GLOBALIZACIÓN Y PANDEMA ENFERMERA

La pandemia, por propia definición, lleva implícita la globalización. Es decir, se trata de un proceso que se plantea desde una perspectiva global o universal.

Una situación de crisis sanitaria y de salud como la generada por el COVID-19, ha obligado, no tan solo, a los sistemas sanitarios a responder con todos sus recursos tecnológicos, de infraestructuras y de organización, sino que sus profesionales, de una manera abrupta y sobrevenida, han tenido que afrontar las consecuencias de su letal virulencia. Todo esto, sin contar con la información científica concreta de cómo, dónde ni con qué hacerlo. Se ha actuado, en muchas ocasiones, en base a respuestas de ensayo error, lo que, sin duda, dificultaba, tanto la prestación de atención a las personas y sus familias, como a la propia seguridad de las/os profesionales.

Al desconocimiento sobre cómo actuaba el COVID-19, se añadían las conjeturas, las suposiciones, las propuestas sin fundamento… que llegaban por todos lados de supuestas/os expertas/os, lo que provocaba aún más confusión e incertidumbre si cabe. Y en algunos países, dicha confusión, contaba con la inestimable colaboración de unos líderes prepotentes, egocéntricos, ignorantes y, lo que es peor, que desprecian al pueblo al que dicen representar, cuando realmente, tan solo se aprovechan de él.

Dicho estado de shok, lo sufrían también quienes tenían que tomar decisiones rápidas ante el avance de la pandemia para tratar de contenerlo y así mismo, se trasladaba a la ciudadanía, decretando un Estado de alarma que la confinaba en sus casas y paralizaba al país.

En este escenario, las/os profesionales pasaron a ser el centro de todas las miradas y también de todos los agradecimientos por su respuesta de entrega y la exposición a un riesgo que las cifras de contagios y muertes se encargarían posteriormente de acreditar.

Pero esta situación, esbozada de manera muy general, no es exclusiva de España. La globalización a la que aludía al principio, no tan solo globaliza la enfermedad y sus consecuencias, sino que también lo hace con relación a aspectos como, por ejemplo, la actuación profesional.

En el año de las enfermeras y las matronas declarado por la OMS, ha irrumpido este virus y ha logrado que la atención se desviase por completo de esta celebración. Sin embargo, lo que no ha conseguido el virus, sino todo lo contrario, es impedir que las enfermeras se visibilizasen como nunca antes lo habían hecho y que la sociedad empezase a identificar el verdadero valor que las mismas tienen y que tan oculto ha estado. Y todo ello, a pesar, de muchos medios de comunicación que siguen anulando, estereotipando, ignorando, cuando no manipulando, su acción, a través de informaciones tendenciosas, tópicas y sin criterio que confunden a la población, tal como ya he recogido en alguna de mis anteriores entradas. A lo que hay que añadir la apuesta decidida de las/os decisoras/es políticas/os por seguir ofreciendo un discurso demagógico y falso en el que por un lado halagan a las/os profesionales, pero por otro, ignoran a las enfermeras cuando hay que incorporar expertas/os que decidan sobre aspectos fundamentales en la gestión de la pandemia.

Y dentro de esa actuación profesional está la llevada a cabo por las enfermeras. Pero no tan solo de este país, sino de todos aquellos en los que el COVID-19 ha entrado arrasando y generando sufrimiento, dolor y muerte.

Tanto el año de las enfermeras y las matronas, como la identificación de su aportación es algo que se está replicando en todo el mundo, desde China a Corea, Italia, España, Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Brasil, Ecuador, Argentina, Chile, Colombia, Perú, México… Las enfermeras están siendo clave en la atención del coronavirus.

Es cierto, que la diversidad de contextos, de planes de estudios, de niveles académicos, de desarrollo profesional y científico, impiden comparar de manera exhaustiva y precisa la actuación de las enfermeras e incluso su percepción sobre la pandemia. Pero hay una cosa que no nos diferencia, ni distancia, ni discrimina. Todas somos enfermeras y esa identificación, por encima de cualquier otra diferencia, nos permite tener una clara visión de cuál es nuestra competencia de cara a prestar cuidados a una población que los precisa más que nunca y que, además, los precisará una vez superadas las primeras fases de la pandemia, como efecto de la misma en las poblaciones, sobre todo, aquellas más vulneradas y frágiles.

Es por ello que dudo que el movimiento Nursing Now, hubiese tenido mayor fuerza de identificación, referencia, identidad, posicionamiento, valoración, orgullo… que el que nos está dando el afrontamiento a la Pandemia. Porque si algo tenemos en común las enfermeras de todo el mundo, por encima de cualquier diferencia de idioma, escenario, contexto, organización… es el valor que damos a los cuidados enfermeros como respuesta a los problemas de salud y a las necesidades humanas a través de nuestros cuidados profesionales, que variarán en cuanto a las organizaciones en donde se presten, las legislaciones que los regulen o las personas a las que se atienda, siempre nos identificarán como enfermeras. Otra cuestión, bien diferente, es como nos valoran, nos identifican y nos respetan. Pero esto es algo en lo que debemos trabajar nosotras como enfermeras. No debemos esperar que sean otros/as quienes lo cambien, aunque no dependa directamente de nosotras la decisión. Porque lo que sí que depende de nosotras, es la determinación para que dicha decisión se lleve a cabo y podamos situarnos en el lugar que nos corresponde.

