INDIVIDUALISMO, ENFERMERÍA Y PANDEMIA

Esta pandemia ha hecho que nos tengamos que refugiar en nuestras casas y limitar al máximo las relaciones y los contactos.

Sin duda, esta medida se ha tomado para defender nuestra salud del ataque del COVID-19, pero al mismo tiempo está suponiendo un ataque a nuestra necesaria relación como seres sociales que somos, a pesar de que nosotros mismos fuimos los encargados de provocar una egoísta generación del yo, de la que ahora empezamos a ser conscientes de sus consecuencias.

Las normas y valores de nuestra sociedad han ido evolucionando y cambiando los comportamientos, las relaciones, los sentimientos y las emociones que se generaban en torno a nuestra interacción colectiva. Pasamos de una sociedad con redes muy conectadas de solidaridad, compromiso, implicación… coincidiendo con escenarios muy diferentes a los actuales, con clara influencia en las relaciones, a una sociedad absorta en el individualismo, la alta competencia, el aislamiento emocional… que sin duda configuran contextos de realidades diferentes cuando no encontradas con las de hace relativamente poco tiempo. Cambios que coinciden, o que tienen, como consecuencia de los mimos, importantes modificaciones en la estructura familiar, en los roles sociales, en la libertad, en la tecnología, en la independencia e interdependencia entre grupos sociales… lo que se traslada al comportamiento colectivo y configura nuevas formas de relación y comunicación.

A pesar de las evidentes diferencias, sin embargo, prevalecen aspectos culturales y educacionales que siguen marcando de manera significativa los comportamientos y las relaciones, como si formasen parte de nuestro ADN como ciudadanas/os y que se ven, en mayor o menor medida, influenciados por poderes mediáticos, sociales, religiosos… que modulan dichos comportamientos adaptándolos al nuevo contexto y haciendo que prevalezcan a pesar de los aparentes cambios generados. Así pues, el machismo, el paternalismo, la tradición religiosa… siguen presentes en una sociedad supuestamente más tolerante, abierta, respetuosa, libre… aunque posiblemente tales actitudes tan solo actúen como imaginarios velos que ocultan esa “nueva” realidad.

En cualquier caso, no trato de plantear comparación alguna entre ambos periodos temporales y sus formas de manifestarse socialmente. Tan solo pretendo establecer una referencia que nos permita reflexionar sobre el individualismo que vivimos y que en muchas ocasiones es utilizado para medrar a expensas de la propia sociedad. Individualismo que acaba siendo una exageración minimalista de nuestra propia existencia, lo que nos permite identificar conexiones entre nuestro comportamiento y el arte, por ejemplo.

En este individualismo que nos atrapa y del que nos resistimos a escapar, al encontrar un refugio de cierto bienestar y seguridad, estalla la pandemia del COVID-19 que, como decía, nos obliga a recluirnos en y con nosotros mismos. Y desde ese aislamiento forzado nos damos cuenta de lo importante que resultan las relaciones interpersonales, la solidaridad, la ayuda desinteresada, el esfuerzo compartido, las palabras sinceras y sencillas, el valor de los gestos, la energía que traslada un abrazo… a todo lo que, ahora que quisiéramos, no podemos acceder y cuando lo teníamos a nuestro alcance no supimos disfrutar.

Pero dicho individualismo, además, trasciende del ámbito personal y se asienta en cualquier estructura social, desde la familia a la más amplia que podamos imaginar, con independencia del número de personas que la compongan. Porque no se trata tanto del sumatorio de personas como de la individualidad del comportamiento que trasciende al grupo.

Un individualismo, maquillado con manifestaciones superficiales y falsas, que no son capaces de ocultar el egoísmo que trasciende y que supone un caldo de cultivo del que se enriquece el poder egocéntrico, para de forma arrogante, e incluso a veces violenta -no necesariamente física-, tratar de colonizar espacios de pensamiento y libertad a través de actitudes competitivas que persiguen alcanzar a cualquier precio los intereses individuales en contraposición a los objetivos comunes y compartidos.

