asociación de Enfermería Comunitaria. No fue un capricho, ni algo que surgiese sin más. Fue el resultado de un análisis, reflexión, debate que tuvo en cuenta no tan solo el momento actual en el que se estaba constituyendo, sino de cara al futuro. Lo lógico en aquellos momentos hubiese sido que se denominase Asociación de Enfermeras de Atención Primaria, entre otras cosas porque es como se denominaban los puestos que ocupaban las enfermeras en los centros de salud y como se recogía en las normas y regulaciones que se iban publicando para desarrollar el modelo de APS. Sin embargo, se optó por el de Enfermería Comunitaria por entender que la APS, siendo en esos momentos el ámbito de atención en el que más enfermeras desarrollaban su actividad, no era el único ni exclusivo. Se identificó a la Comunidad como un contexto mucho más abierto, inclusivo e integral en la que la APS era un ámbito más de atención, muy importante, pero uno más, y por lo tanto existían otros ámbitos que no debían quedar ocultos con la denominación reduccionista de APS. Ya por aquel entonces los médicos se formaban en la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria, lo que hubiese podido inducir a mimetizar la citada denominación, pero se entendió que la Comunidad y por extensión la atención comunitaria integra tanto a las personas, las familias como la propia Comunidad, por lo que no creímos que debiera disgregarse y que de hacerlo debiera denominarse, en todo caso, Enfermería individual, familiar y comunitaria. De tal manera que se determinó que nuestra denominación fuese la de Enfermería Comunitaria, algo que posteriormente, como veremos, fue fagocitado por la habitual mimetización con la monolítica medicina. Finalmente, los médicos que introdujeron esta denominación fragmentada muy acorde a su paradigma, acaban por olvidar su denominación completa identificándose como médicos de familia en el mejor de los casos. Paradójico, por otra parte, porque en una misma unidad familiar las diferentes personas que la componen pueden tener asignación de médicos diferentes, con lo que la atención familiar acaba siendo una simple etiqueta. Por todo ello optamos por la opción integral de Enfermería Comunitaria.

Otro hecho importante es que no se quiso acotar el ámbito geográfico de actuación incorporando la denominación de Asociación Valenciana o Española, porque desde el principio quienes impulsamos esta iniciativa tuvimos claro que debía tratarse de una sociedad inclusiva y a ser posible global, por lo que se decidió optar por una denominación abierta y genérica que no acotase ni restringiese su crecimiento.

Por otra parte, y a pesar de la incorporación de los estudios de Enfermería en la Universidad, las sociedades científicas eran anecdóticas y residuales en ese momento. Existía pues un reto y muchas dudas, no en cuanto a su necesidad y oportunidad sino en cuanto a cómo abordar una empresa tan desconocida y con tan pocos antecedentes enfermeros en nuestro país.

Tal como ya he comentado, la ilusión, pero sobre todo la capacidad, implicación y motivación de quienes asumimos esta aventura científico-profesional, permitieron impulsar el proyecto primero en la Comunitat Valenciana a través de reuniones con responsables enfermeras y con enfermeras comunitarias, que permitieron dar visibilidad a la Asociación y captar la atención e interés de las mismas.

Pronto, la actividad frenética de visibilización y de información trascendió a la Comunitat Valenciana y, primero La Rioja y posteriormente otras comunidades autónomas, con especial significación de las Canarias, se fueron incorporando a la AEC, lo que le otorgó carácter nacional. Posteriormente fueron sumándose nuevas comunidades autónomas que quedaron integradas en la AEC como vocalías territoriales de la misma, pues también se descartó el carácter de Federación con sociedades/asociaciones territoriales, lo que no suponía en ningún caso que las vocalías no tuviesen autonomía territorial.

Las actividades científicas desarrolladas por la AEC, sobre todo a través de sus jornadas y congresos, supusieron un importantísimo elemento de amplificación y contribuyeron a su crecimiento, pero sobre todo a su conocimiento, consolidación y referencia de la Enfermería Comunitaria.

Como ocurriera con los médicos, las enfermeras replicamos los aspectos menos positivos de su gestión, de tal manera que la inicial iniciativa de la AEC de tratar de unificar en una sola sociedad científica las asociaciones/sociedades que se fueron creando en algunas comunidades autónomas con posterioridad a la creación de la AEC, condujo a un cisma, como consecuencia de personalismos y protagonismos tan innecesarios como destructivos, que provocó que la propuesta de unidad acabase siendo una división en dos sociedades científicas, la AEC por una parte y una Federación de Asociaciones de Enfermería Comunitaria y de Atención Primaria configurada con la suma de diferentes sensibilidades que desde la AEC, impulsora inicial de esta unidad, se consideró no era la apropiada para dar respuestas globales, firmes y con fortaleza ante los importantes objetivos que habían planteados. La ruptura supuso un duro golpe y las relaciones fueron tensas y difíciles en un intento por ocupar un espacio propio que les definiese, lo que condujo a una confusión entre las enfermeras comunitarias y una evidente y notable pérdida de referencia y fuerza ante las administraciones como consecuencia de la división que fue muy bien aprovechada por estas, argumentando esta falta de unidad para no dar respuestas a las demandas que, desde ambas sociedades, pero por separado, se realizaban. En este proceso hubo quien quiso aprovechar la confusión en beneficio propio lo que aún provocó una mayor distancia entre ambas.

