SINESTESIA ENFERMERA Percepción de la realidad

“La Realidad es aquello que, incluso aunque dejes de creer en ello, sigue existiendo y no desaparece.”

Philip K. Dick[1]

 

Tenemos por costumbre creer que la realidad es invariable, única, estática, normativa… en función de lo que política, cultural o socialmente está establecido y, por tanto, catalogado como normal. En base a dicha normalidad y sus patrones de comportamiento, todo aquello que se aleje o entre en conflicto con ellos, es considerado como anormal, dañino o peligroso. Por eso lo anormal se trata de ocultar, en el mejor de los casos, o castigar. Todo con el “bienintencionado” objetivo de recuperar la normalidad que se entiende perdida o, lo que es peor, abandonada.

Sería interminable tratar de enumerar todos aquellos comportamientos, actitudes, ideas, planteamientos… que en determinados momentos de nuestra historia han sido catalogados de anormales. Actuando sobre ellos como desviaciones patológicas o criminales que requieren de intervenciones terapéuticas o de correcciones punitivas, privativas de libertad o incluso de pena de muerte.

Pero a nadie se le escapan “anormalidades” que aún hoy son consideradas como tales, aunque se crean normalizadas legislativamente, pero que siguen siendo reprobadas cultural o socialmente por una parte importante de la población.

Son miradas diversas de una misma realidad. Pero, en función de quienes establezcan la normalidad, las miradas se consideran desviadas y maliciosas.

Aunque lo que voy a plantear no se enmarca exactamente en este tipo de normalidad vs anormalidad, considero que era un buen punto de partida para tratar de plantear mi reflexión.

Me voy a ceñir exclusivamente a la percepción que sobre la realidad enfermera se tiene. Tanto por parte de la propia Enfermería, como de otras ciencias, profesiones o disciplinas, como por parte de la sociedad en su conjunto. De tal manera que, en base, no ya a patrones de normalidad, sino de tópicos y estereotipos construidos, difundidos y admitidos se modifica la realidad para construir otra que la suplante. Realidad que, algunas/os, consideramos tiene la Enfermería, pero que contrasta y se aleja, en gran medida, con la que se proyecta y es considerada como normal.

Arrancaré con la realidad que la clase médica construyó en torno a la Enfermería y a las enfermeras. Para empezar, hay que destacar que la realidad que se construyó vino determinada por una relación claramente dominante, patriarcal y, sobre todo, machista, desde la que los médicos establecieron la relación profesional con las enfermeras que les interesaba y, desde la que controlaban cualquier intento de alejamiento de la normalidad por ellos impuesta. De tal manera que generaron una realidad en la que la Enfermería debía ser vista, entendida y valorada exclusivamente desde la perspectiva de subsidiariedad hacia la medicina y derivado de ello de las enfermeras hacia los médicos como dóciles, incautas, obedientes y serviciales (DIOS) ayudantes. Por eso anularon cualquier vestigio de Enfermería transformándola en un acrónimo, ATS, que venía a clarificar cuál era su intención, es decir, que fuésemos Ayudantes, de su actividad, pensamiento y conocimiento para evitar cualquier tentación de pensar por nosotras mismas y tener ideas propias; Técnicos, para alejarnos de cualquier planteamiento teórico o científico que pudiese suponer una refutación a sus dogmas cuasi teológicos; Sanitarios, para dejar claro cuál era el ámbito de nuestra actuación con el sistema que diseñaron, dominaban y controlaban, alejado de la Salud que ellos consideraban tan solo como un resultado o producto de su autoridad exclusiva sobre la enfermedad. Al mismo tiempo limitaron al ámbito doméstico a los cuidados, al desproveerlos de valor teórico y científico. Todo ello en un ambiente de dictadura política y de sometimiento de la mujer, que adoptaron como natural y propia, en una sociedad concebida, desde esos planteamientos, como la realidad que se consideraba y consideraban normal.

La sociedad, por su parte, bastante tenía, en su gran mayoría, con tratar de subsistir en esa sociedad de represión en la que todo venía dictado y obligado al acatamiento de la norma de la realidad impuesta. Por tanto, la imagen que se configuró, asumió y naturalizó de las enfermeras, que perdieron su identidad al identificarse como ATS, fue la de un oficio al servicio del médico y su obra de salvación próxima a la divinidad en una cultura católica aliada con la represión política y social y que, además, se erigió en formadora de las “nuevas” enfermeras para los médicos, que no para la sociedad. Por su parte los ATS masculinos eran formados y controlados por los médicos. Todo un plan con el que, la clase médica, lograra

 mayor gloria y poder y con ello el miedo que no el respeto a su figura. De ahí que la sociedad identificase claramente cuál era el mayor deseo para sus hijos varones. Que fuesen médicos. Asumiendo que sus hijas fuesen enfermeras como respuesta al patrón de normalidad y al rol social de cuidadoras y servidoras asignado a las mujeres y disfrazado de falsa vocación en la mayoría de los casos.

La juventud de la época, por su parte, en una sociedad clasista y con una clara división de género, asumía mayoritariamente con resignación cristiana, la vocación impuesta de servicio a los demás a través del dedicado a los médicos, en el caso de las mujeres. Por su parte los hombres, en una proporción mucho menor, elegían ser ATS, como forma de acceder posteriormente a los estudios de medicina, que era lo que socialmente estaba reconocido y lo que las familias deseaban. En caso de resignarse a ser ATS, la gran mayoría, lo asumían como la mejor manera para alcanzar cierta autonomía que, por su condición de hombres, no se concedía a las ATS femeninas. Siempre y cuando, eso sí, se mantuviese la distancia adecuada que no pudiese confundir a nadie sobre quiénes eran los que tenían autoridad moral, científica y profesional.

Este plan duró hasta que, en 1977, gracias a la “rebelión” pacífica y científica de unas cuantas enfermeras, los estudios de Enfermería se incorporaron en la Universidad. Aunque fuese con restricciones impuestas por los de siempre para evitar cualquier posible aproximación a una “prohibida” igualdad académica y profesional. Pero sin que se lograse recuperar la verdadera identidad enfermera, al quedar nuevamente relegada a un nuevo y confuso acrónimo, como el de DUE (Diplomado Universitario de Enfermería), que ocultaba nuestra denominación como enfermeras.

Llegados a este punto, se tuvo que iniciar un proceso de transformación de identidad que implicaba tanto a otras profesiones, a la sociedad y a las propias enfermeras que debían recuperar su identidad y lo más difícil, sentirse orgullosas de la misma.

No fue fácil, ni se nos puso fácil. No interesaba a la clase médica, que continuaba siendo dominante, aunque participase como lo hacía la sociedad de un proceso de transición de la dictadura a la democracia, con una aparente y engañosa normalidad que seguía reteniendo la libertad que se aclamaba.

Se convivía en una clara división profesional entre antiguas enfermeras, matronas y practicantes, con las/os reconvertidas/os ATS gracias al artificioso plan de unificación profesional y las recientes DUE, sin que existiese una realidad enfermera reconocida y aceptada. Porque dicha realidad, para empezar, aun existiendo estaba claramente intoxicada y devaluada y había sido sustituida por una hipotética realidad que no lo era y que lo único que pretendía era alimentar el ego de quienes generaron realmente la división.

Así pues, se debía, en primer lugar, configurar la citada realidad enfermera. Posteriormente había que hacer posible que dicha realidad fuese identificada como propia por parte de todas las enfermeras. Y finalmente debíamos ser capaces de proyectar esa imagen de identidad y realidad enfermera a toda la sociedad.

Y aquí, por tanto, radicaba y, lamentablemente, sigue radicando el gran problema de las enfermeras. Es decir, que sigamos siendo incapaces de sentirnos orgullosas de ser lo que somos, enfermeras. Ni Enfermería, que es ciencia, disciplina o profesión. Ni profesionales de Enfermería, porque como tales se identifican otros profesionales que, al menos en nuestro país, no son enfermeras, como las actuales Técnicos Auxiliares de Cuidados de Enfermería (TCAE). Ni Sanitarios que nos retrotrae a épocas superadas o en trámite de superar. Ni Profesionales de la Salud porque, aun siéndolo, nos invisibiliza si se utiliza como genérico exclusivo para denominarnos. Todo lo cual nos impide identificarnos, valorarnos y creer que sea posible ser y actuar como lo que somos, enfermeras.

Tristemente, aún hay quienes huyen, se esconden, renuncian o reniegan de su condición de enfermeras y prefieren utilizar denominaciones neutras y confusas, que oculten su verdadera identidad.

Y este, en sí mismo, ya es un serio problema que impide asumir la realidad enfermera. Al que acompañan otros que se heredan y arrastran como consecuencia de la identidad que se nos usurpó. Problemas que se traducen en una persistente subsidiariedad, falta de autonomía, ausencia de criterio, desvalorización del cuidado profesional que prestamos…

Algo que parece condenado a ser perpetuado y que se replica generación tras generación de enfermeras sin que seamos capaces de desprendernos totalmente de las ligaduras de contención impuestas. Porque no se entiende que, tras más de 47 años, no hayamos sido capaces de desprendernos de ellas y sigamos asumiendo con naturalidad las mismas. Incluso, en muchos casos, se sigan replicando como algo absolutamente normal que forma parte de nuestra realidad. Todo ello, a pesar de haber roto el techo de cristal al menos académico, que nos sitúa al mismo nivel de cualquier otra disciplina. Pero que no tiene fiel reflejo en la atención directa o en la gestión, por ejemplo y que está muy diluida en la investigación que se aleja del positivismo imperante y fascinador.

Con diferencias, según los factores que encada contexto influyen en el desarrollo de la Enfermería en Iberoamérica, pero la realidad normativa, viene a ser muy similar y queda desdibujada, diluida, cuando no invisibilizada.

Esta situación, por tanto, nos sitúa en un estado de sinestesia[2] enfermera. Es decir, en una variación o variaciones no patológicas de la percepción enfermera por parte de algunas enfermeras.

En base a ello, las enfermeras sinestésicas tienen una vía sensorial o cognitiva en respuesta a actitudes, reacciones, planteamientos, ideas… concretos sobre la percepción de la realidad enfermera. Por ejemplo, pueden identificar una respuesta enfermera ante determinadas situaciones sociales, políticas, culturales… Estas respuestas son idiosincrásicas, es decir, cada enfermera percibe unas reacciones y sensaciones concretas y diferentes, que no tienen nada que ver con una mezcla de sentidos, ya que se trata de una clara especificidad profesional, es decir, lo que se identifica es real y sin negar lo que se percibe, que puede ser un síntoma, signo o síndrome, la sinestesia profesional percibe una sensación adicional que permite articular lo percibido realmente con lo sentido. Ven lo que todas las enfermeras ven y la mayoría naturaliza como realidad, pero, además, perciben una respuesta adicional que configura de manera más amplia la realidad enfermera, porque detrás de toda la cortina medicalizada que proponen los actuales sistemas sanitarios internacionales de diagnóstico y tratamiento existe un interés de unificación y control comportamental. Por ejemplo, las respuestas humanas ante determinados problemas de salud no se traducen, como habitualmente se hace, tan solo o sobre todo como un síntoma, signo o síndrome ligado a una enfermedad, sino que les permite identificar sentimientos, emociones, expectativas… ligados a dudas, incertidumbres, temores… de las personas que requieren de una respuesta enfermera diferente a la que habitualmente se da desde el paradigma patogénico, asistencialista y paternalista médico en el que se sigue configurando la realidad enfermera. No relacionan, por ejemplo, la muerte con el fracaso. Porque la asumen como parte del ciclo vital que requiere de cuidados profesionales enfermeros hacia la persona y su familia y no como la frustración que genera no haber salvado la vida, que se percibe e identifica como principal objetivo por parte de los médicos.

Algunos investigadores, sostienen la idea de que la sinestesia se debe a una activación cruzada de áreas adyacentes del cerebro que procesan diferentes informaciones sensoriales. Cruce que explican por un error en la conexión de los nervios en las distintas áreas cuando el cerebro se desarrolla en el interior del útero.

Tomando como base esta explicación científica para conocer las causas de la sinestesia, me permito la libertad no científica, sino narrativa, de extrapolar la misma a mi idea de sinestesia profesional.

De tal manera que dicha sinestesia profesional se trataría de un error de comunicación entre las diferentes enfermeras que se desarrolla en sus procesos de enseñanza – aprendizaje y de formación profesional inmediatamente posterior, que determina identificaciones diferentes de la realidad enfermera que se traducen en una clara disociación, confrontación y construcción de diferentes realidades, mezclando patrones de comportamiento de una supuesta y falsa normalidad con lo que son respuestas científicas de la verdadera realidad enfermera. Posteriormente, sino se es capaz de identificar esa realidad enfermera se asume la determinada como “normo típica” y se perpetúa a lo largo de su vida profesional.  Lo que acaba por configurar una división profesional que limita o anula el desarrollo y la autonomía de la Enfermería y de las enfermeras.

El problema, por tanto, no está en que la sinestesia identifique una realidad enfermera diferente a la normativizada o asumida como normal, sino en que, la misma, se valore como patológica, cuando no maliciosa, al entenderse que pretende imponer una realidad que no le corresponde a la Enfermería de la falsa normalidad. En lugar de intentar entender, articular y construir esa realidad. Cuestión que se ve agravada por la falsa creencia de que, asumir dicha realidad o lo que la misma significa, supondría abandonar la zona de confort en la que muchas enfermeras se han instalado a la sombra de la realidad impuesta. Desde esta clara y evidente ceguera científica, la asumen como propia, negando, anulando o criminalizando la verdadera y sinestésica realidad enfermera. Porque, la mirada sinestésica enfermera no está imaginando una realidad enfermera inexistente, sino que identifica y visibiliza la verdadera realidad enfermera que tanto molesta e incomoda.

Aunque cada vez hay más enfermeras sinestésicas, que no radicales, raras, dogmáticas, talibanes…como de manera mezquina se les cataloga, no es menos cierto, que las resistencias a su realidad siguen presentes y en ocasiones incluso atacadas irracionalmente por quienes se erigen en máximas/os representantes de las enfermeras en diferentes instituciones u organizaciones. Posiblemente, ante el temor a perder los privilegios y prebendas, adquiridos desde su falsa defensa enfermera.

No hay que tener miedo a identificar y asumir la verdadera realidad e identidad enfermera. De lo que hay que huir, lo que hay que impedir, lo que se necesita rechazar, es una realidad impuesta, artificial, mimética… que nos lleve a la indiferencia y la invisibilidad de la que hemos sido objetos a lo largo de nuestra historia y que sigue siendo una amenaza tan real como peligrosa que, fundamentalmente, depende de nosotras que no se repita. Porque como dijera Aristóteles[3], “la única verdad es la realidad».

Y acabo con una frase de Simone de Beauvoir[4] que recientemente compartió conmigo una enfermera sinestésica como Mª Paz Mompart[5], que decía: “que nada nos limite, que nada nos defina, que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia”. La sustancia enfermera.

 

[1]  Escritor y novelista estadounidense (1928-1982).

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Sinestesia

[3] Filósofo griego (384 AC-322 AC).

[4] Filósofa, profesora, escritora y activista feminista francesa (1908-1986)

[5] Enfermera. Impulsora de la entrada de los estudios de Enfermería en la Universidad. Fundadora y presidenta de la Asociación de Docencia en Enfermería (ADE). Fundadora y coordinadora del Grupo 40. Doctora Honoris Causa por la Universidad de Alicante.

EL CAMBIO DE MODELO El liderazgo Iberoamericano enfermero

“Si no te gusta algo, cámbialo. Si no puedes cambiarlo, cambia tu actitud”

Alan Cohen[1]

 

En mi reciente visita a México he tenido la oportunidad de compartir experiencias y conocimiento con enfermeras docentes, gestoras y asistenciales, así como con estudiantes de enfermería, en este caso, de la Universidad de Sotavento, adscrita a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en la localidad de Coatzacoalcos del estado de Veracruz. Una enriquecedora experiencia que me ha permitido aproximarme, aún más, a una realidad enfermera que no dista, más allá de las lógicas diferencias del contexto en que se ubica, de la realidad de otros países de Iberoamérica que tengo la inmensa fortuna de conocer y de los que aprender y aprehender.

Ni tan siquiera los sistemas sanitarios en general y el sistema sanitario mexicano en particular, tiene diferencias sustanciales con los de otros países iberoamericanos. Comparten idénticas características y adolecen de las mismas virtudes que la gran mayoría de los sistemas. Con sutiles diferencias que no permiten identificar la excelencia de ninguno de ellos. El hospitalcentrismo, la dependencia, el paternalismo, el asistencialismo, el modelo patogénico… son señas de identidad plenamente reconocibles. El protagonismo sanitarista, la ausencia de participación comunitaria, la estandarización, la deshumanización… son, igualmente lo que les asemeja en su capacidad resolutiva y en la satisfacción que generan, al tiempo que comparten la clara caducidad de sus respuestas a las necesidades de la población a la que, supuestamente atiende, pero a la que únicamente asisten.

Existe, eso sí, una preocupación compartida por impulsar y desarrollar la Atención Primaria de Salud (APS). El problema viene determinado por el hecho de que dicha preocupación no se traduce en respuestas que supongan un cambio real de modelo. Básicamente porque cambiar el modelo de APS sin llevar a cabo cambios radicales en los Modelos Sanitarios en los que está integrado y que impregnan su organización y funcionamiento, tan solo son intentos fallidos, y no siempre bienintencionados, de cambio. Maquillajes que no son capaces de ocultar las carencias e intervenciones estéticas que no corrigen su deterioro, pero que, al menos, sirven a las/os políticas/os para distraer la atención y vender su supuesta voluntad de cambio, pero sin que la misma implique tomar decisiones valientes que realmente consigan generar el cambio necesario y deseado que, finalmente, queda enmarcado en nuevos fracasos o en intentos tan débiles como fallidos que acaban trasladando la decepción a la población y la desilusión a las/os profesionales.

