“¿La gente está loca?
No, la gente está manipulada.”
José Luis Sanpedro
Escritor, humanista y economista español. (1917 2013)
Desde que empezara la pandemia y se decretase el Estado de Alarma, la población confinada en sus casas decidió de manera libre y voluntaria salir a los balcones a agradecer la labor y entrega de las/os profesionales sanitarias/os, aplaudiendo todos los días.
A los aplausos, posteriormente, también por iniciativa propia, se añadieron las consignas de héroes/heroínas, que se fueron extendiendo a otros colectivos por su dedicación y motivación en actividades tan diversas como transporte, limpieza, distribución de alimentos… y tan necesarias para poder sobrellevar el confinamiento.
Las prórrogas del Estado de Alarma, con su endurecimiento incluido, no supusieron en ningún caso el cese de la puntual cita en los balcones en todos los rincones de nuestra geografía. Si cabe, se redoblaron.
Pero el mantenimiento de una presión asistencial sin precedentes y en condiciones, muchas veces, no tan solo desfavorables, sino perjudiciales para la salud de las/os profesionales, ha ido incorporando, en estos, elementos que van desde el lógico y humano miedo al contagio, hasta el también lógico enfado, por lo que consideran es una dejadez de las/os responsables políticas/os y sanitarias/os, cuando no un desinterés a su integridad física, que no remedian las buenas palabras dichas en las comparecencias públicas o las promesas sistemáticamente incumplidas.
No seré yo, quien desde este Blog ponga, ni quite razón a quienes día a día están jugándose, literalmente, la vida tratando de salvar la de otras personas y cuidando a cuantas lo requieren. Creo que no hay nada que pueda justificar esta falta de respuesta, a lo que es una necesidad vital. No se trata de una reivindicación oportunista, como algunas/os quieren hacer ver, tampoco de una queja sin fundamento, ni tan siquiera de una demanda desproporcionada. Ya no se puede/debe hablar de una situación sobrevenida que ha pillado a todo el mundo desprevenido y sin recursos suficientes para atender la avalancha. Llevamos mes y medio de evolución de la pandemia y la situación, lejos de arreglarse es cada vez más insostenible.
A día de hoy son ya un total de 37.584 las/os profesionales sanitarias/os contagiadas/os, lo que supone el 18,1% del total de casos con PCR+, siendo un claro indicador de que algo no se está haciendo bien o, cuanto menos, no todo lo bien que se debiera. Y no tendría absolutamente ningún sentido, que alguien se adelantase a decir que posiblemente sean las/os propias/os profesionales quienes tienen la culpa de su contagio. Porque es algo que suele ser habitual cuando nadie quiere asumir responsabilidades.
Dicho todo lo cual, considero, sinceramente, que no se trata de señalar a uno/a u otro/a, sino de analizar seriamente qué es lo que está pasando y actuar en consecuencia.
Dejar pasar más tiempo sin hacerlo es, además de una grave irresponsabilidad, que afecta a la salud y la vida de muchas/os profesionales, poner en bandeja de plata la posibilidad de que sea utilizado de manera interesada, partidista o torticera por determinados sectores políticos o sociales, que buscarán la notoriedad, que, no son capaces de alcanzar por méritos propios, como arma arrojadiza contra el Gobierno o las/os responsables de gestionar la crisis pandémica.
Si bien es cierto que es lícito y necesario, que se critique a quien corresponda por una mala gestión en este o cualquier otro sentido, no es menos cierto que la crítica puede realizarse de muy diversas maneras y que, en un momento de tanta tensión e incertidumbre, sería deseable que la citada crítica se transformase en propuestas que facilitasen la solución del problema y no utilizándola como palos para meter en las ruedas de las/os responsables y hacerles caer, sin que realmente se hayan propuesto alternativas y tan solo se lancen acusaciones que en algunos casos, además, están apoyadas en falacias o fundamentos falsos o cuanto menos de una validez científica muy cuestionable.
Lamentablemente se está al acecho de cualquier cuestión que pueda ser utilizada en este sentido, pues hasta las muertes han sido ya esgrimidas como dardos envenenados contra el gobierno y sus colaboradoras/es. Es muy tentadora la utilización de un tema tan sensible en estos momentos como la seguridad de quienes han subido a la consideración de héroes/heroínas, como nueva artillería pesada contra el gobierno. Pero, en su habitual estrategia de acoso y derribo, quienes están altamente preparadas/os en estas lides, al contrario de lo que están para otras más necesarias y útiles, usan a la ciudadanía para que, a través de ella, se amplifique la protesta desde los mismos balcones desde los que se ha estado aplaudiendo a las/os profesionales.
