CARONTE: ÓBOLO Y VOTO Una travesía necesariamente reflexiva

Incluso el viaje tiene un final»

Séneca [1]

 

En este periodo de batalla política en el que han querido, unos más que otros, convertir lo que debiera ser un proceso electoral en el que poder tener acceso a información fiable, rigurosa, cercana, pero sobre todo, sincera sobre aquellos aspectos que afectan e interesan, o debieran interesar, al conjunto de la ciudadanía, en una dialéctica mentirosa, gamberra, sucia, zafia y mezquina que trata de confundir en lugar de clarificar, de alarmar en lugar de tranquilizar, de desviar en lugar de centrar la atención, de esquivar en lugar de asumir las responsabilidades, de atacar en lugar de confrontar, de manipular en lugar de negociar… todo con el objetivo de lograr un poder político que cada vez está más alejado de la ciudadanía a la que se insulta a su inteligencia, en la torpe creencia de que tan solo ellos/as la poseen, cuando, en realidad, son quienes más carencias tienen.

A escasos días para ejercer uno de los mayores exponentes de la libertad y la democracia, a través del voto, este se convierte, gracias a la influencia de quienes deben ser elegidos para guiar nuestras vidas, en el óbolo que se nos exige para subir a la barca y cruzar el río de la incertidumbre política en la que nos han instalado entre unos/as y otros/as, como sucediera a las sombras errantes de los difuntos recientes que querían ser conducidos por Caronte para pasar de un lado al otro del río Aqueronte. De tal manera que el voto, como expresión máxima de la participación ciudadana democrática, ha sido convertido tan solo en una moneda de cambio con la que pagar a alguno de los que representan al mitológico Caronte. Quienes no lo hacen, es decir quienes no pagan con su voto, el antiguo óbolo, y por tanto se abstienen en una decisión/elección lícita, pero de dudosa participación en la vida política, que no en la política, que nos afecta a todas/os, quedan vagando, asumiendo algunas/os, pero protestando la mayoría, lo que finalmente sale de las urnas, pasándoles en cierto modo lo que les sucedía a quienes no teniendo el óbolo para la travesía del río Aqueronte, quedaban vagando cien años por sus riberas esperando a que finalmente Caronte accediera a llevarlos sin cobrar.

La mitología, que sirve como referencia de muchas acciones reales y actuales, nos sitúa en este caso ante una situación en la que no tan solo existe un personaje que encarne a Caronte, sino que son muchos los que asumen su mito adornándolo con los discursos a los que me refería al inicio de mi reflexión, en base a los cuales tratan de atraer a quienes quieren subir a sus barcas, previo pago del consiguiente voto (óbolo), para atravesar el río electoral (Aqueronte) y conducirlos a su territorio.

En cualquier caso, este paralelismo con la mitología lo planteo ante las propuestas, sospechas, indicios y evidencias, que de todo hay, que se están produciendo en el panorama electoral, que estamos sufriendo y del que resulta difícil escapar sin provocar mucha incertidumbre y grandes dosis de temor en general y muy particularmente en lo que se refiere a la sanidad, la salud, los cuidados y las enfermeras. Es por ello que sería deseable que antes de entregar nuestro particular óbolo en forma de voto identifiquemos claramente al o la Caronte a quien lo hagamos. Porque la travesía que realicemos y el destino final al que se nos encamine van a depender de esta elección. Por tanto, no se trata de pasar el río, sino de cómo hacerlo, con quién y a dónde nos quiere conducir. Más aun teniendo en cuenta que finalmente y en función de cuantas/os entreguen sus óbolos/votos a unas/os u otras/os, el Caronte que logre mayor número de pasajeros en sus particulares barcas nos conducirá irremediablemente a todas/os a su destino, aunque no sea el que teníamos previsto o elegido, con las consecuencias que comporta.

Si como relatara, situándonos de nuevo en la mitología, Homero en la Odisea, sucumbimos hechizados por los sonoros cantos de sirena, la travesía aún será más incierta y podemos caer en la trampa de quienes actualmente, como ya sucediera en el siglo XIX, quieren sacar beneficio con las sirenas, disfrazándose como tales y solicitando el pago, en forma de voto, para poder ser vistas, atrayendo la atención y curiosidad de quienes creen los mensajes extraordinarios que sobre ellas se cuentan y que lamentablemente no son más que trucos destinados a lograr unos beneficios que nunca serán compartidos por quienes pagaron por verlas.

Estamos pues ante una trascendente decisión que forma parte de la libertad y contribuye a reforzar o debilitar la democracia sobre la que se respeta y defiende. No se trata de un simple pago. Se trata de una acción que comporta responsabilidad y compromiso con la sociedad en la que vivimos y convivimos y de los derechos que se han alcanzado para que sea una sociedad más justa, equitativa y respetuosa, con independencia de posicionamientos partidistas que tienen que ver más con cuotas de poder e ideologías que con cuotas de participación e ideas. Porque los derechos y la libertad para disfrutarlos, debieran ser patrimonio de todas/os y no ser utilizados como armas arrojadizas en función de unas supuestas y tramposas ideologías que lo que verdaderamente esconden son intereses partidistas en los que no se tienen en cuenta las necesidades de la población que, por otra parte, se manipulan intencionadamente para conformar su particular discurso con el fin de fascinar, hechizar y atraer a quienes necesitan para lograr su objetivo que no el de quienes son capaces de que lo consigan. Triste paradoja que, sin embargo, se repite de manera sistemática haciéndonos esclavos de sus decisiones y alejándonos de la posibilidad de actuar con libertad y respeto, aunque no siempre compartamos lo que facilitan dichos derechos. Porque nadie obliga a nadie a divorciarse, abortar, morir dignamente, elegir y vivir plenamente su identidad sexual, sin que nadie decida por nosotros lo que podemos ver, oír, leer o disfrutar, educar para que las personas puedan elegir lo que quieran y no tengan que asumir lo que se les dice que es bueno y rechazar lo que dicen es malo… y a partir de ahí que cada cual determine lo que quiera hacer en función de sus valores, creencias, sentimientos, emociones… que en ningún caso deben ser secuestrados en defensa de una supuesta, artificial y tramposa moral o normalidad impuesta.

Debemos exigir nuestra libertad de elección sin que ello suponga la alienación impuesta por una determinada corriente ideológica o la penalización de unas ideas por ser contrarias o diferentes a otras.

Antes de esta trascendente decisión que supone el dar nuestro particular y valioso óbolo, deberíamos reflexionar sobre lo que supone qué Caronte queremos que nos traslade en la travesía que vamos a iniciar. Y es preciso que seamos capaces de identificar y diferenciar los cantos de sirena que nos fascinan de las verdaderas intenciones de quienes los interpretan, sino queremos arrepentirnos cuando encallemos, enroquemos o nos hundamos, sin poder alcanzar aquellos logros que nos trasladaban en los cantos que nos atrajeron y atraparon.

Recientemente hemos podido comprobar como se están concretando decisiones en contra de determinados derechos y libertades que se creían consolidados y que han sido utilizados como moneda de cambio entre quienes recaudaron los óbolos para alcanzar el poder deseado, aunque ello suponga tener que renunciar a principios propios y libertades ajenas.

La libertad, la sanidad y educación públicas, la democracia, la capacidad de decisión… van a ser utilizados como mantras perversos que realmente enmascaran las verdaderas intenciones de control, vigilancia, restricción, prohibición… desde las que construir un mercantilismo salvaje, una sumisión a los lobbies de poder, una reducción de la capacidad de pensamiento reflexivo ante un utópico e idealista pensamiento único de liberalismo radical… que conducirá a un sistemático y progresivo proceso de desequilibrios y brechas sociales en los que la salud se verá comprometida como consecuencia de la falta de inversiones, la derivación a las empresas privadas, la perpetuación de modelos caducos y centrados en la enfermedad entre otras muchas consecuencias derivadas de las decisiones que priman los intereses económicos a las necesidades reales de la población con el falaz argumento de una necesaria eficiencia que lo único que persigue es saciar la voracidad de las empresas de la salud para hacer negocio con la salud, porque es una consecuencia de lógica económica y empresarial y no como pretenden hacernos creer de una lógica de atención eficaz.

Las enfermeras, nuevamente, seremos sistemáticamente cuestionadas como profesionales competentes, autónomas y capaces. Los cuidados profesionales serán invisibilizados y transportados al ámbito de la intrascendencia y la asignación social a la mujer como un elemento más de la negación de la perspectiva de género y sus desigualdades.

La Atención Primaria, a pesar de los cantos de sirena, será reconvertida en Atención Médica Primaria con idéntica propuesta privatizadora y una deficiencia en promoción de la salud, participación comunitaria, empoderamiento social… en favor del modelo asistencialista, medicalizado, paternalista, dependiente y tecnológico que interesa perpetuar.

Puede pensarse o plantearse, y se está en el derecho a hacerlo, que mi reflexión está contaminada, es parcial, maliciosa o revanchista, pero la realidad es tozuda y la historia esclarecedora.

Cuando ni tan siquiera han transcurrido dos meses desde las elecciones autonómicas y municipales y mucho menos tiempo desde que los gobiernos surgidos del viaje de una orilla a otra se concretasen, ya tenemos ejemplos claros y palmarios de lo que estoy planteando. Por ejemplo, el que hayan desaparecido de un plumazo las enfermeras que ocupaban puestos de responsabilidad en cargos de toma de decisión política, no porque hayan sido sustituidas por otras de su posición ideológica o partidista, sino simplemente porque han sido eliminadas como opción a acceder a los mismos. Por ejemplo, rescatar en el túnel del tiempo a quien fue artífice de una de las mayores privatizaciones de la sanidad pública conocidas en nuestro país para situarlo como consejero de sanidad, modificando de paso el nombre de salud universal y salud pública, que parece ser les parece demasiado peligroso y sospechoso de cierta tendencia ideológica izquierdosa. Y podríamos seguir exponiendo ejemplos que, de momento, tan solo son la carta de presentación de lo que posteriormente será el desarrollo de sus ansias derogatorias para allanar el camino de sus verdaderas intenciones mercantilistas y privatizadoras.

El 23 de julio tenemos una responsabilidad ciudadana, pero las enfermeras, además, tenemos una responsabilidad de identidad profesional, de compromiso social, de defensa de los derechos fundamentales, de implicación con la salud pública, de reivindicación de los cuidados profesionales, de identificación con las poblaciones vulneradas, de rechazo al negacionismo científico… por lo tanto debemos pensar de manera clara y reflexiva a quién damos nuestro óbolo para cruzar el río. No da lo mismo hacerlo a unos/as que a otros/as. No se trata tan solo de ideología. No depende solo de quien ejerce de Caronte. No vale tampoco inhibirse y dejarse llevar. Se trata de decidir con coherencia desde lo que somos y nos sentimos como enfermeras. Porque nuestra decisión no tan solo es consecuencia de un derecho como ciudadanas/os, sino que es una obligación como enfermeras que tenemos el compromiso de acción y defensa de la salud comunitaria y pública.

Nuestro óbolo (voto), por tanto, tiene un valor democrático y de libertad, pero también lo tiene de valor ético y estético con las personas, las familias y la comunidad. No lo regalemos y seamos capaces de exigir que el mismo sirva para lo que, como enfermeras, asumimos siéndolo, con independencia de nuestras ideas y nuestras preferencias políticas. Finalmente, como dijera C.S. Lewis[2] “No puedes volver atrás y cambiar el principio, pero puedes empezar donde estás y cambiar el final”.

[1]Filósofo, político, orador y escritor romano conocido por sus obras de carácter moral. (4 ac-65 ac).

[2] Apologista cristiano anglicano, medievalista, y escritor británico, reconocido por sus obras de ficción (1898-1963)

CIE 2023: LAS ENFERMERAS UNIDAS. UNA FUERZA PARA LA SALUD GLOBAL Del lema a la realidad. De la realidad a la posibilidad.

El que obtiene la unidad, lo obtiene todo”

María Zambrano [1]

 

El Consejo Internacional de Enfermeras (CIE) y la Asociación de Enfermeras de Canadá (CNA) han organizado el 29º Congreso del CIE, celebrado del 1 al 5 de julio de 2023 en Montreal -Canadá-, con el tema: Las enfermeras unidas: una fuerza para la salud global.

Sin duda un lema que representa un gran deseo y una imprescindible necesidad, pero que lamentablemente no deja de ser un sueño del que despertamos diariamente con la sensación de que nunca lograremos alcanzarlo y que, en ocasiones incluso, se torna en pesadilla por cuanto supone una fuerte respuesta emocional, derivada de la ansiedad que genera y que desemboca en una profunda tristeza.

Puede parecer extraño, cuando no contradictorio, que el deseo de unidad derive en ansiedad. Pero, al menos en nuestro país, hablar de unidad es algo que algunas/os deseamos, otros/as rechazan y otros/as temen.

El deseo de quienes han/hemos trabajado y siguen/seguimos trabajando por dicha unidad lamentablemente y a pesar del trabajo, esfuerzo y dedicación para lograrlo se ha topado siempre con las trabas y trampas de quienes identifican en dicha unidad una pérdida de poder y una oportunidad para medrar a costa de la Enfermería y las enfermeras, aunque su discurso pretenda trasladar entrega y dedicación de manera tan falsa como interesada. Rechazo y temor, por tanto, que justifica la permanente parálisis a la que someten, con su falta de acción y decisión, a la Enfermería y con ello a la debilidad de la misma ante la administración política y sanitaria y la propia sociedad.

La presencia en Montreal no es suficiente para lograr la unidad. Las fotos protocolarias no contribuyen al consenso necesario. Las buenas intenciones, trasladadas a través de mensajes tan artificiales como falsos, no permiten modificar la sensación de aislamiento y falta de representación. Montreal queda demasiado lejos para la gran mayoría de las enfermeras. Cuando la realidad más cercana, más íntima, más identificable de nuestro entorno, no se vive con la ilusión de unidad sino con la permanente sensación de distancia, aislamiento y ruptura entre quienes debieran conformar la representación de los diferentes ámbitos científico-profesionales de gestión, atención, docencia e investigación, impide que identifiquemos como propio el lema elegido y que cueste creernos y apoyar la esencia del mismo que, por sí solo, no es capaz de lograr la unidad que propone.