Así pues, las preguntas que se me trasladaban hacían referencia, por una parte, al interés por conocer la realidad de la que consideran una situación “ideal” en España y, por otra, la de tratar de obtener respuestas que permitan el cambio deseado. Como si yo tuviese la “varita mágica” para que dichos cambios se pudiesen hacer reales con un toque de la misma o, como si mis respuestas pudieran despejar las tinieblas o iluminar el camino, a través de ellas, para lograrlos. Nada de ello, lamentablemente estaba en disposición de ofrecerles por razones obvias y evidentes. Tan solo el análisis, sereno, el pensamiento crítico, la reflexión y la experiencia de muchos años me permitía identificar y describir las debilidades y amenazas de la APS y compartir las fortalezas y oportunidades desde las que poder generar el citado cambio. Pero, evidentemente, esto no era suficiente para satisfacer su curiosidad, su interés y sus ganas por producirlo y ser, al mismo tiempo, artífices, cuando no líderes, del mismo.

En base a todo ello, lo que sí me gustaría destacar es la todavía arraigada y manifestada creencia de que México, al igual que otros países latinoamericanos, son auto considerados como tercer mundo o, en el mejor de los casos, países en vías de desarrollo. Cuestión que, sí merecía una respuesta firme por mi parte en el sentido de despejar dicha creencia por tratarse de una etiqueta que el denominado primer mundo, y en concreto los poderes fácticos y de poder que lo generan, trasladan como estrategia de subsidiariedad y sumisión de los primeros sobre los segundos. Este planteamiento de partida, supone en sí mismo, un punto de desigualdad tanto en el análisis de la situación como en la capacidad por identificar sus capacidades de respuesta. Algo que es totalmente falso. Son muchas las fortalezas y oportunidades con las que cuentan, pero como sucede con sus recursos naturales tienden a ser otros quienes los explotan, en base a esa supuesta supremacía que otorga el orden numeral en que quedan clasificados los países. Orden según el cual, por tanto, se establecen capacidades de desarrollo y de subsidiariedad que limitan finalmente, no tan solo sus acciones de mejora sino la identificación de los valiosos recursos propios con los que cuentan y que acaban por diluirse en el olvido con todo lo que ello representa. Un ejemplo claro es el gran potencial cultural, científico, profesional… que representan los procesos participativos de larga tradición que por la influencia de quien se identifica y asume como dominante, en base a la creencia y naturalización de su pertenencia al primer mundo, se van abandonando como elemento singular, específico, positivo y vertebrador, en favor de un asistencialismo centrado en la enfermedad y la técnica y alejado sistemática y progresivamente de la salud, el cuidado y su promoción. Quedando la Atención Comunitaria relegada a una etiqueta interesada y oportunista, pero con nulo sentido real. Pero, sobre todo, de espaldas a la comunidad, que se sigue identificando tan solo como un simple sumatorio de individuos a quienes no se les permite tomar decisiones sobre sus procesos de cuidados, salud, enfermedad o atención. Individuos a quienes se les niega su identidad como personas al etiquetarlos por sus enfermedades -diabéticos, hipertensos, hiperlipidémicos…- o lo que aún es peor, como usuarios/clientes en una relación mercantilista en la que se ignora la que se considera la principal premisa de relación con dichos clientes. Según la cual éstos siempre tienen la razón. Porque es evidente que en esa relación imperfecta entre clientes vs personas y la empresa sanitaria que les asiste, éstos no tienen capacidad alguna de intervención, participación y mucho menos de toma de decisiones, al ser y actuar tan solo como sujetos pasivos.

Ante estos planteamientos tan solo queda la posibilidad de intentar despejar las incógnitas que se presentan en una ecuación que se pretende no sea resuelta para mantener las bases del modelo caduco que impregna a los Sistemas Sanitarios y por extensión a la APS. Y para despejarla, lo primero es que se despojen de ese sentimiento de subsidiariedad y recuperen la autoestima que permita situarlos como activos potenciales de cambios transformadores. Situarse en un mismo nivel que corrija los artificiales órdenes de clasificación de países que permita desarrollar acciones globales que trasciendan fronteras y, sobre todo, contrarresten las presiones de quienes, desde el inmovilismo y el conservadurismo político, profesional, disciplinar y científico, tratan de impedir cualquier intento de cambio real. Abandonar la visión telescópica con aportaciones comunes para todas las personas con enfermedad, con los mismos consejos y los mismos recursos, que conducen a la estandarización, desde la que resulta imposible identificar las necesidades sentidas y reales de las personas. Planteando una visión calidoscópica con aportaciones únicas para cada persona, con realidades diversas, en entornos múltiples y con necesidades de aprendizaje diferentes, que exigen respuestas diversas y adaptadas a la individualización de la atención. Rompiendo barreras disciplinares que permitan superar las separaciones tradicionales entre conocimiento básico y aplicado como paso previo para trabajar desde la transdisciplinariedad para establecer y concretar colaboraciones que vayan más allá de la coordinación de interacciones entre diferentes disciplinas cuyo objetivo sea trascenderlas, moviéndose así más allá de los límites o barreras competenciales disciplinares. Promocionando habilidades para gestionar la atención centrada en la persona, realizando tareas complejas o generar la necesaria cultura positiva del trabajo[2].

Todo lo cual permita construir una APS centrada en los territorios desde una perspectiva de salud global como la planteada por el Dr. Álvaro Franco[3] en la que se identifiquen e integren nuevos actores en el contexto de una ciudadanía global cuyo eje de actuación se concrete en la justicia global y la equidad para hacer frente a la desigualdad social desde una nueva conciencia global y de participación ciudadana, en el contexto iberoamericano, desde un enfoque holístico en el marco de un sistema global de salud que facilite un efecto, igualmente global. Para ello resulta fundamental hacer frente a los constantes desafíos y retos, como las amenazas globales por el cambio climático, los desastres naturales, los conflictos y guerras; la falta de inversión en salud; los sistemas de información anticuados; las tendencias demográficas o las inequidades y falta de acceso, entre otros.

Reorientando los sistemas sanitarios hacia la APS como elemento vertebrador de la atención a la salud, los cuidados y las necesidades sentidas de la población. Un APS en la que los centros de salud den sentido y coherencia a su denominación como un recurso más, que no exclusivo ni muchas veces central, de la comunidad de la que forman parte. Siendo ejes generadores de salud del sistema en que se integran y de diálogo, coordinación y vertebración de los recursos comunitarios, de la comunidad a la que pertenecen.

Para ello es urgente reinventar nuestras instituciones educativas y organizaciones de salud y fortalecer la promoción de la salud y la salud pública para los desafíos actuales y futuros, que promocionen y fomenten el empoderamiento personal, comunitario y organizativo como paso previo a la corresponsabilidad de la población en salud a través de la autogestión, la autodeterminación, la autonomía y el autocuidado.

Una APS en la que las/os profesionales abandonen los nichos ecológicos/zonas de confort en que convierten sus consultas o los espacios de los centros de salud. Saliendo a la comunidad donde la gente trabaja, convive, estudia, se divierte…para establecer alianzas y colaboraciones interprofesionales y entre sectores que permitan dar respuestas integrales, integradas e integradoras que logren mantener sanos a los sanos a través del trabajo compartido, pero también del desarrollo de investigaciones que se alejen de la exclusiva y excluyente visión positivista para desarrollar investigaciones en las que las personas dejen de ser sujetos pasivos objeto de investigación, como si de tubos de ensayo se tratasen, para pasar a ser sujetos activos y proactivos de las investigaciones previamente consensuadas a través de metodologías como la Investigación Acción Participación (IAP) en un ciclo interactivo de construcción de alianzas comunitarias y confianza, que identifique los problemas de salud desde la observación y la reflexión.

Pero claro, todo esto, requiere de un cambio de visión por parte de las universidades iberoamericanas sin el que el cambio no será posible. Y es que, la educación se erige como la piedra angular en la formación de enfermeras competentes y adaptables en entornos en constante evolución que requieren de nuevas miradas, pero también de transformaciones profundas, cuando no radicales, que permitan formar enfermeras que las lideren.

Seguir con los actuales planes de estudio anclados en el paradigma biomédico-tecnológico que forma las enfermeras técnológicas que demandan los actuales sistemas sanitarios, tan solo nos lleva a la intrascendencia y a la incapacidad para responder como de nosotras cabría esperar.

La Salud Pública y la Promoción de la Salud deben ocupar el centro de los programas de todos los profesionales de la salud y muy particularmente de los de las Enfermeras. Incorporando competencias que permitan utilizar eficazmente el Big-Data y la Inteligencia Artificial -no se trata de excluirlas sino de saber cómo utilizarlas para mejorar la atención profesional de cuidados enfermeros- Siendo expertas en tecnología digital y al mismo tiempo ágiles y compasivas culturalmente. Resolviendo problemas en base a pruebas y datos científicos. Desarrollando la comunicación intersectorial y la construcción de consensos. Liderando y trabajando en equipos diversos. Adquiriendo habilidades interpersonales. Siendo ágiles, flexibles y resilientes. Comprometiéndose con la inclusión, la diversidad, la equidad y la justicia, no como una opción sino como una obligación ética y estética. Actuando desde los determinantes sociales, pero también desde los determinantes morales en salud.

Esta es la respuesta que di desde el respeto a la diversidad y la admiración a la capacidad de respuesta en entornos complejos. Desde una visión que entiendo compartida y al mismo tiempo divergente. Desde una visión integral que contribuya a identificar necesidades comunes y específicas. Desde un compromiso por y con la sociedad global iberoamericana que permita generar un espacio abierto, dinámico, rico, multicultural… en el que desarrollar estrategias de liderazgo transformador para provocar los cambios, pero sin alterar totalmente todas las características esenciales de los actuales modelos. No se trata de entrar como elefante en cacharrería, pero sí de ordenar la cacharrería actual de los sistemas sanitarios.

Asumiendo, como enfermeras, la responsabilidad, de ser creativas, innovadoras, proactivas, asertivas, arriesgadas, optimistas y luchadoras por una sociedad más saludable, solidaria, autónoma y feliz. Procurando un liderazgo que sea capaz de dar respuestas exitosas a los retos del contexto iberoamericano y que, en razón de su integridad y de sus compromisos con los equipos en los que trabajen, logren la adhesión a dichos objetivos que no son de nadie por ser de TODAS/OS.

Este fue mi compromiso con las enfermeras de México y por extensión de Iberoamérica. Un compromiso de gratitud, de confianza, pero también de firmeza y esperanza en que pueda ser una realidad colectiva enfermera que aporte salud global.

[1]  Escritor y coach estadounidense.

[2] Perez-Cuevas, Ricardo; Savedoff, William D.; Nigenda, Gustavo; Vladislavovna Doubova, Svetlana; Sorio, Rita; Dal Poz, Mario. Toward the Future of Healthcare Workers: upcoming trends and challenges. IDB TN 2706 Inter-American Development Bank, 2023

[3] Álvaro Franco-Giraldo. Salud global: una visión latinoamericana. Rev Panam Salud Publica. 2016; 39 (2):128-136

EL PODER DE LAS PALABRAS Cómo se definen y entienden

                                                                                   “El verdadero significado de las cosas se encuentra al tratar de decir las mismas cosas con otras palabras.

Charles Chaplin[1]

 

He comentado ya en alguna ocasión la fascinación irrefrenable que nos genera todo aquello que viene del ámbito anglosajón. Parece que el simple hecho de venir de esos países de habla inglesa o que lo que venga de ese u otros países esté escrito en inglés les dé marchamo de calidad.

Pero más allá de esta fascinación tan irracional, hay otro hecho que viene a distorsionar la realidad. Se trata de las traducciones que del inglés de realizan.

La primera y más conocida y naturalizada, profesional y socialmente, es la no menos mala, interesada y engañosa traducción del término “Doctor” utilizado en inglés para referirse a los médicos, pero que no se asimila al término “PhD”[1] que hace referencia al grado académico de doctor. De esta manera han hecho suyo, de manera excluyente, un término que no se corresponde con nuestra cultura académica y científica, de tal manera que se atribuyen algo que ni son, ni les corresponde por el simple hecho de ser médicos. Pero ante esto ni se ruborizan, ni consideran que estén haciendo ningún uso indebido. Simplemente se aprovechan de ello. Imaginemos su reacción, si otra disciplina hubiese hecho tamaña tropelía. Por su parte las administraciones, instituciones y organizaciones lo refuerzan con su naturalización. Paradójicamente, la misma naturalidad con la que se resisten a que otras disciplinas de diferentes ámbitos, pero con especial incidencia en el de la atención, utilicen el término que, por derecho (por tener el grado académico de doctor), les corresponde.  

Así mismo pasó, por ejemplo, con la famosa medicine evidence based practice que se tradujo al castellano como medicina basada en la evidencia, lo que provocó no pocas controversias sobre su validez. Según el modelo de la comunicación de Roman Jakobson el lenguaje científico debe ser referencial, monosémico y denotativo y, por tanto, no interpretable[2].

El uso impreciso del lenguaje en las ciencias de la salud va más allá del purismo lingüístico, puesto que puede originar confusiones graves. Son numerosos los errores en la comunicación científica. Uno de los principales factores es la hegemonía del inglés en el campo científico a la que hay que añadir las inexactitudes lingüísticas, derivadas de las malas traducciones, que tienen mucho que ver con «falsos amigos»[3]. Por otra parte, como suele ser habitual, la mimetización se impone y se asimila el término a los de “Atención Basada en Evidencia” o “Enfermería Basada en Evidencia”, entre otros, replicando y reforzando el error inicial de la mala traducción y lo que la misma supone, pues no se puede pretender que el sentido común sea quien corrija o mejor adapte el concepto de lo que inicialmente está mal expuesto.

El término inglés evidence ha sido erróneamente traducido como «evidencia». Tal como ya han planteado numerosos autores[4], [5], [6]. Evidence significa «fundamento para una creencia o incredulidad, información sobre la que se basa la prueba o se establece la verdad o falsedad»[7], mientras que en español «evidencia» se define como «certeza clara y manifiesta de la que no se puede dudar»[8]. Por tanto, queda calo que ambos términos expresan conceptos muy diferentes. A pesar de ello, no se ha llegado a un consenso sobre cuál debe ser la palabra o palabras más ajustada/s para traducir evidence based medicine.

Términos propuestos como «indicios», «signos», «datos», «pruebas», «hechos indicativos», «datos sugestivos», «señales» y en el contexto legal «prueba», «testimonio» y «declaración» no han suscitado entre la comunidad científica suficiente aceptación.

El término «hallazgo» incluye las definiciones de «cosa hallada», y «acción y efecto de hallar». Por tanto, este término tiene la ventaja de eliminar las connotaciones de contundencia o grado de certeza de lo mostrado, otorgando un valor neutral, y más acorde al concepto de evidence. De hecho, ha sido una de las traducciones propuestas en el campo científico.

Por otra parte, la traducción de “based” como basado, tampoco es correcta, pues dicho término se define como «fundamento o apoyo principal de algo». Sería, pues, más correcto hablar de sustentado.  Aludir a sostén o apoyo, sin la connotación de principal, se aproxima mucho más a la filosofía y definición de la EBM, al sustentarse en los hallazgos científicos disponibles, pero con este término se amplían las opciones al entender relevantes otros aspectos, como la experiencia, el juicio profesional e incluso la importante opinión de las personas atendidas, a la hora de tomar decisiones.

Por tanto, la mejor acepción sería la de «medicina sustentada en hallazgos científicos». Pero, una vez más, el pragmatismo de la falsa concreción o simplificación choca con lo correcto.

En este mismo sentido podríamos enumerar otras desafortunadas traducciones que se alejan del sentido real de lo que se pretende decir o explicar. Pero, hay una en particular, que me resulta muy lacerante por lo que significa y trasciende. Me estoy refiriendo al término “Primari Health Care” traducido como Atención Primaria de Salud (APS).

Se trata de una nueva mala traducción, ya que el término original tiene una connotación de lo fundamental, esencial y prioritario (primary) y no de primario que, si bien en una de sus acepciones en el diccionario de la RAE recoge como principal, tiene también el significado de primitivo, rudimentario, tosco, rudo, atrasado. Por otra parte, se anula/sustituye la traducción de “care”, que no ofrece dudas en su traducción como cuidados, siendo suplido por el término, más ambiguo y confuso de Atención[9].

Así pues, la mejor traducción sería «cuidados fundamentales en salud» o «cuidados esenciales en salud». Pero dichas traducciones parece que resultan sospechosas de asimilarse a las enfermeras por la utilización del término cuidados. Al menos no se tradujo como Asistencia Médica Primaria, como posiblemente alguien plantease.

En cualquier caso, confundir la utilización del término cuidados como un intento de colonización enfermera es, no tan solo una torpeza, sino un claro despropósito. Aquí cabe hacer mención al refrán español que dice que se cree el ladrón que todos son de su condición.   

Para empezar los cuidados no son patrimonio exclusivo ni de las enfermeras ni de nadie en particular. Los cuidados son patrimonio universal de la humanidad, ya que cuidar es un hecho inherente a la fragilidad humana que justifica su existencia sin otorgarle propiedad alguna a nadie de manera individual o colectiva. Otra cosa bien diferente es cuando hablamos de cuidados profesionales y en concreto de cuidados profesionales enfermeros que son competencia de las enfermeras. Sería bueno que no se confundan las churras con las merinas y mucho menos, como hacen algunos, con las meninas.

Así pues, sospechar que existe una amenaza manifiesta de capitalización de algo que va mucho más allá de un planteamiento corporativista al que tan acostumbradas/os nos tienen desde diferentes sectores de la clase médica, por el hecho de utilizar el término cuidados, sitúa a quien lo plantea en un nivel de inteligencia y de fundamento científico manifiestamente deficientes.

En un sentido similar no hace mucho tiempo un jefe de servicio de Cuidados Intensivos, planteaba que se cambiase el nombre de Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) por el de Unidad de Vigilancia Intensiva (UVI) ya que la utilización del término cuidados invisibilizaba, según este señor, la asistencia médica. Haciendo dicha propuesta, posiblemente, sin conocer que Vigilancia según la RAE significa: “Cuidado y atención exacta en las cosas que están a cargo de cada uno”. Es decir plantea la retirada del términos cuidados para introducir otro que los incorpora implícitamente. Todo un alarde de miopía científica.

