A PROPÓSITO DEL HONORIS CAUSA Morir de exito

«La vida debe ser comprendida hacia detrás, pero debe ser vivida hacia delante».

Søren Kierkegaard[1]

 

El pasado día 25 de enero tuvo lugar la investidura como Doctora Honoris Causa por la Universidad de Alicante de Mª Paz Mompart García.

Sin duda un hito importante y trascendente por cuanto es la tercera enfermera española que es investida como tal en toda la historia de la Enfermería, tras las de Rosa Mª Alberdi y Mª Teresa Moreno por las Universidades de Murcia y Huelva respectivamente. Previamente, es cierto, habían sido investidas diferentes enfermeras anglosajonas.

La investidura de la ya Doctora Mompart, suscitó un gran interés y logró reunir en el acto de su reconocimiento a un gran número de enfermeras de todo el país. Este hecho, sin duda, puede ser entendido no tan solo como una muestra del cariño que hacia la Dra. Mompart se tiene por parte de quienes acudieron al acto, sino también por la admiración reconocida a su figura y, sobre todo, a su aportación al desarrollo de la Enfermería española e iberoamericana. No cabe duda de que así fue en vista del gran número de enfermeras que asistieron presencialmente y de las que lo hicieron desde la distancia con idéntico cariño e igual admiración. Así pues, podemos determinar sin ningún lugar a dudas que estamos ante una líder y referente indiscutible de la Enfermería Iberoamericana.

Sin embargo y a pesar de estas evidentes muestras existen elementos sobre los que quiero reflexionar por considerar que son importantes y sin que ello reste el más mínimo mérito, brillantez y trascendencia a su investidura.

Como decía, fueron muchas las enfermeras que se unieron a la celebración de su investidura por lo que significa, tanto para Mª Paz Mompart como merecido reconocimiento a su trayectoria profesional, como por lo que la misma representa para la profesión/disciplinba/ciencia enfermera en cuanto a visibilización y valoración en la universidad específicamente. Y también para la sociedad dado que su impacto se traduce en un evidente beneficio en la salud de las personas, las familias y la comunidad como consecuencia directa de lo logrado con su liderazgo. Pero más allá de la importancia de quienes asistieron, sobre lo que quiero centrar mi reflexión es sobre quienes no lo hicieron. No es mi intención distinguir como buenas enfermeras a quienes asistieron o mostraron su apoyo y como malas enfermeras a quienes no lo hicieron. Sería no tan solo muy pueril sino absolutamente absurdo pretenderlo.

Pero hay ausencias, olvidos, indiferencias, que no tan solo son incomprensibles, sino que son totalmente injustificables en unos casos y preocupantes en otros.

La Doctora Mompart en su discurso de investidura agradecía “a quienes, desde la amistad y el entendimiento, me han ayudado a avanzar en los diferentes ámbitos en los que me he movido y trabajado. También aquellos que no me han distinguido con su amistad, sino todo lo contrario, han sido acicates para mi progreso personal y profesional”. Constatando que nadie puede pretender la unanimidad en cuanto a admiración e incluso reconocimiento. Pero coincidiendo en este hecho y más allá de los motivos que cada cual pueda tener para generar filias o fobias, hay personas que, por la condición de máximos representantes, en este caso de la profesión enfermera, no deberían anteponer sus fobias a su responsabilidad como tales. Porque quien asume dicha responsabilidad lo hace para representar a todas las enfermeras y no tan solo a las que identifica como “amigas” generando respuestas diferentes con aquellas a las que cataloga como “enemigas”. Dicha actitud significa una irresponsabilidad y posiciona a quienes la adoptan como hooligans que responden a pasiones viscerales en lugar de hacerlo a hechos racionales y a coherencia institucional.

Las diferencias de pensamiento, criterio o posicionamiento no deberían ser nunca escusa para el rechazo, la censura o la discriminación de quienes tienen la obligación de representar a todas las enfermeras.

Y esto precisamente es lo que hicieron los máximos representantes de las enfermeras, del Consejo General de Enfermería, con su actitud cobarde, incomprensible e inadmisible. No tan solo no se dignaron a asistir al acto al que se les invitó formalmente por parte de la universidad, sino que ni tan siquiera excusaron su ausencia, ni tuvieron la dignidad de remitir una formal y protocolaria, carta de felicitación con la que cumplir con su obligación institucional.

Ante esta actitud, todas las enfermeras, deberíamos plantearnos si son estos representantes los que se merece la profesión. Más allá de la simpatía o animadversión que puedan generar las personas que asumen el cargo tras la elección de las mismas, por lo que deberían ser valoradas es por su acción de representación y reconocimiento hacia todas las enfermeras, con independencia de preferencias que provoquen discriminación.

¿Alguien podría entender que tras la concesión de un Premio Nobel el/la Presidente/a del Gobierno, como representante máximo de todo un país, no se dignase tan siquiera a felicitar a quien lo recibe por el simple hecho de no contar con su simpatía o por ser contrario a su pensamiento político? Porque esto es lo que se ha hecho por parte del Presidente del Consejo General de Enfermería y de todo su equipo. Esta es la persona, la enfermera que, en teoría, representa a todas las enfermeras españolas. Quien se permite el lujo de ignorar un hecho tan relevante como significativo para la Enfermería y todas las enfermeras como es el de que una universidad española incorpore a una enfermera como Doctora Honoris Causa, que es el mayor reconocimiento académico que se realiza en cualquier universidad, tanto a nivel nacional como internacional. Una ignorancia que representa una absoluta falta de respeto hacia quien recibe el reconocimiento y hacia la institución que lo otorga. Una ignorancia que supone una falta de respeto a lo que significa dicho reconocimiento para la Enfermería y las enfermeras. Una ignorancia que ejemplifica el dicho de que “no hay mayor desprecio que no hacer aprecio”, pero que también se traduce en lo recogido en el evangelio según San Mateo 7:15-20 “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis”. Y eso precisamente es lo que las enfermeras deberíamos hacer, guardarnos de quienes no tan solo no nos representan, sino que tampoco nos defienden. Debemos dejar de asumir como natural lo que es antinatural, como normal lo que es inconcebible, como irrelevante lo que es trascendente, como inevitable lo que es reversible, como asumible lo que es rechazable. Las enfermeras no podemos quedarnos impasibles ante este tipo de actitudes. De nosotras, y nuestra implicación, depende que quienes nos representan en las organizaciones enfermeras sean dignos representantes a los que respetar, más allá de asumir su presencia por el exclusivo hecho de ostentar un cargo.

Pero, hay otro hecho que me llamó poderosamente la atención y que también merece mi reflexión. Si bien es cierto que la respuesta de asistencia y adhesión fue muy importante valorada de manera general, no es menos cierto que si la analizamos teniendo en cuenta la edad de quienes asistieron identificamos que la media de la misma, aunque tan solo hecha de manera aproximada, no baja seguro de los 50 años siendo muy generoso. No es que tenga absolutamente nada que reprochar a quienes asistieron o se adhirieron por razón de su edad. Sería absurdo. Pero sí que tengo algo que reprochar a quienes siendo más jóvenes no lo hicieron y a quienes no fuimos capaces de movilizarlos o sensibilizarlos para que lo hiciesen.

Porque, desde mi particular punto de vista, la ausencia en la identificación de referentes en la Enfermería española es preocupante y se traduce o se hace patente en actos como el que estoy comentando.

Es cierto que la figura de Mª Paz Mompart y su aportación al desarrollo de la Enfermería con la incorporación de sus estudios en la universidad en el año 1977, es reconocible y por lo tanto valorado en su justa medida por quienes nos situamos en esa media de edad. Pero no es menos cierto que precisamente quienes lo valoramos deberíamos reflexionar sobre qué estamos haciendo y cómo estamos actuando para que su proyección se limite a ese espacio temporal y no sea conocido y por tanto reconocido por quienes, por ejemplo, ahora mismo están estudiando el Grado de Enfermería en la Universidad. Porque no podemos seguir pensando que es normal que dichas/os estudiantes no sepan que, si hoy tienen la posibilidad de estudiar en la Universidad, de poder acceder a un máster o una especialidad o alcanzar el grado de doctorado, es precisamente gracias al liderazgo que en su día tuvo Mª Paz Mompart y el compromiso, implicación y trabajo de otras muchas enfermeras para lograr que esto sea una realidad. Que las futuras enfermeras crean que lo que hoy es una realidad, su realidad, es algo que responde tan solo a la regulación de los estudios en la Universidad sin tener en cuenta lo que aconteció para conseguirlo, es un hecho que debiera preocuparnos. Porque no dar a conocer y valorar lo que supuso lograrlo y a quiénes lo consiguieron hacer realidad es contribuir a la indiferencia y a la ignorancia de nuestras/os referentes profesionales/disciplinares, como si todo fuese resultado de un proceso mecánico o casual sin la intervención de nadie que lo hiciese posible. No hacerlo supone el que sigamos alimentando una falta permanente de sentimiento de pertenencia y una ausencia de orgullo hacia el mismo. Porque silenciarlo es convertir a la enfermería en un medio en lugar de un fin en sí mismo. Un medio para incorporarse al mercado laboral sin problemas y hacerlo con el principal objetivo de obtener una buena remuneración por ello. Algo que, sin duda, es comprensible pero no suficiente para lograr que Enfermería sea algo más que una forma de lograr trabajo, de ser un oficio en lugar de una ciencia. Y a esto está contribuyendo, mal que nos pese, la universidad actualmente y quienes en la universidad somos responsables de la docencia enfermera. Docencia que pasa o debería pasar, por algo más que la transmisión de unos conocimientos, por importantes que estos sean.

En estos años de recorrido universitario, desde 1977 hasta ahora, hemos pasado de una identificación vocacional que en muchas ocasiones rayaba la espiritualidad a un utilitarismo de la elección profesional determinada, fundamentalmente, por la facilidad laboral, sin que exista un sentimiento de identidad y en muchos casos ni tan siquiera de identificación de lo que es y significa ser y sentirse enfermera. Cuando no se utiliza como puente a otros estudios por no alcanzar la nota necesaria de acceso a los mismos, es decir un nuevo aspecto del utilitarismo comentado. Así pues las cosas, resulta complejo, cuando no doloroso, la ausencia de identificación y reconocimiento de líderes y referentes enfermeros tanto pasados como presentes, lo que contribuye a ese estado de anorexia profesional que provoca una clara astenia identitaria.