Sin duda, la unidad es tan deseable como necesaria, pero para lograrla se requiere voluntad real y no tan solo manifestaciones a las que tan acostumbradas/os estamos, pero que no debemos naturalizar ni entender, en ningún caso, como normales. Porque no se trata de tender hacia el pensamiento único, sino de huir de él para construir desde el pensamiento crítico una realidad de unidad en la que como dijo Stephen Covey[2], “las fortalezas están en nuestras diferencias, no en nuestras similitudes”.

Quienes ahora se apresuran a aplaudir el lema, son exactamente los mismos que han evitado, por acción u omisión, que sea cuanto menos una posibilidad con sus estrategias de confusión, sus dinámicas de exclusión, sus posicionamientos de fuerza, sus eufemismos y sus falacias. No se logra la unidad, en la que ahora parecen creer, ya que la identifican como una amenaza a sus intereses particulares, en lugar de como una oportunidad a los intereses generales de las enfermeras. Pretender que creamos en sus buenas intenciones es tanto como querer que continuemos creyendo en las hadas madrinas y los milagros, más aún cuando hablamos de profesionales de una ciencia que requieren y exigen evidencias y no tan solo ocurrencias por fantásticas que puedan ser y que, además, no lo olvidemos, se pagan con el dinero de todas las enfermeras.

La unidad precisa de generosidad, de voluntad, de compromiso, de humildad, de libertad, de sinceridad, de ética y estética… para lograr que sea una realidad que trascienda a la simple verbalización vacía y sin sentido que actualmente se le da.

Asistir a la conferencia del CIE debería ser una forma de concretar acciones, de aportar convicciones, de generar evidencias, de compartir experiencias, de establecer estrategias, de limar diferencias, de facilitar consensos, de plantear objetivos, de valorar resultados… y no tan solo un escaparate de sonrisas más o menos sinceras, más o menos protocolarias, más o menos necesarias, ni una reunión en la que aparentar lo que en muchas ocasiones no se es ni se desea ser.

Canadá queda lejos, pero aún queda mucho más lejos la actitud de quienes dicen representarnos.

Canadá no la podemos acercar, es evidente, pero la actitud si podemos y debemos aproximarla a las necesidades reales de la profesión/disciplina enfermera y de las enfermeras que son las que pueden y deben cambiarla para que la unidad sea una realidad asumible y asumida por todas ellas.

Pero Canadá propició otros hechos como que el primer ministro del país, asistiese a la Conferencia. Si bien es cierto que su presencia puede enmarcarse en una muestra de respeto protocolario, no es menos cierto que ya nos gustaría a las enfermeras españolas que nuestro presidente o jefe de estado, se implicasen de igual forma, aunque tan solo fuese por protocolo, con nosotras, en lugar de mantener su permanente distancia y por tanto compromiso que no se minimiza con declaraciones más de apoyo a las mismas tras la pandemia, faltaría más por otra parte. Aspecto que con otras disciplinas tratan con mayor mimo, asistiendo a los llamamientos que les realizan, lo que, cuanto menos, induce a interpretar que se establecen prioridades a la hora de responder con una presencia real y no tan solo epistolar de disculpa por las inefables y recurribles “cuestiones de agenda”, lo que pone de manifiesto que en las agendas no parece haber nunca espacio para las enfermeras.

Pero es que, además, el primer ministro de Canadá, el Sr. Justin Trudeau, en su discurso dijo algo que, aunque puede ser identificado también como un guiño interesado para la ocasión, no es menos cierto que no deja de ser una declaración que aporta algo más que buenas palabras al manifestar una realidad que interpela a terminar con intenciones de cara a elecciones para pasar a llevar a cabo elecciones de intenciones reales que mejoren la situación de las enfermeras por cuanto hacerlo supone mejorar la situación de salud de las personas, las familias y la comunidad.

Decir que “Las enfermeras son héroes, pero los elogios no pagan el alquiler”[3], tal como hizo el Sr. Trudeau, supone asumir personalmente que su discurso se distancia del elogio fácil, oportunista y puntual, para situarse en la identificación de una realidad que resulta cruel y de la que lamentablemente participan de manera generalizada las/os responsables políticas/os a nivel global, lo que paradójicamente contradice el lema del CIE de “una fuerza para la salud global”, porque ni nos facilitan la fortaleza del liderazgo indiscutible e indispensable de los cuidados profesionales, ni permiten que realmente se convierta en una acción real de salud global como sería deseable y es planteado reiteradamente por parte no tan solo del CIE sino de la propia OMS en innumerables posicionamientos, sin que los mismos sean asumidos por parte de quienes tienen la capacidad política de hacerlo pero adolecen de la voluntad política de concretarlo con acciones firmes, coherentes y determinantes para acabar con una manifiesta e incomprensible falta de apoyo político e institucional.

Repito, se pueden entender las palaras del Sr. Trudeau, como oportunistas, pero nadie puede cuestionar su oportunidad y acierto, aunque dudo que alguien de nuestro país sea capaz no ya de asumirlas sino tan siquiera de entenderlas y con ello tratar de emularlas. A buen seguro, si las han llegado a oír, que no escuchar, estarán pensando, en estos momentos, la manera de utilizarlas para adaptarlas a su discurso electoralista.

Por tanto, la unidad de las enfermeras es un concepto, un deseo, una necesidad, una oportunidad de salud global que escapa a los intereses de unos u otros y se debe concretar y focalizar en las enfermeras. No por cuestiones laborales o corporativas, en absoluto, por muy lícitas que puedan llegar a ser, sino por cuestiones de salud comunitaria, de coherencia política, de apoyo a la salud pública, de evidencia científica, de sentido común, de justicia, de equidad y libertad. No hacerlo nos seguirá situando en un plano de claro deterioro de la atención a la salud desde los sistemas sanitarios que siguen anclados en organizaciones caducas que responden de manera eficaz tan solo a una reducida parte de la población, sin que siempre sea quien más necesidades tiene. Siendo generadoras de dependencia, de demanda insatisfecha, de vulnerabilidad, de falta de equidad, de limitación de la accesibilidad, de favorecer la medicalización, de anular la participación… y, en definitiva, de una atención fragmentada, discontinua, despersonalizada y deshumanizada.

La unidad de todas las enfermeras pasa pues por la necesidad de analizar quienes están actuando como ficticios referentes y cuáles deben ser nuestras/os verdaderas/es líderes, es decir, aquellas/os capaces de catalizar, coordinar, articular y no disgregar, desordenar y confundir, teniendo en cuenta, además, que la unidad no significa que necesariamente debamos pensar todas/os lo mismo, ni estar todas/os de acuerdo, porque precisamente, en la diferencia está la riqueza que puede fortalecer la unidad, porque como expresara Isaac Newton[4] “la unidad es la variedad, y la variedad en la unidad es la ley suprema del universo”. Pero también pasa por exigir que nuestras/os representantes políticas/os en todos los niveles sean capaces de identificar, valorar y reconocer la aportación real y valiosa de las enfermeras de tal manera que el cambio en su discurso sea consecuencia de ello y no tan solo un postureo falso intentando agradar para obtener un apoyo interesado a sus intereses.

Canadá ha sido un ejemplo de lo que puede ser y no es. Pero también debiera ser un punto de inflexión para que realmente sea lo que debe ser si queremos contribuir de manera decidida a la salud global desde la unidad enfermera. Unidad enfermera que, sigo insistiendo, debemos propiciar en el marco de un contexto iberoamericano que nos permita liderar autónoma y libremente nuestro presente y construir el futuro de una realidad propia, sin despreciar las aportaciones externas como referencia, pero no como influencia contaminadora y colonizadora que logra a través de la fascinación, la exclusión de lo que nos es propio, cercano y compartido, empezando en el ámbito académico e invadiendo todo el ser y sentimiento enfermero[5].

[1]Intelectual, filósofa y ensayista española (1904-1991).

[2] Licenciado en administración de empresas, escritor, hacedor de frases, conferenciante, religioso y profesor estadounidense (1932-2012).

[3] https://www.linkedin.com/posts/jesus-morente-lopez-b31a3843_trudeau-las-enfermeras-son-h%C3%A9roes-pero-los-activity-7082972732304351232-AQBg/?utm_source=share&utm_medium=member_ios

[4] Físico, teólogo, inventor, alquimista y matemático inglés (1642-1727)

[5]https://www.researchgate.net/publication/372062294_Hegemonia_del_conocimiento_academico_entre_silenciamientos_y_borramientos

OFENDE QUE ALGO QUEDA De la descalificación a la invisibilización

“Yo no insulto. Yo demuestro

El rinoceronte (1959) Eugene Ionesco[1]

            Se ha instaurado en el debate público el lenguaje de la descalificación, el insulto, la ofensa… como método para construir una realidad ficticia que sea asumida, creída y defendida por parte de quienes la reciben.

            Lo de menos es si lo que se dice, afirma y sostiene tiene justificación, se sustenta en pruebas o se sabe a ciencia cierta, nunca mejor dicho, si se corresponde con la verdad o es simplemente una estrategia que permita construir un mensaje oportunista del que poder sacar rédito por parte de quien verbaliza el discurso de la ofensa, al pensar que haciéndolo y con independencia del contenido de verisimilitud que tenga, conseguirá que algo quede y, por tanto, se cuestione, acuse, sospeche, rechace… a quien o quienes son depositarios del mensaje acusador, aunque el mismo sea tan solo un artificio verbal que pretende desautorizar, desvalorizar, ridiculizar o simplemente ofender.

            Esta estrategia no tan solo no es nueva, sino que ni tan siquiera tiene capacidad de innovación a pesar de la inteligencia artificial como sustitutiva de la inteligencia natural que se debe entender agotada al tiempo que requiere pensar, analizar, reflexionar y sobre todo respetar. Últimamente, sin embargo, está siendo utilizada de manera muy generalizada en múltiples ámbitos sociales, políticos, económicos… pero también profesionales e incluso científicos, posiblemente por hecho de creer que una ofensa tiene valor exactamente en la medida en que te obliga a reflexionar (Elías Canetti)[2].

            Su uso no tan solo se generaliza, sino que, además, se depura con el fin de que la construcción del discurso que se traslada a la audiencia tenga una apariencia de realidad que permita su utilización como arma de ataque que evite el debate y la reflexión al generar un escenario de confrontación en el que no existen más reglas que las de la mentira de quien ataca, procurando repetirla muchas veces en el convencimiento de que así será capaz de hacer creer que es verdad, y el intento de desmontarla de quien las sufre en su intento por evitar una derrota tramposa. El problema aumenta cuando ambos contendientes asumen el instrumento de la ofensa y, entonces, la cuestión se centra en ver quien tiene mayor habilidad o capacidad de persuasión para convencer a quienes va dirigido el mensaje y de esta manera lograr la aceptación de su mentira como certeza o el rechazo de la del contrario como falsedad

            En cualquier caso, lo realmente importante es sembrar la duda y con ella la confusión, con tal de conseguir aquello que no se es capaz de lograr a través del argumento, la justificación o las pruebas basadas en el rigor informativo o científico. Si a lo dicho, además, contribuyen los medios de comunicación haciéndose eco de los mensajes de descalificación sin contrastar su certeza, el mensaje se ve amplificado en cuanto a su capacidad de provocar daño de manera interesada, aunque pueda entenderse interesante.

            Este juego perverso se traslada al discurso utilizado muchas veces por parte de quienes quieren hacer ver que su posición no tan solo es la única válida, sino que cualquier otra que se presente como alternativa o complementaria sea identificada como un peligro para quienes deben ser depositarios o destinatarios de las acciones propuestas por unos y desacreditadas por otros desde la mentira y la ofensa a quienes las lideran.

            Decir que los médicos son quienes más aportan a la salud de la población, que una atención prestada por enfermeras es un peligro para la salud de las personas, que los cuidados no son lo más importante en las UCI, que la gestión es competencia exclusiva de los médicos, que las enfermeras no pueden tener una nivel A1 por ser una categoría inferior, que los médicos son los mejores interlocutores con la población, que las enfermeras no pueden prescribir por no tener competencias ni preparación para ello, que los médicos son los únicos que pueden salvar el sistema sanitario… son tan solo algunas de las afirmaciones que se trasladan como verdades incontestables a la población desde una posición de poder y a través de órganos de representación científico-profesional como organizaciones colegiales, sindicales e incluso sociedades científicas.

            La construcción de estos mensajes no es casual, ni circunstancial, ni inocente, ni imprevista, ni tan siquiera accidental. Es una construcción metódica, interesada, intencional e intencionada, culpabilizante, descalificadora, alarmista y sensacionalista que trata de generar en la ciudadanía una sensación de indefensión, desprotección, temor, duda, incertidumbre, desconfianza… hacia las enfermeras y su actividad profesional autónoma para reforzar su estatus e influencia que consideran en riego. Se trata de verdades a medias o mentiras completas como argumento tramposo y mezquino ante la total falta de argumentos que permitan razonar su intento permanente de colonización absoluta del sistema sanitario, sin dejar resquicio alguno para la puesta en valor, el reconocimiento o la visibilización de nadie más que no sean ellos, aunque su asistencia no tan solo no responda a las necesidades de salud reales de las personas, las familias y la comunidad, sino que además generen dependencia y demanda insatisfecha con su actitud paternalista centrada en su protagonismo exclusivo y excluyente.

            Quieren ser los valedores exclusivos de la salud, pero se excluyen ellos mismos de las ciencias de la salud por considerarla una ciencia excesivamente compartida por otras disciplinas, refugiándose en la ciencia médica o biomédica como espacio de club privado y con derecho de admisión.

            Sus mensajes del miedo, trasladan una visión subsidiaria, complementaria y secundaria de las enfermeras, ocultando, o lo que es peor, desprestigiando cuando no descalificando su atención autónoma en base a sus competencias específicas y minusvalorando los cuidados, cuando no intentando apropiarse de ellos, aunque tan solo sea como estrategia para que no se identifiquen con las enfermeras.

            Mientras todo esto sucede las enfermeras permanecen agazapadas en sus nichos ecológicos y refugios asistencialistas en los que, lamentablemente, se han acomodado asumiendo el papel secundario que les asignan y si algunas tratan de desarrollar su actividad autónoma y alejada de los corsés asistencialistas impuestos son rápidamente señaladas y desprestigiadas por sus iguales y por quienes actúan como señoritos del cortijo en que convierten los centros de salud y los hospitales, organizados a su imagen y semejanza para mejor disfrute de su desarrollo profesional, aunque el mismo no siempre conlleve una respuesta de calidad a las necesidades de salud de la población y ni tan siquiera una solución a las enfermedades que padecen y que se convierten en el verdadero objeto de deseo de quienes falsamente reivindican la salud a sabiendas de que es la mejor manera de que la misma no eclipse su verdadero interés, la enfermedad al margen de quienes la padecen.