No sé, si como se está repitiendo, el confinamiento y la propia pandemia configurarán una nueva realidad a la que deberemos dar respuesta desde otro posicionamiento personal y colectivo, o si tan solo se trata de una forma de afrontar el confinamiento con propósitos de enmienda que se sabe no irán más allá de dicho propósito, dada la capacidad que la sociedad tiene de olvido o de borrado intencional de la memoria, como si nada hubiese ocurrido.

En cualquier caso y ya situándome en la realidad enfermera más próxima, me gustaría reflexionar sobre dos aspectos sobre los que considero que el individualismo está influyendo de manera muy significativa.

Por una parte, desde esa perspectiva de egoísmo del que hablaba, somos incapaces de identificar y valorar, en su justa y necesaria medida, a nuestras/os referentes profesionales o disciplinares. Es una constante el desprecio que hacemos a la aportación que muchas enfermeras realizan en beneficio del desarrollo enfermero, ignorando o criticando, muchas veces sin mayor fundamento que el descrédito gratuito, a quienes se implican en dicho desarrollo. De tal manera que resulta prácticamente imposible que las nuevas generaciones de enfermeras incorporen en su memoria a dichas/os referentes.

Como decía Jean Cocteau[1], “vivimos en una época de tal individualismo que ya no se habla nunca de discípulos; se habla de ladrones”. Ladrones a quienes no les mueve otra cosa que no sea el medrar o alcanzar una fama tan artificial como efímera al sustentarse en la rivalidad y la competencia agresiva y violenta, que desplace o anule a quien se considera un enemigo en lugar de un/a maestro/a o referente, robando si hace falta su singular aportación científica, disciplinar o profesional para hacerla suya. Esta pobreza de reconocimiento individual y el permanente acto de sustracción intelectual, trasciende al colectivo empobreciéndolo e impidiendo que se nutra de sus mejores referentes. A ello, sin duda, contribuye, en gran medida, el contexto mercantilista, egoísta, envidioso y competitivo en el que se establecen las relaciones de desarrollo académico, profesional e investigador y del que tan difícil resulta escapar si lo que se pretende es el logro de la fama. y la inmediatez que platea la sociedad actual.

La ausencia de referentes, por tanto, acaba por generar movimientos de rebaño en los que no se sabe bien a dónde se va, pero en los que la trashumancia permite, al menos, el alimento para subsistir, aunque sea de manera totalmente dirigida y alienada en hospitales, centros de salud u otros servicios en los que hacer lo que siempre se ha hecho, sin pensar demasiado en si está bien o mal. Lo importante es repetirlo como forma de convertirlo en lo correcto.

Y a pesar de todo ello, existen excelentes enfermeras que luchan, trabajan, se esfuerzan, comparten, participan, colaboran… por lograr una mejor posición de la Enfermería y de las enfermeras en cualquiera de los ámbitos en donde desarrollan su actividad. Por lo tanto, no es que no existan referentes sino que no se reconozcan y valoren.

El segundo especto sobre el que considero está influyendo el individualismo en enfermería es el que tiene relación con las organizaciones enfermeras en sus muy diversas configuraciones. Colegios Profesionales, Sociedades Científicas, Sindicatos, Academias Científicas… con muy diversas competencias, pero también con intereses muy concretos, en base a los cuales, en muchas ocasiones, se establecen luchas de poder que impiden trasladar una imagen de cohesión y bien común, al instalarse el individualismo desde ese planteamiento corporativista que no corporativo.

            No es identificado en igual medida lo que puedan aportar como valor, tanto al colectivo que dicen representar, como a la sociedad a la que, teóricamente, se quiere beneficiar, como, realmente, acotar espacios de poder desde los que posicionarse y crecer individualmente, aunque paradójicamente sea a través de agrupaciones colectivas.