Pero este estado de ánimo y actitud de una gran parte del estudiantado actual no es de exclusiva imputación al mismo. El profesorado enfermero y el que sin serlo imparte conocimientos en Enfermería, contribuyen de manera muy significativa a que se haga patente, se mantenga y se potencia esta forma de ser y actuar tan negativa para la identidad enfermera. Lo hagan por acción u omisión. Por todo ello, resulta imprescindible hacer una seria y rigurosa reflexión sobre la actitud del profesorado de Enfermería y cómo la misma influye en la actitud del estudiantado que, por otra parte, se alimenta también de la actitud social de individualismo, inmediatez, competitividad y hedonismo.

En un acto académico en el que se reconocía la aportación de una enfermera a la evolución y desarrollo de la Enfermería, que no hubiera estudiantes de Enfermería en una Universidad como la de Alicante que, además, es reconocida como una titulación de excelencia según los famosos y no siempre comprensibles rankings que lo determinan, más allá de su actitud errática y ausente de compromiso, debe hacernos pensar sobre qué estamos haciendo mal como docentes. Al estar muchas veces más preocupados por las publicaciones de impacto que nos permitan avanzar en la carrera académica que por el impacto que nuestra aportación puede y debe tener en el estudiantado y futuras enfermeras.

Es muy importante la alegría, satisfacción, celebración, orgullo… que un reconocimiento tan importante como un doctorado honoris causa genera. Pero todo ello no puede ni debe cegarnos, pensando que con ello ya hemos alcanzado lo máximo. Porque hacerlo es tanto como morir de éxito sin darnos cuenta de que tan solo es una fase más que debemos, por otra parte, normalizar y no suponer tan solo una anécdota aislada y puntual.

Como conclusión me gustaría que a la satisfacción por lo logrado se una el compromiso y la implicación por lo que queda por lograr que es mucho y complicado. Pero, desde luego, no imposible. De nosotras, como enfermeras, cada cual desde su ámbito de responsabilidad depende. No pretendamos que sean otras/os quienes lo hagan, porque no lo van a hacer. Así pues, a Dios rogando y con el mazo dando. Como dijera Epicuro[2] «Cuanto más grande es la dificultad, más gloria hay en superarla».

[1] Filósofo y teólogo danés, considerado el padre del existencialismo. (1813 – 1855).

[2] Filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo) (341 aC – 271 aC)

METONIMIA INFORMATIVA O IGNORANCIA SANITARIA De periodistas y políticos

“Saber dónde encontrar la información y cómo usarla. Ese es el secreto del éxito”

Albert Einstein[1]

 

Estoy verdaderamente molesto a la vez que decepcionado con la labor informativa de quienes dicen ser profesionales del periodismo.

Molesto porque “llueve sobre mojado”. Es sospechosamente reiterativo el ocultamiento que de las enfermeras hacen la inmensa mayoría de profesionales de la información de todos los medios de comunicación. Y digo sospechosamente porque es mucho el tiempo que vienen cometiendo este sistemático olvido de las enfermeras cuando elaboran y difunden información sobre la salud, el sistema sanitario, eso que ellos llaman con tanta frecuencia e imprecisión, los sanitarios, o cualquier otro tema en el que las enfermeras no es que estén presentes, sino que están desarrollando una labor imprescindible que o bien se obvia o bien, que aún es casi peor, se asigna a otros profesionales a quienes identifican como exclusivos protagonistas de la salud, o mejor la enfermedad, fagocitando con ello cualquier aportación realizada por otras/os profesionales.

Se que esto no es nuevo y que ya he reflexionado en otras ocasiones al respecto sobre ello. Pero no es menos cierto que se les ha trasladado tanto por parte mía[2],[3] como de organizaciones profesionales[4] y sociedades científicas[5], este hecho. Y se ha llevado a cabo siempre desde el máximo respeto, solicitando su análisis y rectificación a lo que se les trasladaba, apoyando la petición con información basada en evidencias para que no se interpretase como una pataleta sin fundamento. Y la respuesta siempre ha sido la misma. El absoluto silencio y por tanto el máximo desprecio, como única contestación a las sugerencias, comentarios, peticiones… Lo que genera una información deformada, manipulada, distorsionada, falsa… que perpetúa no tan solo los tópicos y estereotipos que, sobre la salud, la sanidad y sus profesionales existe en la sociedad como resultado de tan lamentable tratamiento de la información, sino que además sirve de manera consciente o inconsciente a los intereses de un lobby profesional como el médico en su cruzada por mantener el poder exclusivo y absoluto. Lo cual puede interpretarse bien como un intercambio de favores entre lobbies o en una manera de sucumbir ante lo que es una clara distorsión de la realidad que, al menos teóricamente, va en contra del rigor informativo al que tantas veces aluden y del que tanto presumen, precisamente, quienes lo incumplen de manera sistemática. Pero más allá del rigor, necesario e imprescindible a la hora de informar, existe la ética que es igualmente ignorada al hacer un uso de ella interesado y alejado de aquello que se espera de profesionales del periodismo. Así pues, la falta de rigor y de ética son fácilmente identificados y reconocibles en la información que nos trasladan.

Porque de no ser esta actitud periodística la que conduce a esta distorsión informativa, tendríamos que pensar que se trata de ignorancia, lo que es tanto como decir que la inmensa mayoría de periodistas tiene claras deficiencias tanto en su formación como en su desarrollo profesional. Y esto es algo que me resisto a contemplar como posibilidad. Lo que lamentablemente nos sitúa en el punto de partida al que me refería al principio con relación a la falta de rigor y de ética. Algo que sin duda es preocupante y lamentable.

Es cierto, tal como en algunas ocasiones han manifestado tratando de justificarse, que los periodistas no pueden saber de todo, como tampoco las enfermeras lo pueden hacer como me dijo en una ocasión un avezado periodista. Evidentemente no se pide que las/os periodistas sean enciclopedias andantes. Como tampoco se puede pretender que las enfermeras sean sabias eruditas capaces de responder a todas las situaciones de salud que se les presenten, a pesar de que son capaces de adaptarse de manera excepcional, eficaz y eficiente, a múltiples situaciones, escenarios y contextos como diariamente demuestran, sin que dicha capacidad sea la deseable por cuanto supone pensar, como hacen la mayoría de gestores sanitarios en reiteradas ocasiones, que las enfermeras sirven igual para un roto o un descosido. Y eso no tan solo no es acertado, sino que supone trasladar una carga de estrés muy importante a quienes se exige tal adaptación, sin que, por otra parte, se corresponda con un reconocimiento acorde a la responsabilidad y el riesgo que requiere asumirlo. De igual forma que a un cardiólogo no se le pide, ni mucho menos exige, que acuda a cubrir una plaza de traumatólogo, debería tenerse en cuenta que las enfermeras no sirven para todo como se pretende. Aunque realmente lo que se hace al actuar de esta manera es despreciar el valor del cuidado profesional y asimilar el mismo como algo intrascendente y subsidiario al hipotético, falso y exclusivo valor de la aportación médica a la salud de las personas, las familias y la comunidad. Sacralizando la curación y minusvalorando el cuidado.

De igual manera no parece razonable que un periodista deportivo sea el encargado de informar sobre un conflicto bélico, un acontecimiento político o el estado meteorológico, por poner tan solo algunos ejemplos. Así pues, lo que se espera y desea de quienes informan sobre temas de salud es que lo hagan con el rigor que merece y que cuando lo tengan que hacer se informen y acudan a lo que tantas veces aluden, fuentes fiables de confianza y valor contrastados. Lo contrario es participar en el juego nada recomendable del acierto error, o al menos deseable de las ocurrencias. Tal como decía Winston Churchill[6] “el auténtico genio consiste en la capacidad para evaluar información incierta, aleatoria y contradictoria”. Y es que parece que, como se recoge en la letra de “Eungenio Salvador Dalí” [7] de Mecano[8], “…andamos escasos de genios”.

Ante esta triste realidad, tan solo me queda pensar que existe una explicación intermedia entre la falta de rigor y ética y la ignorancia y es lo que voy a denominar como metonimia informativa.

La Real Academia de la Lengua (RAE) define metonimia como “Tropo que consiste en designar algo con el nombre de otra cosa tomando el efecto por la causa o viceversa, el autor por sus obras, el signo por la cosa significada”. Es decir, designar una cosa o idea con el nombre de otra con la cual existe, o se interpreta que existe, una relación de dependencia o causalidad. Y es aquí donde radica el problema. Que se sigue considerando dependiente de la medicina, los médicos o la acción médica, cualquier cuestión que tenga que ver con la salud o la sanidad, cuando la realidad es bien diferente por mucho que se insista en ocultarla o presentarla de manera invariable desde esta perspectiva o tratamiento informativo. De tal manera que cuando hablan de personal médico lo hacen refiriéndose a todas/os las/os profesionales, sean médicos o no. O cuando hablan de sanidad estén queriendo designar a la salud. O cuando hablan de enfermería se estén refiriendo a las enfermeras. O cuando hablan de asistencia médica lo hagan con relación a la atención a la salud. O cuando hablan de rama médica incluyan a quienes no forman parte de ella. O cuando hablan de los MIR se quieran referir a todas las especialidades de ciencias de la salud, a las que por cierto muchos médicos se resisten o niegan formar parte. Y así podríamos continuar de manera extensa y variada recogiendo las múltiples y reiteradas metonimias incorrectas con las que deforman la información trasladada. A parte, claro está, del efecto amplificador que realizan de cuanto hace o dice el colectivo médico, con seguimiento en directo de sus huelgas en Madrid, por ejemplo, o el efecto silenciador con relación a lo hecho o dicho por las enfermeras, con nulo o discretísimo abordaje a las reivindicaciones de las enfermeras catalanas, por ejemplo. Como si las peticiones de unos tuviesen mayor importancia que las de otras. Sin que se expliquen las razones de tal diferencia. Posiblemente porque no se pueda.

