HÉROES/HEROÍNAS SEMEJANZAS Y DIFERENCIAS DE UN DESPROPÓSITO

A todas/os las/os profesionales de la salud por lo que son y no por lo que se les quiere hacer pasar.

           

La mayoría de los/as héroes/heroínas que el mundo del cómic primero y el del cine después nos han trasladado, fundamentalmente desde los EEUU, tienen ciertas características comunes que, de alguna manera, les arrastra a ser héroes/heroínas, pues realmente no es su intención inicial el serlo.

Existe otra característica común a todos los héroes. Esta, es su género. Realmente, todos los héroes son hombres, cumplen las normas y estándares sociales establecidos y se ajustan a los patrones de belleza y de imagen que establece también la sociedad en la que actúan como tales héroes. Es decir, todos son jóvenes, heterosexuales, moralmente intachables, guapos, altos, fuertes y con cuerpos muy bien moldeados. Las mujeres, en el caso de los héroes, cumplen también los roles sociales que se transmiten a través de las historias. Es decir, jóvenes listas, aunque no siempre inteligentes, guapas, pero cándidas e inocentes que se adaptan al héroe que las corteja o seduce con sus encantos y se limita a sufrir los ataques de los malvados que las utilizan como cebo para atacar a su vez al héroe, que normalmente acaba siempre por salvarlas. Hay que destacar que su condición social y económica suele ser de clase media-baja, lo que les ayuda a disimular sus poderes en un ambiente de trabajo y dedicación familiar. Aunque existe alguna excepción, que les sitúa en una situación de privilegio social y económico que utilizan para compensar su falta de poderes sobrenaturales con inversiones millonarias en instrumentos y complementos que les protejan de su condición mortal.

Son una réplica de los cuentos infantiles de príncipes azules y princesas desdichadas, pero adaptados a los tiempos del culto al cuerpo, la épica, la fuerza y la belleza.

La industria, en un intento por adaptarse a las corrientes feministas, lleva a cabo una réplica mimética de los héroes para presentar a las heroínas que modifican el “man” por el “woman” en un alarde de imaginación y de respeto a las mujeres. En esa réplica, por supuesto, se mantienen los estándares sociales establecidos para las mujeres prototípicas. A saber, guapas, esculturales a la vez que ágiles y fuertes, sensibles, heterosexuales y moralmente intachables, más que sus réplicas masculinas, si cabe. Aunque sus historias, como heroínas, tienen tan poca originalidad como atractivo, al ser miméticas a las de sus réplicas masculinas y estar edulcoradas por su condición femenina.

Otra característica que suelen reunir los héroes es su inadaptación social. Suelen ser personas con graves traumas psicológicos, producto de accidentes o violencia sufrida por sus progenitores o familiares directos. Lo que les convierten en seres resentidos y psicológicamente inestables. Suelen canalizar ese odio a través de la defensa de la ley y la justicia mediante la persecución del mal y de los villanos. Por otra parte, la mayoría de ellos, eran, inicialmente, personas normales, es decir, sin poder alguno, alcanzándolos, por fortuitos accidentes nucleares, estelares, experimentales o por transmisión animal, que les convierten en seres con poderes sobrenaturales, pero que son capaces de sobrellevar, con una aparente vida de normalidad rutinaria y de adaptación social, que no levante sospechas sobre sus poderes. Condición que ocultan mediante disfraces que impiden ser reconocidos y que, a la vez, les identifica como los héroes admirados por la sociedad en general, aunque con serias reservas por parte de los cuerpos y fuerzas de seguridad que recelan de sus buenas intenciones y que, además, son identificados como una amenaza a sus competencias y un descrédito a su capacidad para mantener un orden que tan solo restablecen los héroes.

En este panorama, por supuesto, los héroes son claramente identificados, reconocidos, admirados y respetados, mientras las heroínas pasan sin pena ni gloria y ni tan siquiera se les conoce por sus nombres.

Pero más allá de estos/as héroes/heroínas del papel y el celuloide, existen otro tipo de héroes o, en este caso, ídolos cuyos poderes no son sobrenaturales, sino que se concentran en el ámbito del poder, la fama y el dinero en contextos normalmente artísticos o deportivos, al margen de cualquier valor cultural, científico o de conocimiento. En estos casos lo que se admira y se persigue imitar es una forma de vida ligada al lujo, la fama y la gloria, en la que los condicionamientos éticos, morales o de normas sociales no son necesarios, pues, lo que realmente prevalece es el poder que les otorga el dinero. Aunque si que se existe un claro patrón de comportamiento sexual ligado al género, en el que cualquier otra condición que no sea la heterosexual dominante es radicalmente ocultada y rechazada, al menos, públicamente.

En este caso, también, los ídolos masculinos eclipsan a posibles ídolos femeninos que practicando idénticas actividades tienen mucha menor aceptación, seguimiento y reverencia, quedando en un plano subsidiario, suplementario o residual con poco o nulo impacto mediático y social. Como sucede con sus sus compañeros, ellas deben seguir los patrones sexuales de comportamiento heterosexual, aunque en su caso, añaden un componente claro de objetos sexuales que se asimila al que cumple socialmente la mujer en general, a pesar de la hipócrita actitud de respeto que se quiere trasladar por parte de una sociedad todavía claramente patriarcal y machista.