Así pues, no me creo que la traducción utilizada de APS sea casual en un ámbito, como el del positivismo médico que impregna todos los sistemas sanitarios, que es eminentemente causal. Ni tan siquiera me creo que sea una mala traducción sin más. Porque admitirlo sería tanto como desprestigiar, de manera absolutamente gratuita e injusta, a las/os excelentes profesionales de la traducción. Otra cosa, bien diferente, es que luego se les haga caso y se acepte la traducción correcta por entender que la misma lesiona sus intereses o beneficia la de otras/os a quienes consideran una amenaza.

Ya bastante fue que se admitiese el término de Salud con el que, es evidente, no se sienten especialmente identificados. Tal como demuestra su resistencia a formar parte de las Ciencias de la Salud, al entender que oculta su condición de médicos o diluye la ciencia médica o por no mezclarse con otras disciplinas por ellos consideradas menores. Como ejemplo de ello, en la Universidad española, incomprensiblemente, se admite la existencia, en una misma universidad, de Facultad de Ciencias de la Salud y Facultad de Medicina, en una clara y manifiesta incongruencia científica que, sin embargo, es tolerada por quienes rigen dichas universidades.

De tal manera que como el que admite pulpo como animal de compañía y en un alarde de generosidad admitieron el término Salud. Pero por lo que no pasan es por aceptar cuidados en un ámbito en el que ellos vayan a trabajar. No sea que, se les confunda o, lo que es peor, se minimice su protagonismo en favor de otras/os.

Y, tiempo al tiempo. Los Centros de Salud pasaron a ser sucursales cautivas de los hospitales, convirtiéndose en Centros de Enfermedad, aunque conserven el término Salud, más como adorno o engaño que como realidad de lo que debieran ser.

La APS nunca llegó a ser fundamental, ni principal, ni esencial y desde el principio fue considerada como una atención subsidiaria y menor por parte de quienes se consideran los adalides de la Sanidad, que no de la salud, al identificar ese denominado “nuevo modelo” como una amenaza a sus posiciones de poder.

La Medicina Familiar y Comunitaria, nacida al albor de los postulados de Alma Ata, significó un hito importante para un cambio trascendental como el que se planteaba con la APS. Su aparición fue objeto de cisma interno al chocar los planteamientos salubristas y reformadores con el conservadurismo médico de la enfermedad. Su desarrollo propició avances importantes en la implementación y avance de la APS y en las relaciones multiprofesionales. Pero la presión de un modelo patogénico acabó por debilitar el modelo y a quienes trabajaban en el mismo, hasta llegar al punto en que hoy nos encontramos en el que año tras año aumentan el número de plazas que quedan vacantes para realizar la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria. Claro síntoma del desinterés que dicho ámbito despierta en una gran mayoría de médicos que han interiorizado y naturalizado la APS como un ámbito subsidiario y menor en el que no quieren trabajar por entender que no ofrece respuesta a sus expectativas profesionales. Expectativas que, por otra parte, son imbuidas en muchas facultades a los futuros médicos que cursan estudios de grado de medicina y en cuyos planes de estudio la APS, o lo que la misma significa, ocupa un espacio residual, cuando no inexistente.

Por su parte, las enfermeras en los inicios de la APS asumieron un evidente e importante liderazgo, a pesar de la clara falta de formación y de la negativa a crear la especialidad de Enfermería Comunitaria, logrando adquirir un rol autónomo que daba respuesta a muchas necesidades de salud. Todo ello, hay que destacarlo, a pesar del evidente acoso al que fueron sometidas con demandas judiciales constantes por parte del corporativismo médico, al considerarlas intrusas e invasoras de sus competencias.

Pero el tiempo, la presión, la falta de voluntad política, la organización caótica, la falta de planificación, la desidia, la falta de inversión… fueron diluyendo cuando no acabando con cualquier atisbo de esperanza de lo que pretendió ser la APS, convirtiéndola en un reducto del asistencialismo, paternalismo, dependencia… que caracterizan a los sistemas sanitarios. Todo ello a pesar de las recomendaciones de organismos como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) – Organización Mundial de la Salud de las Américas (OMS)[10] o el Consejo Internacional de Enfermeras (CIE)[11] que insisten en la necesidad de reforzar la y potenciar la APS y el papel relevante que las enfermeras deben desarrollar.

Por tanto, las malas traducciones, me temo, obedecen más a intereses muy concretos y a vanidades muy determinadas que, a un intento de concretar, simplificar o aclarar el significado de origen. Lo que finalmente acaba por determinar el desarrollo de su significado en un sentido u otro bien diferente.

Seguir anclados en las disputas permanentes de identidad, de protagonismo, de poder… paraliza y desgasta al tiempo que impide dar las respuestas de salud que requieren las personas, las familias y la comunidad. Ejercer presiones para modificar la semántica y el significado de los conceptos que representan una parte fundamental de lo que debe, posteriormente, traducirse en acciones concretas de salud, es un ejercicio tan mezquino como destructivo que deberíamos evitar a toda costa.

Dejémonos de ejercer la retórica de la confusión y demos valor a lo que realmente lo tiene, la salud comunitaria universal, accesible y equitativa desarrollada desde la transdisciplinariedad y la intersectorialidad, sin giros de significado ni adaptaciones oportunistas ante temores corporativos infundados.

Las palabras están cargadas de intención y nunca son inocentes. Permitamos pues que digan lo que realmente deben y no lo que deseamos que digan para preservar los intereses de unas/os u otras/os.

[1] Doctor of Philosophy; abreviado PhD, Ph. D. o DPhil) es un grado de doctorado especializado en investigación en áreas tan diversas como las ciencias sociales y económicas; áreas científicas, de la salud o de las humanidades.

[2] Jakobson R, Morris H. Fundamentos del lenguaje. Madrid: Ciencia nueva;1967, en: Acosta Artiles Francisco Javier. De «medicina basada en la evidencia» a «medicina sustentada en hallazgos»: una propuesta razonada de traducción. Rev. Esp. Salud Pública 2015 [citado 2024 Sep 22]; 89 (3): 339-342. Disponible en: http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1135-57272015000300011&lng=es.  https://dx.doi.org/10.4321/S1135-57272015000300011.

[3] Los falsos amigos son palabras que se parecen en su escritura o pronunciación en dos o más idiomas, pero tienen significados diferentes. Pueden ser un obstáculo al aprender un nuevo idioma.

[4] Bravo R, Campos C. Medicina basada en pruebas (evidence-based medicine). Jano (EMC). 1997;53:71-2.

[5] Cuena R, Cuena MI. Medicina basada en la evidencia: un caso de pereza lingüística. Med Clín (Barc). 1999;113:518.

[6] Sanz A, Del Valle ML, Garavís M. Medicina basada en la evidencia: ¿no hay una traducción mejor? Med Clin (Barc). 1999;112:119.

[7] Collins English Dictionary. 5th ed. Glasgow: HarperCollins; 2001. Evidence; p. 539.

[8] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española. 22a ed. Madrid

[9] Atención Primaria de la Salud en Debate https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/828977/Gu_a_de_Estudio_APS.pdf

[10] https://www.paho.org/es/documentos/documento-marco-alianza-por-atencion-primaria-salud-americas-axaps

[11] https://icn.ch/es/noticias/el-cie-lanza-una-nueva-declaracion-de-posicion-y-un-documento-de-debate-que-plantean-una#:~:text=El%20Consejo%20Internacional%20de%20Enfermeras%20(CIE)%20lanza,Pr%C3%A1ctica%20Avanzada%20(Red%20EAD/EPA)%20en%20Aberdeen%2C%20Escocia.

TECHO DE CRISTAL: RETOS Y VETOS ALESCE: la imprescindible unidad enfermera

“Estar unidos no es sinónimo de ser iguales ni de estar siempre de acuerdo.”

Lucas Leys[1]

 

Se dice, creo que muy acertadamente, que la madurez de una profesión/disciplina, viene determinada por la fortaleza de sus sociedades científicas.

Enfermería, como ciencia joven que es, ha tenido que avanzar grandes recorridos en un espacio de tiempo muy reducido, con el fin de situarse al mismo nivel de cualquier otra ciencia. Ha sido una prueba de fondo sin precedentes en el ámbito científico que ha permitido que, en estos momentos, la disciplina enfermera haya roto el techo de cristal que le impedía desarrollarse.

Se trataba de un techo difícil de romper. Que impedía seguir avanzando por las limitaciones que existían para ello. Se trataba de un techo invisible, pero real, ya que no existían leyes o dispositivos sociales establecidos y oficiales que, teóricamente, impusieran una limitación explícita en la carrera científica de la Enfermería y por derivación de las enfermeras. Se trataba de una discriminación de tipo vertical, frente a la desigual distribución de las enfermeras en los diferentes ámbitos disciplinares y científicos de tipo horizontal.

La entrada de Enfermería en la Universidad en 1977 fue, sin duda, el punto de inflexión desde el que comenzó el trabajo para lograr romper ese techo de cristal que algunos se esforzaban en blindar para impedir que fuese traspasado.

Se trataba de avanzar para, en primer lugar, salir de la pasividad y la subsidiariedad que se nos impuso a las enfermeras. Iniciada la acción había que acelerar para recuperar el tiempo perdido y las opciones que se hurtaron a las enfermeras para avanzar científica, disciplinar y profesionalmente.

Pero existía el riesgo de no controlar la velocidad que se necesitaba con el riesgo de agotarse en el intento y/o estrellarse estrepitosamente. Así pues, se requirió de velocidad, pero también de inteligencia, pericia y control para progresar con la mayor seguridad posible. Si a ello añadimos que la carrera emprendida no estuvo en ningún momento exenta de peligros, barreras, obstáculos… que trataban de paralizar o cuanto menos ralentizar el avance, nos podemos hacer una idea de lo difícil que resultó situarse al mismo nivel de cualquier otra disciplina.

Pero esa posición de igualdad tan solo nos permitía tener posibilidades para avanzar. Es decir, no suponía, en sí mismo, ningún logro ni mucho menos ningún privilegio. Tan solo o, sobre todo, nos ayudaba a avanzar sin limitaciones. Aunque siempre hayan existido y sigan existiendo, quienes se empeñan en establecerlas por cualquier medio.

Roto el techo de cristal, por tanto, se trataba de asumir idénticos criterios, normas o requisitos a los de cualquier otra ciencia/disciplina para seguir desarrollándonos y progresar científicamente. La diferencia estaba en el punto de partida desde el que lo hacíamos las enfermeras, que nos situaba en una posición de clara desventaja con relación a otras ciencias/disciplinas con un recorrido temporal muchísimo mayor al que se le concedió a Enfermería por las razones ya expuestas.

No se establecieron medidas correctoras o de beneficio para corregir la desventaja con la que se partía. Se trataba de lograr la igualdad desde la evidente desigualdad.

En este punto empezaron a emerger las primeras sociedades científicas enfermeras. Supuso asumir un reto que contribuyese a impulsar y dotar de dinamismo, contenido y sentido el recorrido disciplinar iniciado en la Universidad.

Reto que representaba un compromiso con la Enfermería, pero también con la comunidad científica y la sociedad de las que forma parte. Reto que obligaba a un permanente esfuerzo de superación y mejora para responder a las necesidades científico-profesionales de las enfermeras. Reto que significaba, en muchas ocasiones, tener que superar dificultades. Reto que requería la implicación de las enfermeras para afrontarlas, por difíciles que fuesen, constituyendo un estímulo y un desafío. Reto que permitiese lograr la madurez científica superando la adolescencia en la que se encontraba. Reto que partía de la falta de experiencia para acometerlo junto a sociedades científicas de otras disciplinas con amplio recorrido.

A pasar de ello o, precisamente por ello, se hizo con una gran carga de ilusión, implicación y compromiso. Entre los retos que se derivaban del reto de ponerlas en marcha, estaba el de fundamentar la necesidad de espacios de especialización enfermera conjuntamente con los ya consolidados como docencia, por ejemplo, que asumió ejemplarmente la Asociación Española de Enfermería Docente (AEED) y que tanta importancia tuvo en este recorrido.

Sociedades Científicas como la de Salud Mental (AEESME), la de Enfermería Comunitaria (AEC), la de Directivos (ANDE), entre otras, fueron punteras y se sitúan actualmente como referentes.

Pero, ni el recorrido de todas ellas, ni la supervivencia de las mismas, como parte del reto inicial, ha sido sencillo. Lamentablemente hay quienes se han esforzado para que el sentido del reto se transforme en una provocación, un desafío, o incluso una amenaza, que convirtiese en incertidumbre la ilusión. En parálisis el estímulo. En preocupación, la confianza. Pasando el reto, como acción de superación, al veto como acción para impedir lo que ya es un hecho y que va en contra de la verdad y la objetividad.

El veto, puede ejercerlo quien tiene el derecho a hacerlo en su condición de dirigente o cargo electo, impidiendo o retrasando la vigencia de un acuerdo, una acción o una norma. Sin embargo, la decisión a practicarlo viene determinada en muchas ocasiones por las presiones de grupos de influencia o poder, tratando de mantener una hegemonía exclusiva que excluya lo que, desde dichos grupos, se identifica e interpreta como una amenaza a la misma. Se entiende o debería de hacerse, que dicho veto se practique cuando existan indicios o hechos contrastados y fehacientes que supongan una vulneración de derechos o un daño para la comunidad científica o la sociedad y no como concesión a intereses de determinados lobbies.

Por tanto, tener el derecho a imponer un veto no lo convierte, en sí mismo, en un derecho justo o ajustado a la realidad. Múltiples son los vetos ejercidos desde la imposición que otorga la fuerza o la mayoría en temas que suponen una clara injusticia o ilegalidad que, sin embargo, se mantienen precisamente por ejercer ese “derecho” de veto.

Incorporar la sospecha, la alarma, la manipulación, la intriga, la desconfianza, la confrontación… en la convivencia científica con fines poco claros, intereses espurios, oportunismos de conveniencia, demagogias manipuladoras o falacias perversas, convierten a quienes lo hacen, lo apoyan o lo permiten, en protagonistas de un complot que ni se entiende ni se sostiene, para perjudicar a una ciencia, una disciplina o una profesión y a lo que desde las mismas se puede aportar tanto a la comunidad científica como a la sociedad en su conjunto, con todo lo que ello significa e implica.

Ni la capacidad y mérito de las enfermeras demostrando con su trabajo, talento, conocimiento y autonomía su competencia científico-profesional para situarse al mismo nivel que el de cualquier otra ciencia/disciplina con idéntico nivel de exigencia y en un tiempo muy reducido. Ni la aportación indiscutible que las sociedades científicas han realizado para que Enfermería asuma su mayoría de edad científico-profesional. Ni la indudable calidad de los cuidados profesionales alcanzada gracias a las evidencias científicas logradas. Nada de ello ha sido suficiente para detener la permanente obcecación de acoso y derribo al que algunos sectores de la Medicina más conservadora, reaccionaria y clasista someten permanentemente a las enfermeras con argumentos falsos que tratan de proyectar una exclusividad que ni tienen ni les corresponde por muchas veces que lo repitan[2].

Ante este panorama que obliga a una constante posición de defensa para evitar que se instaure un nuevo techo de cristal que, por otra parte, es lo que se persigue con esa actitud belicosa disfrazada de victimismo profesional, resulta muy complicado avanzar.

Pero, más allá de la amenaza y riesgo consiguiente para el deseado y necesario avance, existe otro peligro mucho más importante, si cabe, que es el de provocar la división entre las enfermeras en general y las sociedades científicas enfermeras en particular. Porque esta división supone debilitar la acción y desviar la atención, precisamente, hacia donde, quienes nos atacan permanentemente, desean para tener un flanco de ataque mucho más efectivo.

Es en la unidad de acción, que no de pensamiento como algunos pretenden hacer creer, en la que tenemos que centrar nuestros esfuerzos, voluntad, capacidad, conocimiento y objetivos comunes. Las diferencias, existiendo y siendo necesarias como elementos de riqueza, en ningún caso deben ni pueden convertirse en armas arrojadizas contra nuestros propios intereses científico – profesionales. No caigamos en su trampa. Porque hacerlo es contribuir a nuestra debilidad.

Han existido algunos intentos de unidad que no han prosperado por cuestiones de protagonismos y egos que han dejado al margen lo importante, la unidad, para centrarse en lo superficial, la individualidad. El ejemplo más manifiesto es el de la denominada Unidad Enfermera, que siendo un objetivo planteado y liderado en su momento por las principales sociedades científicas enfermeras para integrar a otras organizaciones profesionales y sindicales, degeneró en una lucha de poder que acabó por desvirtuar su sentido y convertirse en un elemento más de fuerza para quienes se arrogan en exclusiva la representatividad enfermera.

Pero las sociedades científicas continuamos con el empeño de una unidad real que ha posibilitado que recientemente, no sin dificultades, se haya constituido de manera oficial la Alianza Española de Sociedades Científicas Enfermeras (ALESCE).

ALESCE la componen inicialmente siete de las principales sociedades científicas de ámbito nacional/internacional: Asociación de Enfermería Comunitaria (AEC), Asociación Española de Enfermería de Salud Mental (AEESME), Asociación Española Enfermería Pediátrica (AEEP), Asociación Española de Directivos de Enfermería (ANDE), Federación de Asociaciones de Enfermería Familiar y Comunitaria (FAECAP), Federación de Asociaciones de Matronas de España (FAME), y Sociedad Española de Enfermería Geriátrica y Gerontológica (SEEGG).

Nace con el objetivo de aunar las voluntades, iniciativas, estrategias, planteamientos… comunes que contribuyan de manera activa al crecimiento, desarrollo y fortalecimiento científico profesional de las enfermeras y la enfermería, en colaboración estrecha con otras sociedades, organizaciones o instituciones, con los siguientes fines:

  • Defender los intereses públicos en relación con los servicios enfermeros en todo aquello que sea de su competencia y/o fines y no esté atribuido legalmente con carácter exclusivo a otras organizaciones o instituciones.
  • Defender la presencia y participación activa de las enfermeras en los organismos públicos competentes en materia de planificación y resolución de problemas en el ámbito socio-sanitario de la población.
  • Promocionar relaciones con organizaciones y asociaciones científicas nacionales e internacionales, que beneficien el desarrollo de la profesión enfermera.
  • Fomentar el desarrollo de todas aquellas actividades docentes, de investigación, de gestión y asistenciales que redunden en beneficio de la profesión enfermera.
  • Favorecer el intercambio científico en el ámbito socio-sanitario entre las enfermeras y otros profesionales con intereses comunes.
  • Defender un carácter cualificado en la diversidad de los ámbitos de actuación de las enfermeras.