La metonimia, como fenómeno de cambio semántico, puede entenderse e incluso aceptarse en cierto tipo de narrativa o de lenguaje coloquial, pero la misma resulta inaceptable cuando el resultado de su utilización no obedece a un recurso semántico, narrativo o literario sino a una absoluta falta de información o conocimiento de lo que se está tratando de informar a la audiencia a la que se dirige. De una falta de interés y responsabilidad de quienes lo utilizan como recurso informativo. De una manifiesta mala fe en la transmisión confusa de la información que contribuye a generar confusión y falta de información veraz.

Cualquiera de estas posibles causas o cualesquiera otras que puedan existir para actuar de manera tan anómala como indeseable, deben ser erradicadas del trabajo periodístico en cualquier medio de comunicación. Y debe ser así por dignidad de quienes tienen la competencia y la responsabilidad de informar con rigor y ética periodística. Por consideración hacia la población a la que se informa, tratando de trasladar información veraz y ajustada a la realidad y no una aproximación interesada o torpe a la misma. Por respeto a quienes son objeto, directo o indirecto, del contenido informativo evitando en todo momento su distorsión, invisibilidad o ignorancia.

Me consta la profesionalidad de la gran mayoría de periodistas de todos los medios de comunicación. Pero por eso mismo no entiendo el porqué de su reiterada, machacona, insistente, manifiesta… costumbre en ocultar, manipular o distorsionar la información relativa a la salud, la sanidad o sus profesionales. Con la particularidad de que siempre se hace en idéntico sentido de error, lo que me hace sospechar que la casualidad no puede ser identificada como causa de su mala praxis informativa.

La labor informativa y periodística es de vital importancia en nuestra sociedad y es por ello que la misma no puede estar sujeta a imprecisiones, errores, olvidos… que lejos de contribuir a difundir una información que permita, a la población a la que se dirige, tener elementos de análisis y reflexión reales y contrastados, se aporte una información incompleta, deformada o falsa que favorece la construcción de realidades paralelas a la existente sobre quiénes y qué la conforman.

Es cierto que en este caos informativo no tan solo las/os profesionales del periodismo tienen la culpa. Las fuentes a las que en muchas ocasiones acuden para construir las noticias, aportan una información que no es real. Pero esto también tendría solución si las/os periodistas abrieran el abanico de posibilidades para obtener información y de esta manera poder contrastarla y ajustarla a la realidad a la que se quieren aproximar.

No hacerlo es participar en el juego perverso de las amistades peligrosas que con tanta frecuencia se produce entre quienes informan y quienes son objeto de información. Se da categoría de infalibilidad a ciertos informantes y se desprecia a otros en un claro sesgo de selección que limita, deprecia, intoxica o anula la información que finalmente se difunde.

Diariamente se están produciendo ejemplos sangrantes de cuanto estoy relatando. Y diariamente se ignora con absoluta indecencia la petición de rectificación que se traslada. Convirtiéndose este engreimiento informativo en un claro ejemplo del desprecio hacia quienes sufren la permanente metonimia informativa o la ignorancia sanitaria que las ocasiona.

Ni la salud es posible con la participación exclusiva de ningún profesional, sean los que sean, ni la información lo es con la exclusividad de las/os periodistas por importantes y estrellas que sean o se consideren. La salud, al igual que la información, salvando todas las diferencias, requieren de la aportación valiosa y por tanto visible de todas/os cuantas/os participan en su logro. Erigirse y enrocarse en el orgullo del protagonismo hedonista, en cualquiera de los casos, es actuar con irresponsabilidad, además de hacerlo con egoísmo y desconsideración.

Sería deseable que de igual forma que las/os periodistas se afanan en denunciar las mentiras de los políticos en tantos temas, lo hiciesen en lo que respecta a la sanidad y la salud al ser dichos políticos los primeros que ocultan, transforman o deforman la información, en un uso similar de metonimia a la descrita, pero con intereses claramente diferentes, al menos en principio al de los profesionales del periodismo.

Por ejemplo y sin ir más lejos, la metonimia utilizada por la actual ministra de sanidad, Mónica García, cuando habla de recuperar la universalidad de la sanidad reuniendo a las organizaciones sociales y científicas, obviando la participación de las enfermeras[9]. Como si fuese posible tal objetivo sin las enfermeras. La información que de este hecho se traslada a la opinión pública es la de una participación global de “todos”, cuando realmente se excluye a una parte fundamental de esa deseada y deseable sanidad universal en la que las enfermeras han demostrado sobradamente su compromiso e implicación, mucho más allá de lo que han hecho algunos de los representantes de organizaciones presentes en dicha reunión.

Es decir, se demuestra una vez más que las/os políticas/os, sean del signo que sean, mienten y utilizan a las enfermeras para el logro de sus intereses personales o partidistas. No basta con decir demagógicamente lo importante que son las enfermeras cuando los hechos ponen de manifiesto que se les ignora. No vale tan solo con nombrar como asesora a una enfermera que maquille o decore el ministerio y a quien lo dirige, sin que la misma tenga capacidad de decisión ni, por lo visto hasta ahora, de influencia para cambiar lo que se produce política e informativamente como una constante. Torpe, mentirosa y falsa, pero una constante. La ignorancia y el desprecio de y hacia las enfermeras.

Déjense unos y otros, periodistas y políticos, de retóricas. Al pan, pan y al vino, vino, sin adulterarlos. No adulteren con tan indigna actitud la verdad. Si quieren ser respetados, respeten.

[1] Físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austriaco y estadounidense. Se le considera el científico más importante, conocido y popular del siglo xx (1879 – 1955).

[2] https://efyc.jrmartinezriera.com/2018/10/28/enfermeras-y-medios-de-comunicacion-2/

[3] https://efyc.jrmartinezriera.com/2018/01/12/enfermeras-y-medios-de-comunicacion/

[4] http://efyc.jrmartinezriera.com/2024/01/22/grupo-40-iniciativa-enfermera-se-dirige-a-los-medios-de-comunicacion/

[5] http://efyc.jrmartinezriera.com/2024/01/22/las-sociedades-cientificas-elaboran-un-decalogo-dirigido-a-los-medios-de-comunicacion-para-que-se-dignifique-el-abordaje-que-realizan-sobre-las-enfermeras/

[6] Político, militar, escritor y estadista británico que se desempeñó como primer ministro del Reino Unido de 1940 a 1945 (1874 – 1965)

[7] https://www.letras.com/mecano/261444/

[8] Grupo español de género pop, pioneros del tecno-pop, new wave y wave en España entre 1981 y 1992.

[9] https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/notasprensa/sanidad14/Paginas/2023/181223-universalidad-sanidad.aspx

LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS ELABORAN UN DECÁLOGO DIRIGIDO A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN PARA QUE SE DIGNIFIQUE EL ABORDAJE QUE REALIZAN SOBRE LAS ENFERMERAS

Las principales Sociedades Científicas Enfermeras han trasladado a los medios de comunicación un decálogo con el que pretenden que se dignifique el tratamiento que sobre las enferemras se realiza en dichos medios.

 

GRUPO 40 + INICIATIVA ENFERMERA SE DIRIGE A LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN

Grupo 40 + Iniciativa enfermera ha tasladado a todos lo medios de comunicación un posicionamiento en el que traslada su preocupación y descontento por el tratamiento que se realiza de las enfermeras en dichos medios.

 

DEL CIS AL FIS ¿Cuestión de género o género cuestionado?

                                                                        A todas  las víctimas de la desigualdad, el acoso, el maltrato o la violencia del machismo en cualquiera de sus formas.

 

                                                                            “Oprimidos los hombres, es una tragedia.                                                                                                           Oprimidas las mujeres, es tradición”

Letty Cottin[1]

 

En la última encuesta realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) acerca de las percepciones sobre la igualdad entre hombres y mujeres[2], un 44,1% de los hombres asegura que “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres”.

Más allá de valoraciones sociológicas que no me corresponde hacer, el dato resulta cuanto menos llamativo. Llamativo por el alto porcentaje de hombres que lo verbalizan y, por tanto, entiendo que lo “sienten”. Pero más allá del dato cuantitativo, los aspectos cualitativos que de dicho dato se desprenden, me resultan no tan solo llamativos, sino preocupantes.

Preocupantes, en tanto en cuanto, en una sociedad como la nuestra lastrada por la violencia de género, que es el resultado más extremo de la desigualdad entre hombres y mujeres, que se tenga esa percepción por parte de los hombres, debería ponernos en alerta a todas/os sobre lo que este “mensaje” social significa y supone. Porque decir e incluso manifestarse en contra de la violencia de género o a favor de la igualdad entre hombres y mujeres, no es suficiente si después subyace un sentimiento de pérdida de “poder” masculino, que se traduce en un victimismo que no tan solo no es real, según datos contrastados, fidedignos y contrastados, sino que además es el resultado de un mensaje orquestado por determinados sectores sociales y políticos que niegan no tan solo la desigualdad sino la violencia de género. Pero es que además esta respuesta se contradice, por ejemplo, con el tiempo que las mujeres siguen dedicando a los cuidados de hijos o familiares con falta de autonomía, que casi duplica a la que dedican los hombres, 6,7 horas frente a 3,7 horas respectivamente.

Tras tantos años de lucha contra la violencia de género y a favor de la igualdad, queda demostrado que los hombres, en tan alto porcentaje como el obtenido en la encuesta, no identifican la igualdad como un logro sino como una pérdida. De tal forma que los esfuerzos y recursos dedicados a lograr la igualdad se han visto superados y reducidos como resultado de actitudes, discursos, mensajes, decisiones… de una parte de la clase política, que ni tan siquiera es mayoritaria, al ser capaz de modular la identificación de la igualdad como una discriminación que en este caso y al contrario de lo que se pretende con la discriminación positiva para alcanzar la igualdad se configura como negativa en “contra” de los hombres.

