A todas aquellas enfermeras que
siendo expertas son ignoradas
Cuando los datos indican que la situación puede encontrarse en una fase de resolución, al menos en lo que se refiere en su fase crítica, el gobierno ya está planificando la famosa desescalada y su consiguiente desconfinamiento.
La desescalada que, por cierto, la Real Academia de la Lengua Española sugiere «evitar los calcos del uso del inglés» que nos ha llevado a implementar el término ‘escalada’, imitando el ‘to escalate’, y a cuyo retraimiento llamamos ‘desescalada’. Aboga en su lugar por la utilización de ‘reducir’, ‘disminuir’ o ‘rebajar
Así pues, haciendo caso a la RAE, sin que sirva de precedente, hablaremos de la disminución de la pandemia. Resulta que en esa incipiente, pero parece que real disminución, las enfermeras, con el resto de profesionales sanitarios, han tenido una incuestionable participación y un meritorio protagonismo, que como decía ayer en mi entrada, ha sido reconocido con aplausos de la ciudadanía, felicitaciones de los políticos y decisores y cierta visibilización de los medios de comunicación.
Por su parte, el desconfinamiento, que sí que está admitido por la RAE como “recluir algo o a alguien dentro de límites”, lo que nos viene a decir es que vamos a pasar de un confinamiento domiciliario a un confinamiento social con límites que están por conocer y que van a determinar una nueva convivencia en la que, sin duda, se deberán tener en cuenta determinados factores que tendrán efectos sobre la salud de las personas, las familias y la comunidad y que, desde luego, no estarán, exclusivamente, ni tan siquiera principalmente, relacionados con enfermedad. Los sentimientos, las relaciones, los afrontamientos, la ansiedad, la incertidumbre, la soledad, la discapacidad, la vulnerabilidad… van a marcar claramente comportamientos y actitudes que requerirán de la atención de equipos multidisciplinares entre los que, como ya sucediera con la pandemia y está pasando con su disminución, las enfermeras van a tener un papel fundamental, y desde luego no subsidiario, en que el nuevo confinamiento pueda ser controlado desde una perspectiva saludable y salutogénica y no tan solo desde la habitual medicalización que puede conducir a efectos indeseados e indeseables.
Pues bien, ante esta situación de disminución y desconfinamiento, el Gobierno, junto a las/os responsables de las Comunidades Autónomas (CCAA), han constituido una comisión de expertos que estará compuesta por un veterinario, una economista, una psicóloga, dos abogados y 18 médicos, se dice que expertos en desconfinamiento.
En este sentido y, antes de nada, no tenía conocimiento, hasta ahora, de que existieran expertos en desconfinamiento, como si esta acción fuese algo habitual en nuestro contexto y se precisase de experticia especial. Posiblemente sean como la reserva de los militares, es decir, se tienen en la recámara por si acaso surge la guerra y se precisa echar mano de ellas/os. Con lo cual nos situamos, de nuevo, en el escenario bélico que se han empeñado en crear para esta pandemia.
Pero parece ser que dicha experticia tan solo alcanza para que la adquieran determinadas disciplinas y una de ellas de manera muy clara y manifiesta, mientras otras como enfermería, se debe pensar que, como las enfermeras son expertas en cuidados, como que no tiene mucha relación con esto del desconfinamiento, aunque existan grupos de investigación como el Aurora Más de Investigación en cuidados que llevan años aportando evidencias al respecto.
Sin cuestionar la validez de las/os profesionales designados, llama la atención que se incorporen como expertos a dicha comisión un gran número de altos responsables de las consejerías de salud, fundamentalmente consejeras/os y directoras/es generales, casi todas/os ellas/os médicos de especialidades como digestivo, cirugía, documentación, anestesia, psiquiatría además de epidemiología, medicina familiar y medicina preventiva…abogada, economista y psicóloga clínica, completan la lista de expertos, supuestamente en desconfinamiento.
En ninguna CCAA, ni en el propio ministerio, han pensado en que una enfermera pudiese aportar algo a este denominado desconfinamiento. Posiblemente se deba a que, como no ocupan cargos de responsabilidad con capacidad de toma de decisiones, no son válidas para acceder a tan importante e ilustre comisión. El problema, como casi siempre, está en que no ocupan dichos cargos porque no les dejan hacerlo quienes ahora deciden los expertos que deben configurar la comisión, es decir, es lo que viene a denominarse una clara endogamia entendida como la “actitud social de rechazo a la incorporación de miembros ajenos al propio grupo o institución”.
Pero más allá de la evidente endogamia, que es palmaria y evidente, la composición que se ha determinado viene a demostrar claramente que la actuación, sea la que sea que determinen, va a estar manifiestamente dirigida al modelo medicalizado de nuestro Sistema Sanitario, que ya ha tenido oportunidad de demostrar sus carencias y deficiencias antes y durante esta pandemia.
No se entiende, ni debería admitirse, que en una comisión de expertos en la que se va a analizar, reflexionar, y decidir sobre cuestiones que van más allá de la medicina, en cualquiera de sus especialidades, tan solo existan “las anécdotas” de un veterinario, una psicóloga, dos abogados y una economista, que curiosamente todas/os ellas/os ocupan altos cargos en las administraciones de sus respectivas CCAA, haciendo sospechar que su experticia no lo es tanto por lo que desde su disciplina pueden aportar, sino por el cargo que ocupan, requisito que cumplen, igualmente, el resto de componentes médicos, salvo alguna excepción.