Por otra parte, tanto héroes/heroínas como ídolos no requieren de conocimientos, ni preparación especial, pudiendo ser incluso ignorantes absolutos, lo que les otorga un valor añadido al logrado sin necesidad de más esfuerzo que el que les otorga su virtuosismo en un determinado ámbito o sus poderes sobrenaturales.

Con este patrón de héroes/heroínas e ídolos, la pandemia que estamos padeciendo ha contribuido a que la sociedad haya querido asimilar a las/os profesionales sanitarias/os, entre otras/os profesionales, a la condición de héroes/heroínas.

Y esta buena intención inicial de querer ensalzar a las/os profesionales a una condición que ni tienen, ni han solicitado, ni quieren, les sitúa en una posición de indefensión, pero también de fragilidad ante los múltiples riesgos, que la propia pandemia y sus efectos colaterales, les generan diariamente.

Las/os profesionales sanitarias/os no son y nunca lo han sido, héroes/heroínas, ni ídolos.

No tienen poderes sobrenaturales adquiridos por radiaciones nucleares, aunque a veces las reciban, ni por efectos estelares de otros planetas porque todas/os ellas/os son humanas/os, ni por efecto del ataque de algún animal que les haya contagiado sus condiciones o características propias.

No cumplen, en general, los patrones de belleza y condición física que ostentan los/héroes/heroínas, e incluso se apartan de ellos de manera muy clara.

Tienen comportamientos sexuales muy diversos que no esconden y de los que, en general, no se avergüenzan, asumiéndolos con naturalidad y respeto hacia cualquier otro comportamiento diferente al suyo.

No cumplen con estándares sociales ni morales preestablecidos o normativizados, formando parte de una población heterogénea.

No son inadaptadas/os sociales que les hagan reaccionar de manera especial ante el afrontamiento que, como profesionales, tienen que hacer ante la múltiple variedad de problemas de salud que se les presentan.

No necesitan ocultar su identidad con disfraces que aumenten sus poderes sobrenaturales, porque ni tienen dichos poderes, ni sus batas potencian absolutamente nada, más allá de ser una vestimenta que les identifica como sanitarias/os.

Configuran una población diversa en cuanto a edad, condición social, sexo… lo que les aleja del patrón de héroe/heroína o ídolo.

No son, en su inmensa mayoría, famosas/os, ni ricas/os, ni tienen notoriedad más allá, en todo caso, de su ámbito profesional.

No son objeto de admiración permanente y de réplica de sus imágenes en pósters, cromos, pegatinas… asumiendo su actividad diaria desde el anonimato y la naturalidad.

Están sujetos, permanentemente, al juicio por sus actuaciones y las consecuencias que de las mismas puedan derivarse.

En ocasiones, son objeto de rechazo cuando se les identifica y señala como posibles “contagiadores” a los que hay que mantener a distancia.

Padecen del mal del conocimiento y del saber, que adquieren a través de una clara adicción al aprendizaje y la formación continua.

Tienen la mala costumbre de investigar para avanzar y mejorar en aquello que mejor saben hacer, es decir, cuidar y si se puede curar.

No son objeto de entrevistas, sesiones fotográficas o reclamos publicitarios.

Son mortales como cualquier otra persona y se contagian y mueren al exponerse a los riesgos incluso en mayor proporción que el resto de la población al no contar con los recursos necesarios.

Tan solo hay una característica que comparten con los/as héroes/heroínas e ídolos, que es la clara discriminación existente en función del género. De tal manera que nos encontramos con que prevalecen los médicos, aunque ya el número de médicas sea superior. Que se invisibiliza a las enfermeras bajo el manto de su profesión/disciplina, Enfermería, o se masculiniza la identificación como enfermeros a pesar de que estos son una clara minoría. Se habla de celadores, administrativos, trabajadores sociales…  masculinizando a “héroes” tan solo. No se les identifica por sus nombres y quedan desdibujadas en una genérica y también masculina denominación de profesionales sanitarios.

Como en los cuentos infantiles y en los cómics o películas se conoce el nombre del príncipe, pero no el de la princesa, que, con serlo, parece que ya es suficiente, o el del héroe, pero no la heroína, o el del ídolo masculino, pero no el de su homóloga femenina. Todo un alarde de inclusión y respeto

Cuando todo esto acabe, que acabará, ningún/a niño/a cambiará el póster de su habitación, o los cromos de su colección o las pegatinas de sus carpetas, de su héroe/heroína o ídolo habitual, por el de un/a supuesto/a héroe/heroína de nuevo cuño que es enfermera, médico, auxiliar, científica/o… Básicamente porque no son tales héroes/heroínas. Pero también porque la memoria social tiene muy poco recorrido y resetea la información con suma facilidad, incorporando idénticos iconos a los que admiraba antes de la pandemia. Olvidará no tan solo a los héroes/heroínas a los/as que aplaudía diariamente, sino a lo que son y representan como profesionales sanitarias/os comprometidas/os con su profesión y con la población a la que han atendido, antes, ahora y siempre.

A las/os héroes/heroínas e ídolos les seguirán aumentando sus ya abultados sueldos y sus condiciones laborales para que puedan seguir manteniendo su fama, su poder y su prestigio. A los/as extintos/as héroes/heroínas se les seguirá regateando cualquier mejora tanto profesional como de condiciones de trabajo.

Esta es la realidad, no la disfracemos de una heroicidad artificial que tan solo logra enmascarar las vergüenzas de quienes deberían otorgarles la dignidad, el respeto y el reconocimiento que merecen más allá de los balcones o los atriles con micrófono.