Estamos pues, ante un nuevo reto de ilusión y avance que esperamos y deseamos nadie lo pervierta convirtiéndolo en un reto, desde la perspectiva de la pelea o el enfrentamiento. Ni en un veto, como vienen haciendo quienes, parece ser, tienen miedo al avance de la ciencia enfermera.

Se pretende generar coherencia desde la cohesión, el respeto y la evidencia científica, sin renunciar al fortalecimiento de las competencias propias o la incorporación de otras nuevas que, como ciencia dinámica y activa que es la Enfermería, estamos en disposición de asumir las enfermeras, trabajando de manera transdisciplinar.

Por su parte, quienes tienen responsabilidades de representación en Enfermería deben entender que tan solo desde el trabajo colectivo y de unidad real, no tan solo como etiqueta, seremos capaces de evitar un nuevo techo de cristal que nos limite.

De nosotras, como enfermeras, depende. Exijamos, pero también contribuyamos, desde la unidad, a que sea una realidad.

[1]  Escritor argentino. (1972)

[2] https://colegiodemedicos.es/posicionamiento-cgcom-guias/

RESPIRA Serie de tópicos y estereotipos

 

“El lugar común es el dogma del necio”

Ricardo León[1]

El ámbito sanitario, que no el de la salud, ha sido siempre foco de atención y de interés para literatura, cine o televisión. Interés, todo sea dicho de paso, centrado casi exclusivamente en el rédito económico que se puede obtener con las narrativas, o guiones que sobre el mismo se realizan y no en su contexto profesional, económico o social.

La sanidad y sobre todo el contexto hospitalario centran la práctica totalidad de producciones. Y en el marco de dicho contexto la figura sobre la que se focaliza toda la atención es la de los médicos con un abordaje que muy excepcionalmente se ajusta a la realidad al distorsionar la misma desde la idealización o la mitificación de su profesión.

El éxito de tales producciones y los beneficios obtenidos de tan singular abordaje, hacen que se sigan generando nuevas entregas de una temática que, por otra parte, tiene muy buena aceptación por parte del público.

Como ya he comentado, el abordaje realizado sobre este contexto, hace que personalmente huya de su consumo por razones de salud mental. Dado el grado de irritación, perplejidad, rabia, indignación… que generan en mí como profesional de la salud en general y como enfermera y ciudadano en particular.

Es cierto que la gran mayoría de las aportaciones que en este sentido se ofrecen están centradas en ámbitos muy distantes, tanto geográfica como culturalmente, del nuestro, lo que provoca que se genere una imagen, tanto del propio contexto, como de las situaciones y las/os protagonistas que en el mismo trabajan, que dista mucho de nuestra realidad, generando una imagen paralela a la nuestra, en la que se espera encontrar idénticos comportamientos, con la consiguiente y nociva reacción negativa que en ocasiones induce a exigencias imposibles e irracionales.

A pesar de lo dicho, recientemente, he caído nuevamente en la trampa tendida por una plataforma televisiva que ha producido una serie nacional sobre una supuesta realidad nacional, en un hospital público. Todo presentado de manera muy atractiva y tentadora, lo que hizo engancharme a la serie RESPIRA.

Mentiría si dijera que tenía buenas expectativas al respecto, lo que me posicionó, desde el inicio, con una actitud, cuanto menos crítica, y con la vana esperanza de que mi predicción fuese errónea y el guion ofreciese una respuesta real, coherente y positiva.

Lamentablemente la trama expuesta se situó en las antípodas de la realidad tanto en su contenido como en sus formas.

Tristemente, lo único que se aproxima a la realidad es la trama de corrupción e intriga política, con intentos privatizadores de la sanidad pública en la Comunitat Valenciana que, salvados los toques de glamour con los que se rodea, se parece bastante a lo sucedido en esta comunidad autónoma hace unos años. A pesar que haya quienes consideran mentira todo lo que a este respecto se dice en la serie. Dando, sin embargo, crédito al resto. Los hechos lamentablemente son los que son y avalan lo que se plantea desde el punto de vista político.

Otra cuestión es el escenario que se presenta y los actores que en el mismo interpretan un guion de ciencia ficción. Nunca mejor dicho al hacer de las ciencias de la salud una trama tramposa, engañosa y alejada de la realidad, con toques artificiales y artificiosos que capten el interés y provoquen la dependencia de las/os espectadoras/es.

No pretendo hacer una crítica sobre la interpretación, ni aspectos técnicos o estéticos de la producción que deberán ser analizados por especialistas en la materia. Pero si que considero necesario e importante hacer, superada la tranquilidad tras el impacto inicial de su visionado, una reflexión sobre la sanidad y las/os profesionales que se presentan como falsa realidad.

La gran mayoría de la acción se desarrolla en el servicio de urgencias de un hipotético hospital de referencia de la ciudad de Valencia. Ni la configuración del servicio ni lo que en el mismo sucede se corresponde con nuestro contexto. Se ha mimetizado y trasladado una propuesta típica de las películas norteamericanas que simulan un caos permanente, con saturaciones que provocan una sensación apocalíptica constante. Todo ello aderezado de mucha sangre y escenas impactantes de heridas con accidentes mortales que se suceden en un carrusel continuo, que exige respuestas absolutamente improvisadas. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Aunque en la realidad puedan darse, como se dan, situaciones de colapso, estas son puntuales y se actúa de manera mucho más ordenada y profesional, en un entorno menos impactante y mejor planificado del presentado.

A partir de aquí, el guion está repleto de estereotipos y tópicos, cuando no de invenciones sin más, sobre lo que son, cómo se comportan, relacionan, responden… las/os profesionales que intervienen en dicho escenario.

Para empezar y como muestra un botón. Los uniformes de los profesionales se diferencian, como en las niñas y los niños, por ser azul para los médicos y rosa para las enfermeras. Puede parecer un dato sin mayor trascendencia, pero la tiene y mucha dado que se trata de un detalle estético con claras connotaciones sexistas y discriminatorias.

Las relaciones entre médicos y enfermeras se presentan desde una perspectiva de igualdad y respeto a través del tuteo entre todos como signo de compañerismo. Un espejismo que esconde una total superioridad de unos sobre otras y una subsidiariedad que se refleja en cada una de las escenas en las que intervienen unos u otras.

Todas las intervenciones se centran en la actividad médica. Las enfermeras aparecen como “actrices” secundarias, en el mejor de los casos, y como extras de relleno en la mayoría de ellos.

Nunca a lo largo de los ocho capítulos de la serie se presenta una sola situación de cuidados en la que alguna enfermera interactúe desde la autonomía y la competencia profesional enfermera con las personas a las que se atiende. Todo se circunscribe a dar y obedecer órdenes o peticiones tanto clínicas, administrativas como logísticas que, eso sí, se hacen con educación como signo de una igualdad artificial y caprichosa, que esconde un desprecio a la capacidad profesional de quien las recibe para acatarlas con diligencia. Como cuando, por ejemplo, una médico, en una de las reiteradas situaciones de desconcierto, se pasea por la caótica sala de urgencias diciéndole a un enfermero que ponga cubos en las goteras.

Por contra, se escenifican situaciones que son realmente anecdóticas o casuales como que en el momento del despertar de las persona previamente asistidas esté el médico para preocuparse por su estado y su bienestar, presentándolo como algo habitual. Las enfermeras, por supuesto, ausentes siempre.

La única enfermera que asume un cierto protagonismo en la serie, es presentada como una “organizadora” del caos y una supervisora de sus consecuencias. Trasladando mensajes poco profesionales de tranquilidad a las personas que se agolpan desesperadas y preocupadas en ese escenario confuso que se ha querido presentar como habitual o asumiendo una voluntad sindicalista descafeinada que tan solo responde a la defensa de quien se erige como líder a través de una clara manipulación. Otra de las que aparece fugazmente, se dirige a quien protagoniza el papel de Presidenta de la Generalitat Valenciana, con el apelativo supuestamente cariñoso de corazón y tuteándola como signo de proximidad o empatía. Esto es todo lo “bueno” que los guionistas han sido capaces de trasladar con relación a las enfermeras.

Por supuesto los médicos son presentados como salvadores de vidas y víctimas de un sistema que les oprime y les impide ejercer con calidad, con repetidas referencias explícitas en tal sentido,

Sin embargo, ese aparente compromiso profesional, también reiterado en los diálogos, está aderezado, durante toda la serie, con una clara falta de ética que tratan de justificar con argumentos peregrinos de defensas sociales y/o profesionales, incoherencias entre lo que se dice y se hace. Comportamientos que van en contra del citado compromiso y afectan a la asistencia prestada.

El plató en el que se escenifica toda la trama, además, se convierte en un torbellino permanente de sexo, drogas, intrigas, engaños, egos, traiciones… entre médicos exclusivamente, lo que contrasta con esa engañosa imagen de profesionales intachables y salvadores de vidas que se trata de proyectar. Algo, por otra parte, que resulta, al menos en teoría, difícil de entender y menos aún de admitir, pero que acaba por naturalizarse. Con el riesgo que eso tiene con relación a la proyección que, en torno a todo ello, se traslada a la opinión pública.

La defensa de la salud pública que se plantea, con una huelga sin servicios mínimos, es totalmente irreal por no ser posible. Justificar el incumplimiento de principios éticos básicos ante la situación planteada tras el suicidio de uno de los residentes, es emocionalmente entendible, pero absolutamente imposible de sostener. Salvo, claro está, en el guion como hilo del débil argumento que trata de responder a los intereses comerciales de la serie. Algo que intenta paliarse con la realización de un comité disciplinario al cabecilla de la huelga que, coincide con la figura del protagonista y médico referente y ejemplar. Resolviéndose favorablemente con estrategias pueriles basadas nuevamente en la falta de ética por parte de quien está siendo objeto de investigación, utilizando a su residente fiel y solícito que cree tener una deuda con él y que salda con un apoyo sentimental, almibarado y lacrimógeno en un acto de buenismo.

Por su parte, la dirección del hospital, protagonizada, como no, por un médico, es otro de los tópicos escenificados. Dirección unipersonal en la que no existe atisbo de trabajo en equipo y que obedece tan solo a criterios de amiguismo e interés político. Algo que, si bien en muchas ocasiones puede coincidir con la realidad, en el caso de esta serie se plasma con una frivolidad extrema que desvirtúa cualquier ejercicio de gestión.

Las agresiones a profesionales, también aparecen escenificadas. Aunque, de nuevo, se hace con una superficialidad manifiesta que carga la culpa exclusivamente en quien agrede, sin plantear las razones que pueden llevar a hacerlo y sin que ello suponga, en ningún caso, justificar la acción. Algo que se incorpora como un elemento más de victimismo de los profesionales en general y muy especialmente de los médicos que concentran la atención de toda la trama.

La serie RESPIRA, por lo tanto, se convierte en un cúmulo de estereotipos y tópicos que contribuye a su perpetuación. Traslada una imagen absolutamente distorsionada, falsa y peligrosa de la realidad del sistema sanitario, de la atención que en el mismo se presta, de las competencias que desempeñan las/os diferentes profesionales, de la ética y la estética profesional, de la sobrevaloración en unos casos e infravaloración en otros de las/os profesionales de la salud, de la ausencia absoluta del trabajo en equipo, de la invisibilidad a la que se somete a los cuidados profesionales… Todo lo cual conduce a que se traslade una imagen del sistema sanitario centrado exclusivamente en el hospital, la enfermedad, la curación, el protagonismo médico, el paternalismo, la dependencia… que son el mal endémico de nuestro sistema sanitario.

Este planteamiento novelesco burdo y engañoso que se quiere revestir de realidad, hace un daño irreparable entre la ciudadanía que acaba hipnotizada, cuando no fascinada, por ese conglomerado vertiginoso de acciones médicas salvadoras.

El problema no está tanto en quienes realizan este tipo de folletines, sino en que se aprovechen del analfabetismo sanitario y de la salud existente de la ciudadanía para captar su atención y generar una dependencia comercial de su producto.

Sería deseable que, más allá de las narrativas noveladas, las mismas se ajustasen a una visión, de la situación y los personajes presentados, que impida la distorsión y contribuyan a identificar la realidad que se traslada. Para ello existen profesionales, sociedades científicas, organizaciones profesionales… que pueden ofrecer asesoría científica y profesional que minimice al máximo la falsa e interesada idealización o el inculto e igualmente interesado ocultamiento de lo que es y significa la salud más allá de los hospitales y los médicos.

A quien se atreva a visionar la serie le recomiendo que tome aire y asuma su contenido con despreocupación. Lo contrario puede ocasionar serios problemas para su salud. Me imagino que, de ahí el título de la serie, RESPIRA.

[1]  Novelista y poeta español. (1877-193)

A PROPÓSITO DE LA PRESCRIPCIÓN ENFERMERA Dejémonos de cuentos

                                                       “En la contraposición de los cuentos de hadas y la realidad, prevalece el cuento de hadas, para la opinión pública ella siempre será más que yo.”

Emerald Lilly Fennell[1]

 Me despedía en mi última entrada en el Blog con la esperanza de que, al regreso de las vacaciones, las sensaciones, los posicionamientos, la realidad fuesen diferentes a lo vivido últimamente. Sin embargo, nuevamente, la realidad es tozuda y nos sitúa en el lugar que algunos se empeñan, con todas sus fuerzas, en que no se modifique lo más mínimo de aquella que han construido, de manera absolutamente distorsionada para adaptada a su exclusivo interés.

Cuando esto ocurre, además, utilizando la salud y a la población que tiene derecho a la misma, como elementos de exclusividad, de manipulación, de engaño e incluso de chantaje, el resultado es un deterioro evidente de aquello que, precisamente, dicen defender como garantes únicos de la misma.

Esta situación, que no es nueva, se está repitiendo en los últimos días como respuesta a la reciente publicación en el BOE de la “Resolución de 9 de agosto de 2024, de la Dirección General de Salud Pública y Equidad en Salud, por la que se valida la Guía para la indicación, uso y autorización de dispensación de medicamentos sujetos a prescripción médica por parte de las/los enfermeras/os: infección de tracto urinario inferior no complicada en mujeres adultas”[2],  como continuación a otras guías ya publicadas en este mismo sentido y que tal como recogía el principal medio de comunicación escrita en España, EL PAÍS[3], la población lo valoraba, no tan solo con absoluta normalidad sino como una “gran noticia” que facilitaría el acceso y la calidad de la atención. Sin embargo, los médicos, fundamentalmente a través de sus autodenominados máximos representantes en los Colegios profesionales, se han revuelto con rabia, indignación, ira y mucho desprecio hacia quienes dicha norma regulariza la capacidad y competencia de prescripción de medicamentos y productos sanitarios, las enfermeras, argumentando que la citada prescripción es de su exclusiva competencia. Premisa que en sí misma es un absoluta y rotunda mentira que tan solo persigue generar alarma entre la población. Porque la prescripción es una competencia de otros profesionales de la salud como los odontólogos o los podólogos, a los que con su burda afirmación están situando en idéntica y falsa ilegalidad.

Pero esta maniobra ya ha venido siendo utilizada de manera reiterada en otros muchos casos o situaciones en los que consideran que se ve mermado o amenazado su poder y su protagonismo. Los argumentos que esgrimen en sus manifiestos, más cercanos a panfletos dado su carácter difamatorio y agresivo, se sustentan en el alarmismo, el sensacionalismo. el miedo, el victimismo… sin mayor fundamento que la capacidad de difusión derivada de un poder desde el que se han dedicado, de manera sistemática, a atacar a todo aquel o aquello que identifican como una amenaza a su supremacía científico profesional de la que, por otra parte, se han querido hacer exclusivos valedores y propietarios. De tal manera que nada ni nadie puede evolucionar si no cuentan con su permiso, aunque ellos sean capaces de fagocitar, con idénticos planteamientos, cualquier competencia, actividad o acción que consideren contribuye a aumentar su poder y debilitar la de quienes consideran enemigas/os, que no compañeras/os.

Esta estrategia, sin duda, les ha funcionado durante muchísimo tiempo. No se les puede negar su depurada técnica y su permanente constancia ayudada, eso sí, por políticos y medios de comunicación que han actuado como valedores y difusores de sus causas, respectivamente. Ello ha permitido, fundamentalmente, que la población, aunque también algunas/os de sus supuestas/os enemigas/os que se alían con sus postulados más por interés o miedo que por convicción, hayan creído sus cantos de sirena. De tal manera que se han creído lo de su exclusividad y lo de que todos los demás profesionales no son más que piezas útiles pero prescindibles para su magna misión de curación.

Con su estrategia ha pasado como con los cuentos infantiles que durante muchos años han sido contados, transmitidos y admitidos como válidos y valiosos para las niñas/os a pesar de que su contenido esté plagado en muchos casos de machismo, violencia, discriminación, clasismo… De tal manera que la literatura infantil ha tenido que adaptarse a la evolución y la realidad social erradicando de sus contenidos todos aquellos tópicos y estereotipos creados a lo largo del tiempo como una verdad irrefutable que contribuía a crear en la infancia una realidad distorsionada, manipulada y falsa que tan solo se refería a ciertos sectores privilegiados de la población que se consideraba eran los únicos que tenían valor y valores.

 Los príncipes azules, los héroes invencibles, los reyes poderosos, las brujas perversas, las doncellas solícitas, las dóciles sirvientas… como protagonistas de unas relaciones de poder, acoso, odio, violencia y moralejas costumbristas y aleccionadoras de una cultura opresiva y represiva, dejan paso a unos relatos de equidad, igualdad, libertad, respeto… que permitan la reflexión, el pensamiento crítico, la curiosidad, la creatividad.