Por su parte las máximas representantes de las enfermeras mantienen un silencio ensordecedor, en parte producto de la incapacidad por contrarrestar los mensajes trasladados, mas allá de la queja lastimera o el pataleo improductivo, en parte debido a la debilidad de las organizaciones que representan como consecuencia de la falta de adherencia o pertenencia a las mismas, lo que es aprovechado para intensificar los mensajes y hacerlos públicos a través de los medios que ellos mismos controlan, manejan y manipulan en connivencia con la industria farmacéutica.

            Estamos asistiendo a un deterioro progresivo y letal de las instituciones y las organizaciones de la salud como parte de la salud pública que se dice defender pero que en realidad se utiliza como escudo protector para los verdaderos y maléficos intereses de quienes no tienen verdadera intención, ni voluntad, ni compromiso en que mejore.

            La Atención Primaria y Comunitaria como ahora se denomina, aunque sea tan solo una etiqueta que permite maquillar su evidente deterioro, se reclama como territorio propio a pesar de la deseada diáspora de quienes en la misma trabajan o del rechazo a hacerlo de quienes tienen oportunidad de incorporarse al dejar desiertas las plazas de formación de especialistas. Pero como si de una fortaleza numantina se tratase, prefieren morir en su hipotética defensa, antes que dejar que las que consideran una amenaza para su prestigio, poder e influencia puedan ser identificadas y valoradas por su aportación profesional, aunque para ello tengan que utilizar las males artes de las mentiras o las descalificaciones.

            Desde luego la solución no pasa por replicar la estrategia del descrédito y la ofensa como remedio para contrarrestar el negacionismo que en torno al cuidado y la aportación específica enfermera se genera y se acepta como natural. Pero tampoco desde la pasividad y la inacción se conseguirá anular el efecto nocivo de la mentira.

            Recientemente el actual presidente del gobierno, objeto de una campaña de descrédito y descalificación que ha venido a bautizarse como antisanchismo, ha decidido actuar defendiendo su honorabilidad y su acción política, asistiendo a los medios de comunicación, algunos de los cuales han actuado como amplificadores de la citada estrategia, para desenmascarar las mentiras y poner en valor sus decisiones, al darse cuenta que desde el silencio lo único que se consigue es contribuir a reforzar los mensajes contra él y que responder con idéntica estrategia es caer en la trampa de la provocación que sería utilizada como arma contra él mismo.

            No es mi intención replicar o emular la estrategia política del Seños Sánchez, pero cuanto menos debiera servirnos como ejemplo para pensar en qué debemos hacer si queremos, al menos, luchar hasta el final sino queremos que nos identifiquen como tramposas que queremos invadir espacios que no nos corresponden y por tanto se justifique en base a esta premisa falsa nuestra anulación como profesionales autónomas.

            Utilizar la estrategia del avestruz escondiendo la cabeza bajo tierra, desde luego, a lo único que nos puede conducir es a que seamos incapaces de ver la realidad y poder afrontarla. No se trata de ser temerarias, pero si de no ser cobardes y utilizar nuestro conocimiento y competencias como respuesta a las ofensas que tratan de anularnos como enfermeras y rescatarnos como profesionales tecnológicas al servicio de la profesión/ciencia médica y sus propósitos colonizadores.

            Mientras, por una parte, medicina, como disciplina/profesión, no sea capaz de identificarnos desde el respeto científico como profesionales autónomas capaces y competentes para optar, en base a criterios de capacidad y mérito, a cualquier ámbito de toma de decisiones, teniendo que utilizar la mentira y la ofensa como arma defensiva de sus intereses laborales o profesionales aunque estos sean legítimos, y por otra enfermería también como disciplina/profesión no sea capaz de madurar y hacer frente de manera decidida, rigurosa y contundente a los ataques basados en mentiras, la salud continuará siendo una quimera eclipsada por la enfermedad y quien la promueve y defiende como foco de atención, organización, gestión o negocio.

            La salud es el resultado de un compromiso compartido basado en la verdad, el rigor, la participación, la libertad y el derecho a la misma más allá de personalismos autoritarios y excluyentes que impiden la participación, la diversidad, el análisis, el debate, el pensamiento crítico y el consenso.

            Nadie es imprescindible, pero tampoco nadie es prescindible y todos son necesarios e importantes en la construcción de una salud solidaria y participativa.

            No caigamos en la trampa de quienes no tienen mayor interés que el suyo propio o corporativo y utilizan cualquier estratagema para lograrlo.

            Tan solo desde el respeto y el diálogo seremos capaces de minimizar, anular o eliminar las diferencias y reforzar las coincidencias.

            Los extremismos, sean políticos, económicos o corporativos tan solo conducen a la generación del odio, la exclusión y el acoso. La connivencia, alianza o consentimiento con ellos nos esclavizan, anulan e incapacitan para plantear soluciones de equidad e igualdad. Como dijera Jorge Wagensberg[3] “El insulto busca la ofensa y apunta a las personas; la libertad de expresión apunta a las ideas y busca la crítica”.


[1] Dramaturgo y escritor franco-rumano (1909-1994)

[2] Escritor búlgaro de lengua alemana (1905-1994).

[3] Científico y escritor español (1948-2018)

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ESTRATEGIA Y LIDERAZGO ENFERMERO DE CUIDADOS. Del oportunismo político al compromiso profesional.

“Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.

Albert Einstein.[1]

 

Haciendo un breve repaso a los proyectos, estrategias, comisiones de trabajo… en los que las enfermeras últimamente hemos estado implicadas de manera muy directa en su desarrollo, me vienen a la cabeza, el Marco Estratégico de Atención Primaria y Comunitaria (MEAPyC) del Ministerio de Sanidad, la Mesa Asesora por los Cuidados del Ministerio de Igualdad y la Estrategia de Cuidados, la Estrategia de Cuidados del Ministerio de Sanidad.

            Salvo el MEAPyC[2] presentado en el Pleno del Consejo Interterritorial de Salud del día 10 de abril de 2019 y publicado en el BOE nº 109, de 7 de mayo de 2019, la Mesa Asesora por los Cuidados está en fase de desarrollo y tan solo en fase inicial la Estrategia Nacional de Cuidados.

            El MEAPyC, si bien es cierto que está aprobado y publicado es tan solo eso, un Marco, es decir una referencia que precisa del desarrollo e impulso que le den las Comunidades Autónomas (CCAA) en cada uno de sus respectivos servicios de Salud. Desde que se publicó en 2019 tan solo alguna Comunidad Autónoma de manera aislada y tibia ha hecho propuestas para implementar las estrategias propuestas en el documento en su territorio, lo que pone de manifiesto la poca voluntad política existente en cambiar un modelo como el de la Atención Primaria tan desgastado, caduco, inoperante, ineficaz e ineficiente, pero al mismo tiempo tan necesario e importante que, además, genera tanta frustración y desilusión en los profesionales como impotencia e indignación en la población. Si bien es cierto que la pandemia puede identificarse como un claro factor de parálisis en su evolución, no es menos cierto que tras la misma la nueva realidad de salud comunitaria justificaba más que nunca el cambio necesario para responder a las nuevas necesidades y demandas de la sociedad. Sin embargo, el inmovilismo y la inacción política condujo a la parálisis del proceso y al progresivo y destructivo deterioro de su organización y de su consecuente respuesta de atención. Cuestión que, en parte, fue aprovechada como excusa de las reivindicaciones laborales que en poco o en nada tenían que ver con las carencias que, además, eran consecuencia en gran medida del modelo asistencialista, paternalista, biologicista, medicalizado… que imprimían quienes ahora protestaban por sus derechos laborales, aunque los intentaran maquillar de defensa de la sanidad pública y de la calidad de la atención que, en ningún caso, se solucionan con un aumento lineal del tiempo de consulta o del número de médicos, porque no son la causa, o al menos no la principal, del empobrecimiento de la Atención Primaria, por mucho que se haya querido trasladar de esta manera a la opinión pública y que ésta lo haya asumido como cierto, en un claro logro de la estrategia empleada por quienes llevaron a cabo las protestas que, en vista del éxito alcanzado en Madrid con la consecución de sus mejoras salariales y laborales, se extendió como una mancha de aceite por otras CCAA.

            Si a lo dicho hasta ahora añadimos los cambios políticos que tanto a nivel autonómico como municipal se han producido recientemente, con una importante radicalización política, lo que supondrá una segura revisión de las estrategias para incorporar las políticas neoliberales que propugnan y eliminar de paso cualquier vestigio de la política anterior, por el simple hecho de ser una propuesta realizada por otros, podemos aventurar que, el tan ansiado cambio de la AP, se quedará en un nuevo y fallido intento que conducirá a recuperar posicionamientos claramente patogénicos en contraposición a los cambios salutogénicos que se planteaban en el MEAPyC.

            En cuanto a la Mesa Asesora de Cuidados[3] impulsada por el Ministerio de Igualdad con la intención de poner en marcha políticas públicas de conciliación y corresponsabilidad, la misma nació ya con una clara apuesta política de confrontación con otros ministerios como el de Sanidad que quedó al margen de la constitución de la Mesa, en la que si figuraban Ministerios afines como Derechos Sociales y Agenda 2030 y Trabajo. Este planteamiento de partida, en sí mismo, ya constituía una debilidad. Obviando voluntariamente o no, por ejemplo, que del total de cuidados en salud que requiere la población tan solo el 20% de ellos son cubiertos por el denominado sistema formal, siendo el 80% restante prestado en el ámbito doméstico/familiar por parte de cuidadoras familiares del propio entorno de la familia o que se insertan en esta de manera legal o alegal a través de cuidadoras contratadas. El resto de cuidados prestados a personas sanas como niños/as o las tareas domésticas de los hogares, conforman una realidad tan compleja como diversa que en ningún caso puede ser abordada desde la exclusión de ninguna de sus variables en las que, por otra parte, se integran factores tan determinantes como la migración, la desigualdad, la precariedad, la vulnerabilidad, la salud… que deben ser abordadas desde una perspectiva intersectorial e integral, integrada e integradora en la que sin duda el componente de género y las desigualdades que el mismo incorpora en un tema tan importante como el cuidado es fundamental. Pero en ningún caso puede ni debiera ser entendido de manera exclusiva como lamentablemente se planteó de inicio en un claro interés por marcar territorio político al que se incorporaba también la ley de familias[4] que finalmente ha quedado en un anteproyecto que no ha visto la luz por las luchas interministeriales entre titulares de diferentes opciones políticas. De tal manera que lo que inicialmente podía ser una extraordinaria estrategia se convirtió en una apuesta de fuerza en el seno del gobierno de coalición.

            Las reuniones que se celebraron configuraron un panorama de reivindicaciones, legítimas sin duda, pero que dejaban al cuidado y sus implicaciones en un segundo plano, con todo lo que ello significaba, sin que se lograsen establecer objetivos de consenso que permitiesen avanzar. De tal manera que la estrategia propuesta al carecer de proceso se convirtió en poco más que una lista de deseos.

            El 20 de diciembre de 2021, la ministra de sanidad, Carolina Darias, en el marco del cierre de la campaña Nursing Now anunció la puesta en marcha de una Estrategia Nacional de Cuidados liderada por las enfermeras, largamente reivindicada y reclamada. El anuncio, realizado más como una intención oportunista, que como una decisión madurada, firme y real, no se concretó hasta abril de 2023, con las elecciones autonómicas y municipales en ciernes, con la constitución de la Comisión Asesora compuesta por Sociedades Científicas Enfermeras, sindicatos y asociaciones/organizaciones ciudadanas. En la misma se plantearon algunas de las líneas de acción por parte del Ministerio, entre las que cabe destacar, por el énfasis que el propio ministerio le otorgó, la figura de la Enfermera de Práctica Avanzada (EPA), ante la sorpresa de la mayoría de las organizaciones asistentes. Realmente resulta desconcertante que el Ministerio de Sanidad que es responsable de la ordenación profesional y, por tanto, de la regulación de las especialidades de enfermería actualmente en vigor, plantee como punto clave de la estrategia de cuidados una figura como la EPA cuando, no ha sido capaz o no ha querido, poner orden la integración real de las especialistas enfermeras en los diferentes sistemas de salud gestionados por las CCAA. Si bien es cierto que las competencias en materia de sanidad son de las CCAA, no es menos cierto que el Ministerio tiene la responsabilidad y, por tanto, la obligación, de establecer y consensuar los criterios que regulen la profesión enfermera y aprobarlos a través del Consejo Interterritorial antes de lanzar pelotas fuera diciendo que eso es cosa de las CCAA. Mientras, claro está, las CCAA le echan la culpa al Ministerio por no establecer un marco que regule la profesión a nivel nacional. Es decir, la historia de siempre, el uno por el otro la casa sin barrer, que parece ser que es lo que realmente interesa a todas las administraciones, tanto nacional como autonómicas para continuar con su habitual parálisis en este tema de tanta trascendencia, que continúan sin abordar y mucho menos sin resolver con independencia de los equipos que se han ido sucediendo en el ministerio y las consejerías autonómicas en las diferentes legislaturas y gobiernos.

            Hay que destacar, que en ningún momento se cuestionó por parte de las/os asistentes la figura de la EPA, pero sí la oportunidad de incorporarla en el marco de esta estrategia que todas/os entendieron no era el idóneo sin que antes se definiesen con absoluta claridad las competencias de las enfermeras generalistas y especialistas y su articulación, así como que se concretasen las necesidades de cuidados en cada uno de los ámbitos de atención (hospitalario, comunitario, sociosanitario…) sin lo que no sería posible avanzar de manera eficaz y eficiente en el desarrollo de la estrategia de cuidados planteada. Entendiendo, por tanto, que la propuesta era más una apuesta oportunista e interesada, no se sabe muy bien por parte de quién o quiénes, que realista y necesaria en estos momentos.

            Una estrategia que nacía, como ya he mencionado, en paralelo a la Mesa de Cuidados del ministerio de igualdad, con lo que ello significaba de una nueva escenificación de fuerza entre ministerios de un mismo gobierno y que es una clarísima incoherencia al pretender hacer un abordaje de los cuidados desde planteamientos tan diversos como políticamente interesados, lo que debilita la acción, genera confusión, provoca confrontación, desvía la atención y limita el avance de un liderazgo enfermero de los cuidados tan necesario como imprescindible, pero que no es identificado como tal ni por el gobierno ni por las/os principales responsables de sanidad de nuestro país que están mediatizados por el modelo medicalizado del sistema sanitario español y por los lobbies de poder sanitario-farmacéuticos que lo sostiene.