Las enfermeras, por lo tanto, debemos aprovechar esta situación global para, por una parte, dar lo mejor de nosotras mismas y demostrar a la sociedad la importancia de nuestros cuidados profesionales, singulares, específicos, cercanos y humanistas e insustituibles, los prestemos donde los prestemos. Y por otra para lograr establecer vínculos, redes, conexiones, alianzas… que nos permitan compartir experiencias, vivencias, conocimientos, problemas, dificultades… para hacer abordajes integrales y globales relacionados con nuestra profesión y su desarrollo.

En este mundo globalizado que nos presenta retos como la pandemia, debemos mostrar nuestra mejor disposición para aprovechar, el que la globalización, nos permite generar respuestas de crecimiento, entendimiento y posicionamiento igualmente globales.

Pero para ello debemos, globalmente también, abandonar paradigmas que no nos son propios y desde los que no va a ser posible desarrollar nuestras capacidades, aptitudes y competencias, sino hacerlas subsidiarias de otras disciplinas a través de la tecnología y la técnica que nos deslumbra y atrapa, haciéndonos olvidar nuestra concepción cuidadora. Debemos, por el contrario, situarnos en nuestro paradigma enfermero, que existe, que no hay que inventar, para potenciar nuestra aportación específica.

Esta migración, necesaria, no significa en ningún caso que se tenga que abandonar la práctica de la técnica o la utilización de la tecnología, sino hacerlas compatibles con el cuidado para enriquecerlas, darles sentido y humanizarlas. Lo contrario, nos convertirá en meros técnicos a través de la práctica tecnológica, que nos paraliza, distorsiona y desvaloriza como enfermeras.

La técnica, por difícil que sea, es una cuestión de rutina que acaba por interiorizarse y mecanizarse en una práctica, con independencia de la persona que tengamos delante. El cuidado, sin embargo, es único e individual para cada persona y resulta imposible, mecanizarlo, estandarizarlo o establecerlo como una rutina. Al refugiarnos en la técnica estamos renunciando a nuestra identidad enfermera en favor de la seguridad y la zona de confort que nos ofrece. El cuidado, sin embargo, nos sitúa en una dimensión en la que debemos afrontar tantas posibilidades de respuesta como personas atendamos. Esta es la gran dificultad de ser enfermera, pero también la grandeza se serlo y sentirse como tal.

La pobreza, la desigualdad, la inequidad, la educación, la soledad, la fragilidad, la vulnerabilidad… son problemas que las enfermeras de todo el mundo debemos abordar como generadoras de enfermedad que son. Es en ese ámbito, donde nuestro cuidado debe dar respuestas consensuadas con las poblaciones que las demandan y para generar espacios saludables que permitan generar y promocionar la salud individual y colectiva. Con independencia de que tengamos que incorporar la técnica, la clínica o la tecnología, el cuidado enfermero, es el que debe ser identificado como indispensable. No porque sea una opción, sino porque es una obligación. Y siempre buscando ser una referencia para las personas, las familias y la comunidad y no una interferencia que dificulte su crecimiento y autonomía.

Este debe ser el punto de inflexión global desde el que nos situemos todas las enfermeras del mundo. Planteando estrategias de intervenciones cuidadoras fundamentadas en pruebas científicas que nos permitan responder a los permanentes intentos de racionar en lugar de racionalizar las plantillas. Que nos habilite para tener discursos coherentes y relacionados con la salud global. Que nos sitúe como referentes indiscutibles de los cuidados enfermeros y de su trascendencia para mejorar la salud de las personas, las familias y la comunidad. Que canalice las acciones tendentes a mejorar nuestro desarrollo científico-profesional. Que dejemos de ser identificadas como elemento auxiliar de nadie ni de nada, para pasar a ser responsables en la toma de decisiones en cualquier nivel de las administraciones u organizaciones. Que consigamos que nuestra aportación sea visibilizada y valorada por encima de cualquier intento de ocultación. Que nuestro aprendizaje, nuestro saber y nuestra experiencia, sea considerado con idéntico criterio que los de cualquier otra disciplina/profesión. Que podamos acceder a cualquier puesto en base a criterios de capacidad y mérito en igualdad con otras/os profesionales. Que dejemos de ser consideradas una mera anécdota, una excusa, una asesora, una acompañante, pera pasar a tener el protagonismo que nos corresponde de manera autónoma…

Pero no quisiera que esto que planteo se considerase tan solo como una ensoñación o un discurso complaciente, sino como una realidad posible. Porque tal como ya dijera Don Quijote, “Cambiar el mundo, amigo Sancho, no es locura, ni utopía, si no justicia”. Y cambiar la enfermería y las enfermeras globalmente tampoco debe ser considerado como una locura, ni una utopía, si no como una justicia que nos corresponde perseguir y alcanzar.

No sé Nursing Now lo que nos hubiese podido aportar en este año de las enfermeras y las matronas. Pero estoy convencido de que la pandemia del COVID-19, puede y debe ser un punto de inflexión y una palanca de impulso para nuestro avance y cohesión a nivel global.

Generemos pues la pandemia enfermera que permita contagiar al mundo de los cuidados enfermeros. No habrá mejor vacuna para la salud global que la inmunización alcanzada a través de dicho contagio, por muy paradójico o contradictorio que pueda parecer.