Pero al margen de este triste hecho, desde la AEC se continuó trabajando con intensidad y rigor y se presentó la primera propuesta de Especialidad de Enfermería Comunitaria que fue trasladada al Ministerio de Sanidad, que con una absoluta falta de voluntad política no respondió a la misma, pero que quedó como una referencia clara de la importancia y necesidad de crear e implementar dicha especialidad, como por otra parte ya quedó claro en l primer intento de oficializar esta y otras especialidades en el Real Decreto de 1987 por el que se regulaba la obtención del título de Enfermero especialista que lamentablemente no tuvo recorrido quedando tan solo en una declaración de intenciones publicada en el Boletín Oficial del Estado.[3].

Lo que siguió a todo este proceso inicial, fue y sigue siendo mucho, pero en cualquier caso tampoco es el objetivo fundamental de mi reflexión el hacer una reseña histórica de la AEC entendida esta como un cúmulo o sucesión de sucesos, acciones o acontecimientos a lo largo del tiempo.

Mi objetivo fundamental es identificar, destacar y transmitir lo que significa, supone y aporta una sociedad científica como la AEC en el desarrollo, visibilización, defensa, implementación, consolidación y referencia de la Enfermería Comunitaria, la Salud Pública y las enfermeras comunitarias desde una perspectiva científico profesional tanto a nivel de la atención a la salud prestada a través de los sistemas sanitarios, como del impacto en salud en y con la comunidad. De forma que la máxima que define a la AEC sea, sobre todo aunque no exclusivamente, la de mantener sanos a los sanos y propiciar la generación de comunidades sanas y saludables desde la equidad, la igualdad y la participación comunitarias.

Sin duda el recorrido de más de 28 años no ha sido fácil y lograr que la AEC hoy en día sea un referente tanto nacional como internacional en Enfermería Comunitaria y Salud Pública tampoco. Pero el sueño de quienes pensamos, diseñamos y pusimos en marcha este proyecto se ha convertido en una realidad tangible que no es cuestionable ni cuestionada.

Se dice que una disciplina tan solo adquiere madurez cuando las sociedades científicas de la misma, en sus diferentes ámbitos de actuación o áreas de conocimiento, son fuertes y son reconocidas como tales por todas las partes, es decir, tanto por sus propias/os miembros, en este caso las enfermeras en general y en particular las enfermeras comunitarias, por otras disciplinas, por las administraciones públicas y privadas y de manera muy especial por la comunidad en general. En este sentido, pues, puedo aseverar sin miedo a equivocarme que la AEC ha contribuido, contribuye y seguirá contribuyendo a dotar de madurez y mayoría de edad a la Enfermería. La seriedad, coherencia, capacidad de trabajo, compromiso, rigor, implicación, proyección, constancia, firmeza… que han caracterizado a la AEC, han permitido que así sea.

Sin embargo, nada es más peligroso que considerar que ya está todo hecho y que por tanto podemos relajarnos, porque sería tanto como morir de éxito. Lo logrado, siendo importante, es tan solo el inicio de lo que debe ser la AEC y como derivación las sociedades científicas enfermeras. Creerse superior, perder la referencia participativa que forma parte de su esencia, tanto a nivel profesional como social, no asumir las críticas que puedan surgir e ignorar la necesaria autocrítica, supondrían el principio del fin. Se trata de una construcción dinámica y permanente que debe ir consolidándose progresivamente para adaptarse a las necesidades que emanan de la atención a la salud, pero también y de manera muy significativa e importante a las que demanden las personas, las familias y la comunidad. No regirnos por esos parámetros, por esa guía, supondría perder el norte y con ello correr el riesgo evidente de encallar e incluso de hundirse irremediablemente. Torres más altas han caído. Por eso se necesita también humildad, respeto, carisma y no olvidar nunca los principios que la sustentan y dan valor.

Llegados a este punto quisiera trasladar un mensaje de satisfacción y orgullo, por estos 28 años compartidos, pero de manera muy especial por estos últimos 12 años en los que he tenido la dicha de representar como Presidente a la AEC. Ha sido un compromiso muy importante y exigente, pero también muy satisfactorio personal y profesionalmente hablando.