            A puertas de unas nuevas elecciones, en este caso nacionales, ya nada más se ha sabido sobre ninguna de las tres grandes estrategias comentadas. El foco de atención, está claro, se ha desviado al debate político electoral con el consiguiente abandono de las estrategias y la perceptible sensación de que, posiblemente, nada de lo realizado haya servido para nada si, como se vaticina, se produce un cambio político que conlleve a una nueva y previsible ordenación de prioridades de acción entre las que mucho me temo no se encuentren ninguna de las referidas.

            Más allá de cualquier otra valoración de índole político, lo que es una evidencia que, tristemente, se repite es la poca o nula importancia e interés que se tiene hacia los cuidados y hacia quienes, tanto de manera profesional como no, los prestan. Para muestra tan solo hay que oír a quienes elaboran sus mensajes electorales y electoralistas captadores de voto o cuanto menos de intencionalidad, en los que no se menciona ni una sola vez propuesta alguna al respecto, no ya prioritaria como debiera serlo, sino ni tan siquiera de planteamiento de acción. Tanto, quienes lo propiciaron, aunque lo hicieran con la boca pequeña y de manera más forzada que convencida, como quienes pretenden sustituirles guardan idéntico silencio, aunque en el caso, de los segundos, además, se intuye, por tradición, que ni tan siquiera sea una propuesta a considerar. De tal forma que la lucha entre derechas e izquierdas vuelve a anular, obviar, olvidar, invisibilizar… un derecho como el cuidado sin el que no resulta posible, bajo ninguna perspectiva posible el promocionar, mantener, preservar o atender la salud de las personas, las familias y la comunidad, por mucho que se quiera obviar o invisibilizar.

            Nuevamente el discurso sobre la salud, queda eclipsado por la enfermedad como foco de atención de los modelos que plantean en sus programas, aunque en los mismos siga apareciendo, como si de un mantra se tratase, la frase estrella de la mejora de la Atención Primaria, que vende mucho pero no produce absolutamente nada.

            Las estrategias, las comentadas y tantas otras, finalmente quedan en meras declaraciones de intenciones que ni tan siquiera puede decirse que sean buenas, sino tan solo eso, intenciones que obedecen a intereses políticos y a muy poca atención hacia la salud y los cuidados. De tal manera que se convierten en una suerte de estrategia maquiavélica y axioma que no requiere demostración, sembrando falsas ilusiones con el fin, o el intento al menos, de gobernar hegemónicamente en un frágil país. (Hermes Antonio Varillas Labrador)[5]

            No son tiempos fáciles los que se avecinan para la salud comunitaria y para los cuidados de salud. Ambos conforman elementos singulares de propaganda que rápidamente se diluyen en lo que verdaderamente importa e impacta en la salud de manera global.

            Las enfermeras, ante este nuevo fracaso, fraude, fiasco, frustración, desengaño, desilusión, decepción… no podemos quedarnos paralizadas e inertes. Debemos reaccionar con más fuerza si cabe por la abogacía de la salud y los cuidados, liderando nuestras propias estrategias transformadoras. Esperar que otros solucionen aquello que ni tan siquiera son capaces de identificar, es contribuir a perpetuar su invisibilidad. Pasemos del oportunismo político al compromiso profesional si queremos que sea una realidad.

            Sociedades Científicas, Organizaciones Colegiales, Asociaciones profesionales… deben unir sus esfuerzos en la concreción de una gran apuesta por y para los cuidados que trascienda a la política y que posibilite el que se integre en las políticas. Si quienes nos identificamos con el cuidado no somos capaces de defenderlo y ponerlo en valor, tengamos por seguro que nadie más lo hará. Y si alguien lo hace, será con la clara intención de fagocitar y colonizar el mismo en beneficio propio y en evidente prejuicio nuestro. La única posibilidad pasa por la acción firme, coherente, decidida, argumentada, realista, positiva, eficaz… del liderazgo enfermero del cuidado.

            No se trata de hacer lo posible, sino de hacerlo posible. Pasando de hacer lo que queremos, a querer lo que hacemos, CUIDAR.

[1]  Físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austriaco y estadounidense. Se le considera el científico más importante, conocido y popular del siglo XX (1879-1955)

[2] http://www.mscbs.gob.es/profesionales/proyectosActividades/docs/Marco_Estrategico_APS_25Abril_2019.pdf

[3] https://www.igualdad.gob.es/comunicacion/notasprensa/Paginas/igualdad-convoca-una-mesa-asesora-por-los-cuidados.aspx

[4] https://www.mdsocialesa2030.gob.es/servicio-a-la-ciudadania/proyectos-normativos/documentos/apl-ley-familias.pdf

[5] Profesor, evaluador, escritor o simplemente, maestro y poeta, fundador-coordinador de Formando Ciudadanía y El Arco Iris De Los Niños

USO Y ABUSO DE LA POLÍTICA Tontos útiles vs Elección saludable

                                                                        “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”

Groucho Marx.[1]

 

Estamos inmersos en tiempos de programas, promesas, propuestas, proyectos, estrategias… que tratan de atraer, cuando no de atrapar, al potencial electorado para que deposite su voto en favor de la opción que los presenta, aunque no siempre y necesariamente, representa. Pero estamos también en tiempos de descalificaciones, reproches, acusaciones, disputas… que tratan de anular, cuestionar, reprobar, desautorizar…las realizadas por parte de unos u otros sin más criterio que el insulto, la crispación, la ofensa o la humillación de quien es considerado enemigo como si de una guerra se tratase en lugar de un espacio de análisis, debate y confrontación de ideas entre personas que cuanto menos se les presume educadas.

Son tiempos, en los que no es tan importante convencer a través de las ideas propias como de poner en evidencia las del contrario, lo que acaba por difuminar, diluir y distorsionar la información que permita situarse en una posición concreta sobre aspectos, temas o acciones que vayan a impactar en nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestra salud, nuestra educación, nuestra convivencia… desde una opción política concreta y no desde una elección personalista de quien la presenta como una alternativa en contra de alguien y no en favor de algo concreto.

Son tiempos, por tanto, de incertidumbre, dudas, radicalismos, incongruencias… alejados del interés general y centrados en el interés oportunista de quienes atacan sin defender sus ideas, de quienes insultan sin respetar las del contrario, de quienes rechazan sin presentar alternativas, de quienes intentan convencer desde la mentira, de quienes defienden idearios que van en contra de la libertad de determinadas personas, grupos o creencias, de quienes defienden intereses de los grupos de presión en contra de quienes precisan protección, de quienes niegan la violencia protegiendo y promocionando la violencia, de quienes desprecian la diferencia anulando la discrepancia, de quienes hacen del pensamiento único su doctrina, de quienes hacen de su doctrina su modelo educativo, de quienes hablan de familia como modelo de poder, de quienes basan en la desigualdad su falsa libertad, de quienes anulan la libertad de elegir y decidir imponiendo su modelo de vida y pensamiento, de quienes utilizan el desprecio para contrastar pensamiento, de quienes rechazan el diálogo e imponen el ideario, de quienes transforman y deforman la historia para construir su realidad paralela, de quienes utilizan la democracia para acotarla y recortarla, de quienes identifican el poder para eliminar a quienes piensan diferente, de quienes, en definitiva, manipulan, engañan, mienten, confunden, amenazan… con el único propósito de establecer un régimen utilizando señas de identidad de todos como propias y exclusivas, al tiempo que excluyentes para quienes consideran sus enemigos por el simple hecho de plantear alternativas de libertad y respeto… en un juego maquiavélico desde el que se presentan como libertadores y defensores de una Patria imaginaria, exclusiva y excluyente en la tan solo caben quienes ellos eligen o consideran dignos de pertenecer. Y luego están los que por codicia política son capaces de asumir, justificar, amparar y defender estos idearios con tal de tocar poder, aunque luego traten de maquillar su decisión con verdades a medias que siempre acaban siendo mentiras completas, contribuyendo a construir un escenario tan peligroso como nocivo para la salud pública, política, económica, social, educativa, laboral… Finalmente se sirven de quienes les apoyan haciéndoles creer que les sirven a ellos.

Puede parecer que esta reflexión no tenga nada que ver con la salud y todo lo que la misma significa, aporta y supone para las personas, las familias y la comunidad. Pero nada más lejos de la realidad. Esta reflexión es plenamente consciente de lo que supone y significa tener unos representantes que no tan solo no creen en la salud, sino que comercian con ella para lograr el mayor beneficio posible, aunque ello suponga la pérdida de uno de los principales derechos humanos. No se trata de planteamientos organizativos, sino de posicionamientos mercantilistas que generan desigualdad, inequidad y pobreza.

Un modelo basado en idénticos planteamientos a los ya expuestos en el que se anula la capacidad de decisión de las personas y sobre todo de las mujeres. En el que la enfermedad adquiere rango de exclusividad asistencial. Donde los lobbies de poder jerarquizan, colonizan, fagocitan e imponen su criterio corporativista de autoridad y dominio sobre el resto de profesiones. En el que la Salud Pública es identificada como un peligroso reducto de adoctrinamiento. Un modelo de mercado con el que negociar y obtener beneficios. En el que la salud es tan solo una reducción de la enfermedad. Donde la Educación para la Salud pasa a ser información unidireccional aleccionadora e impositiva. En el que la Promoción de la Salud se considera un medio peligroso para propiciar la revolución a través del empoderamiento comunitario y su adoctrinamiento ideológico contra la familia y sus particulares valores. Donde el paternalismo es su planteamiento de relación con la ciudadanía que genera dependencia e insatisfacción. En el que el trabajo en equipo lo es tan solo desde la perspectiva de la autoridad jerárquica que limita el acceso en igualdad de condiciones a otras/os profesionales que no sean quienes dominan y determinan. Un modelo que degrada, ahoga y menosprecia para fundamentar sus postulados privatizadores. Un modelo, en definitiva, que hace de la salud una excusa para sus objetivos de negocio y poder, obteniendo el dinero de los ricos y el voto de los pobres con el pretexto de proteger a los unos de los otros.

Pero, como hacen con cualquier otro aspecto, construyen un discurso basado en la mentira, la manipulación, el alarmismo y el sensacionalismo desde el que plantear su alternativa como la única capaz de salvar un modelo sanitario que presentan como caótico, ineficaz e ineficiente y que tan solo con sus medidas será posible rescatarlo. Aunque ello signifique dejar sin cobertura a una parte de la población. Que suponga reducir las prestaciones a quienes no tengan capacidad de contratar los seguros privados ofrecidos por las empresas a las que protegen y apoyan. Que se eliminen programas que consideran improductivos en términos mercantilistas. Que se recorten las inversiones. Que se deteriore la atención a la salud y se potencie la asistencia a la enfermedad. Cuando de lo que verdaderamente se trata como dijera Napoleón III[2] es “sanar los males, jamás vengarlos” como pretenden ellos con sus sistemáticos y viscerales derribos, derogaciones y eliminaciones.

Porque ese es el modelo que esconden tras sus mensajes tramposos con los que atraen la atención de quienes manifiestan su inconformismo apoyándolos, sin darse cuenta que haciéndolo lo que consiguen es alimentar todo aquello que precisamente genera ese inconformismo que ellos alimentan y del que se aprovechan, pero que no se resuelve con salvadoras/es de una patria que secuestran y someten al síndrome de Estocolmo.

La salud es demasiado importante y está sujeta a demasiados factores y determinantes de los que dependen las decisiones que políticamente se tomen y apliquen para que su influencia sea positiva tanto en su promoción como en su mantenimiento. Si aspectos como el medio ambiente, la violencia de género, la calidad del trabajo, la educación afectivo-sexual, la libertad de decisión, la pobreza… son negados, restringidos o manipulados la influencia que, sobre la salud de las personas y de la comunidad, tendrá será tan importante que provocará un impacto de efectos devastadores y con consecuencias a medio y largo plazo muy negativas.

Creer que votando a quienes defienden este tipo de opciones supone tan solo una forma de protesta, es una irresponsabilidad que afecta al conjunto de la sociedad y deteriora gravemente la convivencia social y democrática y las relaciones interpersonales que son fundamentales para lograr una salud comunitaria equitativa, accesible, digna y humanitaria que afecta de manera global al bienestar y buen vivir de las personas, las familias y la comunidad tal como se demuestra en importantes estudios de investigación[3], [4], [5].

Desde una perspectiva enfermera centrada en la persona de manera integral, integrada e integradora, que trata de responder a las necesidades de salud físicas, psicológicas, sociales y espirituales, valorando en todo momento, el contexto en el que se llevan a cabo sus intervenciones, respetando la multiculturalidad y participando de forma activa y consensuada en la toma de decisiones de las personas y sus familias para alcanzar su máxima autonomía y lograr mantener sanos a los sanos a través de la educación para la salud en cualquier ámbito comunitario, no es posible aceptar los postulados, posicionamientos, planteamientos o criterios que se trasladan desde estas opciones ideológicas que trascienden a la política para situarse en la autocracia. Resulta por tanto muy difícil de entender la asunción de postulados que van en contra del propio código deontológico de Enfermería que, por mucho que lo intenten como hacen con la propia Constitución Española, no está sujeto a interpretaciones interesadas en las que fundamentar sus decisiones. La abogacía de la salud, como la libertad, no son una opción para las enfermeras. Son una obligación que no puede ni debe estar sujeta a intereses ideológicos excluyentes. No se pude tampoco plantear como una cuestión política que no nos incumbe como enfermeras, como argumento que trata de anular la competencia política que es inherente al ser, sentir y actuar como enfermeras. De hecho, Aristóteles[6] ya decía que el hombre es animal político entre otras cosas, porque vive en sociedades organizadas políticamente, en cuyos asuntos públicos participa en mayor o menor medida, con el objetivo de lograr el bien común: la felicidad de los ciudadanos. Lástima que a algunos la política les convierta en animales peligrosos a través de la política, que es muy diferente.

Ser enfermera va más allá de una opción de trabajo o de una opción política. Supone un compromiso con la vida, con la salud, con las personas con independencia de su origen, raza, creencia, opción política, identidad sexual… y con la libertad.

