EL PODER DE LA HISTORIA Y LA PÉRDIDA DE MEMORIA

Hace tan solo unos meses nadie hubiese creído un relato de lo que está sucediendo. Cualquiera hubiese pensado en un guión de ciencia ficción o incluso de terror. Pero como suele decirse, la realidad siempre acaba superando, lamentablemente, a la ficción.

            Y, en esas estamos, en una realidad que nos atropelló y superó cuando pensábamos que éramos capaces de afrontar cualquier situación por dura que fuese, sin pensar en ningún momento que se repitiesen historias que ni tan siquiera guardábamos en nuestra memoria y que recuperan estampas tan tristes como dramáticas que no tan solo nos hacen recuperar la memoria, sino revivirla al situarla en la realidad más cercana.

            La historia, que de manera muy simple puede decirse que es la sucesión de sucesos sucedidos sucesivamente, recupera y nos recuerda, de manera recurrente hechos, sucesos o acontecimientos, acontecidos en tiempos remotos y que olvidamos, bien como mecanismo de defensa ante los malos recuerdos que evocan, o bien por considerar que tiempos pasados no volverán, es decir, esto de agua pasada no mueve molinos. Pero la historia, como la realidad, intentan refrescar la memoria de quienes pensamos que nada puede ser como fue. Y la verdad es que no lo es, ya que lo que nos retorna supera lo acontecido y nos devuelve a una realidad que suponíamos imposible.

            Ahora que el aislamiento y la vivencia de experiencias vitales nos sacuden y nos sacan de una realidad construida en base a comportamientos, normas, tradiciones, ilusiones, pensamientos que tratan de alejarnos lo más posible de otras realidades cercanas que nos molestan más que nos inquietan, se presenta por sorpresa un desconocido virus que no tan solo invade y contagia, sino que mata y lo hace a una velocidad que nos paraliza, a pesar de todos nuestros avances, nuestros magníficos sistemas de salud, los extraordinarios profesionales, los grandes recursos, la tecnología más avanzada y la ciencia más rigurosa, dejándonos no tan solo en evidencia, sino en claro fuera de juego ante lo desconocido. Ni el más avezado estratega militar de cualquier potencia armamentística, utilizando el símil bélico que han querido otorgar a lo que realmente es un problema epidemiólogico sin precedentes, hubiese soñado con un ataque tan sistemático, masivo, sorpresivo, letal y exitoso, como el generado por un microscópico virus.

            Pero, como decía, ya pocos, salvo estudiosos y algunos nostálgicos científicos, reteníamos en la memoria los horribles acontecimientos que provocaron la epidemia de peste que asoló Londres y sus alrededores entre 1664 y 1666 y que narra con gran crudeza Daniel Defoe en su novela “Diario del año de la peste”[i]. Como si la novela fuese, eso, tan solo una novela, cuya narración no reflejase algo realmente pasado y que queda escrito como póstumo relato de lo que la memoria olvida, pero la historia recupera corregido y aumentado.

            Más reciente en el tiempo y por tanto con mayor probabilidad de que la memoria aún lo retenga está, la llamada «gripe española» de 1918, que surgió en realidad entre los soldados norteamericanos que luchaban en Francia durante la primera guerra mundial. Fue, con sus de 50 a 100 millones de muertos, la mayor de las epidemias sufridas por la Humanidad desde la Peste Negra medieval y la causa de la mayor de las matanzas del siglo xx.

En este caso, Laura Spinney recupera, en su novela “El jinete pálido: 1918: La epidemia que cambió el mundo”[ii], la historia de una epidemia que figura en nuestros libros de historia como una simple anécdota para mostrarnos hasta qué punto contribuyó a cambiar la historia del mundo, y lo hace en un libro fascinante, que va siguiendo el rastro de la enfermedad por el mundo entero, de Zamora a Río y de las minas de Sudáfrica a Alaska, contándonos historias personales que iluminan el drama colectivo.

Y esa anécdota de los libros de historia, salta en el tiempo y nos sitúa en una nueva realidad de muerte, la pandemia del coronavirus, pero curiosamente con idénticas perspectivas de un cambio integral de la realidad, previa a la pandemia.

Pero esa nueva realidad que se sospecha y se espera, tiene riesgos evidentes derivados no tan solo por efectos de la pandemia del COVID-19, sino de una epidemia más virtual, pero no por ello menos peligrosa, como es la de la información falsa que navega por las redes y se interioriza en las mentes con graves riesgos de desestabilización social, económica, política, de salud… y que aunque pueda parecer irreal e imposible de suceder, George Orwell[iii] nos trasladó, en su obra 1984, una realidad de ficción en el Londres del año 1984, que describe una ciudad lúgubre en la que la Policía del Pensamiento controla de forma asfixiante la vida de los ciudadanos. En la novela, Winston Smith es un peón de ese engranaje perverso, cuyo cometido es reescribir la historia para adaptarla a lo que el Partido considera la versión oficial de los hechos… hasta que decide replantearse la verdad del sistema que los gobierna y somete.

Realidad de ficción que no parece tan imposible que pueda suceder si no somos capaces de controlar aquello que, teóricamente, fue creado para nuestro bienestar y avance, pero que en determinados aspectos ya está volviéndose en nuestra contra.