En fin, toda una garantía para la tranquilidad de la población que puede confiar en que las medidas a las que se lleguen estarán avaladas por la alta experticia en desconfinamiento, como claramente indican sus perfiles. Por si alguien no lo ha percibido, irónicamente hablando.
El desconfinamiento, no es tan solo una fase más de este proceso pandémico. Es, en sí mismo, una fase determinante en el control y contención de la pandemia, para minimizar al máximo los riesgos de posibles repuntes de contagio que nos harían volver a posiciones iniciales. Pero es algo que va mucho más allá del contagio. Supone un afrontamiento a ese nuevo confinamiento con límites, aún por conocer, al que nos vamos a tener que acomodar y en el que, como comentaba, se generarán respuestas muy diversas con demandas y necesidades que deberán ser atendidas desde una perspectiva integral, integrada e integradora, así como desde acciones intersectoriales y transdisciplinares que la composición de la comisión no permite, no tan solo garantizar, sino, ni tan siquiera, tener la esperanza de que logren establecer las bases sobre las que planificar el desconfinamiento.
La política, que es lo que realmente ha determinado la composición de la comisión, tan solo pretende tener el control de la situación en sus respectivos territorios por criterios de poder que no de salud.
La composición de la comisión debería estar equilibrada en base a la complejidad de respuestas que hay que dar y de la diversidad de sectores que en la misma van a tener que intervenir. Desde una visión medicalizada, asistencialista y sanitarista exclusivamente, nunca se podrán garantizar afrontamientos efectivos, eficaces y eficientes.
La misma población que hasta ahora ha estado aplaudiendo por la actuación de las/os profesionales, tras el confinamiento va a esperar que respondan en idéntica medida, pero ya sin respiradores, intubaciones, canalizaciones… Porque lo que van a necesitar, básicamente, son cuidados que restablezcan el equilibrio perdido y que nada tienen que ver con niveles séricos, dificultades respiratorias, fiebre, dolor o cualquier otra manifestación clínica, sino con necesidades básicas y de patrones funcionales de cuidados que, además, se puedan afrontar en contextos de desigualdad o vulnerabilidad. Con respuestas que precisan de consenso y alejadas de “recetas universales” y que deben centrarse en la especificidad e individualidad que requieren y que exigen, además, articularlas con el ámbito familiar y el contexto comunitario, mediante intervenciones en las que los recursos comunitarios se racionalicen para permitir ofrecer las mejores prestaciones. Incorporando a la población en la identificación de sus necesidades sentidas y planificando intervenciones conjuntas que permitan su participación activa en la toma de decisiones. Incorporando a las/os profesionales de diversos sectores que, desde las diferentes miradas de una misma realidad, permitan atender de manera integral los problemas de salud en los que las dimensiones física, mental, social y espiritual sean tenidas en cuenta en una sociedad diversa, compleja y multicultural.
La construcción de hospitales de campaña, el aumento indiscriminado de UCI, el desmantelamiento de la atención primaria… son medidas, en algunos casos eficaces, pero en la mayoría de ellas efectistas y llevadas a cabo por las/os mismas/os “expertos” que se han elegido para situarnos en el desconfinamiento.
Politizar la salud es la primera medida para lograr que no la alcancemos. La salud es algo extraordinariamente importante como para jugar a negociar o usar como herramienta política y oportunista.
Sería muy de agradecer que aquellas/os que tienen la capacidad de decidir lo hagan pensando más en la población y en responder a sus necesidades que en sus partidos, sus territorios, sus deseos y sus intereses.
Para finalizar considero que es imprescindible poner de manifiesto lo que se demuestra es una tozuda y desagradable realidad. Pensábamos, ilusamente, que esta pandemia podía haber cambiado algo la percepción y valoración que hacia las enfermeras tienen los políticos y los decisores sanitarios. Pero, lamentablemente, una vez más, se ha demostrado que los halagos transmitidos hacia las enfermeras, como los que hacen cada vez que acuden a inaugurar un evento científico enfermero, eran simplemente oportunistas y puntuales. Como un estímulo para que continúen dándolo todo como siempre han hecho sin necesidad de falsas arengas. Pero que cuando se tiene la oportunidad de demostrar que realmente se considera a las enfermeras como profesionales altamente cualificadas, con capacidades, competencias y aptitudes fundamentadas en el saber y la ciencia enfermera, con actitudes responsables y alejadas de personalismos, con experiencia para dar respuestas eficaces y eficientes, con contrastados resultados en sus intervenciones, con la mejor preparación académica, con bagaje investigador… se acabe haciendo lo de siempre, olvidarlas, ignorarlas y someterlas a la invisibilidad y el ostracismo por efecto de las decisiones cegadas por el corporativismo, el paternalismo y el modelo caduco que tan solo es capaz de responder a sus propias expectativas, es decir, continuar mirándose el ombligo, como si el mismo fuese el centro del mundo.
Una nueva decepción, pero, sobre todo, un nuevo fracaso de la política y de los políticos en la tan urgente necesidad de plantear políticas de salud y no hacer política con la salud.
Una nueva demostración de despotismo ilustrado. Todo por el pueblo, pero sin el pueblo. Será por lo de la corona del virus que trae reminiscencias de las monarquías absolutas que lo implantaron desde las ideas filosóficas de la Ilustración, según las cuales, las decisiones humanas son guiadas por la razón. Faltaría saber qué tipo de razón es la que está guiando estas decisiones.
Pasen y vean, pasen… la función está a punto de empezar. Equilibristas que realizarán el triple salto mortal sin red. El riesgo como espectáculo del pueblo. ¿Quién da más?