Posiblemente estemos cometiendo errores graves en la formación de las futuras enfermeras al obviar estos aspectos éticos y estéticos que fundamentan la atención humanista y humanitaria e identifican los cuidados profesionales enfermeros.

Adoptar de manera consciente y deliberada un posicionamiento que atenta contra lo que es el propio conocimiento y sentimiento enfermero es una contradicción en sí misma que deslegitima a quien la adopta y perjudica claramente a la propia disciplina/ciencia/profesión y a quienes la integran asumiendo sus principios y su esencia, al tiempo que supone un grave perjuicio para población a la que nos debemos.

Para ser enfermera no se precisa tener una determinada ideología, creencia o valores, pero no respetar la diversidad, la libertad, la igualdad, la equidad… no es una opción política o ideológica, es simplemente una doctrina alienante que limita o anula la capacidad cuidadora.

No es mi intención juzgar a nadie por su manera de pensar o actuar, siempre y cuando no atenten contra la dignidad humana en la que debe fundamentarse nuestra actuación profesional cuidadora como enfermeras.

Ser enfermera no es un dogma, ni una doctrina, ni una religión, ni una secta. Es una forma de ser y actuar como profesionales del cuidado que nos hace ver, sentir y actuar con respeto, desde el respeto y por el respeto de todas las personas que son susceptibles de necesitar nuestros cuidados. Para poder ser respetadas debemos respetar.

No es una cuestión de siglas, ni de izquierdas o derechas, ni de rojos o azules, ni de conservadores o progresistas, ni de liberales o intervencionistas… es una cuestión de personas y de su identidad. No se trata de la política de la salud sino de incorporar la salud en todas las políticas. Porque la política puede utilizar y manipular la salud, pero sin política no es posible la salud. Finalmente, no es cuestión de la política sino de la intención de quienes hacen uso y abuso de ella desde el apelativo de políticos tras el que esconden sus verdaderas y oportunistas pretensiones. Porque como dijera Arnold J. Toynbee[7]El mayor castigo para quienes no se interesan por la política es que serán gobernados por personas que sí se interesan” y añado, y les interesa.

Votar es una responsabilidad colectiva de libertad que va más allá del interés individual y del acto de depositar una papeleta en una urna que, final y fundamentalmente. es por lo único que se interesan quienes buscan su exclusivo interés. No nos convirtamos en tontos útiles de su excluyente y nociva ideología. Elijamos saludablemente.

[1]  Actor estadounidense (1890-1977)

[2] Emperador de Francia (1808-1873)

[3] Wolf S et al. Roseto, Pennsylvania, 25 years later–highlights of a medical and sociological survey. Trans Am Clin Climatol Assoc. 1989; 100: 57–67

[4] Holt-Lunstad J, Smith TB, Layton JB (2010) Social Relationships and Mor tality Risk: A Meta-analytic Review. PLoS Med 7(7): e1000316.doi:10.1371/journal.pmed.1000316

[5] https://cuidadoybuenvivir.wixsite.com/misitio/post/cuidados-delbuen-vivir-y-bienestar-desde-las-epistemolog%C3%ADas-del-sur-conceptos-m%C3%A9todos-y-casos

[6] Filósofo, polímata y científico griego (384 ac – 322 ac)

[7] Historiador inglés (1889-1975)

CULTURA DISCIPLINAR HOMOAFECTIVA

“No estoy aceptando las cosas que no puedo cambiar, estoy cambiando las cosas que no puedo aceptar.”

Angela Davis[1]

 

Desde hace tiempo vengo insistiendo en la perspectiva de género de las profesiones/disciplinas, no tanto de las/os profesionales que es objeto de mayor cantidad de análisis, reflexiones y estudios.

Planteo en base a lo dicho, el hecho de que más allá del género de las/os profesionales que componen las diferentes profesiones/disciplinas y su proporción, las profesiones/disciplinas también tienen género o se comportan con una determinada perspectiva de género tanto en su comportamiento interno como en las relaciones que mantienen con disciplinas con diferente perspectiva de género.

Mucho se ha hablado, y se sigue hablando, de la relación entre médicos y enfermeras y cómo la misma se ha establecido a lo largo de la historia en función de la mayoría masculina de médicos y femenina de enfermeras. Se daba por hecho que la relación de dominancia/subsidiariedad entre unos y otras, venía determinada por la desproporción de género de quienes componían una u otra profesión/disciplina, cuestión sobre la que existen múltiples evidencias que permiten establecer una correlación inequívoca entre dominadores y dominadas.

El paso del tiempo y los cambios sociales, culturales, políticos, económicos… parecieron ejercer una influencia en las relaciones entre médicos y enfermeras que normalizaban las mismas y las situaban en un plano, sino de igualdad, al menos de mayor respeto y consideración de unos hacia las otras y de menor subsidiariedad y docilidad de las unas hacia los otros.

Junto a esto hay que destacar que el equilibrio interno de género en las propias profesiones/disciplinas ha sido y sigue siendo desigual en el caso de Medicina y Enfermería. De tal manera que mientras el número de mujeres que integran Medicina ha aumentado de manera progresiva y constante en las últimas décadas, de tal manera que actualmente son mayoría el número de médicas que el de médicos, en el caso de Enfermería el número de hombres que se incorporan, aún habiendo aumentado en los últimos años, no sobrepasa en ningún caso el 20% del total, lo que sigue otorgando una mayoría significativa a las mujeres enfermeras.

Este dato que es absolutamente objetivo y contrastable no ha logrado, sin embargo, que los comportamientos de las disciplinas/profesiones tanto interna como externamente se haya modificado sustancialmente, sino que se han adaptado mediante actitudes aparentemente menos “agresivas” pero igualmente dominantes o subsidiarias.

Así pues, todo parecería indicar que tanto el aumento de mujeres en Medicina como la identidad de género de las que integran Enfermería y los cambios culturales machistas de quienes integran tanto Medicina como Enfermería, conducirían a una relación de igualdad y respeto que, lamentablemente, tan solo se queda en detalles, mensajes y posicionamientos que tratan de maquillar la clara posición de fuerza, dominancia, poder… de la profesión masculina médica sobre la profesión femenina enfermera.

Así pues lo que está sucediendo es que las mujeres que se incorporan a medicina, de manera general y por tanto con todas las excepciones que es preciso destacar, asumen el rol masculino de la profesión/disciplina médica y actúan en base al mismo, tanto en su comportamiento como médicos, tal como se autodenominan con independencia de su género, como en el que, como tales, tienen con otras profesiones/disciplinas en general y muy concretamente con las enfermeras, a las que siguen identificando como inferiores y destinatarias de sus órdenes o indicaciones, generando una gran resistencia a la hora de reconocerles autonomía y competencia en muchos aspectos que consideran de su exclusiva propiedad.

Por su parte las enfermeras aún tratando de reivindicar sus derechos más allá del género, tanto de sus componentes como de la que tiene la propia Enfermería, se ven permanentemente acosadas por la dominancia machista que en muchos aspectos sigue viva y se manifiesta en múltiples actuaciones, hechos, circunstancias, reacciones, comportamientos, construcción del conocimiento, relación científica… entre médicos y enfermeras.

En base a lo dicho hasta ahora quiero mencionar a Marilyn Frye[2], que en su ensayo “The Politics of Realit” habla de la relación entre hombres y mujeres y su supuesta o aparente normalización o trato de igualdad, y lo expresa de la siguiente manera:

“Las personas que ellos (los hombres) admiran; respetan; adoran, veneran y honran… quienes ellos imitan, idolatran y con quienes cultivan vínculos más profundos… a quienes ellos están dispuestos a enseñar y con quienes ellos están dispuestos a aprender…aquellos cuyo respeto, admiración, reconocimiento, honra, reverencia y amor que ellos desean: esos son, en su enorme mayoría, otros hombres”.

“En sus relaciones con mujeres, lo que es visto como respeto es cortesía, generosidad o paternalismo; lo que es visto como honra, es colocar a la mujer como en una campana de cristal”.

“De las mujeres ellos quieren devoción, servidumbre…”.

Salvando todas las distancias, que considero no son tantas, con el planteamiento que vengo realizando en mi reflexión, la similitud entre lo dicho por Marilyn Frye cuando habla de la relación entre hombres y mujeres y la que existe entre médicos (con independencia, repito, de su género) y enfermeras (con independencia igualmente de su género), es no tan solo alta, sino que es perfectamente asimilable.

Actualmente, los discursos interesados de respeto, consideración, comprensión… son tan solo estrategias de maquillaje para enmascarar sus verdaderas intenciones de poder y dominancia por una parte y de vigilancia y control permanente para evitar cualquier intento de libertad, que ellos interpretan como agresión a su preponderancia y posición de poder. Los halagos, reconocimientos, adulaciones… tan solo son estrategias de distracción y de rechazable actitud paternalista que persiguen la dependencia de su dogma disciplinar y su jerarquía profesional para perpetuar la fidelidad, admiración, obediencia y docilidad hacia ellos, sean médicas o médicos, porque lo que domina es el género de la disciplina/profesión que sigue impregnando el comportamiento de la clase médica.

Por su parte en Enfermería, las enfermeras masculinas (denominación que extrañamente y al contrario de lo que sucede con los médicos femeninos, suele ser rechazada o cuanto menos resulta molesto asumirla o aceptarla), no suelen asimilar la condición femenina de Enfermería y tratan, en una importante mayoría, que su condición masculina se imponga a la de la disciplina/profesión, a pesar de ser, como ya he comentado, una clara minoría, como si hacerlo les hiciera renunciar a su condición masculina. Así pues sus comportamientos no se alejan demasiado de los que ya he comentado con relación a quienes son sus compañeras, es decir, de protección, cortesía, amabilidad… desde los que tratan de posicionarse en lugares de mayor visibilidad, poder, jerarquía, dominio… que en ningún caso suponen liderazgo, generando una actitud de competitividad desleal y de dominancia por cuestión de género que contribuye a reforzar la debilidad de Enfermería tanto a nivel de relaciones con otras disciplinas y especialmente con Medicina, como en la imagen que proyecta a la sociedad que sigue adoleciendo de valor más allá de la simpatía.

Estamos por tanto ante una difícil situación de relación de género que sitúa a la Enfermería y a las enfermeras en una posición de clara debilidad por cuanto los comportamientos de acoso son naturalizados tanto por las propias profesiones/disciplinas, como por parte de las instituciones/organización y de la propia sociedad, lo que conduce a que la “violencia” que se ejerce sobre Enfermería se trate de interpretar como una cuestión menor o que obedece a relaciones “íntimas o privadas” entre disciplinas/profesiones en las que no se debe entrar.

Todo este clima de cultura heterosexual masculina homoafectiva; que describe la propia Marilyn Frye, se ve amparada, reforzada y protegida por políticas claramente contrarias a la igualdad y al respeto con perspectiva de género que algunos partidos políticos tratan de imponer como ideología adoctrinadora, dominante y alienante y otros, supuestamente contrarios, admiten con tal de lograr sus objetivos, siendo la excusa perfecta para asumir lo que piensan, pero no se atreven a expresar abiertamente.

Estamos pues ante una situación política, social, cultural… muy complicada en la que la igualdad, la equidad, el respeto, la libertad… están seriamente amenazados en función de la perspectiva de género.

El problema ya no es si Enfermería y las enfermeras tenemos capacidad, competencia, habilidades, aptitudes o actitudes para ser líderes autónomas de cuidados profesionales. El problema es que la clase machista dominante, que se ve auspiciada, protegida y alentada por las políticas machistas que se están imponiendo, refuerzan y protegen los comportamientos descritos, haciendo prácticamente imposible que la capacidad de igualdad entre disciplinas sea una realidad que trascienda al género para situarse en la ciencia, el conocimiento, la capacidad y el mérito.

Las enfermeras, mujeres u hombres, debemos decidir qué hacer para no sucumbir al acoso machista que nos maltrate, invisibilice, calle y someta.

Situarse en una realidad paralela a la de la propia realidad es hacerlo en la virtualidad engañosa desde la que tratan de embaucarnos con discursos tan falsos como zafios, hipócritas y mezquinos.

Es la mediocridad natural de quienes posiblemente defienden la inteligencia artificial como sustitutivo de su incapacidad y guarnición de su ideología dominante.

Tratan de confundir vendiendo una guerra de disciplinas cuando lo que subyace es una identidad de género.

Como dijera Voltaire[3], “la primera igualdad es la equidad”

[1] Activista política muy conocida por su trabajo en el movimiento feminista negro y su lucha por la igualdad de género y la justicia social.

[2] Filósofa y teórica feminista radical estadounidense (1941).

[3] Escritor, historiador, filósofo y abogado francés (1694-1778)

DESAFECCIÓN GENERACIONAL

                                                                         “No hay intento más patético que el de una generación intentando imponer su forma de entender el mundo a las siguientes.”

Masanobu Fukuoka[1]

“Cada generación piensa que puede ser más inteligente que la anterior.”

Aldus Huxley[2]

 

Siempre digo que no podemos ni debemos olvidar nuestro pasado. Saber de dónde venimos, para saber dónde estamos y trabajar para ir a donde queremos ir. Ahora bien, tampoco podemos ni debemos anclarnos en el pasado, por mucho que creamos que fue maravilloso y lo identifiquemos con que cualquier pasado fue mejor de lo que vivimos o lo que tenemos que vivir. Entre otras muchas cosas, porque no es cierto, no tiene fundamento alguno y no contribuye a construir el presente ni a planificar el futuro.

El pasado en un legado de acciones, logros, esfuerzos, planteamientos… muy loables y necesarios, sin duda, para el tiempo en que se produjeron y en las circunstancias en que fueron desarrolladas y, lo que es más importante, por las enfermeras que los lideraron y a las que, lamentablemente, no siempre se les ha reconocido su aportación, algo que contribuye a una pérdida absoluta de referentes que tanta falta nos hacen a las enfermeras y a la Enfermería.

No se trata tampoco, de generar iconos para la adoración, pero sí de respetar y reconocer aquello que hicieron con motivación, implicación, actitud, fe en lo que hacían y que se separaba de la manida y pretenciosa vocación impuesta por el dogma religioso, rebeldes sin caer en la incoherencia de la protesta fácil, reivindicativas sin caer en el egocentrismo corporativista, valientes sin ser temerarias ya que ponderaban los riesgos y los beneficios a alcanzar, preparadas a pesar de la resistencia a que lo hiciesen de manera oficial, atrevidas sin faltar el respeto que permanentemente se les negaba, persistentes pero evitando el voluntarismo que desgastaba, líderes al tiempo que participativas y alejadas del egocentrismo narcisista, resolutivas al abandonar las estrategias utópicas y sin fundamento para desarrollar las analizadas y planificadas, visionarias sin llegar a ser ni creerse pitonisas y charlatanas, constantes venciendo el desánimo y el descrédito al que eran sometidas, firmes sin renunciar a la negociación y el consenso… estas fueron algunas de sus armas, de sus fortalezas, de sus creencias, de sus valores, de sus convicciones, de sus fundamentos, de sus armas incruentas pero persuasivas y efectivas, para lograr que hoy la Enfermería y las enfermeras estemos donde estamos y seamos lo que somos.

Y en ese lugar en el que estamos y en el que somos se produce una desafección generacional evidente que genera parálisis, inacción, conformismo, desmotivación, indiferencia, pasividad, apatía, desvalorización, dejación, irreflexión, autismo profesional, anorexia científica, astenia participativa, disnea disciplinar, sedentarismo docente, alzhéimer enfermero … como principales signos de la actitud ante los problemas que afectan a la salud de las personas, las familias y la comunidad y ante las amenazas que ponen en peligro lo logrado en su día por y para las enfermeras. Problemas que requieren de un afrontamiento efectivo y eficaz basado en cuidados profesionales enfermeros para lograr la necesaria autoestima.

Desafección que es alimentada por el perverso sistema sanitario en el que desarrollamos casi absolutamente nuestra actividad. Porque no favorece, ni permite, ni incentiva la experiencia, la implicación, el compromiso, la actitud… y sitúa en un mismo nivel a enfermeras con 25 años de experiencia con enfermeras recién graduadas. No se trata de establecer clases ni de jerarquizar innecesariamente, pero sí de establecer unos criterios de valoración, respeto, referencia, identidad… que sirvan de ejemplo a futuras generaciones y de estímulo a quienes ya llevan tiempo contribuyendo al desarrollo profesional. El café para todos acaba diluyendo la responsabilidad, eliminando la ilusión, fomentando el recelo y el enfrentamiento, cimentando la rigidez de comportamientos, en definitiva, instaurando la rutina que despersonaliza, reduce, minimiza, esclaviza y mata la identidad enfermera y su visibilidad. Un planteamiento perfecto para mantener la hegemonía de quienes manejan y perpetúan el sistema sanitarista, asistencialista, medicalizado, biologicista, clasista, reduccionista, excluyente y paternalista, en el que fomentar la subsidiariedad de las enfermeras.

Pero corremos el riesgo de pensar que todo es culpa exclusiva de las nuevas generaciones. Que su desafección viene determinada por una conciencia inconsciente y relajada ante lo que pasa. Que su renuncia a la lucha, a la resistencia, a la oposición ante decisiones o la falta de ellas que de manera tan triste como dolorosa están minando las defensas con las que se nos dotaron. Que la falta de discurso y de liderazgo para contrarrestar los ataques indiscriminados realizados por quienes han percibido la debilidad mostrada. Que la débil convicción en lo que somos y cómo lo planteamos. Que su permisividad ante los abusos de quienes ocupan y mantienen los puestos de referencia enfermera como si de cortijos privados se tratasen. Que la relajación ante la ocupación progresiva de campos de responsabilidad, de pérdida de competencia, de áreas de conocimiento que sistemáticamente se colonizan desde arriba y desde abajo. Que todo ello y más, tan solo es porque son unas generaciones irresponsables, cómodas, desagradecidas, desinteresadas… que tan solo buscan su beneficio inmediato, su zona de confort, su comodidad, su seguridad… como una actitud que les define e identifica en contraposición a las que lucharon para que ellas alcanzasen lo que son.

Y este es, a mi modo de ver, el principal problema. Que creemos que se puede actuar, trabajar, avanzar, mejorar tan solo a través de la inercia que, falsamente pensamos, sigue generando el impulso del que hablaba al inicio de mi reflexión. Inercia que no ha sido mantenida con nuevos y renovadores estímulos, sino que se tiene a falsa creencia de que puede mantenerse tan solo con y desde los recuerdos y la nostalgia de lo alcanzado y cómo se logró. Algo que tan bien nos trasladó Patricia Benner en su magnífica obra “From Novice to Expert: Excelence and Power in Clinical Nursing Practice” (1984).

La historia debe ser estudiada, entendida, analizada y respetada, como elemento de reconocimiento y de crítica de lo que fue y pudo ser, de lo que se hizo y pudo hacerse, de lo que se planteó y pudo plantearse, pero nunca como una sucesión de sucesos que marquen y determinen la historia en construcción. La historia se convierte, precisamente por el paso del tiempo, en historia y no puede ser identificada desde la rigidez sino desde el dinamismo de lo que supuso y debemos evitar que se reproduzca o desde la valoración objetiva de lo alcanzado sin que condicione lo que se tiene que alcanzar, o desde la estabilidad de lo logrado para valorar la variabilidad de lo que hay que lograr, o desde la estandarización de los factores del momento como referencia ante la heterogeneidad de los determinantes que cada momento, cada tiempo, cada época… marcan, definen, provocan o suponen respuestas de cambio, de reforma, de posición, de valoración, de fe, de creencia, de respuesta.

Es pues precisamente esa mirada a la historia y desde la historia la que debe ser analizada, discutida, debatida, discernida… para obtener respuestas y generar posiciones. Y para ello se precisa romper tanto la pasividad de quienes escribieron la historia como de quienes deben interpretarla, respetarla y reescribirla. Sin esa mirada serena, crítica, reflexiva, rigurosa y generosa lo único que lograremos es que la inercia de unas, choque con la inercia de las otras y se provoque la parálisis en la que unas y otras se echan las culpas de ser sus causantes. Porque adoptando esa actitud se desdibuja la aportación de la historia pasada y se mecaniza la creación de la que tiene que ser la nueva historia en base a impulsos mercantilistas, utilitaristas, reduccionistas… que no permiten aportar valor ni valores, que reducen el interés a la ganancia, que subestiman la iniciativa ante el esfuerzo, que dudan de la creatividad ante la añoranza, que contraponen la comunicación a la información, que renuncian al diálogo en favor del monólogo, que admiten la noticia y rechazan la evidencia, que confunden el liderazgo con la fama, que utilizan el edadismo como forma de idealismo, que dudan de la capacidad de respuesta desde la intransigencia, que impiden la toma de decisiones desde la reivindicación de las adoptadas por ellas…en resumen el choque generacional que se produce en todas las esferas sociales, familiares, empresariales, laborales… con parecidos resultados pero, también, con persistente y permanente frecuencia.

Y a pesar de ello y como si de un mantra se tratase se perpetúan los comportamientos de unas y otras con ataques cruzados igualmente repetidos que tienen como resultado fundamental la crisis y que tan solo desde la identificación de quienes se sienten atacados de la necesidad de liderar una respuesta de manera autónoma, libre, determinante y determinada se logrará activar un movimiento que empiece a escribir un nuevo capítulo de la historia de la enfermería y las enfermeras.

Dejemos la nostalgia para abrazar la incertidumbre pero también el reto, de los tiempos que se presentan y abandonemos la creencia de que tan solo desde el seguimiento de los postulados que se escribieron se podrá lograr algo. Porque precisamente eso nos conducirá a la pérdida de identidad.

Las nuevas generaciones deben preocuparse por conocer la historia, para seguir construyéndola sin injerencias ni presiones. Deben respetar la historia sin que suponga venerarla irracionalmente. Deben reconocer a sus referentes sin que suponga idolatrarlas vehementemente. Deben identificar las respuestas profesionales que se requieren sin necesidad de replicarlas, pero sabiendo aportar propuestas. Deben formular sus posiciones sin asumir necesariamente las planteadas con anterioridad, pero justificándolas. Deben defender con argumentos sus planteamientos sin rechazar y anular sistemáticamente los existentes. Deben ser eclécticas y no miméticas.

Las generaciones anteriores deben ser generosas en sus análisis en contra de la exigencia dogmática. Deben respetar la diferencia ante la homogeneidad. Deben aunar experiencia con creatividad. Deben animar en lugar de recriminar. Deben acompañar y no aconsejar. Deben favorecer y no reprimir los cambios. Deben comprender, aunque no compartan. Deben escuchar y dejar hablar. Deben hablar cuando se les pida hacerlo. Deben actuar si se les solicita. Deben explicar y no evangelizar. Deben impulsar sin empujar. Deben observar y no interpretar. Deben responder en lugar de callar. Deben favorecer la toma de decisión y no asumirla en exclusividad. Deben respetar desde la demanda de respeto. Deben construir y no prohibir. Deben motivar, pero no imponer. Deben incentivar más que recriminar. Deben premiar más que castigar. Deben, en definitiva, ser y actuar como referentes, sin pretender ser protagonistas. El protagonismo, de darse, debe ser aceptado con humildad y con actitud de servicio para contribuir al desarrollo de la enfermería. Reclamarlo o intentar imponerlo genera recelos y rechazo que es lo que menos falta nos hace para avanzar.

La confluencia de estas dos actitudes contribuirá a comprender en lugar de rechazar y a respetar en lugar de despreciar las mismas y, desde la comprensión y el respeto, acortar las distancias que permitan identificar las oportunidades y fortalezas que cada una de ellas pueden desactivar la desafección generacional que paraliza el imprescindible impulso de desarrollo que requiere cualquier disciplina/ciencia/profesión al que, por supuesto, no puede ser ajeno la Enfermería y las enfermeras como protagonistas que deben ser de su destino.

La interacción generacional debe plantear objetivos comunes que permitan luchar por la eliminación de tópicos y estereotipos, potenciar la autoestima, promover el aprendizaje, cambiar percepciones y consolidar evidencias, reforzar la autonomía profesional y disminuir la dependencia y subsidiariedad, reforzando y consolidando la unidad.

Los posicionamientos inflexibles, la falta de confianza “en el/la otro/a”, el protagonismo, la falta de liderazgo, la ausencia de sentimiento de pertenencia, deben dejar paso a una actitud de diálogo, consenso y respeto que permitan conjugar, coordinar y articular a las diferentes generaciones enfermeras.

[1] Escritor español (1940).

[2] Escritor y filósofo británico (1894-1963)

CONOCIMIENTO COMPARTIDO Conocimiento equitativo.

                A Óscar González, Andrés García, Christian Ramírez, Gabriel Galván, Anabel Roca, Janet Granados y al resto de profesorado y alumnado de la Universidad del Mar – Puerto Escondido – México.

 

                                                  “La discriminación, el entendimiento incompleto y fragmentario, siempre se                                             encuentran en el punto de partida del conocimiento humano”

Masanobu Fukuoka[1]

 

Acabo de tener una nueva y enriquecedora experiencia científico profesional en Latinoamérica. Siendo importante el lugar en el que se ha producido, en este caso México, lo que realmente me sigue sorprendiendo y animando a continuar creyendo en la construcción de un marco iberoamericano de Enfermería es, precisamente, la importancia que se da en el mismo al conocimiento compartido sin mayores pretensiones que las de aprender, aprehender, crecer, creer, concienciar, concitar, construir, confluir… desde la generosidad, el respeto, la gratitud y la disponibilidad.

Tengo la impresión, cuando participo de este tipo de vivencias que, en el primer mundo, en el que aún nos siguen situando en Latinoamérica, hemos perdido estos valores, sentimientos o sensaciones con relación al conocimiento. De hecho, creo que ha sido engullido por la voracidad del mercantilismo, la competitividad desmedida, la debilidad del individualismo, el beneficio perecedero, el egoísmo posibilista, la precipitación de la inmediatez… que conducen a un conocimiento utilitarista, reaccionario, rentista… que llega incluso a ser chantajista y manipulador con tal de conseguir el fin acrítico de sus resultados.

Una localización, escala y valoración, la del mundo, que fue creada precisamente por quienes nos situamos en primer lugar, relegando a otros niveles a quienes creemos y situamos como inferiores en base a unos criterios que, cuanto menos, son cuestionables, pero que básicamente obedecen a idénticos parámetros a los que me he referido sobre el conocimiento, lo que justifica claramente nuestro posicionamiento de preferencia desde el que miramos con displicencia cuando no desprecio y cuando no lástima a quienes situamos en inferioridad y, por tanto, consideramos inferiores.

Así pues, desde esa inferioridad que hemos logrado que se crean, asuman y naturalicen, y desde la que nos ven, se corre el riesgo de creerse una superioridad que es tan artificial como mentirosa. Porque la disponibilidad, hospitalidad, generosidad, amabilidad… con la que somos atendidos desde esa inferioridad impuesta, puede ser confundida, y de hecho lo es en muchas ocasiones, como docilidad, subsidiariedad, sumisión… y en base a ella les identificamos, valoramos y etiquetamos, para situarnos a un nivel de superioridad desde la que no resulta posible compartir el conocimiento, sino desde el que lo que hacemos es prestárselo como si de una limosna se tratase.

Desde que visité por primera vez Latinoamérica, hace ya muchos años, salvo por la pandemia, no ha habido año en que no haya viajado a alguno de sus países. Desde entonces hasta ahora siempre he aprendido mucho más de lo que tengo la sensación de haber enseñado. Y, sin embargo, me sigue dando la impresión de que seguimos siendo percibidos con una superioridad que no siempre se corresponde con la realidad y que, lamentablemente muchas veces, no nos esforzamos por eliminar.

Desde mi punto de vista no hay mejor conocimiento que aquel que se comparte y no tan solo se imparte. Porque el conocimiento tiene su razón de ser, su esencia, su coherencia, en compartirlo para que de esta manera pueda ser construido o reconstruido desde el análisis, la reflexión y el pensamiento crítico. Lo contrario supone un intento de colonización del conocimiento, una imposición o una manipulación del mismo.

Siempre he identificado en mis visitas a Latinoamérica, y en esta última ocasión lo he hecho de manera más vívida si cabe, que existe una avidez por el conocimiento que va mucho más allá de su recepción pasiva y que incorpora la curiosidad, la iniciativa, la creatividad como elementos con los que articularlo para avanzar y plantearse nuevos retos y objetivos. Una sensación que, sin embargo, se contrapone con la que, cada vez con mayor claridad y frecuencia, tengo en España, en este denominado primer mundo, de utilitarismo mercantil del conocimiento tanto a través de la docencia como de la investigación, en esta última, si cabe, en mayor medida. Estamos perdiendo el gusto, el interés, la satisfacción por la docencia, que se reduce al cumplimiento de las horas/créditos asignadas/os para cumplir con lo estrictamente establecido según la figura contractual de cada cual y por la investigación, que se ha convertido en una carrera de obstáculos en la que, lo que prima es la publicación con factor de impacto más allá de cualquier otra valoración y que supone incorporar elementos mercantilistas y de competitividad que diluyen el verdadero sentido de la investigación por encontrar nuevas evidencias que contribuyan a la construcción, fortalecimiento o desarrollo del conocimiento o su aplicación a la actividad de la atención que ayude a la calidad de la misma.