Estos datos, por tanto, deberían hacernos pensar y reflexionar. Porque los mismos no son solo datos estadísticos fríos, sino que trasladan una imagen social que deriva de los comportamientos reaccionarios de determinados sectores que se jactan de defenderlos y de aquellos otros que, aunque dicen estar en contra los consienten, asumen y en consecuencia apoyan, como resultado de los intereses para lograr o mantenerse en el poder, convirtiéndoles no tan solo en cómplices de la desigualdad sino en protagonistas directos, por acción u omisión, de la misma, por mucho que pretendan disfrazar o disimular su actitud ante ella. Por otra parte, no menos importante, determinados medios de comunicación contribuyen de manera muy potente a reforzar estos mensajes con su posición tibia o ambigua, cuando no de claro apoyo a los postulados reaccionarios.

Pero no tan solo la clase política es responsable de esta creencia victimista de los hombres. Quienes en mayor o menor medida tenemos responsabilidades en la atención a las personas, ya sea en salud, educación, justicia, o en cualquier otro ámbito social, no podemos mirar hacia otro lado. Porque hacerlo es situarse en idéntica posición a la de quienes, con sus posicionamientos y decisiones o el apoyo a los mismos, contribuyen a provocar esta triste, preocupante y dolorosa realidad. En el caso concreto que me ocupa y preocupa, las enfermeras, deberíamos adoptar una posición firme, decidida y contundente ante lo que está sucediendo. Porque tiene un efecto demoledor en la salud, no tan solo de las mujeres, sino de la sociedad en su conjunto con consecuencias inciertas, aunque con una previsible sospecha.

Estos resultados no vienen más que a constatar lo que está sucediendo y que provocan un efecto contagio en diferentes ámbitos sociales o profesionales.

Sobre lo que a continuación voy a reflexionar no pretende establecer comparaciones por no ser en la mayoría de las ocasiones aconsejables ni acertadas. Pero sí quiero tratar de analizar los efectos que determinadas actitudes como las que estamos abordando tienen en la vida y convivencia de personas/profesionales, así como en la igualdad de oportunidades y de desarrollo.

Ciñéndome a los efectos colaterales que sobre la profesión enfermera están teniendo y que en ningún caso pueden ni deben interpretarse o traducirse como actitudes victimistas por parte de las enfermeras, es importante identificar las cada vez más frecuentes y agresivas declaraciones de destacados responsables de determinados organismos o instituciones médicas en contra de las enfermeras y de su competencia, capacidad y mérito en el desarrollo de su profesión[3], [4], [5].

No se trata, en ningún caso, de litigios puntuales derivados de un conflicto competencial. Es un sistemático hostigamiento hacia las enfermeras como respuesta a un sentimiento de discriminación de los médicos, idéntico al que se obtiene en la encuesta del CIS. Es decir, los médicos en este caso en base a las presiones tanto verbales como judiciales que llevan a cabo, están trasladando una imagen de indefensión y menosprecio como consecuencia de la hipotética e imaginaria promoción de igualdad con la que, según ellos, se beneficia a las enfermeras y se les perjudica a ellos.

Beneficios, como digo absolutamente infundados. Porque se trata de la reivindicación de un reconocimiento que les corresponde, al tiempo que se les niega a las enfermeras, tanto en el ámbito laboral, competencial como económico, que hay que recordar tienen idéntico nivel académico al que ostentan quienes se sienten agraviados y discriminados. Lo que realmente sucede es que se niegan a que exista una igualdad de trato, respeto y consideración que no de competencias profesionales. Por mucho que traten de desviar la atención hacia esa supuesta invasión a la que aluden con tanta fuerza y virulencia, como ausente de sentido, argumento y razón.

Este comportamiento, me atrevo a decir, forma parte de un machismo profesional/institucional que se ejerce con independencia de que sean hombres o mujeres quienes lo hagan. Porque tal machismo lo es en función de la masculinidad de la profesión médica contra la feminidad de la profesión enfermera, concretándose en un acoso permanente que trata en todo momento de establecer los códigos de poder establecidos que se resisten a abandonar por entenderlos de exclusiva propiedad. Actitud que, además, ataca directamente a los cuidados al desvalorizarlos, provocando un déficit de cuidado en la población atendida. No por culpa, dejación o falta de competencia de quienes lo prestan, sino por interés y decisión de quienes lo ocultan y minusvaloran como forma de abuso y maltrato hacia las enfermeras.

Por otra parte, pretender, como se hace, asimilar machismo con feminismo como estrategia de defensa de los/as primeros/as contra las/os segundas/os es tan simplista como mezquino y tan solo obedece a una absoluta falta de argumentos rigurosos que sustenten sus ataques indiscriminados. Además de dejar manifiestamente claro el nivel moral e intelectual de quienes así piensan y actúan.

Estamos pues ante un panorama desalentador y muy peligroso, no tan solo por lo que supone de acoso cobarde y abusivo, sino por las consecuencias que el mismo tiene sobre las víctimas que se ejerce y que son premeditada y conscientemente elegidas tratando, además, de infringirles el mayor daño posible, sea a nivel físico o psicológico en el acoso tanto contra las mujeres como el realizado contra profesionales. En unos casos por el hecho de ser mujeres y en otros por tratarse de enfermeras. Sin duda no son comparables los efectos ni la magnitud de la violencia de género con la del acoso profesional, pero si que obedecen ambas a una manera de ejercer un tipo poder y autoridad, desde la condición masculina de los hombres o de los/as profesionales, contra quienes consideran débiles, inferiores y peligrosas/os para los intereses de unos y otros/as. En definitiva, estamos ante raquíticos de inteligencia, raquíticos de formas, raquíticos de sentimientos. Pero los raquíticos con poder, aunque este sea infundado y auto otorgado en base al temor que trasladan, son muy peligrosos.

Además, en el caso del acoso o machismo profesional/institucional, el mismo se mantiene y perpetúa por efecto de la ambigüedad, cuando no del posicionamiento en su favor, que practican las/os responsables políticos/as y sanitarias/os, al permitir con su falta de voluntad política y ausencia de decisiones correctoras que la situación cambie o se elimine. No deja de ser paradójico que se denuncie la violencia de género ejercida contra las mujeres, al mismo tiempo que se consiente o contribuye al acoso profesional ejercido contra las enfermeras. Aunque hay quienes ejercen, amparan o niegan ambas formas con discursos que, además, son asumidos por parte de una población cada vez mayor y más joven.

Que nadie se tire las manos a la cabeza por lo dicho, porque los hechos son muy tozudos y la realidad muy reconocible.

Por otra parte, es preciso reconocer que ante esta violencia o acoso tanto las mujeres en un caso como las enfermeras en otro han contribuido durante mucho tiempo, con su actitud y silencio, a que sea muy complicado revertir las actitudes que lo provocan y que por lo tanto lo alimentan en una espiral de miedo o temor de la que resulta muy complicado escapar.

En el caso del acoso profesional, las enfermeras han llegado a naturalizar la situación convenciéndose de que es necesario aprender a convivir con ella como manera de protegerse de la misma. O bien aliarse con quienes ejercen el acoso tratando de escapar a sus efectos, en una relación de conformismo o sumisión que no les identifique como rebeldes o reaccionarias haciéndose invisibles y poco molestas. Esta puede ser una de las razones, aunque no la única, de la falta de reacción, respuesta o implicación ante los ataques de los que son objeto de manera colectiva fundamentalmente.

Recientemente, y desde hace ya un mes, las enfermeras catalanas han dicho basta a los abusos de poder profesional y político en contra de ellas, ejerciendo su legítimo derecho a la huelga como último recurso a la falta de decencia política y la miserable actitud de quienes generan un discurso mentiroso y distorsionado como arma de acoso contra las que consideran enemigas de su causa y sus privilegios tratando de deslegitimizar, además, su derecho a la igualdad, desde la diferencia disciplinar que reconocen y defienden. En ningún caso pretenden, por lo tanto, ser como los médicos como tratan de trasladar a la opinión pública quienes utilizan tan falaz como torpe argumento. Cuando tan solo reivindican, reclaman y exigen, tener idénticos derechos a ellos en función de sus conocimientos, capacidades y méritos como enfermeras que son y se sienten.

Del CIS, con datos tan concluyentes como los obtenidos en su encuesta, al Fondo de Investigaciones Sanitarias (FIS) con resultados y evidencias científicas tan contundentes como las aportadas en múltiples investigaciones, podemos decir que la violencia ejercida desde el machismo, sea del tipo que sea, no tan solo es una cuestión de género sino también de que el género sea sistemáticamente cuestionado para justificar la ficticia discriminación que tan solo sirve de cortina de humo para ejercer una violencia o un acoso que les permita mantener su rol dominante.

No hay peor ciego que quien no quiere ver, ni peor sordo que quien no quiere oír. Pero tampoco hay peor hipócrita que quien no quiere actuar o alienta a quien lo hace para que el machismo adquiera rango de normalidad cuando no de calidad.

Todas/os debemos ser conscientes de lo que sucede. Todas/os tenemos la obligación de actuar para contribuir a eliminar esta lacra. Todas/os podemos hacer más de lo que hasta ahora hacemos. De lo contrario, todas/os nos convertimos en cómplices de los maltratadores. De nuestra decisión depende. Que nadie se ampare en delegar su responsabilidad.

[1] Autora, periodista, conferencista y activista social estadounidense (1939).

[2] https://www.cis.es/-/las-mujeres-dedican-el-doble-de-tiempo-al-cuidado-de-los-hijos-que-los-hombres

[3] https://www.diariodecadiz.es/noticias-provincia-cadiz/Durisimo-comunicado-Sindicato-Medico-Andaluz_0_1864614019.html

[4] https://x.com/sergiovalles77/status/1744711387652268236?s=48&t=n17GnRX5slJrExwhY8av8w

[5] https://x.com/victorpedrera/status/1746620558924542332?s=46&t=UxOkF6NIlwAnr5MX1_crxw

ENTREVISTA Mª PAZ MOMPART

El próximo día 25 de enero de 2024, la profesora Mª Paz Mompart García será investida en solemne acto académico como Doctora Honoris Causa en la Universidad de Alicante (España), actuando como padrino el Dr. José Ramón Martínez Riera, profesor titular de dicha universidad quien realizó la propuesta de investidura.