            Importan más las siglas, posicionarse, figurar, llegar antes que nadie -aunque no se sepa muy bien a dónde ni para qué-, empujar, desplazar o apartar antes que atraer, aunar y progresar conjuntamente. Y en esta carrera fratricida, donde la falta de identificación de referentes, el protagonismo, la obsesión por ser el primero o el único, por acaparar la atención y la notoriedad, dar la espalda al análisis, la reflexión, el diálogo, el consenso de fines comunes, mirarse constantemente el ombligo sin levantar la mirada para tratar de identificar realmente cuales son las necesidades y demandas tanto de los colectivos que representan como de la sociedad a la que finalmente van dirigidas las acciones, llevan a configurar una amalgama de propuestas que en ocasiones se solapan, en otras de obvian y en otras se contradicen. Y ya se sabe lo que pasa, que a río revuelto ganancia de pescadores, que evidentemente no son las enfermeras

            Estoy convencido, de todas maneras, que no es una práctica premeditada y planificada en este sentido. Seguro que se hace con la mejor de las intenciones. Básicamente obedece a estrategias que se fundamentan en esta sociedad del individualismo de la que estamos hablando. Porque cuando se han establecido paréntesis en los que se han abandonado los intereses individuales y se han incorporado los generales por parte de todos, el diálogo, el debate, la reflexión y el consenso han sido posibles y ha dado muy buenos resultados.

            Pero es que, además, estas organizaciones son fundamentales en el desarrollo enfermero y, por lo tanto, deben ser valoradas, en su justa medida, por parte de las enfermeras, exigiendo, eso sí, que cumplan con su cometido de manera totalmente trasparente y democrática como de hecho vienen haciendo la gran mayoría. La madurez de una profesión o disciplina, vienen determinadas por la fortaleza de estas organizaciones y su apuesta clara y decidida en defensa de los mejores estándares de calidad en cualquiera de los ámbitos de actuación de las mismas. Por lo que, todo ello, requiere de una compromiso que escape del individualismo y se centre en la implicación colectiva y de participación directa en ellas.

            Esta pandemia, y lo que está suponiendo y supondrá para las enfermeras, debe ser el punto de inflexión que permita identificar las fortalezas y las oportunidades para eliminar las debilidades y amenazas. Las diferencias existirán, siempre las hay, y es bueno en sí mismo que las haya, permiten construir desde la diversidad de pensamiento y de planteamiento. Pero si somos capaces todas/os de trasladar a la sociedad de manera unitaria lo que las enfermeras somos capaces de aportar de manera diferenciada, exclusiva, profesional y científica, tendremos la fuerza del reconocimiento y de la defensa de quienes son, al fin y al cabo, nuestros principales receptores de cuidados y, posiblemente y en lo que menos reparamos, nuestros principales aliados.

            Porque nuestro ámbito de influencia y de reconocimiento, está en la comunidad, con independencia del ámbito en que trabajemos (Primaria, Hospital, Sociosanitaria…). En la medida en que sepamos captar la atención de la comunidad y trabajar con ella en lugar de, exclusivamente, para ella, lograremos que se reconozca, valore y reclame nuestra aportación singular. A partir de ese momento, ya no hará falta que vayamos suplicando o exigiendo, me da igual, a las administraciones, porque será la propia población la que lo haga por nosotros, mientras nosotras trabajamos por mejorar cada vez más nuestra atención enfermera. Porque la sociedad, a pesar de lo que algunos tengan interés en trasladar no es tonta, y cuando identifica aquello que le hace sentirse mejor, lo demanda y además, demanda a quienes lo hacen de manera excelente.

            Si somos capaces de lograr desprendernos de ese nocivo y tóxico individualismo, conseguiremos también, identificar, valorar y reconocer a nuestras/os referentes y a que estas/os sean líderes de opinión a nivel profesional, científico, social y político.

            Hagamos de la pandemia una oportunidad de mejora y de imagen unitaria enfermera. Por triste y dolorosa que la misma esté siendo, debemos aprovechar la oportunidad que nos brinda. No hacerlo será quedar en deuda permanente con enfermería, con las enfermeras y con la sociedad.

[1] Poeta, novelista, dramaturgo, pintor, ocultista, diseñador, crítico y cineasta francés (1889 – 1963).