Se ha generado un sistema perverso en el que los rankings, los sexenios, las clasificaciones… son el verdadero fin que justifica los medios que se utilizan para lograrlos, degradando, pervirtiendo y desnaturalizando su verdadero sentido y naturaleza, lo que aboca a un menor compromiso, una implicación forzada y un interés con idénticos componentes mercantilistas que modifican la sana competitividad en una maliciosa rivalidad desde la que todo vale con tal de lograr el supuesto “incentivo” que no deja de ser un señuelo con el que somos cazados.

Este panorama que impregna el actual sistema educativo universitario en nuestro primer mundo, es el que estamos trasladando como modelo de excelencia y que es visto con fascinación en el asignado y denominado interesadamente, segundo o tercer mundo al que vamos a predicar y en el que nosotros mismos caímos con idéntica fascinación con relación al contexto anglosajón que tanto nos atrae y con el que deseamos mimetizarnos.

El problema es que ese traslado está suponiendo, en muchas ocasiones, claras desigualdades e inequidades en las comunidades en las que se trata de implementar sin otro criterio que el utilitarista, sin tener en cuenta ni las condiciones, ni los factores, ni los determinantes, ni las necesidades, ni las verdaderas demandas de conocimiento y la forma en cómo generarlo, trasladarlo y compartirlo. De tal manera que acaba convirtiéndose en un negocio a gran escala en el que lo de menos es la calidad, porque lo que importa es el beneficio rápido y al menor coste en unas sociedades que requieren sobre todo de políticas educativas y sanitarias adaptadas a sus contextos.

Pero también he identificado que compartimos problemas muy similares en cuanto a la jerarquización férrea impuesta por la clase médica dominante que, a través del desprecio, el abuso, el acoso… somete a una dominación cercana a la esclavitud a todo aquel que sea inferior en los niveles establecidos jerárquicamente por el lobby. Sean médicos, enfermeras u otros profesionales, están en riesgo de ser objeto de la tiranía que utilizan para sustentar y hacer patente su poder, quedando oculta por el miedo a las consecuencias si se denuncia. Todo lo cual conduce a una perpetuación del sistema médico caduco, autoritario, ineficaz e ineficiente que impregna los modelos sanitarios que, con diferencias en cuanto a la forma en que se provocan y mantienen los abusos, no dejan de tener semejanzas como queda patente en el documental “Resiste Residente”

Enfermería, como es lógico, no escapa a todo este problema que estoy planteando en el ámbito latinoamericano y su relación con nuestro entorno, a lo que hay que añadir la influencia, por proximidad, con el contexto norteamericano y canadiense. De tal manera que se multiplica la acción del primer mundo con lo que ello significa de confusión y fascinación en una combinación que suele generar efectos indeseables en una transmisión del conocimiento en la que lejos de compartir y construir se suele impartir desde una perspectiva de imposición que trata de reconstruir o restaurar lo que, desde una posición de superioridad, considera no es aceptable. Cuando de lo que se trata es de identificar las fortalezas y aprovechar las oportunidades que indudablemente tienen para poder eliminar o minimizar las debilidades que conjuntamente se identifiquen y las amenazas que suponen para su avance disciplinar, científico y profesional.

Más allá de la fascinación compartida por el ámbito anglosajón que debemos tratar de reducir, nuestros esfuerzos deben ir dirigidos a identificar la necesidad de un trabajo conjunto y equitativo que permita constituir un espacio común iberoamericano en el que y desde el que podamos dar respuesta a las necesidades de nuestros contextos a través de la construcción de una docencia participativa, centrada, desde nuestro paradigma propio, en competencias que respondan a lo que la sociedad espera de nosotras y no tan solo a lo que demandan los modelos sanitarios medicalizados y tecnológicos, desde la interdisciplinariedad y la intersectorialidad. Un espacio en el que la investigación se desarrolle desde la implicación y el compromiso por lograr evidencias que puedan ser entendidas, analizadas y aplicadas por las enfermeras en el contexto en el que les es propio, permitiéndoles liderar, poner en valor y visibilizar su aportación específica, como principal factor de impacto.

Desde el posicionamiento desigual establecido en base a niveles de inequidad y desigualdad, el conocimiento no pasa de ser una referencia que aporta poco valor, trasladando tan solo mayores diferencias en cuanto a su comprensión, interiorización, sensibilización y utilidad.

El espacio iberoamericano debe ser visto y entendido como un espacio de igualdad, pero, sobre todo, de respeto y de participación real desde la que se identifiquen las particularidades culturales, históricas, de valores… de cada territorio para poderlas incluir como parte de la construcción del conocimiento propio enfermero para prestar unos cuidados profesionales de calidad. No se trata de estandarizar, sino de generar un lenguaje de atención, comprensión, investigación, gestión y liderazgo que nos sea comprensible, asimilable, compatible, capacitador, eficaz y eficiente a las enfermeras iberoamericanas y que permita mirar, desde una posición de igualdad a cualquier otro espacio, contexto o territorio sin que nos sintamos tentados a abandonar, minusvalorar o invisibilizar nuestra identidad propia desde la que poder hacer aportaciones y no tan solo a adoptar o mimetizar las que se generan en otros contextos con lengua, cultura, valores, miradas… tan distantes como difíciles de asimilar.

Los modelos, tanto universitarios como sanitarios, deben responder a las necesidades de las comunidades donde están integrados y, por tanto, deben abandonar la rigidez impuesta desde los lobbies de presión o desde posicionamientos mercantilistas que generan la esclerosis de la atención personal, familiar y comunitaria y su utilización como nichos de negocio.

Enfermería, como ciencia, disciplina y profesión, debe liderar dichos cambios venciendo resistencias, inmovilismos y conformismos y generando respuestas sólidas, rigurosas y convincentes para lograrlo. No es una tarea fácil, pero sin duda es un compromiso consciente y coherente con nuestra condición de ser y sentirnos enfermeras, tanto en la construcción del conocimiento como en su difusión y consolidación, desde la docencia, la investigación, la atención o la gestión y en el marco de un contexto de referencia iberoamericano desde el que poder liderarlo.

[1] Agricultor, biólogo y filósofo japonés (1913-2008).

INTELIGENCIA ARTIFICIAL vs INICIATIVA AUTÓNOMA

 

Antes de trabajar en inteligencia artificial, ¿por qué no hacemos algo sobre la estupidez natural?”

 Steve Polyak[1]

 

No es la primera vez, ni imagino que será la última, que hablo de la fascinación que muchas enfermeras y la mayoría de nuestras/os estudiantes tienen hacia la técnica. Una fascinación que hace que aspectos trascendentales en la configuración, identificación, identidad, valor… de la enfermería queden ocultos, o cuanto menos desvalorizados, por considerarlos menores o irrelevantes ante la magnitud que se le otorga y desde la que se visibiliza e interioriza la técnica. Este es un hecho que, sin duda, no favorece la construcción de una identidad propia y apartada de los artificios y el ruido que provoca la técnica. No es menos cierto también que esta fascinación por la técnica, es como la adolescencia, que se muestra muy intensamente florida y desconcertante durante una época y que, poco a poco, conforme se va alcanzando madurez profesional en el primero de los casos y personal en el segundo se va alcanzando un equilibrio que permite ver las cosas desde otra realidad, adquiriendo personalidad definida y experiencia contrastada. No hacerlo es situarse en el ámbito de la inmadurez en ambos casos y por tanto en la incapacidad de identificarse y valorarse como persona o como enfermera.

Esta realidad de la que habitualmente nos quejamos y que en muchas ocasiones nos impide avanzar, sin embargo, viene determinada no tanto por una voluntad de las/os adolescentes o las/os estudiantes, sino por la acción social y familiar en el caso de la adolescencia y por la acción docente en el del proceso de enseñanza/aprendizaje de las enfermeras. Culpabilizar de falta de madurez en ambos casos a jóvenes y estudiantes es una forma tan inmadura como simplista de analizar y no reflexionar sobre la acción que familia, sociedad o docentes tenemos en su educación y en la enseñanza/aprendizaje durante todo su ciclo de desarrollo vital o educacional, al tratarlos desde una perspectiva absolutamente simplista, paternalista y limitadora de la autonomía personal y profesional que provoca una dependencia de prolongada duración que coarta o anula la capacidad reflexiva y el pensamiento crítico, imprescindibles en la construcción de la personalidad y del conocimiento científico, lo que finalmente influye de manera significativa en la percepción de la realidad desde cualquier ámbito social, familiar, relacional, docente o profesional que es sustituido por la fascinación de la virtualidad de las redes sociales o de la tecnología sanitaria.

Llegados a este punto, que no somos capaces o no queremos resolver, que de todo hay, aparece una nueva variable que se incorpora con una fuerza arrolladora que genera mucha más fascinación que la técnica que hasta ahora conocíamos o manejábamos.

La Inteligencia Artificial (IA), por tanto, provoca tanta o más fascinación que la generada hasta ahora por la tecnología y las técnicas pero con la diferencia de que se incorpora una gradiente de inequidad que sino somos capaces de controlar puede suponer el fin de muchas cosas que hasta la fecha identificábamos como inalterables o insustituibles. Hasta ahora considerábamos que el cuidado y la interacción personal que se requiere entre enfermera y persona para prestarlo son absolutamente insustituibles y garantizan la pervivencia de las enfermeras y de la enfermería como profesión, ciencia y disciplina. La pérdida del liderazgo del cuidado a favor de las transformaciones tecnológicas sin control, suponen un riesgo que ya no es supuesto, sino absolutamente real.

Nuevamente la perspectiva biologicista, medicalizada y tecnológica que impregna el modelo sanitario impuesto y perpetuado por la acción de los lobbies médico y farmacéutico, sitúan el foco de atención y el reto tecnológico en lograr la vida eterna y, por tanto, en vencer, o mejor dicho en negar y ocultar, la muerte como parte del ciclo vital de las personas, tratando de conseguir que no se tenga una fecha de caducidad concreta.

Así pues, a lo ya logrado hasta la fecha a través de la ingeniería biológica (reescribiendo los genes a través de las CRISPR[2]) y la combinación de de partes orgánicas e inorgánicas (ciborgs) se une ahora la IA capaz de generar entidades totalmente inorgánicas que establecen una relación diferente con la mortalidad tras más de 4.000 millones de años de evolución humana, al tratarse de un invento absolutamente diferente a todos los creados hasta la fecha y ser la primera herramienta creada por el hombre capaz de tomar decisiones por sí misma, pudiendo crear ideas, planteamientos, teorías… completamente nuevas. Hasta ahora la tecnología, incluso la más avanzada, era capaz de transmitir ideas, pero no de crearlas. La IA a través de la utilización y combinación de creaciones ya existentes crea otras nuevas, es decir, adquiere la creatividad que era exclusiva de las personas.

Por tanto la IA que sustituye a la Iniciativa Autónoma, en el caso de las enfermeras, puede quitarnos el liderazgo de los cuidados al poder decidir sobre nosotras, creando nuevas ideas que no seremos capaces de entender, supeditando nuestro futuro sino somos capaces de gestionar este nuevo poder. Es decir nos pasamos prácticamente toda nuestra vida como profesión, ciencia y disciplina, tratando de romper la subsidiariedad y dependencia del poder médico para pasar a depender de un nuevo y, si cabe, más peligroso poder como es la IA, que anula, por otra parte la Iniciativa Autónoma que nos permite, cuanto menos, crear propuestas de identidad, valor, significación, evidencia científica… propias, a través de la creatividad.

Lo que identificamos actualmente como un peligro potencial para la credibilidad de la ciencia, como son las fake news creadas por humanos, favoreciendo el negacionismo de las vacunas, el cambio climático, la violencia de género… la IA lo podrá hacer de manera absolutamente independiente, imprevisible e incontrolable, configurándola, no ya como un potencial peligro sino como una absoluta destrucción de la confianza entre humanos, al incorporarse identidades artificiales que actuarán por su cuenta sin que seamos capaces de distinguirlas de las figuras naturales.

La dependencia de la IA, por tanto, nos puede hacer no tan solo menos autónomas, menos competentes, sino que nos puede hacer menos inteligentes. Desde la máxima del divide y vencerás, la IA nos someterá a la tiranía tecnológica de la que ya somos dependientes y que tanto nos fascina, pero que, considero, aún estamos a tiempo de controlar si logramos mantener el liderazgo del cuidado y nos posicionamos en contra de su poder exigiendo que se regule, controle y limite su utilización con el fin de que seamos nosotras, como enfermeras pero también como humanos, quienes controlemos su utilización, expansión y, sobre todo, el poder de fascinación que ejerce.

Por todo ello, resulta imprescindible que las enfermeras incorporemos de manera absolutamente necesaria la Iniciativa Autónoma para crear espacios, contextos, ámbitos, escenarios… de cuidados reales, próximos, cálidos, referentes, racionales y humanos que contribuyan a ofrecer, compartir, consensuar, cuidados profesionales que respondan a las necesidades de las personas, las familia y la comunidad, sin necesidad de recurrir exclusivamente a la técnica que despersonaliza y elimina la confianza en las enfermeras.

De nosotras depende que sepamos controlar la fascinación tecnológica y sigamos creyendo en nuestra respuesta profesional, los cuidados, si realmente queremos que las enfermeras respondamos en base al manejo adecuado de las emociones, los sentimientos, los valores y no de algoritmos que creen respuestas artificiales que, además, en la mayoría de las ocasiones incorporarán intereses concretos que escaparán a nuestro entendimiento y supondrán que quedemos relegadas a ser tan solo mano de obra que no requerirá de conocimientos, de pensamiento crítico o de evidencias, sino tan solo de obediencia, docilidad y sumisión a la IA y su capacidad de decisión.

El lobby de la IA no podrá ser regulado sino actuamos desde ya para hacerlo. Porque el lobby médico o el farmacéutico ejercen el poder desde la autoridad humana que, por potente que sea, puede ser doblegado y controlado desde el poder del liderazgo enfermero. Pero no habrá nada que podamos hacer ante el poder tecnológico creado por la IA.