Sin embargo, los médicos o cuanto menos aquellos que dicen representarles, no se aplican el cuento y siguen creando argumentos de conflicto, enfrentamiento, descrédito… con el único objetivo, no nos engañemos ni nos dejemos seguir engañando, de mantener el estatus de privilegio que se han creado logrando que gran parte de la población asuma como cierto e invariable. Para ellos no vale el dinamismo, la innovación, la evolución, la adaptación… tan solo conservar privilegios a costa del inmovilismo.

Todo ello justifica las furibundas reacciones que se están produciendo con relación a la denominada prescripción enfermera que, considero, no es la denominación más acertada. Sino se habla de prescripción podológica u odontológica, por qué debe hablarse de prescripción enfermera, ni tan siquiera de prescripción médica. El problema está, nuevamente, en la exclusividad que se atribuyen los médicos sobre ella. Ya pasó, en su momento, con el diagnóstico que también esgrimían de su absoluta propiedad y que en la actualidad se asume con naturalidad que el diagnóstico trata de recoger y analizar datos para evaluar problemas de diversa naturaleza por parte de muy diferentes profesionales.

La naturaleza de la prescripción, por otra parte, viene a sustentar lo dicho hasta ahora. Teniendo en cuenta que según la RAE prescribir es preceptuar, ordenar, determinar algo, recetar u ordenar un remedio, podemos identificar como encaja en la imagen de poder, desde el que se ordena o impone, a la que hacía referencia.

Antes de que surgiera este absurdo, irracional y oportunista debate, las enfermeras ya consensuaban indicaciones. Porque cuando una enfermera consensua con una persona la realización de actividad física o la adecuación de una alimentación saludable, o la utilización de un recurso comunitario, o el afrontamiento ante un problema de salud… entre otras muchas, las enfermeras no están prescribiendo, sino indicando, desde el consenso que no de la orden o la imposición, aquello que se entiende puede dar mejor respuesta a los problemas de salud.

Por tanto, parecería más lógico y coherente que se planteara modificar la denominación de prescripción por la de indicación en referencia a cualquier propuesta por parte de profesionales de la salud en su relación con las personas a las que atienden. Lo contrario supone una relación desigual basada en el poder de unos y la sumisión de otros.

Pero nada de esto parece que vaya, ni tan siquiera, a ser contemplado por quienes siguen anclados en la tiranía de su ciencia, que se separa de las ciencias de la salud, por entender que la suya es otra cosa que, lamentablemente, no son capaces de explicar, concretar ni mucho menos fundamentar, pero que tienen la habilidad y el poder, para que sea admitida por académicos, profesionales y políticos con absoluta naturalidad.

En unos momentos en los que los problemas del sistema de salud derivan en una merma de la calidad de la atención que, por otra parte, se empeñan en hacernos creer que viene determinada por la falta de médicos, plantear un rechazo como el que están haciendo en relación a la indicación de medicamentos por parte de las enfermeras es no tan solo un claro engaño a la población, sino una maniobra para perpetuar sus argumentos de presión asistencial, que obedecen fundamentalmente a problemas de organización y estructurales que nadie afronta con la determinación, valentía y coherencia que precisan.

Argumentar que se debe prohibir la prescripción enfermera “por el grave riesgo que supone para la seguridad de los pacientes”, tal como hace el Presidente del Consejo de Colegios Médicos de Castilla y León[4], es mezquino, pero sobre todo, es absolutamente falso y malintencionado.

La incorporación de las enfermeras en el proceso de indicación de medicamentos tanto para procesos que realizan de manera absolutamente autónoma, como la atención a problemas de la piel, la incontinencia, las ostomías… como para aquellos que se realicen de manera colaborativa con los médicos a través de guías o protocolos que, cabe recordar, han sido consensuado con ellos mismos, disminuiría la presión asistencial que utilizan tan vehementemente como excusa para la generación de listas de espera o de la presión asistencial. Facilitaría el control y adherencia de los tratamientos. Disminuiría la demanda insatisfecha generada por la actual situación en la Atención Primaria principalmente. Facilitaría la optimización de la actividad enfermera y su relación con la población erradicando la interesada imagen de dependencia con los médicos que se empeñan en querer mantener. Disminuiría costes de atención y aumentaría la eficacia de los tratamientos, entre otros muchso beneficios.

Porque las enfermeras, tanto en el grado como en el posgrado y en la especialización, adquieren competencias específicas para afrontar con garantía, calidad, eficacia y eficiencia esta denominada prescripción enfermera.

En cualquier ámbito, pero mucho más si cabe en la salud, nadie es imprescindible y muchos son necesarios. Tal como me decía mi iaia Anna (abuela), “xiquet, els cementiris són plens d’imprescindibles” (nene, los cementerios están llenos de imprescindibles).

Situaciones como las descritas es necesario que dejen de producirse si, realmente, queremos que la sanidad y la salud adquieran trascendencia social y dejen de ser, como hasta ahora, tan solo o principalmente elemento de presión, interés, oportunismo o un poco de todo ello.

Para que llegue a ser una realidad y no tan solo un cuento, una ficción o una utopía, se requiere al menos:

Que los médicos dejen de creerse los protagonistas únicos y exclusivos del sistema sanitario y participen activa y colaborativamente en la construcción de la salud comunitaria de las personas, las familias y la comunidad. Hacerlo no les va a restar, sino todo lo contrario, notoriedad e importancia, pero les situará en un plano de naturalidad y normalidad que se resisten a ocupar.

Que las enfermeras dejen el papel de víctimas y asuman con determinación y decisión las competencias que les corresponden tanto de manera autónoma como de transdisciplinar con el resto de profesionales de los equipos. Seguir ancladas en la dependencia, el temor, la duda permanente, no contribuye a mejorar la salud de la comunidad y perpetúa los sistemas mediocres de atención al tiempo que impide la evolución científico profesional de la enfermería.

Que el resto de profesionales de los equipos identifiquen su papel en el seno de los mismos y contribuyan al necesario trabajo transdisciplinar que se centre en las necesidades y demandas de salud de las personas.

Que los políticos identifiquen y trabajen por la salud de la población sin las presiones de los lobbies de poder profesionales o económicos, para lograr la mayor equidad, accesibilidad y calidad. Que afronten los cambios legislativos que sobreprotegen a algunos y dejan en la indefensión a otros.

Que la población abandone su dependencia tanto del sistema como de sus profesionales y asuma su participación activa en la toma de decisiones, para lo que resulta fundamental que deje de someterse a la influencia de ningún grupo profesional. Tan solo desde su plena autonomía será posible lograr una salud comunitaria y una salud pública que respondan a sus necesidades.

Que los medios de comunicación sean capaces de desprenderse de la fascinación médica para identificar la importancia de la salud de manera integral y no tan solo como el producto finalista de un solo colectivo, a través de mensajes absolutamente distorsionados y alejados de la realidad social en la que vivimos.

Si todos ponemos de nuestra parte podemos construir una salud colectiva y participativa a través del consenso y el respeto. De lo contrario seguiremos con la mentira del cuento de los poderosos y sus súbditos, y la salud seguirá siendo tan solo una quimera disfrazada de curación heroica como rancia moraleja del mismo. Como dijera Alfred Adler[5] “Una mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa”.

[1] Actriz, guionista, productora, directora y autora británica (1985).

[2] https://acrobat.adobe.com/id/urn:aaid:sc:EU:81c1593c-3677-4f05-a5f8-b8d7e33a9207    

[3] https://elpais.com/sociedad/2024-08-24/las-enfermeras-podran-recetar-antibioticos-para-la-cistitis-ahora-tengo-que-ir-a-urgencias-y-esperar-horas-con-un-dolor-fortisimo.html

[4] https://www.lagacetadesalamanca.es/salamanca/colegios-medicos-castilla-leon-piden-sacyl-aplique-20240829193120-nt.html

[5] Psicoterapeuta austriaco (1870.1937)

CADA CUAL EN SU SITIO Y LA SALUD EN EL DE TODOS Juntos, pero no revueltos

 

A Miguel, enfermera y matrona, por su mirada diversa y su actitud de unidad.

 “Es increíble lo que se puede lograr si no te importa quién se lleva el crédito”

Harry Truman [1]

 

El problema de tomar decisiones precipitadas, sin reflexionar, por oportunismo, en base a ocurrencias, sin planificar… es que acaban fracasando y generando muchísimos más problemas de los que, de manera ilusa, quien las toma piensa solucionar.

Lamentablemente esta forma de gestionar suele ser muy frecuente entre quienes asumen responsabilidades contando exclusivamente con el aval de quien les nombra por interés, agradecimiento, compromiso, presión o simplemente torpeza… demostrando con sus nombramientos que tienen similares cualidades a las de quienes nombran, posiblemente con la intención de que no les hagan sombra.

Intentar hacer un glosario de decisiones fallidas, mediocres, inútiles, perversas… sería tan extenso como penoso. Por eso no voy a realizar un ejercicio que, por otra parte, no reportaría más que rabia, indignación y tristeza por tanto tiempo, dinero y oportunidades perdidas.

Sin embrago me voy a detener a analizar un par de ellas. No porque sean las peores, sino porque en estos momentos estamos pagando las consecuencias de tan infames decisores y sus decisiones.

La primera fue la de incorporar en los Equipos de Atención Primaria, en sus inicios allá por 1985, a pediatras. La verdad es que desconozco, aunque sospeche, cuáles fueron las razones para tomarla. No sé si fue simplemente ignorancia del decisor, cuestión probable y frecuente, o la misma vino determinada por las presiones del colectivo médico de la citada especialidad, en un nuevo, aunque reiterado intento por colonizar espacios. Posiblemente fuese una combinación de ambas lo que sin duda incorpora más elementos para convertirla en una decisión de consecuencias muy negativas para la Atención Primaria y para los propios pediatras, aunque esto nunca lo reconocerán.

La decisión, además se vendió como un logro sin precedentes, tanto por parte de quien hizo el “favor” como por parte de quien se benefició del mismo. Argumentando para ello que en España se había logrado lo que, en ningún otro país, con largas tradiciones de Atención Primaria, se había conseguido. Cuando lo cierto no es que no se hubiese conseguido, sino que no se hubo consentido, que es bien diferente.

La organización de Atención Primaria de Salud en dichos países nunca consideró racional, coherente, eficaz, necesario y mucho menos eficiente, su incorporación. La Atención Primaria se basaba y se concibió desde sus inicios en un ámbito de Salud en el que atender tanto a la población sana, mayoritaria, como enferma. En este sentido la población infantil en la comunidad es mayoritariamente sana y su atención se centra más en los cuidados que precisa en su crecimiento y evolución que en la asistencia a la enfermedad que, por otra parte, se atiende exclusivamente en el ámbito hospitalario en la inmensa mayoría de países.

Por otra parte, una de las características que definían a la Atención Primaria era precisamente la atención integral y longitudinal tanto de manera individual como familiar y comunitaria. La incorporación de pediatras, por tanto, rompía esta integralidad provocando la fragmentación de la atención y aumentando las posibilidades de omisión, duplicidad o contradicción.

Así pues, lo que inicialmente fue un error de planificación se convirtió en una costumbre, normalizando y naturalizando su presencia en los equipos. Su presencia generaba tensiones en el seno de los equipos. Intentaron desvincularse de la obligación de hacer guardias de atención continuada desde el pueril argumento de que ellos, como pediatras, no tenían obligación de atender a adultos. Por otra parte, desde el principio existieron serias dificultades para que los médicos especialistas de pediatría cubrieran plazas de pediatra en Atención Primaria, lo que obligaba a contratar a médicos sin especialidad para cubrir dichas plazas. Como consecuencia de dicha anomalía, que es otra de las consecuencias derivadas de la decisión a la que me estoy refiriendo, muchos médicos que se autodenominaban Médicos Especialistas sin Título Oficial (MESTOS), consiguieron que se oficializara su NO ESPECIALIDAD a través de una prueba excepcional de acceso a la misma en una nueva decisión envuelta en polémica y que generó no pocos enfrentamientos entre médicos especialistas y no especialistas.

Pero los problemas generados por la incorporación de estos profesionales no acabaron con la realización de la prueba comentada, pues tan solo se logró oficializar una anomalía provocada por quien tiene la obligación de evitarlas, pero sin que ello limitase o anulase el problema de base generado. Problema que, no tan solo permaneció vivo, sino que se nutrió de nuevos elementos, que conducían a la Atención Primaria a un progresivo deterioro como consecuencia de la desvirtualización de sus principios.

Por su parte, las enfermeras que se incorporaron inicialmente como enfermeras comunitarias en Atención Primaria, asumieron la atención integral, integrada e integradora como principio básico de su actuación en sintonía a lo que marcaba la filosofía de la Atención Primaria y su paradigma profesional. De tal manera que la población a la que prestaban cuidados no estaba determinada por la edad de la misma. Se atendía a la población a lo largo de todo su ciclo vital, teniendo en cuenta su agrupación familiar y su contexto comunitario. Los médicos de familia con la presencia de pediatras, fragmentando la atención integral que, al menos teóricamente se recogía en su programa formativo, asumían que su denominación como médicos de familia fuese tan solo una etiqueta sin coherencia real.

Las enfermeras, en la evolución de la Atención Primaria y en su intento por mantener los principios a los que he hecho mención, organizaron su actividad por sectores de población, delimitando geográficamente el contexto al que debían dar cobertura y en la que se identificaba claramente la población con todas sus características demográficas, sociales, culturales… de tal forma que se garantizase tanto la referencia de adscripción población/enfermera, como la atención integral individual, familiar y comunitaria, como la identificación de necesidades reales, todo ello con un claro enfoque hacia la salud, la promoción de la salud y la atención comunitaria.

Esta modalidad de atención que permitía delimitar responsabilidades de manera clara y específica, favorecía la comunicación entre los diferentes miembros del equipo, limitaba las uniones administrativas entre médicos/enfermeras con claros inconvenientes de relación, convivencia y comunicación, facilitaba la generación de indicadores finalistas enfermeros, lograba la articulación de los diferentes recursos comunitarios, aumentaba claramente la continuidad de cuidados y la percepción de calidad de la atención prestada… contó con la oposición de algunos sectores de enfermeras que veían peligrar el anonimato de su actuación y con ello visibilizar la identificación de su aportación real a la salud de la comunidad. Pero también contó con la oposición de una parte de los médicos de familia y, sobre todo, con el rechazo frontal de los pediatras, argumentando que perdían a “sus” enfermeras ya que con el nuevo modelo organizativo estas pasaban a atender a toda la población, tanto infantil como adulta, en las consultas enfermeras, en los domicilios y en la comunidad.

La cuestión, por tanto, no era si la atención que se prestaba a la población pediátrica era buena o mala, sino el temor a perder su conquista. Lo bien cierto es que la atención mejoró, al mejorar la comunicación con la familia, tener las familias una referencia clara de su enfermera, favorecer la confianza, abordar los problemas desde la atención integral cuidando a todos los miembros de la familia… y teniendo en cuenta que gran parte del programa del Niño Sano es responsabilidad de las enfermeras y lo prestaban con calidad y eficiencia.

Pero ya se sabe que donde hay patrón no manda marinero. Y en una organización como la sanitaria en la que todos los patrones son médicos por imposición, las enfermeras como marineros están abocadas a obedecer, aunque las órdenes que emanen de los patrones sean muchas veces incongruentes, inconsistentes, intransigentes e incomprensibles.

De tal manera que lograron revertir el modelo de sectores poblacionales, por cierto, de larga tradición y éxito en países como Gran Bretaña, para volver a la UME (Unidad Médico Enfermera) que es tanto como un matrimonio a la fuerza que puede funcionar bien, mal o fatal. O a la UBA (Unidad Básica de Atención) que es el mismo perro de antes, pero con diferente collar, lo que condujo a aumentar el declive de la atención enfermera en particular y de la Atención Primaria en general.

Entre tanto en los equipos convivían matronas, trabajadoras, sociales, fisioterapeutas… junto al resto de profesionales de los equipos, desarrollando sin problemas actividades conjuntas e integradas cuando se requerían.

Por otra parte, lo que fue durante mucho tiempo un anhelo y una reivindicación científico-profesional se concretó con la creación de las especialidades de Enfermería que se unían a las ya existentes de matrona, salud laboral y salud mental, en una decisión oportunista, precipitada y pactada que condujo a la publicación de un Real Decreto de Especialidades de Enfermería[2] a imagen y semejanza de las especialidades médicas, con evidentes lagunas y muchas deficiencias que se traducen en los múltiples problemas actuales. Lamentablemente ni las enfermeras especialistas en Enfermería Familiar y Comunitaria, formadas a través del modelo de residencia (EIR), ni las que posteriormente lograron el título a través de la prueba excepcional, fueron razón suficiente y necesaria para que se creasen plazas específicas en Atención Primaria de manera generalizada y homogénea en todo el territorio nacional y mucho menos para que se definiesen las competencias que tanto especialistas como no especialistas debían asumir y articular en el seno de los equipos.

Las/os decisoras/es, en este caso, decidieron no decidir y con su decisión de pasividad lograron superar la mediocridad de sus decisiones anteriores, al hacer de la inacción y la pasividad su “mejor” virtud y con ello generar el mejor caldo de cultivo para la proliferación del enfrentamiento y el caos.

La situación condujo a un creciente grado de insatisfacción, cuando no frustración, al no ver cumplidas las expectativas que la realización de la especialidad generó en quienes decidieron asumir el reto y el coste personal, familiar y económico, de formarse como especialistas.

Además, el resto de especialidades, es decir, pediatría y geriatría, no cuentan tampoco con una definición clara de sus competencias ni de sus ámbitos de actuación profesional, ni mucho menos de cómo vertebrar su actuación con la del resto de enfermeras especialistas o no, en los diferentes ámbitos de atención, con especial significación en Atención Primaria, Hospitalaria y Sociosanitaria.

El Marco Estratégico de Atención Primaria y Comunitaria[3] de 2019 abría la posibilidad real de incorporar cambios significativos que enmendasen el error cometido hace más de 40 años. Pero a pesar de unos tímidos conatos en dicho sentido por parte de los primeros coordinadores del grupo de trabajo, inmediatamente fueron acallados por las airadas y nada argumentadas propuestas de quienes veían peligrar el territorio colonizado, contando una vez más con el silencio y la condescendencia mediocre de las/os decisoras/os, que prefirieron dejar todo como estaba a iniciar un debate tan necesario como fallido.