COMO DIOS MANDA Fanáticos y peligrosos

                                                              Las artimañas se disfrazan muy hábilmente de nobleza, y el fanatismo se viste con las ropas de la defensa de principios».

Adam Michnik [1]

 

El problema de los regímenes totalitarios y de quienes los lideran y secundan es que consideran que, no tan solo, están en posesión de la verdad absoluta, sino que además están convencidos de que todas/os deben seguir su doctrina de pensamiento único. Es más, desde su planteamiento de poder absolutista y excluyente, entienden que quien opine de manera diferente debe ser castigado por ello y si por añadidura tienen el atrevimiento de expresarlo, aunque o sobre todo lo hagan de manera argumentada y razonada, debe llevarse a cabo una estrategia de descrédito y descalificación que les identifique públicamente como un peligro público, aunque para ello tengan que utilizar la mentira, la manipulación y el alarmismo, como medio para mantener una posición de privilegio desde la que ejercer su poder absoluto y absolutista.

Esta manera de actuar que parece responder a situaciones pretéritas ya superadas, lamentablemente cada vez están siendo más frecuentes. Y lo que es peor, están contando con un apoyo popular creciente que obedece, no tanto a posicionamientos ideológicos concretos, como al miedo o el rechazo a las propuestas vigentes, sin que exista una mínima reflexión crítica para ello y sin tener en cuenta las consecuencias que suponen este tipo de soporte. Por su parte, quien lo recibe no lo asume como un compromiso social, sino como una forma egoísta y peligrosa de alimentar el ego de su poder.

Estas preocupantes situaciones, por otra parte, no se limitan a un ámbito concreto de la sociedad y como si de una mancha de aceite se tratase se extiende e impregna la forma de pensar y actuar de determinados grupos reaccionarios y fanáticos que lo aprovechan como una oportunidad para defender sus posiciones de fuerza y de rechazo hacia cualquier forma de pensar, expresarse o actuar que sea identificada como una amenaza a la que consideran y asumen como su zona de exclusiva propiedad. Grupos que, al contrario de lo que podría pensarse, no se circunscriben a sectores poblacionales con bajos niveles socio educativos, siendo precisamente aquellos que mayor nivel tienen los que colonizan dichos espacios desde los que desplegar su estrategia de soberanismo, bien sea social, político, económico o profesional.

Entiendo que este espacio de reflexión enfermera no debe entrar en valoraciones que no tengan que ver con el desarrollo, profesional o científico de la enfermería y las enfermeras, o el impacto directo o indirecto, aunque importante en la salud de las personas, las familias y la comunidad. Es por ello que, si bien no entraré a valorar posiciones ideológicas y/o políticas, si que quiero compartir mi punto de vista y mi posicionamiento ante lo que considero una clara y exclusiva estrategia de acoso y derribo hacia cualquiera que sea visto como un peligro profesional, aunque sea infundado, hacia su colonialismo profesional.

Parto de la base de que es lícita y respetable todo planteamiento que trate de defender desde el respeto, la evidencia y el razonamiento científico, cualquier posición profesional o disciplinar en la que, eso sí, prevalezca la defensa de la salud como derecho fundamental de las personas.

Pero para ello no vale toto. No son admisibles imposiciones dogmáticas, ni comprensibles las descalificaciones gratuitas, ni asumibles los planeamientos excluyentes, ni razonables las negativas impuestas, ni tolerables las prohibiciones de desarrollo profesional, ni aceptable la generación de un falso alarmismo, ni admisibles los discursos manipuladores, ni mucho menos válidos los negacionismos irracionales, oportunistas e interesados.

Como decía, parto de la premisa del respeto a cualquier posicionamiento. Pero dejando claro que dicho respeto es hacia la libertad de poder hacerlo, pero sin que ello signifique que deba respetar lo que se dice o cómo se dice, porque eso no puedo ni debo, ni quiero respetarlo siempre, en tanto en cuanto significaría asumir implícitamente, parcial o totalmente, el falso, fanático y peligroso discurso, al poder confundir el receptor de dicho respeto una asunción que no es ni real ni posible.

Ampararse, por otra parte, en instituciones u organizaciones como falso parapeto de defensa disciplinar es hacer una utilización maniquea y tramposa de las mismas para lograr el fin sin importar los medios utilizados y teniendo en cuenta que el fin es, en sí mismo, perverso y alejado de cualquier defensa del interés general centrado, en el caso que nos ocupa, en la salud comunitaria.

Es cierto que los discursos indefinidos, inconsistentes, ocurrentes, manifiestamente inoportunos y con un más que dudoso interés público, realizados por las/os responsables políticas/os, son como echar leña al fuego o intentar apagarlo con gasolina. Lo único que consiguen es alimentar este tipo de posicionamientos incendiarios de quienes actúan como pirómanos corporativistas. Así mismo, la permanente falta de voluntad política a la hora de derogar o modificar normativas obsoletas y claramente obstruccionistas al lógico y deseado dinamismo en el desarrollo de determinadas disciplinas como enfermería, o legislar en consonancia a la lógica evolución social, política, científica… que permita responder con eficacia y eficiencia a las necesidades de salud de la población, son ayudas inestimables para quienes utilizan dicha inacción y pasividad políticas en favor de su primacía y en contra de la lógica y evidente evolución, lo que supone un claro impedimento a la necesaria y deseable mejora de atención a la salud.

Se genera pues un contexto propicio para que emerjan y se multipliquen los mensajes y las actitudes a los que hacía alusión al inicio de mi reflexión.

En un paralelismo que espero no se interprete en ningún caso como una burla o menosprecio a las creencias religiosas, y remitiéndome al libro más vendido, aunque no por ello más leído, del mundo, la Biblia, leemos en el Génesis 1:27 “Creó, pues, Dios al hombre a imagen suya…” Y hay quienes, autoasignándose una divinidad disciplinar, determinaron que también ellos podían crear un sistema sanitario a su imagen y semejanza.

En la misma Biblia, en este caso en el evangelio según San Mateo 16:13:20, leemos: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará». Nuevamente fue emulado por los impostores divinos para “edificar” la que a partir de ese momento consideraron su particular iglesia, el hospital, como templo de su doctrina y para su adoración, identificando como infierno y sus correspondientes demonios a cuantas/os osaran contradecir o simplemente no seguir la doctrina por ellos impuesta. De tal forma que en su particular templo quienes quieran acompañarlos solo lo pueden hacer, o bien como acólitas/os beatas/os dispuestas a la devoción, la obediencia y la sumisión de su dictado y orden divino o bien como fieles seguidores de su dogmática y autoritaria doctrina y de quienes imparten la curación que se atribuyen. Construyendo un imperio de fe disciplinar que se basa en el respeto y reconocimiento impuestos, bajo amenaza de pecado mortal si no se cumplen sus mandamientos sanitaristas.

Esta comparación que, como toda comparación, es odiosa, tan solo pretende poner en evidencia determinadas actitudes que, si bien pueden parecer ya superadas, lo bien cierto es que hay un grupo de fanáticos y sentimentales fundamentalistas, involucionistas y negacionistas que pretenden transformar una disciplina imprescindible y respetable como la medicina en una secta reaccionaria desde la que amedrentar a cuantas/os tengan la osadía de cuestionar su poder, jerarquía y doctrina.

Todo cuanto hasta el momento he dicho puede parecer exagerado y fuera de contexto, pero ante los acontecimientos que últimamente se están produciendo y replicando a lo largo de toda España con declaraciones como las realizadas en la Comunidad Valenciana, Madrid, Canarias, o últimamente en Andalucía[2]… por parte de representantes de sindicatos médicos o de ciertos colegios profesionales, convertidos en los tribunales de la fe y la moral médica desde los que pretenden imponer y exigir cumplimiento fiel y obediente. Con mensajes que no tan solo suponen un ataque frontal hacia las enfermeras a quienes visibilizan como los demonios, sus demonios, sino también de transmisores del miedo y la amenaza a la población al trasladar una imagen de las mismas como peligro público para su salud, a través de informaciones claramente distorsionadas e intencionalmente descalificadoras, sin mayor argumento que el odio y rechazo frontal a planteamientos, ideas, posicionamientos, formas de actuar… diferentes, que no siempre contrapuestas, a su exclusivo dogma médico que ni tan siquiera paradigma profesional.

Para construir su discurso, además, utilizan un rancio e infantil victimismo desde el que construyen realidades paralelas que trasladan como ciertas en contra de lo que ellos identifican, desde su negacionismo, como conspiraciones permanentes a su hegemonía profesional, a pesar de que lo rechazado y considerado anatema esté avalado por organismos nacionales e internacionales de prestigio, alejados de cualquier sospecha.

Así, nos encontramos con la utilización de su mantra favorito como es la falta de médicos, en contra de lo que determinan los principales indicadores internacionales en este sentido. Cabe destacar que la falta de médicos en Atención Primaria, por ejemplo, es consecuencia del abandono de los propios médicos a ocupar plazas de la especialidad de Medicina Familiar y Comunitaria. Por tanto, el problema no es realmente una falta de profesionales sino una inadecuada planificación y ordenación profesional por parte de los principales organismos competentes y de quienes la obstaculizan con un claro y mezquino interés a sus rancias posiciones.

Por otra parte, esa supuesta y artificial amenaza hacía su doctrina que focalizan en las enfermeras tratando de convencer de la misma a la población en general y a las instituciones en particular, es una estrategia de distracción ante lo que supone un claro enrocamiento de sus posiciones trasnochadas, acientíficas y reaccionarias que tan solo persiguen blindar ancestrales privilegios de poder.