Sino innovamos, involuciaremos y desapareceremos.

Innovar es dar sentido a los cuidados, es dotarlos de conocimiento y evidencia, es saberlos valorar para poder transmitir dicho valor a la sociedad y que su prestación sea imposible de ser sustituida, anulada o falseada a través de una Inteligencia que no tan solo es Artificial, sino que es Criminal, al matar el sentido humano de los cuidados, tal como ya se expresara de manera magnífica en la película Blade Runner[3] cuando el ciborg, en una de las escenas finales, decía:

«- Diseñados para imitar a los humanos en todo menos sus emociones. Pero había una posibilidad de que desarrollaran emociones propias. Odio, amor, miedo, enojo, envidia. Así que tomaron precauciones.- ¿Cuáles?

– Les dieron cuatro años de vida”.

“Nuestro lema es: más humanos que los humanos”.

 

Aún estamos a tiempo de que la Tecnología esté a nuestro servicio y no nosotras al suyo desde la fascinación que provoca la IA.

[1]Neuroanatomista y neurólogo estadounidense considerado uno de los neuroanatomistas más destacados del siglo XX (1955)

[2] Acrónimo en inglés de Clustered Regularly Interspaced Short Palindromic Repeats, o Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas.

[3]  Película estadounidense neo-noir y de ciencia ficción dirigida por Ridley Scott, estrenada en 1982.

NO TOMES EL NOMBRE DE ENFERMERÍA EN VANO

Nada más intenso que el terror de perder la identidad

 Alejandra Pizarnik[1]

 

Aún perduran en la memoria los textos, discursos, buenos deseos, las felicitaciones… que con motivo del Día Internacional de la Enfermera se escribieron, leyeron, compartieron, y difundieron por múltiples medios en todo el mundo bajo el lema propuesto por el Consejo Internacional de Enfermeras (CIE), “Nuestras enfermeras. Nuestro futuro”.

Sin embrago, ni la denominación oficial del Día, ni el Consejo Internacional que lo promueve, ni el texto del lema que lo apoya, fueron suficientes en muchas más ocasiones de las deseables, para respetar nuestra denominación propia de Enfermeras. Nuevamente muchas/os prefirieron utilizar a Enfermería, que es profesión/disciplina/ciencia, como parapeto tras el que esconder su verdadera denominación y contribuir, de esta manera, a perpetuar la confusión de nuestra identidad, a diluir nuestra imagen, a consolidar nuestros miedos a ser y sentirnos enfermeras, a debilitar nuestro valor, a negar nuestro sentimiento propio o a refugiarnos en la inconcreción y la ambigüedad.

Si nuestro máximo órgano de representación internacional determina que lo es de las enfermeras, que no de Enfermería. Si el mismo CIE, determina que el Día Internacional que anualmente se celebra lo es de la Enfermera, que no de la Enfermería. Si el lema elegido y difundido por el propio CIE para conmemorar el Día Internacional de la Enfermera, hace referencia expresa a las Enfermeras, en esta ocasión hasta en dos veces en las cuatro palabras que lo componen, en lugar de hacerlo como Enfermería. Si todo esto es una realidad no sujeta a la interpretación o subjetividad, no entiendo el por qué hay sectores y grupos profesionales de enfermeras que se siguen empeñando, de manera tan terca como irracional, en ir contra lo que son o representan, posicionándose en un claro negacionismo de identidad enfermera.

Haciendo un análisis más detenido de una cuestión que, por otra parte, los negacionistas de la identidad enfermera, quieren presentar como menor o, lo que aún es peor, identificándolo y trasladándolo como discurso dogmático y radical de quienes defendemos nuestro derecho identitario, nos encontramos con evidencias de dicho posicionamiento negacionista que tan solo se mantiene por su clara aunque inconsistente resistencia a un cambio que no tan solo es necesario y urgente, sino que es coherente, pertinente, consecuente y lo que aún es más importante, respetuoso con nuestra identidad. Tan solo así se entiende que, a estas alturas, cuando hemos logrado desprendernos, no sin esfuerzos y venciendo múltiples resistencias, de denominaciones tan lamentables como la que se utilizó para eliminar nuestra identidad como las de Ayudante Técnico Sanitario (ATS), que posteriormente se maquilló con la de Diplomado Universitario de Enfermería (DUE), sustituyendo, en ambos casos, la denominación de enfermera por sus respectivos acrónimos de ATS o DUE. Denominación que adoptaron los Colegios Profesionales y el Consejo General, hasta que cambiaron dicha denominación de ATS/DUE por la de Enfermería, haciendo propia la representación de la profesión/ciencia/disciplina, cuando la que les corresponde, como Colegios profesionales que son, es la de sus profesionales, es decir, las enfermeras, que es lo que somos, aunque parece que les moleste.

A pesar del tiempo transcurrido y de las innumerables ocasiones en que esta petición tan importante como lógica ha sido trasladada, tan solo un reducido número de Colegios profesionales ha modificado su denominación a Colegio de Enfermeras o de Enfermeras y Enfermeros. Para ello el peregrino, oportunista y misógino mensaje que los/as (que de todo hay, aunque más de los primeros que de las segundas), responsables de la mayoría de Colegios y del Consejo General de España utilizan para mantener la denominación errónea y usurpadora de los órganos de representación de las enfermeras que no de la Enfermería, es el que se ampara en los postulados gramaticales, que no de respeto, de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) que no es capaz de admitir una definición de nuestra profesión/ciencia/disciplina acorde con la realidad actual y a la que ni tan siquiera sitúa como primera acepción en su diccionario[2]. Según los académicos determinan, sin posible excepción por razones que avalen la misma, el genérico siempre se escribe en masculino con independencia de la composición de sus miembros. La denominación “correcta” pues debe ser la de Colegio de Enfermeros. Y adoptando como dogma de fe dicho postulado lingüístico, aunque no sean de obligado cumplimiento, los/as responsables de la mayoría de Colegios profesionales, con la débil justificación de no herir susceptibilidades y respetar la diversidad de género, deciden mantener la denominación de Colegio/Consejo de Enfermería que claramente contraviene lo aceptado Internacionalmente en cuanto a la denominación de quienes somos Enfermeras y no sanitarios, profesionales de Enfermería o simplemente Enfermería, al contrario de lo que sucede con el resto de disciplinas cuyos órganos de representación profesional es el de psicólogos, ingenieros, arquitectos, fisioterapeutas… y no de Psicología, Ingeniería, Arquitectura, Fisioterapia… Es decir, claramente, vamos contra corriente y nuevamente somos la excepción de la norma como en tantas otras ocasiones en Enfermería, incorporando elementos de división, indefinición, confusión, interpretación, oportunismo e interés malintencionado.

Como consecuencia de todo ello se derivan situaciones que son evitables e impedirían, o cuanto menos limitarían, confusiones innecesarias y peticiones oportunistas que tratan de aprovechar el desconcierto que generan quienes, precisamente, deberían velar por la defensa y protección de la identidad enfermera con el fin de sustentar artificialmente reivindicaciones laborales y de identidad que no les corresponde[3] o para obtener beneficios de manera malintencionada con ofertas engañosas de titulaciones enfermeras[4].

Como muestra de lo dicho nos encontramos con la paradoja de que el Consejo General de Enfermería (CGE), emita una nota dirigida a las/os presidentes/as de los Colegios Provinciales de Enfermería, en la que textualmente se traslada lo siguiente: “Varios Colegios provinciales se han dirigido a este Consejo General en relación con la publicidad que está llevando a cabo el sindicato de auxiliares de enfermería (SAE) respecto de la marca 12 de mayo, Día del Técnico en Enfermería con la que pretenden asimilar en un mismo cuerpo profesional a los titulados superiores en enfermería (graduados universitarios) con los técnicos (FP) utilizando para ello la efeméride del Día Internacional de la Enfermería”. Es decir, el Consejo General de las enfermeras de España, denominado de Enfermería, informa de acciones legales contra quienes quieren utilizar, la que ellos mismos en un grado máximo de incoherencia, denominan de la efeméride del Día Internacional de Enfermería que no de la Enfermera como realmente es. Pero, además, en los escritos dirigidos al Ministro de Sanidad y a la Ministra de Educación el presidente del Consejo General de Enfermería, dice textualmente: “…la actuación que está llevando a cabo el Sindicato SAE para confundir a la sociedad y a los pacientes, tratando de asimilar la figura del Técnico Auxiliar con la de la Enfermera”. Es decir, quien se arroga la máxima representación de Enfermería, generando confusión, es el mismo que en el citado escrito hace mención a los estatutos del CGE en cuyo artículo 50.2 se puede leer: “En su cualidad de miembro del Consejo Internacional de Enfermeras, la Organización Colegial establece también como fiesta institucional el Día Internacional de la Enfermería. La utilización de esta denominación requerirá, en todo caso, autorización expresa de la Organización Colegial a través del Consejo General”, lo que contraviene la denominación que traslada el CIE al que pertenece y que hace mención expresa e inequívoca de “Día Internacional de la Enfermera”. ¿Se puede generar más confusión e incoherencia con lo que se pretende reclamar desde una posición que no tan solo es absolutamente incongruente con lo que se expone, sino que permite alimentar e incluso da argumentos a quienes acusa de suplantación para avalar su petición como miembros que son de Enfermería como Técnicos de Cuidados de Enfermería (TCAE) pero no Enfermeras? Situación que quedaría absolutamente zanjada y no daría pie a interpretaciones ni a peticiones de este tipo si se respetase la verdadera denominación de “Día Internacional de la Enfermera”. Tan sencillo como deseable.

Intentar aparecer, por tanto, como adalid en la defensa de los intereses de las enfermeras cuando sistemáticamente renuncian a su denominación como tales para utilizar la de Enfermería, es en sí mismo un engaño hacia quienes dicen representar.

Todo ello, por otra parte, alimenta las denominaciones que se utilizan por parte de medios de comunicación, de responsables sanitarios, políticos y de la propia ciudadanía al referirse a las Enfermeras como Enfermería en una clara muestra de falta de identidad propia que nunca sucede con otras disciplinas, lo que deriva en una deficiente valoración, una insuficiente visibilización y una permanente indefinición.

Sería por lo tanto deseable y es exigible que, utilizando el símil de un mandamiento bíblico, no se tomase el nombre de Enfermería en vano, con el fin de respetar a la ciencia/profesión y disciplina que es y se valorase, defendiese y de igual manera, se respetase a quienes son sus profesionales, al menos una parte de ellos, como somos las enfermeras, sin que ello suponga, en ningún caso, el exigible y necesario respeto hacia quienes conforman también parte de la Enfermería, pero que no son en ningún caso, al menos en España mientras sigamos manteniendo las actuales condiciones y normativas vigentes, enfermeras[5].

Ante esta realidad, el propio CIE debería poner orden y, sobre todo, minimizar la confusión actual, trasladando a los países miembros del mismo a que hiciesen una utilización homogénea y en consonancia a la utilizada por el propio CIE en cuanto a la denominación de sus órganos de representación y a la referencia que de sus profesionales hacen los mismos como enfermeras, lo que evitaría situaciones tan anacrónicas como las referidas.

Pero en espera de que ello pueda producirse, las enfermeras españolas deberíamos trasladar a los Colegios que aún no han modificado su denominación como al propio CGE, que se proceda al cambio inmediato de Enfermería por el de Enfermeras o de Enfermeras y Enfermeros, para ajustarse a la realidad de sus propias competencias de representatividad como de respeto tanto a la profesión/ciencia/disciplina de Enfermería como de a quienes verdaderamente debe representar y defender, las Enfermeras. Mientras se siga tomando en vano el nombre de Enfermería continuaremos en la clara e incomprensible indefinición actual que seguirá generando confusión, enfrentamientos y conflictos tan innecesarios como evitables. Porque tal como escribiera Jorge Luis Borges[6] “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre [la enfermera] sabe para siempre quién es”, pues, “La identidad de un hombre [de una enfermera] consiste en la coherencia entre lo que es y lo que piensa” (Charles Sanders Peirce)[7].

No planteo un mandamiento bíblico, pero si un planteamiento riguroso y coherente para Enfermería, a la que pertenecemos, como lo que somos, Enfermeras. Por tanto, no es una cuestión teológica, pero sí lo es deontológica, no lo olvidemos.

[1] Poeta argentina (1936–1972)

[2] 1. f. Local o dependencia para enfermos o heridos.

  1. f. Actividad profesional que consiste en la atención de enfermos y heridos, así como otras tareas sanitarias, como p. ej. la prevención de enfermedades, siguiendo pautas clínicas.
  2. f. Conjunto de estudios requeridos para conseguir la titulación de enfermería. Ha terminado enfermería y en enero empezará a trabajar en el hospital.
  3. f. Conjunto de los enfermos de determinado lugar o tiempo, o de una misma enfermedad.

[3] Como la petición trasladada por los Técnicos de Cuidados de Enfermería (TCAE) para que se considere el Día Internacional de la Enfermera, que ellas/os plantean como de Enfermería tal como hacen muchas enfermeras y sus representantes, como su día de celebración también, en un claro oportunismo al aprovechar la torpeza de quienes niegan su identidad profesional

[4] https://www.tiktok.com/@MS4wLjABAAAAW94iy-aIr4K-aVcc47tu2ul4M1SiF8N5T_iOoxRITwlbGybpNr8aMIiofTHuPW24/video/7213754019381103873?_r=1&_t=8cKZpsSunFq

[5] A nivel internacional, por otra parte, nos encontramos con diferentes realidades al respecto. Por una parte, en el ámbito anglosajón no se diferencia la denominación entre enfermera y técnico o auxiliar de enfermería, considerándose todas enfermeras, aunque sus competencias están perfectamente reguladas en diferentes grados que regulan la carrera profesional y las competencias en cada caso. En el ámbito latinoamericano, por su parte, distinguen entre enfermeras profesionales o licenciadas y técnicos de enfermería que suponen el mayor número de profesionales en las organizaciones sanitarias. Mientras en el ámbito anglosajón, no supone problema alguno la denominación de enfermeras en el ámbito latinoamericano por razones similares a la referidas a nuestro contexto se tiende a utilizar el término genérico e indeterminado de Enfermería para evitar utilizar el de enfermeras.

[6] Escritor argentino (1899-1986).

[7] Filósofo, lógico y científico estadounidense (1839–1914)