Por otra parte y en la dinámica rutinaria e incomprensible en la que habitualmente solemos movemos las enfermeras, asumiendo como propia la inercia motriz de la organización médica, lejos de lograr una definición clara en el marco de nuestro paradigma, nos sumamos a la mimetización médica incorporando, como estrategia la atención pediátrica de manera fragmentada, siguiendo la estela cada vez menos razonable, razonada y racional de los pediatras en Atención Primaria. Todo ello mientras se siguen quedando plazas de pediatría sin cubrir por pediatras, teniendo que recurrir a médicos sin especialidad. Conduciendo a un panorama de esquizofrenia organizativa colectiva que responde a las presiones corporativistas e ignora las necesidades sentidas de la población, la racionalización de los recursos y las evidencias científicas. Todo un ejemplo de gestión catastrófica.

Y de aquellos polvos vienen estos lodos con los que actualmente no tan solo no se está contribuyendo a aclarar la organización de la atención en centros de salud y hospitales, por ejemplo, sino que provocan una permanente lucha en el lodazal de la actual indefinición, entre enfermeras y con el resto de profesionales de los equipos.

De tal manera que con este panorama y con las/os decisoras/es del ministerio y de las consejerías de sanidad preocupadas/os en otros menesteres, el lodazal se convierte en lugar de luchas fratricidas, sin reglas ni arbitraje, entre enfermeras preocupadas en marcar territorio e impedir que otras enfermeras “invadan” el que consideran su espacio exclusivo. Todo ello sin que se propicie un análisis riguroso, una reflexión serena, un debate ordenado y un respeto general de las partes hacia todas/os los planteamientos que, en ningún caso supone tener que aceptarlos, pero sí requiere ser escuchados, contrastados y refutados desde las evidencias científicas y la cortesía profesional.

La Atención Primaria, debe dar tantas y tan diversas respuestas de salud que pretender hacerlo desde una única visión o competencia profesional es no tan solo poco recomendable, sino que ni tan siquiera es posible.

Las enfermeras comunitarias deben garantizar siempre la atención integrada, integral e integradora a la población. Tanto individual, familiar como comunitaria a lo largo de todo el ciclo vital. Pero ello no significa, en ningún caso, que otras enfermeras especialistas como las matronas que ya tienen claramente definido su ámbito de actuación, puedan y deban actuar de manera coordinada con ellas, como de hecho se está haciendo desde hace muchos años. Se trata de trabajar teniendo en cuenta las necesidades de salud de las mujeres y de las/os niños y no de los campos competenciales de unas u otras que conducen al enfrentamiento. Por su parte las matronas deben tener en cuenta su condición de enfermeras especialistas. Los planteamientos rupturistas y de identidad excluyente y exclusiva tan solo generan mayor pobreza de conocimiento y dificultad de entendimiento.

Las enfermeras especialistas en pediatría, que quiero recordar dejaron perder su identidad como especialistas de la infancia y la adolescencia, para adoptar la denominación de pediatría como la de los médicos, tienen espacio en Atención Primaria. De lo que se trata es de consensuar dicho espacio y la respuesta que desde el mismo se dé. Pero que no pasa por ocupar unas plazas que nunca deben generarse si se quiere mantener la coherencia de la atención a la población infantil y adolescente, junto a la del resto de la población, de manera integral por parte de las enfermeras comunitarias. Ello no significa, en ningún caso, ignorar la indispensabilidad de que existan enfermeras de pediatría como consultoras entre atención primaria y hospitalaria. Por otra parte, caer en los cantos de sirena de los pediatras con la intención de conseguir el apoyo de “sus” enfermeras para lograr sus reivindicaciones corporativistas es contribuir al propio declive de las enfermeras y de la especialidad[4].

Con el resto de especialidades de enfermería debemos actuar de idéntica manera, analizando y proponiendo espacios de actividad común que respeten la singularidad de cada especialidad, contando con su conocimiento y experiencia, pero evitando la exclusión y los vetos.

Ante este desolador panorama, aún hay quienes osan plantear la necesidad de las enfermeras de práctica avanzada. No nos aclaramos con las que tenemos y proponemos nuevas e inciertas figura. Y me pregunto ¿práctica avanzada en qué y para qué si nos mantenemos en la parálisis? Arranquemos con las que tenemos y ya veremos si podemos avanzar más y mejor. No pongamos el carro delante de los bueyes.

Y, por último, pero no menos importante, las enfermeras especialistas deben tener muy clara su condición de enfermeras. Son especialistas por el hecho de ser enfermeras y su relación con las enfermeras no especialistas en cualquier ámbito de atención debe ser de respeto y de trabajo en equipo y no de rivalidad y enfrentamiento. La creación de pseudosociedades científicas-profesionales desde las que se arenga al enfrentamiento entre enfermeras especialistas o en formación para ser especialistas (EIR), creando argumentos tan falaces, populistas y demagógicos como faltos de razón, tan solo contribuyen a generar una atmósfera enrarecida que paraliza cualquier avance y nos sitúa en el punto de mira de quienes tan solo quieren nuestro descrédito, dando argumentos gratuitos para que se mantengan las decisiones mediocres que nos paralizan.

Las Sociedades Científicas enfermeras deben trabajar para crear y fomentar estos espacios de diálogo y de consenso, evitando las luchas, enfrentamientos y distanciamientos que tan solo contribuyen a provocar una imagen distorsionada y negativa como enfermeras, al margen de la especialidad que cada cual desarrolle. Contribuir con posicionamientos reivindicativos excluyentes y exclusivos les posiciona lejos de su condición científica. Situarse en idéntica posición a la de quienes se atribuyen la representatividad profesional de muchas organizaciones colegiales y sindicales que tienen intereses muy alejados a los que estamos comentando, les distancia de sus verdaderos fines como sociedades científicas y les sitúa como colaboradores de la fragmentación y el enfrentamiento.

La unidad no supone necesariamente la homogeneidad. La diversidad es fundamental. Por lo tanto, es posible y resulta necesario que se trabaje desde la unidad de acción para lograr la mayor capacidad y oferta de respuestas. Lo contrario lleva a posicionamientos de fobia que son tan reprobables como cualquier otra fobia. No existe la fobia selectiva que plantea diferencias entre buenas y malas. Por otra parte, los planteamientos profesionales de “territorialidad” identitaria independiente, ausentes de coherencia científica y profesional, son igualmente peligrosos y destructivos.

Podemos y debemos estar juntos, aunque no es preciso estar revueltos. La salud no es de nadie y es de todos. Por eso todos tenemos sitio y tenemos la obligación de promocionar la salud y construir espacios saludables en los que se potencie.

Dudo mucho que la deriva de las/os decisoras/es políticas/os o sus secuaces cambie a positivo, espero que al menos no lo haga a peor. Pero deseo que nosotras, como enfermeras, no nos contagiemos de esa forma de actuar y nuestras decisiones sean tomadas desde la coherencia, el conocimiento, la reflexión, el pensamiento crítico, el debate racional, el consenso y el sentido común con el objetivo de limitar al máximo los errores y contribuir de manera clara y decidida a mejorar la calidad de nuestros cuidados profesionales, manteniendo la identidad enfermera que, más allá de las especificidades enriquecedoras de las especialidades, nos define y por la que se nos reconoce.

Que el paréntesis vacacional sirva para desconectar y poder recuperar la cordura que nos permita fortalecer la profesión enfermera desde la unidad y el respeto a la diversidad. No hacerlo nos aboca a la insignificancia.

Hasta septiembre. Felices vacaciones.

[1] Trigésimo tercer presidente de los Estados Unidos desde 1945 hasta 1953. (1884-1972).

[2] https://www.boe.es/buscar/act.php?id=BOE-A-2005-7354 

[3] https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2019-6761

[4] https://www.infosalus.com/actualidad/noticia-enfermeros-pediatras-ap-exigen-creacion-puestos-enfermeras-especialistas-enfermeria-pediatrica-20240701151011.html

SALUD GLOBAL (Salud urbana) + (Salud rural). Una ecuación sin resolver

“Era un desconocido más en la ciudad de los desconocidos ilustres.”

Gabriel García Márquez [1]

 

Desde hace algunos años y de manera progresiva se están produciendo verdaderos problemas para dar cobertura de atención a la salud en muchas zonas rurales. Atención en general, pero de manera muy especial, por las consecuencias que tiene, de atención primaria. Es una dificultad que, además, es tanto más importante, cuanto más aislada, lejana, despoblada…sea la zona rural. Hasta tal punto que en ocasiones el problema se convierte en irresoluble al no poder cubrir los puestos de médico y/o enfermera, por este orden, no por cuestión jerárquica sino por ser más compleja la cobertura médica que la enfermera.

El problema, sin embargo y desde mi punto de vista, no se corresponde con el argumento que fundamentalmente el colectivo médico está tratando de trasladar a la sociedad desde un planteamiento victimista que ni se ajusta a la realidad, ni tiene una solución tan simplista como la planteada con el aumento de médicos o la mejora de las condiciones laborales como causas exclusivas. Ya he comentado en muchas ocasiones que la solución no pasa por un aumento lineal de plazas. Resulta imprescindible hacer un análisis de las necesidades en cada una de las zonas básicas de salud o contextos de intervención que permita racionalizar los recursos adaptando el número de profesionales a dichas necesidades identificadas. Las famosas ratios en las que se basan para reivindicar un aumento de profesionales no responden a la realidad y su aplicación genera importantes inequidades entre territorios con centros de salud sobredimensionados en contraposición a otros infradotados. Recientemente el actual Secretario General de Sanidad del Ministerio, poco sospechoso de posicionamientos caprichosos contra el colectivo médico, hacía unas declaraciones en este sentido[2]. Lo que sitúa el debate en un plano que va más allá de lo que algunos intentan plantear, sin fundamento alguno, como una cuestión de rencillas interdisciplinares, a las que, por otra parte, tan acostumbradas/os nos tienen en múltiples ocasiones.

Pero este es tan solo uno de los factores que incide en la falta de cobertura de atención y posiblemente no sea de los más importantes, aunque se quiera hacer creer lo contrario.

Repasemos algunas cuestiones que pueden hacer entender mejor este problema que no afecta, o no al menos con la magnitud que lo hace en otros sentidos, tan solo a los médicos.

Es notorio y no está sujeto a interpretación alguna el hecho de que en los últimos años se ha producido un abandono progresivo en la elección de plazas de especialización en Medicina Familiar y Comunitaria, hasta el punto de dejar desiertas centenares de plazas[3]. Dicho abandono obedece, entre otras razones, al hecho de que la citada especialidad no responde a las expectativas profesionales del modelo médico que se inculca en las facultades de medicina y que coincide con el que impregna, lamentablemente, los sistemas de salud o sanitarios. Más aún cuando actualmente, y con acierto, se están tratando de llevar a cabo transformaciones en Atención Primaria que respondan más a las necesidades de las personas, las familias y la comunidad, que a intereses corporativistas para lograr mantener un modelo asistencialista como reflejo del hospitalario que, sin duda, atrae más la atención y las preferencias de los médicos.

A ello hay que añadir la recientemente aprobada especialidad médica de urgencias y emergencias que conllevará a medio/largo plazo a que los médicos de familia dejen de asumir la atención continuada en los centros de salud, aumentando aún más el desinterés creciente por ocupar plazas de medicina de familiar y comunitaria lo que representará perder una parte importante del componente clínico y, no lo olvidemos, económico, que lógicamente se verán mermadas al dejar de asumir la realización de las guardias de urgencias que van a ser reclamadas, sin duda, por los nuevos especialistas de urgencias y emergencias.

Resulta paradójico por otra parte que los médicos de familia reivindiquen cada vez con mayor insistencia la asunción de competencias relacionadas con la tecnología y la clínica, tales como la realización de ecografías, la cirugía menor -que no olvidemos fue desarrollada inicialmente por enfermeras-… en un momento en que se plantea un cambio del modelo patogénico por otro salutogénico en el que, precisamente, estas prácticas no parecen tener encaje. No quiero decir que no deban aproximarse este tipo de pruebas a la población para hacerlas más accesibles. Lo que debe plantearse no es dejar de hacerlas, sino quién debe asumirlas. Porque si los profesionales de Atención Primaria, médicos y enfermeras, las asumen supone que no van a poder realizar las acciones de promoción de la salud, atención e intervención comunitaria, educación para la salud… que el modelo `planteado incorpora como estrategias fundamentales. Por tanto, deberán llevarse a cabo cambios de organización significativos que permitan articular la proximidad de pruebas especiales con las estrategias comunitarias sin que unas supongan la anulación de las otras y que, como tradicionalmente ha sucedido, las segundas acaban por sucumbir a las primeras. Otra cuestión es si ese modelo salutogénico responde a las expectativas profesionales de los médicos y si están dispuestos a asumirlas como parte de su actividad fundamentalmente curativa y centrada en la enfermedad. Por eso resulta imprescindible que los cambios se incorporen también en los planes de estudio de los profesionales de ciencias de la salud en general y de los médicos en particular y que no se circunscriban exclusivamente a la Atención Primaria, debiendo abordarse de manera integral para lograr el cambio del modelo Sanitario en su conjunto. Lo contrario será una pérdida de tiempo, dinero e ilusión.

Otras alternativas planteadas, fundamentalmente por parte de los médicos, se centran en la asunción de nuevas competencias por parte de las enfermeras en Atención Primaria. El problema no es que las enfermeras puedan asumirlas, que pueden y están preparadas para ello, sino que se pretende que lo hagan con el principal objetivo de “aliviar” la carga de los médicos con el fin de que ellos tengan tiempo para hacer lo que quieren hacer, pero sin que ello suponga, en ningún caso, la pérdida de tutela de dichas competencias por su parte. Se pretende que las enfermeras asuman dichas competencias de manera subsidiaria, bajo su tutela, supervisión y control. Es decir que las enfermeras dejen de hacer lo que tienen que hacer para resolver el problema que los médicos han generado con su modelo paternalista, dependiente y asistencialista. Desvestir un santo para vestir otro.

Mientras todo esto sucede y a pesar de lo que inicialmente parecía ser una clara apuesta por los cuidados profesionales enfermeros a través de la Iniciativa para el Marco de Cuidados del Sistema Nacional de Salud (SNS) – (IMACU), sigue sin abordarse con la determinación necesaria para que se convierta en una realidad que saque del ostracismo, la subsidiariedad y la indiferencia institucional y organizacional a los cuidados profesionales enfermeros. Seguimos anclados en propuestas cargadas de intenciones y buenas palabras que no se concretan en resultados tangibles que contribuyan al avance de la imprescindible transformación de los sistemas de salud, anclados en la retórica medicalizada que impiden los cambios que se siguen paralizando desde el poder corporativista que alimenta y perpetúa los mismos.

Lejos de existir un intento por parte de las enfermeras de asumir competencias, como forma de obtener notoriedad o reconocimiento, lo que sucede es que siguen existiendo barreras normativas, organizativas y estructurales que limitan el desarrollo profesional y disciplinar de las enfermeras y con ello se priva a la sociedad de ser atendidos con la calidad y la calidez que les corresponde y merecen como respuesta a su dignidad humana. En este sentido y evitando hacer una relación exhaustiva de las citadas barreras, como muestra voy a referirme al “botón” de la especialidad de Enfermería Familiar y Comunitaria que tras más de 14 años formando especialistas aún no se ha normalizado ni normativizado, lo que provoca que muchas de las enfermeras formadas, actualmente, se encuentren trabajando en ámbitos ajenos a la Enfermería Comunitaria o la Atención Primaria o bien lo hagan sin que se reconozca su especialidad.

Este hecho, real y contrastado, no debe entenderse exclusivamente como una reivindicación a lograr, sino como un derecho que debe ser regulado y desarrollado por los órganos responsables tanto a nivel nacional como autonómico. No hacerlo supone un verdadero despropósito. Pero además representa un despilfarro del dinero público invertido para la formación de dichas especialistas durante dos años a un coste muy elevado y que posteriormente no se rentabiliza a través de la contratación de dichas especialistas en plazas específicas, debidamente reguladas, adecuadamente definidas, convenientemente retribuidas y eficazmente articuladas en las diferentes organizaciones del Sistema Nacional de Salud. No hacerlo, como sigue sucediendo, es por tanto un claro fraude de ley. En otras palabras, pero con idéntico sentido se manifestaba recientemente el actual secretario de Estado de Sanidad del Sistema Nacional de Salud español, Javier Padilla, al declarar que “No aprovechamos a las enfermeras especialistas; las tiramos por el desagüe”[4].

Palabras que viniendo de un alto responsable ministerial están, cuanto menos, libres de sospecha o de tratamiento de favor hacia las enfermeras, como rápidamente algunas/os de quienes siempre están pendientes de cualquier comentario que no les beneficie, se apresuraron a comentar con tono despectivo.

Sin embargo y sin quitar el valor que dichas declaraciones tienen, temo que puedan ser, nuevamente, declaraciones de interés, palabras bien intencionadas, halagos sin consecuencias… que no se traducen en hechos concretos y palpables que permitan realmente generar los cambios necesarios que precisa la población. Estamos inmersos en un escaparate permanente de palabrería en el que se trata de contentar a unas/os u otras/os o, al menos, evitar no disgustar a nadie. Promesas incumplidas, análisis superficiales, reflexiones sesgadas, compromisos vacíos, interés mal disimulado… que acaba por no concretarse en nada real y productivo.

Es un laberinto del que resulta difícil salir y en el que permanentemente se cambia el sentido de salida o llegada con el fin de que las enfermeras sigan dando vueltas perdiendo el tiempo y la paciencia o se cansen y se limiten a pasear por sus pasillos, o se acomoden y descansen a la sombra. Pero al final todos los recorridos conducen al mismo lugar, la invisibilidad. Nadie sabe realmente quién está dentro del laberinto, ni lo que en él hacen, pero todos dicen que son muy importantes.