Es preciso destacar que tales actitudes no son seguidas ni compartidas por la gran mayoría de los excelentes profesionales de la medicina, pero no es menos cierto que en muchas ocasiones su silencio ante las mismas es una forma de contribuir a que se mantengan e incluso incrementen. El rechazo a tales estrategias no debe interpretarse como una traición a su identidad profesional, sino justamente todo lo contrario. Es fundamental que se visibilicen claramente las posiciones y se abandone la ambigüedad como respuesta. Tal como dijera Arthur E. Morgan[3] “Si la tolerancia tolera la intolerancia corre el peligro de ser destruida por ésta. Si no la tolera, se destruye a sí misma”.

La salud es demasiado importante como para convertirla en motivo de disputa o en un tótem de culto interesado y particular por parte de cualquier disciplina. Es, de igual forma, tan diversa y dinámica como la población que tiene el derecho fundamental a su acceso. Por tanto, requiere de aportaciones multidisciplinares que sean identificadas como complementarias y centradas en las personas, las familias y la comunidad y no como injerencia o intrusismo como se quiere hacer ver. Para contrarrestarlo, el trabajo transdisciplinar y transectorial debe constituir la guía de actuación profesional de todas las disciplinas desde las diversas aportaciones a la salud conjuntamente con la propia población a través de su participación real en la toma de decisiones. De tal manera que se identifique la salud como un patrimonio universal y no como patrimonio profesional de nadie con la intención de satisfacer, de manera oportunista, sus egos y necesidades corporativistas.

Tan solo desde el diálogo compartido, el respeto mutuo, el debate razonado, el pensamiento crítico, la ciencia como planteamiento genérico, la reflexión, el rigor y la ética, podremos ofrecer respuestas eficaces a las necesidades y demandas de salud comunitaria.

Los modelos caducos sobre los que se sustentan los sistemas sanitarios como parcelas de poder, compartimentos estanco o reinos de Taifas tan solo conducen a alimentar la aparición mesiánica de personajes con discursos de salvaciones condicionadas y condicionales y de amenazas y condenas hacia hipotéticos e interesados enemigos de su fe sectaria.

Por último y como expresa André Maurois[4] “Al demostrar a los fanáticos que se equivocan no hay que olvidar que se equivocan aposta”.

[1] Historiador, ensayista y publicista político. Redactor jefe del importante periódico polaco Gazeta Wyborcza (1946).

[2] https://www.diariodecadiz.es/noticias-provincia-cadiz/Durisimo-comunicado-Sindicato-Medico-Andaluz_0_1864614019.html

[3] Ingeniero civil, administrador y educador estadounidense (1878 – 1975)

[4] Novelista y ensayista francés (1855 – 1967).

ASISTENCIA A LA ENFERMEDAD VS ATENCIÓN A LA PERSONA

Vídeo en el que se muestran las diferencias entre una asistencia centrada en la enfermedad y una atención centrada en la persona en una consulta enfermera.

TRADICIONES Y TRAICIONES

“La tradición no se hereda se conquista”

André Malraux[1]

 

            Llegados a este punto del año en que las hojas del calendario ya son escasas y los deseos de que se acaben para iniciar uno nuevo cada vez mayores, parece que se tenga que hacer una reflexión de lo que pudo haber sido y no fue, de lo que esperábamos y nos encontramos realmente, de propósitos y realidades, de ilusiones y decepciones, de esperanzas y realidades. Es lo que marca la tradición o cuanto menos lo que hemos incorporado como tal y que en los últimos días de un año y en el que le sigue nos hemos empeñado no tan solo en concentrar sino también en convencer de que necesariamente, por tradición, deben ser felices, halagüeños, solidarios,  simpáticos y empáticos, alegres, dichosos… y que, por tanto, cualquier posicionamiento que en contra o diferente al respecto se realice se identifique como una traición.

            Tal como sucede con la salud persecutoria como efecto secundario de la promoción de la salud, en la que se culpabiliza a las personas de sus malos hábitos y de los efectos que los mismos tienen en su salud, con la tradición pasa algo similar al acusar a quienes no la siguen o la entienden de manera diferente de agoreros, aguafiestas e incluso de raros. En ambos casos parece que tan solo puede considerarse válido aquello que sanitaria o socialmente se determina como saludable, bueno o feliz. De tal manera que se establece un modelo que se determina como único válido y posible para lograr la salud o la felicidad a través de cánones, patrones, normas que se convierten en comportamientos obligatorios para lograr lo que algunos, habitualmente unos pocos, determinan que es salud y felicidad.

            Pero además sucede que los modelos que se determinan, imponen y exigen en ambos casos como únicos válidos están influenciados de manera absolutamente determinante por la fascinación que genera el contexto anglosajón. Así pues, dicha influencia acaba por traicionar la tradición y transformarla en un remedo de aquello que se considera, no tan solo como excelente sino incluso como exclusivo, desplazando culturas, tradiciones, creencias, valores… propios para dejar paso a los del modelo imitado que no siempre, o casi nunca, acaban encajando en el contexto en el que de manera forzada y artificial se quiere imponer con calzador. Imposición, por otra parte, que viene determinada por intereses particulares, mercantilistas, oportunistas… de determinados sectores profesionales, empresariales o sociales que tratan de convencer con sus discursos eufemísticos y demagógicos de falsa salud o felicidad, de aquello que tan solo es una manera de obtener un rédito a sus particulares intereses.

Como quiera que de la usurpación del modelo sanitario y de la salud ya me he ocupado en anteriores reflexiones y aprovechando la cercanía de estas fechas en las que toca ser felices por tradición, voy a situarme en el ámbito más navideño desde el que establecer mi argumentación.

Nuestra cultura y derivada de ella nuestra tradición, más allá de su influencia judeo-cristiana, estableció una serie de comportamientos, creencias mágicas y religiosas, iconos, referencias… que han formado parte de nuestra convivencia y nuestra herencia generacional durante muchos años. Sin embargo,la globalización entre otras muchas cosas nos aportó la mimetización y, en más ocasiones de las deseadas, la fagocitación de múltiples tradiciones propias, producto de una hipnótica fascinación por todo aquello proveniente del ámbito anglosajón en general y muy en particular del norteamericano.

No deja de ser curioso que algunas de esas tradiciones adoptadas como producto de la fascinación comentada no son ni tan siquiera tradiciones propias de los yankis a pesar de que se identifiquen como tales. Por ejemplo,Halloween es una fiesta cristiana celebrada en Irlanda y Escocia durante siglos.Los inmigrantes irlandeses y escoceses llevaron muchas costumbres de dicha celebración a Norteamérica en el siglo XIX, para luego extenderse a otros países a finales del siglo XX y principios del XXI, aunque en ese tránsito perdiese la influencia cristiana para pasar a ser una fiesta pagana. Podría pensarse que esto no necesaria y exclusivamente obedece a la influencia anglosajona que comento y que bien podría darse por influencia de otras tradiciones internacionales. Pero, por ejemplo, una tradición mucho más antigua y arraigada como la que se celebra en México en torno a la muerte, en idénticas fechas no ha tenido el mismo efecto de mimetización y aceptación que la comentada de Halloween que, además, es mucho más reciente y con menor tradición que la que tiene en Norteamérica que es el modelo que se ha asumido.

Por su parte una de las tradiciones más arraigadas en nuestro país como es la festividad de los Reyes Magos que, con independencia del mercantilismo del que se ha impregnado, ha estado siempre muy ligada a los sentimientos que la misma despierta en los niños y a su ilusión e inocencia que contagia a los adultos que en su complot por mantener el secreto que encierra su hipotética magia, es capaz de mantenerse incluso cuando se descubre la ausencia de dicho efecto, está siendo “amenazada” por la presencia de un personaje que poco o nada tiene que ver con nuestra cultura como es el conocido como Papa Noel o Santa Claus. Tradición que, como ocurriera con la de Halloween, no es norteamericana. San Nicolás entró por primera vez en la cultura popular estadounidense a finales del siglo XVIII en Nueva York, cuando las familias holandesas se reunieron para honrar el aniversario de la muerte de ‘Sint Nikolaas’, ‘SinterKlaas’ para abreviar. Tomando ‘Santa Claus’ su nombre de esta abreviatura.

Así pues, Santa Claus cuya imagen no es precisamente el mejor ejemplo posible de una vida saludable, al encarnarse en una persona obesa, está siendo capaz de arrinconar a los tres egregios yrealespersonajes que durante tanto tiempo han estado encarnando la figura de los más esperados benefactores de niños y adultos en nuestro país, como consecuencia de esa extraña pero real fascinación que provoca en nosotros todo aquello que venga no ya del país de origen del santo neerlandés, sino de donde se arraiga como propio, es decir, en Estados Unidos.

Esta fagocitación de tradiciones populares y la consiguiente suplantación por otras, supone una evidente pérdida de cultura y una imagen distorsionada de nuestra realidad que no se limita, por otra parte, a aspectos culturales o festivos, sino que se extiende a ámbitos tales como la ciencia o la investigación.

Lo que podría considerarse como una ventaja evidente por lo que supone de compartir conocimiento y evidencias científicas, se convierte en un rodillo mercantil a través de las empresas que gestionan la gran mayoría del mercado editorial de publicaciones científicas que son, casi en su totalidad, anglosajonas. De tal manera que no tan solo controlan el negocio, sino que establecen las reglas que, supuestamente, establecen la calidad científica de la que se deriva posteriormente conseguir los sexenios de investigación que determinan la carrera académica en la Universidad Española.

Esta colonización se traduce en una presión insostenible para aquellas publicaciones iberoamericanas que tienen que competir en desigualdad y de manera absolutamente desleal con quienes dominan el negocio a nivel internacional. Lo que se traduce, en muchas ocasiones, en el cierre de revistas con décadas de antigüedad que no son capaces de alcanzar los criterios impuestos y, no lo olvidemos, admitidos por universidades, agencias de evaluación, institutos de investigación… lo que acaba suponiendo la cuadratura del círculo para los gigantes editoriales. No es que las revistas iberoamericanas no tengan calidad, no nos equivoquemos ni nos dejemos engañar, es que no pueden seguir el ritmo impuesto por estas multinacionales que negocian con el conocimiento y que no siempre, supone que sus posiciones en el montaje que han impuesto del JCR, se corresponda con una excelente calidad. Pero ya se sabe que el dinero es el que marca la tendencia y la decencia.