La confianza que las/os socias y socios han depositado en mi durante tres periodos consecutivos me hacen sentir muy reconocido y reconocible. He tratado en todo momento de dar lo mejor de mí, hacer lo que en cada momento he considerado de mayor interés y beneficio para la Enfermería Comunitaria y las enfermeras comunitarias, observar e identificar lo que las enfermeras y la comunidad consideraban importante, respetar a quienes me respetaban pero también a quienes no coincidían con mis planteamientos, reconocer lo mucho que he aprendido durante estos años y lo mucho que me han aportado las personas con las que he interactuado aunque no siempre hayamos estado de acuerdo o tuviésemos planteamientos diferentes o divergentes. De manera muy especial a quienes me han acompañado en las diferentes Juntas, con un especial y emotivo recuerdo para quienes nos han dejado de manera inesperada y precipitada. Sin ellas/os nada, absolutamente nada de lo conseguido, hubiese sido posible. Yo tan solo he sido un mediador, facilitador, coordinador, articulador… de un trabajo coral, integral y participativo que con tanta generosidad como calidad han desarrollado todas/os y cana una/o de quienes han trabajado en este recorrido vital, porque forma parte del ciclo de vida de la enfermería, y científico profesional en el que creyeron y se implicaron desde el principio. Pero también por la confianza de las socias y socios que de manera permanente han depositado en nosotras/os para lograr el objetivo común de todas/os. Este y no otro es y debe ser el compromiso de presente y de futuro. La unidad no ausente ni repelente de diferencias que enriquezcan los resultados. El respeto mutuo y compartido. El sentimiento de orgullo por pertenecer a una familia como la AEC que acoge, pero también dota de libertad y autonomía a todas/os sus miembros.

Hoy se ha producido en Logroño un relevo tan previsible como necesario. Previsible porque ya estaba anunciado desde hace tiempo. Considero que perpetuarse en los cargos, sean de la índole que sean, es nocivo para las organizaciones o instituciones que terminan por sufrir los vicios que irremediablemente el tiempo acumulado acaba generando. La renovación, por tanto, es y debe ser una constante de esta sociedad científica con el fin de favorecer, además, el imprescindible recambio generacional, sin que ello signifique que se pierda, porque también sería un error, la experiencia de quienes se apartan que no se marchan.

Maribel Mármol, hasta ahora Secretaria de la AEC, gracias al apoyo de las socias/os asume a Presidencia de la AEC y lo hace con la garantía de conocer profundamente lo que es y significa, rodeándose de un equipo de grandísimas enfermeras que le permitirán seguir avanzando y creciendo. Para mi es una tranquilidad y una gran alegría que sea ella, que durante tanto tiempo me ha acompañado en ese apasionante viaje. No voy a desearle suerte, porque nunca lo hago, ya que considero que la suerte es la mejor excusa de los mediocres para no hacer nada y, desde luego, Maribel no lo es ni se acerca mínimamente a serlo. Su capacidad de trabajo, su competencia, su responsabilidad, su integridad y coherencia son los principales avales para asumir este reto y este apasionante recorrido.

Quisiera que de esta reflexión íntima y personal trascendiese la importancia de las sociedades científicas, pero también del compromiso y liderazgo en el desarrollo de las mismas. Como enfermeras debemos identificar claramente la importancia de contar con referentes institucionales y profesionales que permitan consolidarnos como disciplina. Con independencia de diferencias tan solo seremos capaces de avanzar si interiorizamos la fortaleza que nos otorgan las sociedades científicas que, por otra parte, son y deben ser lo que las propias enfermeras queramos. Pero, para ello, se precisa un compromiso individual y colectivo que lo haga posible. Exigencia siempre, pero implicación también. Los logros o los fracasos serán siempre colectivos con independencia de quienes en cada momento estén al frente, porque al fin y al cabo lo estarán porque así lo habremos decidido o dejado que se decida y de igual forma podrán ser relevados con idéntica participación en su relevo. De nosotras, todas las enfermeras, depende que esta máxima democrática sea una realidad. No hacerlo es eludir el compromiso que tenemos y con ello contribuir al deterioro de todo el proceso.

Gracias a la AEC por todo lo que me ha aportado. Tan solo, y para despedirme, compartir el sueño con el que dejo la presidencia que no es otro que lograr construir un contexto iberoamericano de Enfermería Comunitaria. Estoy convencido que lo lograremos.

Sigo presente y activo en la AEC. Nada pueda hacerme perder este compromiso adquirido hace 28 años con independencia desde donde lo haga.

Pero lo verdaderamente importante no es quién haga tal o cual cosa, tal o cual gestión, sino qué es lo que realmente se hace, cómo se lleva a cabo y, sobre todo, para quién se hace y con qué intención se hace. En el caso que nos ocupa, creo que está claro. En la Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), se trabaja para y con las enfermeras comunitarias, pero se hace para que revierta en la prestación de cuidados de calidad para y con las personas, las familias y la comunidad. En este proceso el orden de los factores si que altera el producto.

[1]   Escritor francés. (1797-1863)

[2] La Junta quedó constituida por: Cipriá Teodoro Calatayud, Gaspar Sánchez Varas, Raael Lloret Canet, Pilar Sánchez Royo, Asunción Gilabert Senar, Josefa Suárez Aparicio, Modesta Salazar Agulló, Juan José Molina Igual, Eugenio Segarra Marí, Adolf Guirao Goris, Maite Andreu Ruiz, Jusn José Casanova, Mª José LÑloria Cremades, José Ramón Martínez-Riera, Asunción Gilabert y Desiderio Rodrigo Tolsá.

[3] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=BOE-A-1987-17866

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