A todo esto, hay que añadir otro factor como es el de la concepción que actualmente, en nuestra sociedad, se tiene del trabajo de atención a la salud. Salvando todas las excepciones, que existen y son muy loables, Enfermería, Medicina, Fisioterapia… se han convertido en modos de subsistencia, de trabajo seguro, de comodidad… No existe el sentimiento de orgullo de pertenencia profesional, la vocación se manosea, la ética pasa a ser una mera etiqueta, la solidaridad una pose, la inmediatez se impone a la constancia, la individualidad a lo colectivo, la productividad a la compasión, la eficiencia a la eficacia, el confort al bienestar, la enfermedad a la salud… y todo esto se identifica que se logra de manera mucho más fácil, segura, rápida y relajada en el ámbito urbano que en el rural.

Un ámbito, el urbano, en el que resulta mucho más fácil pasar desapercibido, en el que el compromiso se limita al cumplimiento horario, la iniciativa al uso de las TIC, la implicación se identifica como una imposición, la ilusión se traduce en hacer menos y cobrar más, el equipo no pasa de ser un grupo, la participación una obligada colaboración, la comunidad un sumatorio de gente, la familia un domicilio, la atención es asistencia puntual y rápida, la persona se sustituye por su enfermedad, la edad un inconveniente, las redes sociales limitadas a los dispositivos electrónicos, la salud un producto de marketing…

Mientras tanto en el ámbito rural, y cuanto más rural mucho más aún, el reconocimiento es referencia, la relación es compromiso, la comunicación complicidad, el tiempo intemporal, la confianza implicación, la participación es consenso, la salud una forma de vivir y convivir, las redes sociales un factor de protección, la edad es cúmulo de experiencia, la persona centra la atención, la familia un ámbito de intervención, la comunidad personas con necesidades colectivas reconocibles…

No se trata de una máxima en la que se den siempre estos factores, características o comportamientos, pero lo bien cierto es que la sociedad marca una forma de vida y convivencia que modula las relaciones, la comunicación, la percepción del tiempo o del espacio… y todo ello determina una forma de actuar y, sobre todo, de elegir dónde ser enfermera, médico, fisioterapeuta…

La desertificación rural no es una casualidad. Es la consecuencia de identificar nuestra aportación como un producto, como un recurso, como un bien… destinado a obtener beneficio económico en contraposición al beneficio o satisfacción profesional, asimilándolo al bienestar como estilo de vida preferente.

Se da la paradoja que el anonimato, el aislamiento, la soledad, la desconexión… que se identifican como aspectos característicos y negativos del ámbito rural de los que se quiere huir, son precisamente los que se dan con más frecuencia y, sobre todo, con efectos más demoledores en el ámbito urbano.

Y todo ello determina que se renuncie al desarrollo profesional en el ámbito rural. Que la elección de la especialidad de medicina familiar y comunitaria, principalmente, sea cada vez menos una opción, al identificarla como una amenaza a la ambición profesional, lo que determina la dificultad de cobertura de plazas en dichos ámbitos poblacionales. Algo que se replica en todo el contexto iberoamericano y que supone un verdadero problema de cobertura y de accesibilidad a un derecho fundamental como es la salud de todas las personas. La salud debe ser un resultado factible y real para todos y no una incógnita a despejar en función de las variables que conformen la ecuación, para lograr un resultado incierto y limitado a unos cuantos.

Las enfermeras pueden ser la mejor respuesta a esta situación de abandono progresivo que de momento se da en mayor medida en poblaciones rurales, pero de la que no están exentas las poblaciones urbanas, sobre todo las más vulneradas. Se trata de que las enfermeras, en primer lugar, identifiquen que esto es una opción real para la que tienen competencias sin requerir el amparo, vigilancia y control de ningún otro profesional y sin que ello suponga una invasión. Apuesta por la que han optado ya muchos países.

Por otra parte, el colectivo médico, debe abandonar de una vez su pertinaz temor a ser invadidos al mismo tiempo que entiendan que compartir determinados espacios de desarrollo profesional no supone una pérdida. Dejar de actuar como el perro del hortelano que ni come ni deja comer, facilitaría la conciliación entre sus intereses profesionales y las necesidades de salud de la población. Las enfermeras, por su parte, no son okupas que invaden “sus propiedades” como se quiere hacer ver.

No se puede seguir planteando la atención a la salud como un botín. La racionalización, la eficacia, la eficiencia, la coherencia, el consenso, el respeto… deben integrarse en el comportamiento de todas/os para lograr soluciones de salud global.

Parece razonable que entre miembros de disciplinas científicas se logre una comunicación basada en la defensa de la salud global y no tan solo en una mal entendida salud corporativa de unas/os u otras/os.

Las personas, las familias y la comunidad, lo son con independencia de su ubicación espacial o sus características geográficas. Su salud no puede seguir dependiendo de los intereses de nadie por legítimos que estos puedan o quieran ser interpretados. El bien común del derecho y abogacía por la salud siempre debe prevalecer sobre el interés individual de nadie. No entenderlo así es una contradicción para quienes dicen defender la salud.

[1] Escritor, guionista, editor de libros y periodista colombiano. (1927-2014).

[2] https://www.diariomedico.com/medicina/politica/javier-padilla-debate-falta-medicos-totalmente-esteril-haymas.html?check_logged_in=1

[3] https://www.redaccionmedica.com/secciones/formacion/la-asignacion-mir-extra-solo-deja-vacantes-en-familia-que-empeora-con-2461536#:~:text=La%20especialidad%20que%20no%20consigue,extraordinaria%20de%202023%20quedaron%20131.

[4] https://diarioenfermero.es/padilla-no-aprovechamos-a-las-enfermeras-especialistas-las-tiramos-por-el-desague/?idU=1

A PROPÓSITO DE UN ANUNCIO Realidad social y respuesta de cuidados

“La familia no es la sangre. Es la gente que te ama. Las personas que te cuidan la espalda”

Cassandra Clare[1]

 

                                                                           Para Rosy Galicia y Erick Landeros de la BUAP por su compromiso con la continuidad de cuidados enfermeros.

 

El otro día, como tantos otros, iba caminando por la calle absorto en mis pensamientos posiblemente, porque no lo recuerdo, dando repaso a los imponderables del día y los compromisos del mañana, cuando reparé en una valla publicitaria. No fue lo que en la misma se publicitaba como producto de mercado lo que llamó mi atención, pues no fue hasta bastante más tarde cuando reparé en este detalle que paradójicamente debería ser lo que principalmente captase mi atención, algo que no sé si las/os publicitas habrán diseñado para que suceda de esta manera o si, mi observación y mirada enfermera, habrán tenido la culpa de la alteración del orden de preferencias prefijado por las/os autoras/os del citado anuncio.

Sea como fuese y teniendo en cuenta que mi intención no pasa por analizar el efecto de atracción de la publicidad en cuestión, trataré de explicar el por qué de mi atención a propósito del anuncio.

La imagen que ilustra en más de tres cuartas partes la inmensa valla publicitaria y que sirve de cabecera a la presente reflexión, presenta una fotografía en la que un hombre de edad ni muy joven ni muy mayor, constitución física acorde a los cánones actuales de belleza, de nacionalidad no definida aunque de etnia no autóctona, de buena presencia y con una amplia sonrisa mira con afecto y simpatía a un gran perro que sentado en sus cuartos traseros observa atento a su supuesto compañero quien lleva a cabo la labor de limpieza o preparación de verdura en la bancada de una elegante y amplia cocina. Espacio en el que puede observarse igualmente el lugar de descanso y avituallamiento del can en cuestión.

Hasta aquí, más allá de las preferencias por la raza de la mascota en cuestión o la atracción hacia el modelo que corta abstraído el calabacín, más pendiente de su compañero que de la tarea que está realizando, nada destacable. Podría decirse que se trata de un anuncio más de los miles que se exhiben en las calles de nuestras ciudades o pueblos.

Pero, repito, mi mirada enfermera no pudo por menos que analizar la imagen desde una perspectiva diferente a la que, con absoluta seguridad, tenía intención de atraer la atención de potenciales clientes de materiales de construcción la empresa que se publicitaba.

La citada imagen, creo, nos traslada a una realidad social que no sé si está premeditada y cuidadosamente elegida o si se trata de una apuesta por llamar la atención de un determinado sector de población, o si son ambas cosas a la vez. Lo bien cierto es que refleja un determinado y cada vez más frecuente perfil social con, claro está, variables modificadoras en función de escalas económicas y sociales.

El anuncio que utilizo como referencia a mi reflexión, recoge precisamente una de esas nuevas estructuras familiares. No la única, pero si una cada vez más frecuente.

Antes de nada, quisiera analizar algunos datos destacables que considero sirven de argumento a mi posterior reflexión. Por una parte, el número de nacimientos continúa con la tendencia a la baja de la última década, sólo interrumpida en 2014. De hecho, desde el año 2013, el número de nacimientos ha bajado un 24,1% y vuelve a batir un récord a la baja, convirtiéndose en el dato más bajo de la serie histórica, que se remonta a 1941[1], reduciéndose el indicador coyuntural de fecundidad; hasta 1,19 hijos por mujer en 2021, entre los valores más bajos del entorno europeo3. Así mismo y no menos significativo es el hecho de que la edad media de la maternidad se ha elevado por encima de los 30 años, siendo en 2021 de 32,6 años. A ello hay que añadir la incorporación progresiva de la mujer al mercado laboral, de tal manera que la presencia de la mujer en el conjunto del empleo, según datos de 2022, se eleva al 46,2%, 4,9 puntos más que en 2007. En relación con 2007, la mujer eleva su presencia en el empleo en todos los grupos de edad, aunque han sido las mujeres de 55 a 64 años las que más han aumentado su peso en el conjunto del empleo de su grupo etario (en 2022 es 10,5 puntos superior que en 2007), La tasa de ocupación de las mujeres de 16 a 64 años supera el 60% en 2022, cifra máxima de la serie[2].

Así mismo en España, uno de cada cuatro abuelos cuida de sus nietos y dedica un promedio de siete horas diarias para su cuidado. Esta cifra contrasta con la media europea, puesto que, si bien más abuelos se ocupan del cuidado de sus nietos, lo hacen por menos tiempo, cinco horas diarias, lo que incorpora nuevas variables en el cuidado[3].

Por otra parte, la mitad de españoles conviven con una mascota, y ocho de cada diez las considera como parte de la familia, el 74% los incluye en sus fotografías familiares y un 7% les llama hijos, lo que les convierte en ‘pet parent’ (parientes/padres de mascotas)[4] (Figura 1)

                                          Figura 1.

El aumento del número de mascotas es progresivo en España, estando relacionado, entre otras razones, por el cariño y la compañía que aportan estos animales[5]. Esto conduce a que tal como se desprende de la encuesta de presupuestos familiares, del INE, el gasto en “Animales domésticos, productos y servicios relacionados” en los últimos 7 años haya ascendido un 77% de media en España. Esta partida de gasto excluye el gasto en servicios veterinarios[6].

Lo bien cierto es que la estructura familiar tal y como hasta no hace tantos años teníamos identificada producto del nacional catolicismo impuesto por la dictadura de Franco, se ha modificado de manera sustancial. Hemos pasado de las familias tradicionales extensas en las que convivían, en un mismo espacio, tres y hasta cuatro generaciones, a núcleos familiares de una sola generación o a lo sumo de dos compuestas, generalmente, por tres o cuatro miembros. Familias monoparentales/maternales. Familias de parejas diversas. Familias de un solo miembro con compañía o no de mascotas…

Todo ello dibuja una demografía diversa y con unas características específicas que tienen unas consecuencias, directas e indirectas, en el comportamiento social y en la forma en como se da respuesta a la necesidad de cuidados en el ámbito familiar que, durante décadas, ha sido el principal espacio en el que se prestaban. Siendo la familia y en particular las mujeres las que asumían, como respuesta al rol que socialmente se les asignaba, la prestación de los cuidados necesarios a los miembros de la familia tanto sanos como enfermos.

En cualquier caso, me gustaría aclarar que sobre lo que reflexiono en esta entrada, es sobre los cuidados familiares y profesionales y su continuidad. En ningún caso, pretendo cuestionar los cambios en la estructura familiar desde una visión arcaica.

Ese rol de cuidadora asignado tradicionalmente a la mujer por razones de tradición y educación muy ligadas a la cultura judío cristiana dominante en nuestro país, compartida por los países del contexto iberoamericano y alejadas de lo que sucede en contextos como los anglosajones, hizo que la mujer se viese abocada casi irremediablemente a asumir el cuidado denominado, desde mi punto de vista de manera muy poco acertada, como cuidado informal. Pues tal como recoge la RAE informal se refiere al mal comportamiento de una persona, lo que sin duda no se corresponde, en absoluto, con el cuidado familiar prestado mayoritariamente por las mujeres. Así pues, los cambios a los que he hecho referencia están haciendo que el cuidado familiar no sea prestado de manera mayoritaria por miembros de la familia (fundamentalmente madres, esposas, hijas, nueras…) y que se incorporen al mismo personas externas al ámbito familiar que asumen el cuidado como actividad laboral, aunque de manera precaria y/o de economía sumergida, es decir, sin relación contractual formal entre contratante y contratada/o, con los correspondientes efectos legales, sociales, económicos… que de esta situación se derivan. Puestos de trabajo que, por otra parte, son ocupados mayoritariamente por migrantes sin regularización de residencia

Derivado de lo anterior tanto la proporción de cuidados familiares que den respuesta a las necesidades en el ámbito domiciliario de personas con pérdida de autonomía o con dependencia que estaba establecida en unas tasas cercanas al 80% con relación al 20% que prestaba de manera formal el sistema de salud, se están modificando de forma clara y progresiva, lo que obliga a tomar decisiones muy importantes que permitan garantizar la continuidad de cuidados en el mejor espacio terapéutico, como es el domicilio de las personas. De tal manera que se tienen que llevar a cabo estrategias de cuidados que faciliten la articulación y gestión, de manera eficaz y eficiente, de los diferentes recursos familiares, sociales y comunitarios existentes. Desarrollando igualmente iniciativas de atención centrada en las personas cuidadoras que respondan, no tan solo a la prestación de los cuidados que precisan las personas con pérdida de autonomía o con dependencia, sino también a la atención individualizada de las personas cuidadoras identificándolas como receptoras de cuidados para que puedan afrontar con garantías de salud y bienestar los procesos atendidos y no tan solo como co-trabajadoras o ayudantes de las/os profesionales asumiendo aquello que éstas/os no realizan por derivación o por dejación, lo que acaba generando nuevas demandas de cuidados derivadas de los problemas de salud que provoca el cuidado familiar al desencadenar, en muchos casos, la renuncia a las necesidades propias de quienes cuidan, como consecuencia de aspectos tan ligados al cuidado en la mujer como la renuncia, la culpabilidad, la hiper responsabilidad, la falta de auto estima….

Además, y volviendo a la imagen que servía de inicio a mi reflexión, debemos tener en cuenta que emergen nuevos problemas de salud y nuevas situaciones de cuidados como consecuencia de los cambios de una sociedad dinámica, diversa y cambiante que impacta en la configuración de la estructura familiar y hace que se deban tener en cuenta nuevos planteamientos en la planificación de los cuidados, tanto a nivel domiciliario como del sistema de salud.

A nivel domiciliario y teniendo en cuenta la estructura familiar comentada porque no siempre permitirá la existencia de la figura de persona cuidadora familiar o principal por las razones ya expuestas. Porque, aunque puedan existir personas del entorno familiar que fueran susceptibles de ser cuidadoras familiares, estas pueden no querer asumir dicho rol, sin que ello pueda ni deba, en ningún caso, identificarse como un abandono o una pérdida de vínculo afectivo. Porque las condiciones de vivienda hacen que los espacios domiciliarios no siempre puedan cumplir con los requisitos mínimos para garantizar un cuidado de calidad. Porque el individualismo social y la pérdida de solidaridad consecuente minimizan o eliminan las redes sociales de soporte al cuidado. Porque el mercantilismo de la salud hace que los cuidados familiares se incorporen como un nuevo y rentable producto de negocio al que la falta de equidad impide que se tenga acceso universal.

A nivel del Sistema de Salud y teniendo en cuenta el modelo que actualmente impregna al mismo, en el que el cuidado está infravalorado y tan solo es asumido como un subproducto de la asistencia médica, abordar un problema como el que estoy analizando lo único que logra es incorporar elementos de dependencia, de demanda insatisfecha, de demora, de solapamiento entre servicios del propio sistema de salud y de otros organismos (municipales, diputaciones, asociaciones…), de descoordinación entre los diferentes ámbitos de atención (fundamentalmente entre Atención Primaria y Hospitalaria, pero también con servicio sociosanitario), de omisión al entender unos y otros que es, precisamente, a unos u otros a quienes corresponde dar respuesta y finalmente y tal como dice el refranero español, el uno por el otro, la casa sin barrer que acaba, como nos aporta el refranero en que, entre todas la mataron y ella sola se murió.

Por su parte el sistema sociosanitario lamentablemente ni es social ni aporta salud. Un sistema mayoritariamente privado con clarísimas diferencias de calidad en función de los precios pagados por la institucionalización. Con una respuesta pública pobre, mal estructurada, peor dotada, con una organización arcaica en la que el cuidado se reduce a la estancia hostelera en condiciones muchas veces deplorables, con una concepción vejatoria de lo que debería ser la atención a las personas adultas mayores centrada en sus necesidades y no tan solo en las de quienes deciden ingresar a sus familiares para poder dar respuesta a sus necesidades personales y/o familiares. Con una ausencia casi absoluta de coordinación con otros dispositivos o recursos comunitarios. Todo lo cual dibuja un panorama desalentador y dramático que se pudo constatar de manera muy cruel durante la no tan lejana, aunque ya olvidada pandemia de la COVID 19.

La soledad no deseada es otra de las consecuencias de este cambio social de la que tanto se habla ahora, pero ante la que nadie, o muy pocos, hace mucho o nada. Volver a plantear la soledad desde la perspectiva patogénica habitual es incorporarla en el circuito del asistencialismo, la medicalización y la cronificación que limitan o impiden los abordajes integrales, transdisciplinares e intersectoriales que precisa. Patologización que coadyuva al edadismo y la obsolescencia programada en una sociedad hedonista, centrada en la eterna juventud y dando la espalda a la muerte por entenderla y venderla como un fracaso desde el modelo medicalizado que se perpetúa sin que nadie parezca querer cambiarlo.