            El inglés, por otra parte, es la otra gran escusa de la ciencia para arrinconar y limitar al máximo la visibilidad de la producción científica iberoamericana a pesar de que el castellano y el portugués superan con mucho el número de personas de habla inglesa. Así pues, la dictadura del idioma impuesta como criterio de lengua científica universal, supone un nuevo y lacerante inconveniente para el desarrollo científico propio de una gran cantidad de países, así como un consumo mucho más reducido de las evidencias que se generan por parte de las/os profesionales que deben incorporarlas a su práctica diaria para mejorar la calidad de la misma. Con la particularidad de que el hecho de que las producciones científicas estén escritas en inglés no determina, por sí mismo, que tengan mayor calidad, pero sin embargo supone un valor de partida inversamente proporcional al demérito de que esté redactado en castellano o portugués.

Otro ejemplo claro es, como ya he tenido ocasión de mencionar en otras ocasiones, el de identificar como referentes enfermeros casi exclusivamente a enfermeras anglosajonas. Esta fascinación se añade a las ya comentadas y supone que prácticamente queden invisibilizadas las referentes propias del contexto iberoamericano. Invisibilizadas porque, no es que no existan, sino que la atención se focaliza casi exclusivamente en las del ámbito anglosajón lo que hace que ninguna otra sea reconocida. Tan solo tenemos que ver las enfermeras que, en España, por ejemplo, han sido investidas como Doctoras Honoris Causa, para comprobar que de todas ellas tan solo dos, una de ellas en el año 2024, son españolas y ninguna de Latinoamérica.

Por su parte, los sistemas sanitarios están en permanente cuestionamiento por la evidente caducidad de sus modelos medicalizados, asistencialistas, paternalistas… en muchas ocasiones como consecuencia del mimetismo al que se les somete desde el contexto anglosajón.En contraposición, modelos que se han mostrado exitosos en el contexto iberoamericano con aportaciones de participación comunitaria y de promoción de la salud, son literalmente borrados por modelos neoliberales que comercian con la salud comunitaria, eliminando la equidad y la accesibilidad a la salud. En España con un cuestionamiento cada vez mayor del actual modelo sanitario,últimamente se está produciendo un aumento exponencial de los seguros privados, muchos de ellos multinacionales anglosajonas, que contribuyen al deterioro sistemático del sistema público. Por su parte, la política y quienes la manejan juegan con la salud desde sus intereses partidistas e ideológicos, haciendo de la misma un instrumento de lucha en lugar de defenderla como derecho fundamental de la ciudadanía.

A tal punto llega el interés por lo ajeno, siempre claro está que esté escrito o dicho en inglés, que se adopta de manera automática lo que son frases hechas, costumbrismos o simples vocablos que tienen difícil traducción en nuestra lengua o la que se realiza es literal, lo que supone que pierda el sentido o se altere el mismo.

Un ejemplo claro es el de la frase «truco o trato» de Halloween, que es en realidad una mala traducción del inglés, donde lo que dicen los niños, y no tan niños, cuando van de casa en casa en busca de caramelos es «Trickortreat». Trick se traduce como susto o broma. Y trato (treat) en este caso representa el dulce. Algo similar sucedió en su momento con la traducción de evidence por evidencia, que se ha asumido como válida cuando realmente se debería haber traducido como prueba que se ajusta en nuestra lengua mucho mejor al significado deevidence en inglés.

Papa Noel, por tanto, ejemplifica el individualismo, la falta de diversidad, la competitividad de nuestra sociedad en contraposición a una sociedad basada en las relaciones sociales, la multiculturalidad y la solidaridad que están mejor representados por los Reyes Magos por razones obvias que no merecen ser desarrolladas en este espacio.

Seguir en esta línea de globalización en la que nos hemos instalado sin tener en cuenta los efectos nocivos que, sobre la cultura, las tradiciones, la ciencia, las relaciones sociales, la solidaridad… pueden tener es contribuir a un deterioro progresivo de nuestra idiosincrasia y nuestra identidad. Más allá de la necesaria interrelación entre diferentes contextos, debemos preservar nuestra identidad propia. La que se adapta a las necesidades reales y no impuestas ni impostadas de otros ámbitos por exitosos o fascinantes que puedan parecer. Implementarlos despreciando las características propias de nuestro contexto es participar en su destrucción y con ella en dar respuestas basadas en falacias y suposiciones alejadas de nuestra cultura y nuestras tradiciones que son finalmente traicionadas, cuando no condenadas.

Hasta aquí este año. Espero y deseo que los tres Reyes Magos, cada cual que les ponga la cara, el género, la identidad, la etnia… que considere, nos aporten la serenidad de identificar y dar cumplida respuesta a las necesidades de las personas, las familias y la comunidad desde nuestra realidad.Construyendo un contexto de entendimiento con los pueblos latinoamericanos con quienes tanto tenemos en común. Y que ello sirva para generar la referencia y visibilidad que ahora mismo se nos niega desde un impostado “Trickortreat” que nos limita y nos desvaloriza.

            Agradezco a todas/os quienes me habéis seguido durante todo este año y deseo que en el próximo mis reflexiones puedan ser mucho más optimistas como consecuencia de una realidad de cambio y de desarrollo transformador enfermero.

            Aprovecho para desearos a todas/os Felices Fiestas y Próspero Año Nuevo y que los Reyes Magos os colmen de todo aquello que contribuya a haceros sentir autónomas/os, solidarias/os y felices.

[1] Novelista, aventurero y político francés (18901-1976)

A PROPÓSITO, SEÑORA MINISTRA Es mucho mejor sumar que restar

 

 

En agradecimiento a Faustino (Tino) Blanco, por creer, apostar e impulsar el cambio

A nadie le faltan fuerzas; lo que a muchísimos les falta es voluntad.”

Víctor Hugo[1]

 

            Estimada Señora Ministra de Sanidad, Mónica García, me permito dirigirme a usted desde este medio de reflexión enfermero para compartir inquietudes, dudas, incertidumbres, pero también ilusiones y deseos en torno a la salud más allá de la sanidad, a los cuidados más allá de la curación, a los problemas de salud más allá de la enfermedad, a la atención más allá de la asistencia, a la participación ciudadana más allá del protagonismo profesional, a la promoción de la salud más allá de la medicalización… con el tímido, pero esperanzador anhelo de que pueda dar respuesta con su gestión política a las necesidades que plantea el actual Sistema de Salud del que dependen las respuestas eficaces y eficientes que se puedan y deberían dar a las personas, las familias y la comunidad.

            Su anterior responsabilidad política, en la Asamblea de la Comunidad de Madrid, estuvo marcada por un posicionamiento firme en defensa de la sanidad pública que estoy convencido seguirá marcando su toma de decisiones en esta nueva etapa al frente del Ministerio de Sanidad. En cualquier caso, me permitirá que, desde el máximo respeto, pero también del más enérgico convencimiento, le traslade las que considero deben ser bases a tener en cuenta a la hora de plantear las necesarias estrategias de cambio, adaptación, mejora o transformación del actual modelo sanitario que, coincidirá conmigo, está muy lejos de responder a las actuales y no adecuadamente identificadas necesidades y demandas de la ciudadanía ni del contexto comunitario en que vive, convive, trabaja, estudia…

Más allá de cualquier posicionamiento político e ideológico, considero que la salud nunca debería ser moneda de cambio de nada ni por parte de nadie. Por lo que, las decisiones que se adopten, deben tener como única y exclusiva referencia a las personas que tienen el derecho a disponer y acceder a la misma desde la equidad.

Desde estos planteamientos que considero son irrenunciables con independencia de la ideología, el partido político, las creencias… a que se pertenezca, y desde mi condición de ciudadano, pero también de enfermera comunitaria, alejada de corporativismos insanos, de la que ni puedo ni quiero renunciar, me permito compartir con usted mis reflexiones.

Sería bueno que desde el principio dejase claro cuál es el foco de atención desde el que, en su ministerio, se va a trabajar. Si va a continuar siendo la enfermedad, el asistencialismo, el paternalismo, la medicalización y la tecnología o si, por el contrario, se va a poner a la salud como eje vertebrador de todas las estrategias. Porque este es sin duda el principal objetivo que debe plantearse a la hora de planificar las acciones. Seguir anteponiendo la patogénesis como elemento determinante de las políticas, hasta ahora mal llamadas de salud, sería un grave problema para la maltrecha salud de nuestro sistema sanitario. Pero esto hay que dejarlo claro desde el principio para que no haya lugar a dudas y puedan plantearse los objetivos a conseguir sin temor a las presiones que los amigos de la enfermedad y los garantes de que se mantenga el actual modelo sanitario realicen, como viene siendo su costumbre y su modus operandi para impedir cualquier atisbo de cambio que identifiquen como un riesgo a su estatus y a su protagonismo.

Señora ministra, sé de su condición de médica anestesista (prefiero denominarle así al contrario del masculino genérico que suele ser habitual en su profesión). Por supuesto, me merece todos los respetos y admiración. Sin embargo, me gustaría que, por primera vez y sirviendo de precedente, su condición disciplinar no suponga ejercer como ministra, en exclusiva como tal. Sabe, me consta, que la salud es demasiado importante para estar no ya tan solo en manos de un solo colectivo, sea el que sea, sino ni tan siquiera que dependa tan solo del sector salud. Es por ello que sería bueno que sus decisiones estuviesen al margen de su disciplina y se centrasen en la salud de la comunidad y la salud pública.

Nuestro Sistema Sanitario se caracteriza por la accesibilidad universal a pesar de los intentos que se llevaron a cabo por romper este derecho por parte de algunos antecesores suyos. Dicha accesibilidad es un derecho para dar respuesta a otro mayor como es la salud, que no depende tan solo de diagnósticos, tratamientos o técnicas médicas por importantes que en determinados momentos puedan serlo, que lo son. Los cuidados profesionales que tanto en el ámbito hospitalario, como en el comunitario o socio-sanitario se prestan, son un valor irrenunciable, indispensable e insustituible de la atención a la salud que, lamentablemente, no se visibiliza ni se pone en valor en las organizaciones sanitarias en general y en su ministerio en particular. Seguir creyendo que los cuidados son una aportación menor, secundaria o subsidiaria, señora ministra, es un error que contribuye al deterioro de las instituciones, al menosprecio de quienes los prestan, a la falta de humanización que, triste e incomprensiblemente, impregna nuestro sistema, a la dependencia que provoca, a la demanda insatisfecha que se genera y a la falta de calidez sentida y percibida de quienes tan solo son asistidos en lugar de ser atendidos.

Es por ello que sería bueno, necesario, importante, clarificador… que desencallara la estrategia de cuidados que en su momento se anunció a bombo y platillo por parte de la ministra Darias en un acto ante las enfermeras y que como tantas otras estrategias quedó reducido a un oportunismo político vacío de interés y de voluntad política y ausente de objetivos. Pero si, como deseo, lo hace, me permito también trasladarle que lo lleve a cabo replanteando desde el principio su fin y los objetivos de la misma para evitar que vuelva a ser colonizada por intereses al margen de la importancia real de los cuidados profesionales y de quienes los prestan. Los cuidados deben preocupar y ocupar la atención, el interés y las decisiones tanto suya, como máxima responsable del ministerio, como de todo su equipo. Y en este sentido y aunque nuevamente fuese por primera vez estaría bien que, siguiendo las recomendaciones realizadas por organismos tan poco sospechos, como pueda resultar yo, tales como la OMS, situase a enfermeras con capacidad en la toma de decisiones en su equipo. No tiene, permítame que se lo diga, ningún sentido, ni coherencia tanto política como de gestión, que se siga vetando sistemáticamente el acceso de las enfermeras a puestos de responsabilidad por las presiones de quienes se siguen creyendo protagonistas únicos para hacerlo, sin importar las consecuencias de tan caprichoso, acientífico, corporativista, reaccionario e irracional comportamiento que, por otra parte, tan solo se mantiene por la connivencia de quien lo consiente y mantiene.

En su momento, la ministra Mª Luisa Carcedo y el secretario general de Sanidad Faustino Blanco, pusieron en marcha la redacción de la Estrategia de Atención Primaria y Comunitaria (EAPyC) en la que participaron profesionales,  ciudadanía y técnicos de todas las comunidades autónomas. Finalmente, y a pesar de las resistencias oportunistas y de interés de determinados consejeros autonómicos en el Consejo Interterritorial, se aprobó el texto consensuado por todas las partes[2],[3]. Un documento de base que sin duda debía contribuir a dignificar la Atención Primaria de Salud, a sus profesionales y a la población que da cobertura.

A pesar de que la citada EAPyC es ahora mismo responsabilidad de los servicios de salud de las comunidades autónomas, no estaría de más que desde su ministerio se impulsase una línea de trabajo que permitiese identificar los niveles de implementación y el impacto que tiene tanto en el proceso como en el resultado de salud. La redacción y aprobación fueron sin duda importantes en el necesario cambio que precisa la Atención Primaria de Salud, pero por sí solos son absolutamente insuficientes y pueden acabar siendo papel mojado o una mera referencia sin trascendencia alguna en la dinámica de cambios que se precisan. Nuevamente, caer en la tentación de las presiones ejercidas por quienes consideran la EAPyC como un riesgo a sus intereses sería lamentable y supondría una decepción mayúscula para cuantas/os trabajamos desde el compromiso, y la implicación en un proyecto en el que no tan solo creímos sino en el que nos ilusionamos.

Con posterioridad el ministro Salvador Illa junto al mismo secretario general de sanidad, Faustino Blanco, impulsaron con acierto y valentía la creación de un grupo de expertos, al que me honré pertenecer, para elaborar el “Plan de acción para la transformación del Sistema Nacional de Salud en la era COVID-19”. Se dedicaron muchas horas de trabajo individual y colectivo de cuantas/os conformamos este grupo de expertos y de las/os responsables y técnicas/os del ministerio para consensuar un documento que sirviese de base al necesario cambio del SNS. Sin embargo el cambio del ministro y con él de gran parte de su equipo hizo que el documento no tan solo nunca viera la luz y posiblemente que quedase durmiendo el sueño de los justos en el fondo de algún cajón del ministerio, fuese pasto de alguna destructora de documentos y/o del formateo de algún que otro disco de almacenamiento de datos. Cualquier pregunta al respecto del documento y su presentación, tal como se anunció se iba a realizar, tan solo mereció el silencio o las evasivas de quienes quedaron tras la desbandada ministerial. No es que me asombrase tan repentina desaparición y tan sepulcral hermetismo, dadas las presiones de todo tipo que se ejercieron para que nunca viese la luz, logrando, una vez más su objetivo manipulador para perpetuar un modelo tan nocivo para la salud como beneficioso para sus intereses. Así pues, señora ministra, aunque tan solo fuese por curiosidad no estaría de más que rescatase el documento para comprobar que todo cuanto se planteaba no ofrecía peligro alguno para la seguridad nacional y sí un planteamiento esperanzador para la salud pública y comunitaria de este país. Si no lo encuentra o no se lo facilitan en el ministerio, yo me ofrezco a proporcionárselo. Si antes no sufro, claro está, un repentino ataque informático.

Por otra parte, recién nombrada ministra, trasladó a las enfermeras comunitarias su felicitación por la celebración del Día Internacional de Enfermería Comunitaria (DIE), al tiempo que resaltaba la importancia que nuestra aportación específica tiene para el SNS en su conjunto y muy en particular para la salud comunitaria y la APSyC. Este gesto, que le honra, se agradece y satisface. Sin embargo, permítame que el mismo lo ponga en cuarentena. No por venir de usted, sino por lo que hasta la fecha ha supuesto en todas/os y cada una/o de sus antecesoras/es este tipo de declaraciones de formalismo político, sin mayor recorrido, contenido, sentimiento, o compromiso. Es por ello que me gustaría y quiero creer que su respuesta obedece a un sentimiento sincero de valoración y reconocimiento de la aportación específica, en este caso, de las enfermeras comunitarias y por extensión de las enfermeras en su conjunto.

Siguiendo con mi reflexión compartida quisiera trasladarle la necesidad de que desde su ministerio se dé sentido a una de las pocas competencias que aún mantienen, como es la ordenación profesional. Sí, señora ministra, que le dé sentido porque hasta la fecha y a pesar de honrosas pero escasísimas y efímeras excepciones, nadie de quienes han ocupado el sillón de director/a general ha sido capaz de poner orden en la ordenación necesaria. Y no será porque no haga falta. Así pues, en el caos del desorden establecido y parece que, asumido, nos encontramos con una absoluta falta de criterios en cuanto a las competencias de las diferentes profesiones de la salud y sus especialistas. Y en el caso de las enfermeras es sangrante a la vez que preocupante al no existir perfiles que permitan establecer la imprescindible articulación entre especialistas y no especialistas de manera muy especial en Enfermería Comunitaria. Pero es que además las comisiones nacionales de las especialidades están infrautilizadas, las unidades docentes multiprofesionales son cualquier cosa menos un espacio de formación coherente y de consenso, algunos programas formativos llevan sin revisarse desde su aprobación, no existe el libro de residente, no se abordan muchas competencias fundamentales, priman los criterios de unas disciplinas sobre otras con una evidente y lamentable desproporción, el trabajo en equipo y coordinado brilla por su ausencia prevaleciendo los intereses de la mayoría sobre la minoría de quienes componen las unidades, no existen procesos de reacreditación… en fin, un verdadero despropósito. A todo ello hay que añadir la ausencia de planificación en la convocatoria de plazas de especialistas de enfermería lo que lleva a que se haga en base a criterios de oportunismo o de manera absolutamente aleatoria. Las/os especialistas formadas/os no son contratadas/os al no existir plazas específicas, lo que lleva a que se esté invirtiendo dinero público del que no se obtiene rentabilidad y, lo que es más grave, usurpando el derecho de la población a que se le presten cuidados de mayor calidad al no contratarse a dichas/os especialistas.

Señora ministra, todo esto, también es y significa defender la sanidad pública, espero y deseo que lo tenga en cuenta.

Así pues, puedo trasladarle con absoluta tranquilidad, firmeza y determinación que el actual SNS no es accesible, equitativo, igualitario, sensible, humanizado… con las enfermeras tal y como ha quedado patente en base a lo expuesto y a nuevos argumentos que podría añadir y que reforzarían dicha conclusión. Todo lo cual provoca, no le quepa duda, una gran debilidad del SNS y una merma de calidad en la atención que merecen las personas, las familias y la comunidad. Problemas que tienen y requieren solución urgente y que tan solo depende de la voluntad política que se tenga para querer acometerla y lograrla en lugar de paralizarla como hasta la fecha se ha hecho para no tener “problemas” con aquellos a quienes se les da voz y capacidad de decisión o de alterar la de quienes la tienen.

No tengo dudas, repito, sobre su defensa de la Sanidad Pública. Me cabe, eso sí, la incertidumbre de si la misma la contempla desde la igualdad de oportunidades para todas/os los agentes de salud que intervienen en ella y de si la Sanidad Pública que usted defiende se pretende mantener con el mismo y caduco modelo que actualmente impregna el SNS y que lo hace ineficaz, ineficiente y deshumanizado como se demuestra día a día.

Señora ministra, le deseo, créame, lo mejor en su actual puesto. Porque ello supondrá que la incertidumbre se torne en certeza de cambio, mejora, equidad, humanización, capacidad cuidadora y abogacía por la salud desde un modelo salutogénico que nos permita identificar la salud más allá de la dicotomía existente con la enfermedad.

Es mucho mejor sumar que restar. Pero eso creo que usted ya lo sabe.

[1]Novelista francés. (1802-1885)

[2] https://www.lamoncloa.gob.es/serviciosdeprensa/notasprensa/sanidad14/Paginas/2021/151221-cisns_paapc-2022-2023.aspx

[3] https://www.boe.es/diario_boe/txt.php?id=BOE-A-2019-6761