La ciudadanía, en su buena fe de defender a sus nuevas/os ídolos, puede entender que es razonable sustituir los aplausos habituales por un silencio que se ha trasladado como signo de protesta, ante el número insuficiente de equipos de protección o la deficiente calidad de los mismos.
Lo mismo que no tengo nada que objetar a la espontánea manifestación de apoyo a las/os profesionales, aunque ya he expresado en más de una ocasión que ritualizarlo era contradictorio e incluso peligroso, no tendría absolutamente nada que decir si la protesta fuese un acto voluntario ante una situación anómala que se quiere manifestar públicamente por el medio y la forma que se considere y pueda llevarse a cabo. En este caso los balcones de sus propios domicilios.
Pero que se manipule la voluntad de la ciudadanía con intereses espurios y con un manifiesto oportunismo para atacar a quienes en estos momentos deberían estar apoyando, lo que no significa en ningún caso, un respaldo sin condiciones, es, cuanto menos, mezquino y de una inmoralidad que, si no sobrepasa la ética política exigible, al menos, lo hace de manera muy poco o nada estética, que resulta tan necesaria como la primera.
Lo que se está trasladando a través de las tan recurridas, engañosas y peligrosas redes sociales es algo que, en principio, es de justicia, pero que ni se sabe a ciencia cierta quien lo promueve y difunde, ni cuáles son exactamente las protestas que se quieren poner de manifiesto con la modificación de la muestra de agradecimiento habitual. Y, de hecho, ya existen organizaciones que han manifestado de manera pública, clara y rotunda, estar al margen de esta protesta dirigida.
Así pues las cosas, nos encontramos con un panorama que empieza a enturbiarse claramente a nivel político, con amenazas, inicialmente veladas, pero ya manifiestamente visibles y descalificadoras, que tratan de arrastrar a la opinión pública en una dirección u otra para obtener un rédito del que después poder hacer uso.
¿Qué será lo siguiente que se solicite a la ciudadanía que haga? ¿Con qué argumentos tratarán de convencerles de que es importante que se sumen a “su” protesta? ¿Cuánto tardarán en solicitar que se saquen banderas u otros símbolos como forma de reforzar su protesta?
Caer en la trampa de estas/os trepas oportunistas, con mensajes en los que, además, mezclan churras con merinas, tratando de confundir y de alterar el estado de la situación de manera artificial y forzada, es otra forma de contagio como la que nos está confinando. Evidentemente esta otra, no altera nuestro sistema inmunológico, pero claramente trata de modificar nuestra libertad, a través de la anulación del necesario pensamiento crítico, lo que tiene consecuencias gravísimas para nuestra seguridad, bienestar y libertad.
Sería deseable que los balcones siguieran utilizándose como plataformas de agradecimiento, apoyo y reconocimiento sinceros y que fuera de ellos se debatiesen aquellos temas que tengan como objetivo la mejora de las condiciones tanto de las/os trabajadoras/es como de la población en general. Pues como dijera Adlai E. Estevenson[1], “la libertad suena donde las opiniones chocan”.
La desestabilización teledirigida, venga de donde venga, tan solo puede contribuir a un empeoramiento en el abordaje de la pandemia.
Cuando escribo estas líneas, aún no es la hora de la habitual manifestación de aplausos. Por lo tanto, desconozco el alcance de la manipulación. Pero tengo claro que la ciudadanía entenderá que sus balcones, nunca van a ser sucursales de franquicias ideológicas, desde las que alterar el orden de los acontecimientos, desde la mentira y el engaño, utilizando como argumento y como ariete a quienes hay que seguir aplaudiendo, o no. Eso ya es una elección de cada cual.
Por último, decir, para tranquilidad de todas/os, que, para este tipo de contagio, del que hablaba antes, sí que hay vacuna. Se trata de una combinación de información, análisis, reflexión y pensamiento crítico, administrada con respeto. No tiene efectos secundarios y protege 100% contra la manipulación, y el engaño, generando defensas que permiten mantener el criterio, la coherencia y la opinión ante posibles ataques ideológicos.
¡¡¡¡VACÚNATE!!!!
[1] Político estadounidense Congresista por Illinois (1835 – 1914)