Una imagen como la del anuncio comentado que debería hacernos reflexionar, sobre todo a las enfermeras, en el necesario liderazgo de cuidados que tenemos que emprender e imponer. Un liderazgo transformador y radical a la actual respuesta formal del sistema de salud y de la rancia y trasnochada tradición judío cristiana en la que se circunscribe el cuidado casi exclusivamente al ámbito doméstico desde los mismos planteamientos de un pasado nostálgico al que algunas/os se empeñan en transportarnos de nuevo. Impidiendo respuestas eficaces y eficientes, al mantener una defensa a ultranza, interesada y oportunista del actual modelo de asistencia y prestación de cuidados que tan solo obedece a intereses corporativos de los lobbies de presión y de egocentrismo disciplinar incapaz de separar la vista de sus ombligos, que no dejan de ser una cicatriz visible pero inservible de aquello que en algún momento fue una vía de relación profesional, afectiva y vital con la ciudadanía.

Sino actuamos pronto este y otros anuncios serán, además de reclamos publicitarios, indicadores muy fiables de los cambios sociales y sus consecuencias para la vida de quienes, más allá del consumismo que persiguen los mismos, requieren de respuestas de cuidados saludables, de calidad y calidez.

Seguir mareando la perdiz con el discurso demagógico de la necesidad de humanización mientras se continúa dando la espalda a necesidades tan cercanas, reales y presentes como la prestación y continuidad de cuidados que precisamente imprimen humanización a la atención, es un ejercicio hipócrita y cínico que acaba fagocitando las citadas necesidades como consecuencia de los caducos modelos sanitaristas del contexto iberoamericano.

[1] https://www.animalshealth.es/animaladas/nacimientos-espana-siguen-minimos-historicos-2023-registran-mas-mascotas-ninos

[2] www.mites.gob.es/ficheros/ministerio/sec_trabajo/analisis_mercado_trabajo/situacion-mujeres/Mujeres-y-Mercado-de-Trabajo-2022.pdf

[3] https://www.cuidum.com/blog/abuelos-que-cuidan-nietos/#:~:text=En%20Espa%C3%B1a%2C%20uno%20de%20cada,menos%20tiempo%2C%20cinco%20horas%20diarias.

[4] https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2024-03-23/datos-mundo-mascotas-espana-pet-parent_3853414/#:~:text=Un%20mercado%20en%20auge&text=%E2%80%9CEl%20sector%20seguir%C3%A1%20creciendo.,los%20hogares%20tienen%20una%20mascota.

[5] https://www.lavanguardia.com/mascotas/20230216/8761225/mas-perros-gatos-casa-crece-numero-hogares-espanoles-coge-mascota-pmv.html

[6] https://zarabanda.info/el-gasto-en-mascotas-ha-aumentado-mas-de-un-70-en-espana/

IDEAS, IDEAL, IDEOLOGÍA E IDEOLOGIZACIÓN Por una salud global en el contexto Iberoamericano

                                                                      “Una confusa ideología de la libertad conduce a un dogmatismo que cada vez se revela más hostil contra la libertad.”

Papa Benedicto XVI[1]

 

El primero y más obvio de los actos del entendimiento, que se limita al simple conocimiento de algo, es la idea. Por su parte, el conjunto de ideas permite planificar y disponer un orden en la imaginación para la formación de una obra, un concepto, una acción… en base a las cuales actuar de una u otra manera.

Es por ello que las ideas son elemento fundamental en la construcción del conocimiento científico, técnico, artístico, político… que a través de la imaginación se puede transformar en nuevas ideas o proyectos, que eviten que estos se queden tan solo en el pensamiento como un ideal y pasen a convertirse en un modelo que sirva de norma en cualquier dominio o en un conjunto de ideas o de creencias fundamentales o ideología, que caracterice el pensamiento individual o colectivo a través del cual generar un movimiento cultural, religioso o político.

La cuestión que, lamentablemente, deriva en problema, es cuando esas ideas ideales o ideologías tratan de imbuir, infundir, instar o persuadir en personas o colectivos con el fin de manipular, restringir o eliminar sus ideas, ideales o ideologías, a través de la ideologización.

Ideologización que va en contra, muchas veces, del conocimiento puro, y racional del entendimiento humano en conceptos tales como la justicia, la libertad, la democracia, la equidad…. que son utilizados de manera interesada para maquillar la imposición, intransigencia, autoritarismo… con los que criminaliza ideas diferentes con el fin de estigmatizarlas, castigarlas o eliminarlas para imponer las suyas desde planteamientos irracionales, falsos, mentirosos, manipulados o negacionistas.

Esta tendencia que lamentablemente se está imponiendo en nuestras sociedades de manera tan “natural” como respuesta al descontento generalizado de las poblaciones ante las respuestas y actitudes de la clase política a sus necesidades y demandas, supone un riesgo evidente de proporciones aún desconocidas que no está siendo, desde mi punto de vista, adecuadamente ponderado y calculado por quienes permiten con sus votos de “descontento” o sus abstenciones de “desencanto” que se instalen en las instituciones democráticas quienes, precisamente, están en contra de las ideas, ideales e ideologías que dan sentido y sustentan la democracia, como si de un caballo de Troya se tratase, para eliminarlas a través de la ideologización culpabilizadora y excluyente disfrazada de ideología populista y efectista.

Puede dar la impresión o cuanto menos tratan que así se perciba, de que nada cambia sustancialmente o que cambia para bien con aparentes síntomas de mayor protección o seguridad, aunque los mismos obedezcan a evidentes ataques a derechos fundamentales como consecuencia de las medidas contra imaginarios enemigos como los migrantes, supuestos peligros como la diversidad cultural, sexual…, o hipotéticos ataques a la identidad nacional… entre otras.

Es tal la diseminación, intoxicación y contagio de tales movimientos ideleogizantes que sus consecuencias trascienden del ámbito político actuando como un cáncer con metástasis generalizadas a cualquier otro ámbito social, económico, cultural o profesional de manera silente e insidiosa de tal manera que cuando nos vayamos a dar cuenta posiblemente sea demasiado tarde para tratar el problema.

Con relación, precisamente, al ámbito profesional de la salud en cualquiera de sus roles, nos encontramos ya con manifestaciones, posicionamientos, ideas, propuestas… claramente infestadas de tales ideologizaciones que tratan de recuperar e imponer de nuevo atávicos ideales clasistas, totalitarios y/o excluyentes desde los que asentar un posicionamiento de poder que ven peligrar como consecuencia de lo que ellos identifican como una invasión a sus “dominios” profesionales y científicos. De tal manera que nos encontramos con manifestaciones como las recientemente aparecidas en un medio afín a sus planteamientos en el que se decía que “Los médicos son de familia universitaria; Enfermería de entornos con la ESO. Es el grado sanitario con porcentaje más elevado en formación de progenitores, mientras que Enfermería es el más bajo”[2]. Un planteamiento rancio pero real, de castas, de nobleza de transmisión hereditaria, de pureza de raza y de protagonismo egocéntrico. Nada es casual y estos planteamientos mucho menos. Tratar de minimizar tales palabras como una excentricidad, una anécdota o la habitual excusa de que se han sacado de contexto, tan solo contribuyen a asentar las ideas que encierran las mismas. Las palabras nunca son inocentes y están cargadas de intenciones. Y no me cabe duda de cuáles son las intenciones que se persiguen con las mismas. Están calculadas, medidas y son trasladadas en el momento que interesa y que contribuye a su diseminación para lograr el contagio de una ideología que se había reducido hasta casi su erradicación.

Todo ello, a pesar de declaraciones como las realizadas por el actual Secretario de Estado de Sanidad, Javier Padilla” quien, en un arriesgado ejercicio de sinceridad, de coherencia institucional y de evidencia científica, contrarresta con sus palabras, “el debate de la falta de médicos «es totalmente estéril; hay más que nunca«, uno de los mantras utilizados por esta tendencia ideologizadora médica según la cual existe una carencia crónica de médicos[3]. Discurso desde el que los médicos se presentan como víctimas permanentes de un sistema que supuestamente les maltrata a pesar de sus supuestos y cacareados esfuerzos por ofrecer, siempre según ellos, una asistencia de calidad como consecuencia de no obtener respuesta a sus demandas de índole laboral. Cuando realmente lo que persiguen es esconder y manipular las evidentes deficiencias y carencias de dicho y supuesto sistema maltratador que está planificado, organizado y dispuesto a su imagen y semejanza, para lograr así perpetuarlo y continuar con su posicionamiento de protagonismo exclusivo y excluyente en el mismo.

Pero, como decía, la tendencia no se circunscribe tan solo al ámbito de la atención. Los tentáculos, o metástasis como denominaba antes, de este mal invasor afectan a ámbitos como el universitario. Ámbito universitario que siempre ha sido un contexto de libertad de expresión y de reivindicación social pacífica que, en ocasiones y lamentablemente, se ha tratado de desvirtuar y presentar como violento y disruptivo. De tal manera que para evitar manifestaciones molestas para quienes quieren imponer su ideología se elaboran normativas para acotar, controlar, sancionar o prohibir, tal libertad de expresión y de posición, como las que el Gobierno Autonómico de Madrid tiene previsto aprobar. Todo un ejercicio de imposición ideológica desde un supuesto y manipulado ejercicio democrático. Todo desde la democracia, pero contra la democracia[4]

La docencia es otro ámbito claramente peligroso y al mismo tiempo tentador para este tipo de virus antidemocrático. De tal manera que se utiliza como caldo de cultivo propicio para generar las cepas más contagiosas contra determinantes sociales como el medio ambiente o la perspectiva de género, por ejemplo, tildándolas de ideologías manipuladoras y perversas. Para contrarrestarlas eliminan la realidad de violencia de género, que causa decenas de mujeres asesinadas anualmente, invisibilizándola tras una denominación tan neutra como inconexa como la de violencia intrafamiliar o modifican los contenidos formativos de, por ejemplo, la policía local en la Comunitat Valenciana de tal manera que quienes tienen que velar por la seguridad de las mujeres contra la violencia que sufren no la identifiquen como violencia de género exonerando así a quienes actúan como maltratadores desde posicionamientos machistas que son negados igualmente[5]. O modificando las leyes para asimilar la nacionalidad de los delincuentes a los hechos delictivos en su intento permanente de vincular la delincuencia con la migración. O retirando libros de contenido LGTBI+ con supuesto contenido sexual de bibliotecas infantiles y juveniles por considerar sus contenidos pornográficos y escandalosos[6] O la incorporación de pins parentales para restringir la educación sexual y de género que se demuestra claramente contraria al ordenamiento jurídico[7]

Normalizar actitudes contrarias al respeto al medio ambiente es un acto de irresponsabilidad justificado por razones mercantilistas que sitúa a las/os decisoras/es políticas/os como ideólogos contrarios a las tendencias y recomendaciones internacionales en defensa de la salud global[8]

La puesta en marcha de recursos o dispositivos que van en contra de la ley que garantiza la libre elección de interrupción del embarazo, presentándolos como una oferta de calidad y salud en defensa de las mujeres es una clara muestra de hipocresía y cinismo políticos que tan solo pretende imponer sus ideas y limitar o coartar la libertad de las mujeres, en otro claro ejemplo de ideologización que nada tiene que ver con la defensa de ideas[9].

Todo este abanico de ideas contra ideas es tan solo una pequeña muestra de lo que se está llevando a cabo en nuestras sociedades. Pudiera parecer que son tan solo planteamientos ideológicos conservadores diferentes a otros más progresistas, pero realmente son posicionamientos radicales ideologizadores que impactan en la salud de las personas, las familias y la comunidad a las cuales en ningún caso se les hace partícipes de las decisiones adoptadas.

Los posicionamientos de determinados grupos corporativos, los oportunismos generados en torno a dichas restricciones de derechos, las limitaciones de libertades, el control ideologizado, la obtención acrítica de resultados… resultado de esta ideologización que provoca serios problemas de atención derivados, por ejemplo, de la anulación o invisibilidad de ciertas prestaciones profesionales como los cuidados enfermeros. La limitación de competencias profesionales de las enfermeras con serias consecuencias para una atención de calidad y calidez. La deficiente organización del sistema sanitario que se centra en la enfermedad anulando la salud y la capacidad individual y colectiva para tomar decisiones. La deficiente educación para la salud en temas tan relevantes como la sexualidad y las relaciones afectivas, la diversidad sexual o la violencia de género. La manipulación de problemas sociales de gran calado como el medio ambiente el cambio climático o la violencia de género que suponen un aumento de los problemas de salud derivados de tales planteamientos con un incremento progresivo de aquellos directa o indirectamente relacionados con el cambio climático, los comportamientos machistas en constante ascenso en personas jóvenes, de maltrato y asesinato de mujeres o la percepción de casi la mitad de los hombres y un tercio de las mujeres en España que consideran que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad» que ahora se está discriminando a los hombres”[10]. Las trabas a la elección libre y responsable de las mujeres en relación a su cuerpo y en defensa de sus derechos recogidos y amparados por la ley. Y, en general, en contra de la salud pública y comunitaria al limitar o impedir el desarrollo de entornos saludable.

Ante este panorama es necesario e imprescindible que las enfermeras nos posicionemos claramente a favor de la abogacía por la salud; en defensa de la equidad; en contra de las desigualdades y la vulnerabilidad; en favor del respeto a las leyes que garantizan la libre decisión de las mujeres; en contra de la violencia de género y en favor de la perspectiva de género que evite los intentos de anularla, ocultarla o manipularla; posicionándonos como educadoras para la salud responsables para lograr una población autónoma y capaz de tomar decisiones sobre su salud y de asumir su autocuidado; contribuyendo a la alfabetización en salud basada en los determinantes sociales con especial atención al medio ambiente, el cambio climático, la pobreza o la educación, generando conocimiento y pensamiento crítico que evite la manipulación constante a la que se somete a la ciudadanía para lograr su apoyo a políticas contrarias a la salud, la libertad y la equidad desde planteamientos falsos o negacionistas; respetando y haciendo respetar la diversidad en todas sus manifestaciones que eviten o limiten posicionamientos radicales y excluyentes en cualquier sentido, porque tan contradictorio es negar su existencia o realidad como plantear que existen mujeres inundadas de hombres que se autoproclaman mujeres en una clara y rancia visión del feminismo que resulta tan excluyente y denunciable como la propia negación de la perspectiva de género.

Nada es blanco ni negro. La variedad de matices enriquece y contribuye a dibujar una sociedad colorista, dinámica, diversa y claramente funcional, participativa, solidaria y respetuosa. Pero para ello debemos luchas con absoluta convicción contra aquellas posiciones que vulneran la posibilidad de lograr una salud que es de todos y para todos y que nunca puede ser restringida, controlada ni manipulada por nadie, ni por nada.

Está en nuestras manos y en nuestra competencia enfermera contribuir a mejorar la salud global en un contexto iberoamericano que requiere de respuestas libres, decididas y equitativas por parte de las enfermeras como garantes para el acceso de todas las personas, las familias y la comunidad a esa salud global, integral, humanizadora y participativa. Que nuestra voluntad no se resienta ni se paralice para hacerlo realidad.

Señores. Sánchez, Petro, López Obrador, Boric… si realmente, como parece, apuestan por una Atención Primaria fuerte y eje de sus respectivos sistemas de salud en Iberoamérica y que sus intenciones sean algo más que meras intenciones, deben plantearse de manera clara, decidida y urgente un cambio en profundidad del modelo que impregna los sistemas de salud en los que se integra la Atención Primaria en sus respectivos países. No hacerlo supondrá un nuevo fracaso de reforma. El modelo estructural y organizativo biomédico está caduco, es ineficaz e ineficiente y, por todo ello, no responde a las verdaderas necesidades de una sociedad dinámica, multicultural y diversa. Un modelo asentado y centrado en intereses de poder corporativo y financiero que estrangulan cualquier intento de reforma que no pase por el del propio modelo del Sistema en su conjunto. En su capacidad de decisión política y en la importancia de rodearse de profesionales no contaminados por el citado modelo, está afrontar el verdadero cambio que transforme la realidad sanitaria y de salud de sus países. Lo contrario conducirá a que se perpetúen los males que lo impiden, dando alas a quienes, desde la ideologización, identifican la salud como un inmenso nicho de negocio que provoca el que muchas personas no puedan tener acceso a la misma. No es tarea fácil, pero más difícil resultará justificar el seguro y rotundo fracaso de sus intentos de reforma sino lo acometen adecuando de manera coherente, racional, ordenada y respetuosa las ideas que lo permitan y alejen los amenazadores nubarrones ideologizados.

[1]  Joseph Aloisius Ratzinger fue el 265.º papa de la Iglesia católica y el séptimo soberano de la Ciudad del Vaticano. (1927-2022)

[2] https://www.redaccionmedica.com/secciones/estudiantes/los-medicos-son-de-familia-universitaria-enfermeria-de-entornos-con-la-eso-5738

[3] https://www.diariomedico.com/medicina/politica/javier-padilla-debate-falta-medicos-totalmente-esteril-haymas.html?check_logged_in=1  

[4] https://elpais.com/espana/madrid/2024-07-03/el-gobierno-de-ayuso-quiere-sancionar-los-escraches-a-politicos-y-las-movilizaciones-que-interrumpan-las-clases-en-las-universidades.html

[5] https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/politica/generalitat-valenciana-pp-vox-elimina-formacion-violencia-genero-policias-locales_1_11494050.html

[6] https://www.publico.es/politica/vox-retira-libros-lgtbi-del-area-infantil-biblioteca-municipal-burriana.html#:~:text=La%20censura%20cultural%20de%20Vox,juvenil%20de%20la%20biblioteca%20municipal.

[7] https://ojs.uv.es/index.php/cuadernosconstitucionales/article/view/21452/19713

[8] https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/alicante/alicante-no-multara-zona-bajas-emisiones-proteger-economia-local-pondra-marcha-servicio-antiocupas_1_10822592.html 

[9] https://www.eldiario.es/comunitat-valenciana/alicante/pp-vox-pactan-creacion-oficina-antiabortos-alicante_1_10826657.html

[10] https://www.lamarea.com/2024/01/15/cis-igualdad-el-44-de-los-hombres-cree-se-les-discrimina-por-genero/