Sin querer ser pesimista, se está planteando el que podamos estar geolocalizados para poder controlar el cumplimiento estricto del confinamiento. Como en la novela de Orwell, una inicial decisión protectora y beneficiosa, puede convertirse en perversa y usurpadora de la libertad individual y colectiva. Ya hemos comprobado como la realidad supera siempre a la ficción.

Esperemos que finalmente seamos capaces de mantener la tecnología al servicio de la prosperidad, el bienestar, la libertad y al servicio de la ciencia y la humanidad y no acabe por hacernos esclavos de la sociedad líquida tal como la describió el filósofo Zygmunt Bauman[iv], que condujo a la actual desintegración de las sociedades colectivas, para dar paso a la individualidad en términos de ciudadanía, los cambios vertiginosos provocados por la globalización y el imperialismo comercial de los monopolios en contubernio con los gobiernos neoliberales que, entre otras evidencias, la pandemia ha dejado al descubierto las consecuencias derivadas de los recortes y las privatizaciones sufridos por el sistema público de salud.

Tengamos la esperanza, sin embargo, de que esta pandemia nos permita reflexionar y analizar qué tipo de sociedad es la que queremos y cómo podremos afrontar los retos que la misma nos dejará tras su paso de contagio y muerte, con el fin de evitar posibles consecuencias indeseables como las que, por ejemplo, nos narra Ray Bradbury en su novela “Crónicas marcianas”[v]. Una serie de relatos que recogen la crónica de la colonización de Marte por parte de una humanidad que huye de un mundo al borde de la destrucción. Los colonos llevan consigo sus deseos más íntimos y el sueño de reproducir en el Planeta Rojo una civilización de perritos calientes, cómodos sofás y limonada en el porche al atardecer. Pero su equipaje incluye también los miedos ancestrales, que se traducen en odio a lo diferente, y las enfermedades que diezmarán a los marcianos. Algo que no suena tan raro, ni distante a algunos comportamientos ya instaurados en nuestra sociedad y que merecería la pena que corrigiésemos.

Por último, aunque existen muchos otros ejemplos, me gustaría referirme a la descripción realizada por Aldous Huxley, en su libro “Un mundo feliz”[vi], donde describe un mundo en el que finalmente se han cumplido los peores vaticinios: triunfan los dioses del consumo y la comodidad, y el orbe se organiza en diez zonas en apariencia seguras y estables. Sin embargo, este mundo ha sacrificado valores humanos esenciales, y sus habitantes son procreados in vitro a imagen y semejanza de una cadena de montaje.

Todo, aparentemente, muy próximo a la ciencia ficción, pero que lamentablemente se traduce en inexorables realidades en las que se pasa de las distopías narrativas referidas, como sociedades ficticias indeseables en sí mismas a unas realidades de las que cuesta escapar por efecto de la propia pérdida de memoria y con ella de los riesgos que conlleva.

La pandemia del COVID-19 ya no es un relato ficticio. Es una realidad que provocará, sin lugar a dudas, nuevos escenarios en los que deberemos construir la realidad en la que queremos vivir con unas, seguras, nuevas formas de comportamiento, relación y convivencia.

Dejemos de ignorar la historia y lo que la misma nos traslada y recuperemos la memoria a través de sus narraciones. No despreciemos las descripciones noveladas que obedecen en la mayoría de las ocasiones a la interpretación de hechos históricos para construir contextos figurados que quedan suspendidos en el tiempo, hasta que en algún momento se hacen realidad y sucumbimos a sus efectos por ignorancia o desprecio a lo acontecido y contado, bien como historia real o como historias simuladas, que en algún momento suelen confluir para reinventar lo acontecido y aprovecharse de esa pérdida de memoria tan frecuente como fatídica.

Si alguien, que lo habrá, narra lo acontecido durante esta pandemia, volverá a dejar constancia de hechos que el transcurrir del tiempo, seguro, recuperará, como indicios de lo que pasó y no se recordó. Porque finalmente la historia es recurrentemente predictiva.

Porque, El diario del año de la peste, no son una serie de crónicas marcianas que se haya inventado un jinete pálido en un ya lejano 1984, tratando de situarnos en un mundo feliz, en el que resguardarnos de los efectos de la pandemia. La realidad, supera todo esto y nos cuestiona y pone a prueba de manera inexorable.

No dejemos que otras/os escriban nuestro futuro y pongámonos desde ya a trabajar por hacerlo todas/os nosotras/os. Seguro que el resultado será mucho mejor que el que nos pueda deparar nuestra indolencia y pérdida de memoria.

[i] 2010 Diario del año de la peste. Daniel Defoe. Traducción de Pablo Grossmichd. Impedimenta.Madrid. ISNBN 9788493760182

[ii] El jinete pálido: 1918: La epidemia que cambió el mundo. Laura Spinney. Traductora: Yolanda Fontal Rueda. Crítica, 2018.

[iii] 1984. Traducción Miguel Temprano García. Tapa dura. Edición conmemorativa. Barcelona: Editorial Lumen. 2014. ISBN 9788426400260.

[iv] 2000. Liquid Modernity. Cambridge: Polity

[v] Bradbury, Ray (2008). Crónicas marcianas. Cartoné sobrecubierta. Colección Biblioteca de autor Bradbury. Barcelona: Ediciones MinotauroISBN 978-84-450-7689-7.

[vi] Aldous Huxley (2013). Un mundo feliz. Introducción, traducción y notas de Jesús Isaías Gómez López. Colección Letras Populares. Madrid: Editorial Cátedra. ISBN 978-84-376-3137-0.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *